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Venezuela: Un debate estratégico en la izquierda
latinoamericana
Trotsky, Mariátegui y el PSUV
Por José Luis Rojo
La discusión
respecto de qué orientación tener frente al proceso político
en curso en nuestro continente se ha vuelto a actualizar
alrededor del lanzamiento del PSUV por parte de Chávez.
Hemos tratado el tema recientemente en estas pàginas, pero
creemos oportuno retomarlo desde una mirada más global. No
se trata sólo de que Chávez acaba de anunciar que el PSUV
habría llegado a 5,3 millones de afiliados, un verdadero récord
mundial en materia de velocidad y cantidad de afiliaciones.
Más importante es el hecho que al interior de lo que era el
PRS (Partido Revolución y Socialismo)
se produjo una diferenciación
dela que cabe dar cuenta.
Que el principal dirigente de la UNT y la C-CURA, Orlando
Chirino, haya dado el valiente paso
de negarse a subirse al carro del partido chavista es digno
de ser destacado.
Esto ha ocurrido al tiempo que sectores de dicha organización
ligados al MST de la Argentina y el MES de Brasil
(encabezados por Stalin Pérez Borges), han tomado la
equivocada decisión de sumarse con armas y bagajes, incluso
denunciando la opción independiente como mero
“propagandismo” y/o “sectarismo” que no tendría
“vocación de masas”. Queremos aportar a ese debate, que
nos parece de vital importancia para los socialistas
revolucionarios del continente.
Empecemos aclarando que nuestra dura crítica la hacemos
desde una corriente internacional que no defiende la mera
construcción de “pequeños núcleos homogéneos y con
programas acabados”,
como se suele argumentar.
Por el contrario, en varios países estamos volcados
a la construcción de tendencias revolucionarias pero como
parte de formaciones mas amplias: es el caso del P-SOL en el
Brasil (organización que, lamentablemente, está avanzando
en una adaptación al régimen), que viene sosteniendo la
necesidad en Bolivia de un Instrumento Político de los
Trabajadores a partir de la COB y, que a la vez, está dando
una dura pelea al interior del Bloque Social y Popular en el
Paraguay.
Lo que sí defendemos de manera intransigente es que estas construcciones políticas deben apuntar a
ser formaciones de
clase: es decir, organizaciones
políticas de trabajadores, aun cuando presenten rasgos
reformistas. Pero cuando hablamos del PSUV, o del MAS
boliviano, o del Partido Nacionalista de Humala en Perú,
hablamos de otra
cosa, muy diferente. Y es ésta, creemos, la discusión
estratégica del momento en nuestro continente, porque
el movimiento revolucionario ha estado plagado de
compradores (y vendedores) de espejitos de colores y éxitos
fáciles que duran lo que un suspiro.
El PSUV es un partido de Estado
Ya hemos señalado en estas páginas nuestra caracterización
de que el PSUV no es ni puede ser otra cosa que un engendro
burocrático-estatal, organizado desde arriba por el propio
Chávez al servicio del disciplinamiento y encuadramiento de
las masas “bolivarianas”. Partido que lejos de ser “vacío”, como pretenden mostrarlo algunos, no puede dejar de tener un
contenido y carácter de
clase: al ser organizado desde el aparato del
capitalismo de Estado chavista, no puede dejar de ser una
formación estatista-burguesa,
por más que se llame “socialista”.
Volveremos sobre esto.
Sin embargo, hay indicios más concretos que las meras
definiciones generales. Un partido (aun de masas) que afilia
a un porcentaje sustancial de la población adulta del país
en pocas semanas logra una “hazaña” que más bien lo delata.
No ha habido ningún partido en la historia que haya
alcanzado semejante afiliación por métodos legítimos,
esto es, estrictamente políticos.
El inmenso éxito del PSUV tiene una explicación de otro
orden: NO se trata de un auténtico partido que recluta su
base militante en función de una libre adhesión política,
sino de la puesta en pie de la
principal usina de favores y reparto de bienes entre la
población. Como señala Roland Denis, que no es
precisamente antichavista: “Lo que queremos resaltar es
que el PSUV, así se llene de afiches y frases de Mariátegui,
del Cristo de los pueblos y del Che, hace todo
lo contrario de lo que supone la buena tradición
leninista: hace de la militancia por la liberación una obligación
rebajada y vaciada, al punto de obligar
a muchos a inscribirse por medio del chantaje
de conservar el puesto de trabajo. ‘El que no se inscriba
está botado’, y que no digan que no es así, porque esto
se repitió mil veces en diferentes sitios de la
administración publica este fin de semana [5 y 6 de
mayo]”.
