Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 106, 19/07/07
 

 

 

 

 

 

Venezuela: Un debate estratégico en la izquierda latinoamericana

Trotsky, Mariátegui y el PSUV

Por José Luis Rojo

La discusión respecto de qué orientación tener frente al proceso político en curso en nuestro continente se ha vuelto a actualizar alrededor del lanzamiento del PSUV por parte de Chávez. Hemos tratado el tema recientemente en estas pàginas, pero creemos oportuno retomarlo desde una mirada más global. No se trata sólo de que Chávez acaba de anunciar que el PSUV habría llegado a 5,3 millones de afiliados, un verdadero récord mundial en materia de velocidad y cantidad de afiliaciones. Más importante es el hecho que al interior de lo que era el PRS (Partido Revolución y Socialismo[1]) se produjo una diferenciación dela que cabe dar  cuenta. Que el principal dirigente de la