Y agrega: “Esto está convirtiendo al ‘partido de la
revolución’ en un partido
de borregos y sumisos,
profundamente antiguevarista, donde no vale ni importa
para nada la prueba de disposición, sino la prueba
de sumisión de cada quien. Lo que se está premiando es
el acto de sometimiento
y no la demostración de rebeldía y compromiso. Esto es la muerte de la organización revolucionaria, llámese partido o
como quieran llamarla y concebirla”.
Y no es de extrañar que esto suceda, porque un partido de
Estado no podría ser organizado de otra manera, pero un auténtico
partido socialista jamás
ha surgido ni va a surgir con semejantes criterios y métodos.
En el mismo sentido, tenemos otro testimonio no
directamente referido el PSUV sino a los consejos comunales:
“Respecto del Estado y la participación en Venezuela, a
diferencia de otros países, mucha
–no toda– de la organización y participación popular
es inducida por el Estado. Esto trae particularidades;
entre otras, que su potencial de autonomía es débil.
La estructura actual de los consejos comunales tiene severas
limitaciones para impulsar una participación democrática y
autónoma. Según la ley, los consejos dependen en todo
el Ejecutivo Nacional. Allí se registran y a través del
CPPP en sus distintos niveles administrativos, se revisan y
aprueban los recursos que se les otorgan. En definitiva, el
Presidente es quien decide quién recibe el dinero. ¿Cuál
es la capacidad de interlocución y negociación con el
gobierno central de un consejo comunal de 400 familias
pobres? La participación, para que genere
‘empoderamiento’, debe traer una dinámica de abajo
hacia arriba. Tal y como está concebida la ley, es al revés,
promueve dependencia
del Presidente y se podría prestar fácilmente al clientelismo.
Hoy te financio y mañana me pagas con tu voto”.
Por otra parte, hay otros elementos. Ya hemos señalado que
León Trotsky asignaba el valor fundamental para definir el
carácter social de un partido no al 99% de su base (aun si
fuera obrera o campesina) sino al 1%
que está en sus “cumbres”. Y está claro que la
“cumbre” del PSUV es la flor
y nata del chavismo , con algunos de sus principales
funcionarios a la cabeza, que integran su dirección, es
decir, la “Comisión Presidencial” del PSUV.
Pero hay algo más, que recuerda mucho a la creación de la
CGE (Confederación General Económica) y la “burguesía
nacional cupera”
por parte de Perón en la década del 50. Es que el PSUV,
desde su comienzo mismo, está incorporando “la fina flor
de la burguesía venezolana. Hace poco fue creada la Asociación
de Empresarios Socialistas de
Venezuela, y esta asociación se declara del lado del
PSUV. Los denominados ‘empresarios socialistas de
Venezuela’ cuentan con la presencia de magnates como
Marcos Zarikian, Alberto Vollmer, Víctor Vargas Irausquin y
Víctor Gil Ramírez, presidida por el ex dirigente de Acción
Democrática [uno de los viejos partidos tradicionales de la
burguesía] José Agustín Campos. Zarikian es dueño del
Hotel Eurobuilding y es a la vez el principal
empresario textil del país. Vollmer es propietario de
Ron Santa Teresa; e Irausquin y Gil Ramírez son banqueros
(...) que antes habían sido del equipo de finanzas de COPEI
y AD respectivamente [los dos clásicos partidos del régimen
anterior a la V República]”.
Como se ve,
no serán
burgueses de la más rancia estirpe lo que le vaya a faltar
al PSUV...
¿Una formación “vacua”?
Sin embargo, desde corrientes “revolucionarias” como el
MST argentino y el MES brasilero se justifica el ingreso al
PSUV con el siguiente argumento: “La iniciativa de la
formación del PSUV contiene ... ingredientes contradictorios
(...) Una necesidad de consolidar y dinamizar el propio
aparato político burocrático y darle consistencia
organizacional (...) se traduce en la convocatoria a una ampliación
de los espacios políticos de las masas y la toma
de decisiones democráticas en un partido de masas.
Tendencias contradictorias que se procesarán en su
interior, al que se trasladarán todas las tendencias vivas
que existen en el amplio movimiento bolivariano. Por su carácter
de masas, dicho partido, no puede ser definido en términos
categóricos, sino como una
formación centrista, vacua, a la manera en que se
dieron partidos o movimientos de masas en pleno proceso
revolucionario como el sandinismo y el FMLN salvadoreño, o
formaciones con control estatal en proceso revolucionario,
como el ejemplo, según Trotsky, de la SFIO francesa en el
ascenso del Frente Popular en Francia en 1936”.
Respecto de que el PSUV significaría una “ampliación de
los espacios políticos para las masas” en los cuales
estas podrán tomar “decisiones democráticas”,. ya
hemos señalando que, por el contrario, el objetivo esencial
de la puesta en pie de esta organización por parte del
gobierno chavista es lograr un mejor encuadramiento
de estas mismas masas. Y con todos los aspectos
“contradictorios” que, efectivamente, esta formación
pueda tener, este
esencial aspecto es el principal y el que no se puede
perder de vista desde el punto de vista político: su
carácter de institución encuadradora del accionar de las
masas.
Sin embargo, es sobre el carácter social del PSUV sobre la que queremos insistir aquí. Al decir que
es vacuo, lo que se está haciendo
es caracterizar al PSUV como formación socialmente vacía, es decir, sin carácter de clase alguno.
Discrepamos radicalmente. Todo fenómeno político tiene
alguna raíz social,
aunque esto no sea del gusto de las modas post marxistas.
Sin duda, el PSUV va a estar plagado de contradicciones
sociales, y va a tener –políticamente– elementos de
organización “centrista”, lo que en su interior se
puede llegar a expresar en distiuntas tensiones políticas e
ideológicas. Pero definirlo como socialmente “vacío” sólo
puede ser parte de un operativo deliberado de confusión. El
mismo Trotsky –refiriéndose a este tipo de formaciones–
se había manifestado contra los que colocaban al Kuomintang
chino (y otras formaciones de este misma especie) como
formaciones “neutras” o “vacías”, es decir, una
arena de lucha supuestamente “abierta” donde el carácter
social de dicha organización permanecería sin definición.
No era el caso del Kuomintang, como la historia lo demostró
palmariamente, y no es el caso del PSUV. Porque este partido
es una formación estatal (o para-estatal) cuyo carácter
social es sólo puede ser –dadas las condiciones mismas de
su formación– una organización burguesa y no vacía. Y la consideramos lisa y
llanamente como estatista-burguesa
(y no pequeño burguesa) porque, independientemente de que
formen parte de ella o no grandes representantes de los
capitalistas (que, como hemos visto, es precisamente el
caso), se trata de
una formación organizada desde el aparato del Estado burgués
venezolano a instancias del propio Chávez.
Los revolucionarios y las organizaciones populistas
La corriente que estamos criticando suele deslizar que
tanto Trotsky como Mariátegui (y Nahuel Moreno), habrían
recomendado el ingreso a partidos del tipo del PSUV. El gran
revolucionario ruso, promediando la década del 30, planteó
abiertamente la necesidad de que los núcleos
“cuartistas” llevaran a cabo la táctica del entrismo en
los Partidos Socialistas de Francia, España e, incluso,
Estados Unidos (el conocido “giro francés”). Por su parte, José
Carlos Mariátegui llegó a formar parte del APRA con Haya
de la Torre en el Perú de la década del 20 del siglo
pasado. Tambiés es conocido el caso de Moreno y el entrismo
en las organizaciones obreras peronistas. Pero la historia
hay que contarla completa
y no deformadamente.
Comenzando por Trotsky, éste hablaba de “entrismo”,
lo que implica una diferencia con un abierto ingreso político
al PSUV. Pero, además, históricamente, a los partidos
socialdemócratas, se los caracterizaba como partidos
obreros reformistas. Es decir, partidos de la clase
trabajadora, lo que no
es atribuible al PSUV. Es decir, la analogía con los
partidos socialistas europeos en los 30 no
es pertinente.
Por otra parte, en lo que hace a países ya no del centro
imperialista, sino coloniales o semicoloniales, es conocida
su polémica hacia finales de la década del 20 respecto del
carácter del Kuomintang y su insistencia de que el PC chino
debía salir de
él. Pero quizá sea menos conocida su posición respecto
del partido de Cárdenas en México hacia fines de la década
del 30. Es sabido que éste fue el único gobierno que dio
asilo a un Trotsky perseguido conjuntamente por el
estalinismo y el imperialismo. Y que, además, Trotsky saludó
abiertamente la nacionalización petrolera llevada a cabo
por este gobierno en 1938 (mucho más radicalizada que la
llevada a cabo por Chávez, y que dio lugar a un duro boicot
por parte de Inglaterra).
Sin embargo, no por esto Trotsky llamaba a los debilísimos
e incipientes núcleos trotskistas en México a ingresar al
partido cardenista:
“Correctamente apreciado, el Frente Popular no tiene en
Latinoamérica un carácter tan reaccionario como en Francia
o en España (...). Pero esta diferencia histórica de
apreciación y esta diferencia de actitud sólo están
permitidas con la condición que nuestra organización no participe del APRA, el Kuomintang o el Partido de la Revolución
Mexicana (PRM), y que conserve
una libertad de acción y de crítica absoluta”.
Hablando no ya del cardenismo, sino del APRA peruano, señalaba:
“Durante algún tiempo, no alcanzaba a hacerme una idea
clara del programa del APRA. Pero la última carta del jefe
de este partido es clara (...). Es un partido frente
popular. Un frente popular está incluido en el partido,
como en toda combinación de esta naturaleza. La dirección está en manos de la burguesía y la burguesía teme a sus
propios obreros. Por eso, ese partido, aunque sea
suficientemente fuerte para tomar el poder por la revolución,
tiene miedo a comprometerse en esta vía. No tiene ni el
coraje ni el interés de clase para movilizar a los
campesinos y a los obreros, y los reemplazará con maniobras
militares o una intervención directa de Estados Unidos. Por
supuesto, no podemos
entrar en un partido así, aunque podemos constituir allí
un núcleo para ganar obreros y separarlos de la burguesía.
Pero en ninguna circunstancia debemos repetir la idiotez de
Stalin con el Kuomintang en China”.
Más claro, agua: NO se puede ingresar políticamente al APRA; otra
cosa era hacer una especie de trabajo “entrista” para
ganar allí a un sector de trabajadores que pudiera
evolucionar hacia la izquierda.
Esto nos lleva directamente al caso de Mariátegui. Es
verdad que formó parte del APRA... pero hasta el preciso
momento en que éste era un frente único obrero,
estudiantil y
popular en lucha contra el gobierno burgués leguista en el
Perú de la década del 20. Sin embargo, hacia el final de
esta década, cuando Haya de la Torre –desde México–
impuso la transformación
del APRA en Partido Nacionalista, Mariátegui no dudó en romper con él
ni más ni menos que para dar el paso de fundar
el Partido Socialista del Perú.
Cuenta Aníbal Quijano que “la experiencia directa de la
revolución mexicana, su observación de la rusa y la china,
fueron llevando a Haya de la Torre a desarrollar una
perspectiva antiimperialista y democrático-burguesa para la
revolución peruana y latinoamericana (a diferencia de Mariátegui,
que defendía el carácter socialista
de esa revolución), y a concebir para el APRA el destino de
ser ya no el frente único de todas las tendencia ideológicas
revolucionarias, sino el del convertirse en un partido
del frente de clases sociales, preconizando explícitamente
seguir el ejemplo del Kuomintang chino, a pesar de las
experiencias de 1927 en China (...). El debate con Mariátegui
se hace formalmente sobre si el APRA debe continuar siendo
un frente o convertirse en un partido. Sin embargo, debajo
de este problema en realidad estaban en juego las
cuestiones sustantivas
del carácter de la sociedad y de la revolución en el Perú y en América
Latina (...). La corriente nacionalista-democrática,
acaudillada por Haya de la Torre, y la socialista marxista,
que Mariátegui dirigía, disputaban la hegemonía y la
conducción política del movimiento revolucionario peruano,
que el APRA venía canalizando, desde 1924, en su carácter
de frente único (...). En septiembre de 1928, Mariátegui y
su grupo en Lima deciden finalmente romper con el APRA y
fundar el Partido Socialista del Perú”.
Es en este marco que aparece el conocido artículo de Mariátegui
(en el N° 17 de su revista Amauta),
“Memoria y balance”, donde plantea:
“En nuestra
bandera inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra:
socialismo. Con este lema afirmamos nuestra absoluta
independencia frente a la idea de un Partido
Nacionalista, pequeño burgués y demagógico”.
Y en una carta enviada a propósito de esta misma discusión,
Mariátegui reafirma: “Pensamos que (...) el APRA debe
ser, o es de hecho, una alianza, un frente único y no un
partido. Un programa de acción común e inmediato no
suprime las
diferencias ni los matices de clase y de doctrina
(...). Como socialistas, podemos colaborar dentro del APRA o
alianza o frente único, con elementos más o menos
reformistas o social democráticos (...); pero no podemos,
en virtud del sentido mismo de nuestra cooperación, entender el APRA como partido, esto es, como una facción orgánica y
doctrinariamente homogénea”..
Finalmente, veamos someramente el caso de Nahuel Moreno.
Antiperonista en los 40, se autocritica retrospectivamente
por no haber defendido al Partido Laborista de Cipriano
Reyes en oportunidad de su violenta disolución por Perón
cuando la formación del Partido Único de la Revolución
Nacional. En 1953, y cuando ya había cambiado el cuadro
internacional y comenzaban las amenazas de golpe de estado
yanqui contra Perón, Moreno se suma al Partido Socialista
de la Revolución Nacional (PSRN), que era próximo a Perón,
pero independiente de éste. Luego del golpe gorila
(1956-57) Moreno impulsa el entrismo de Palabra Obrera en el
“peronismo obrero”, que
no es lo mismo que decir en el partido peronista a secas.
Es decir, actuó dentro
de las organizaciones obreras peronistas, pero fuera del partido burgués peronista.
Y de más está decir que el PRT, el PST y el viejo MAS
(más allá de otro tipo de problemas en estas
organizaciones) fueron independientes del nacionalismo burgués.
Marea clasista y socialista erra
completamente el blanco y fuerza la analogía de manera
inadmisible cuando busca en Moreno justificaciones para su
ingreso al PSUV.
En síntesis, a nuestro entender ni Trotsky ni Mariátegui
ni Moreno hubieran llamado a ingresar al PSUV. Que se forme
parte del movimiento
de lucha democrático, nacional y antiimperialista como
movimiento totalmente legítimo (aunque limitado) en los países
coloniales o semicoloniales, incluso bajo la forma de
participar de instancias de frente único en casos
determinados, no sólo es justo sino obligatorio,
so pena de un irremediable y estúpido sectarismo. Pero esto
no puede significar que se deba participar, orgánicamente,
de sus instancias de partido nacionalista, renunciando así
abiertamente a la necesaria
independencia política y organizativa de las corrientes
socialistas.
Ya hemos señalado en otras oportunidades que este
“partido” era sólo un esbozo muy incipiente de
organización de la vanguardia socialista, y hoy,
sometido a las presiones del chavismo y al giro
oportunista de la mayoría de sus ex integrantes, apenas
si parece tener alguna vida.
Cabe reconocer esto más allá de otras limitaciones políticas
de este dirigente. En un reciente reportaje para la
publicación Correspondencia Internacional plantea lo siguiente: “(...) la
ilusión que generó el PSUV rápidamente comenzó a evaporarse (...). En menos de tres meses se ha revelado que el
proyecto del PSUV ha sido secuestrado
por los mismos que tenían bajo su control las
anteriores siglas políticas. Cada vez más el gobierno
actúa en forma inconsulta y en dirección contraria a
las necesidades de la población. Las
puertas del proyecto han sido abiertas de par en par
para los burócratas y corruptos. El
PSUV no tiene una frontera política definida porque están
entrando capitalistas y terratenientes ‘socialistas’
(...). La antidemocracia
es el signo prevaleciente en el PSUV(...). Si sumamos
todo esto, podemos decir que hay temor y se
pierde entusiasmo político, eso es innegable. No
sentimos entre el pueblo y los trabajadores aquel fervor
existente años atrás”.
Esta
acusación se lanza a todas las corrientes que NO
queremos sumarnos al PSUV desde Marea
Clasista y Socialista
Nº 1, 23-06-07, periódico de los ex miembros del PRS
que se han sumado al partido chavista.
Los compañeros del MES gustan caracterizar al gobierno
de Chávez como “pequeño-burgués”, posición que
no se sostiene porque Chávez, no hay que olvidarlo, sigue
gobernando sobre la base del estado capitalista y la
propiedad privada, por más “reformas” que haya
introducido en uno y otro terreno.
Dejamos aparte los partidos estalinistas, que agrupaban
millones pero que, claro está, no eran formaciones auténticamente
socialistas.
Roland Denis, “La partidización del movimiento
popular”, Aporrea/La Haine.
Margarita López Maya, “Consejos comunales y rumbos de
la revolución bolivariana”, Aporrea.
Se trataba de sectores patronales enriquecidos al amparo
de beneficiosos
negocios con el Estado.
Leonardo Arantes y Cesar Neto, “¿Ingresar al PSUV es
lo mismo que ingresar al PT brasileño?”.
Jorge Sanmartino, “Populismo y Estrategia Socialista
en América Latina”. Nos adelantamos a señalar aquí
mismo que no recordamos que en ningún momento Nahuel Moreno haya planteado el ingreso en el
sandisnismo o el FSLN. Por
el contrario, puso en pie la Brigada Simón Bolívar,
que participó de la lucha por la caída de Somoza, pero
justamente de manera independiente. Y no fue casual que pocos días después de la asunción
del poder por parte del sandinismo, el FSLN decidiera...
¡echar a la
Brigada de Nicaragua por haber planteado que los
trabajadores debían organizarse en sindicatos
independientes del Estado!
Al menos, según el respetable Diccionario General
Ilustrado de la Lengua Española, que define el término
como “vacío” o “vacante”.
Por post marxismo nos referimos a una corriente de opinión
intelectual que ha tendido en los últimos años a independizar
completamente los fenómenos políticos de su base
material y social, y que en Latinoamérica hace escuela
de la mano de teóricos como Ernesto Laclau. Este
operativo se ha hecho tomando como blanco las derivas
“economicistas” del marxismo que, efectivamente, hacían
mecánicas, deterministas y vulgares interpretaciones
“marxistas” de los fenómenos sociales. Si desde
estas páginas hemos arremetido varias veces sobre las
nefastas consecuencias del economicismo (incluso en la
tradición del trotskismo) que de manera
“objetivista” suele confundir la justa interrelación
entre factores “objetivos” y “subjetivos” en el
desarrollo histórico, de ninguna manera esto significa
perder de vista que
nunca los fenómenos políticos están en el “aire”:
siempre tienen una
raíz social.
En Marea Clasista
y Socialista se pone como ejemplo el ingreso de
James P. Cannon (histórico dirigente del trotskismo de
EE.UU.) en los años 30 en el Partido Socialista de ese
país. Pero, otra vez, hay que señalar que en esta
analogía hay una trampa:
el PSUV no tiene nada que ver con esa formación obrera
reformista.
León Trotsky, Escritos
latinoamericanos, pp. 125.
José Carlos Mariátegui, Textos
básicos, pp. 121/122.
Mariátegui, ídem, pp. 125. El propio Trotsky señalaba
una y otra vez sobre el APRA: “Creo que los acuerdos
con los apristas, para determinadas tareas prácticas,
son posibles y deseables, a condición de mantener una total
independencia organizativa”. Escritos...,
cit., p. 111.
Mariátegui, cit., pp. 132 y 133.
Creemos no faltar a la verdad cuando decimos que
repasando la experiencia histórica morenista, aun con
errores y problemas, siempre se observa una línea de delimitación de clase, incluso en las
experiencias constructivas más audaces.
Los compañeros también apelan al del PT de los 80.
Otra analogía desatinada, porque
el PT fue casi un modelo de manual de partido de
trabajadores reformista, no una formación burguesa
alentada desde el Estado como el PSUV.
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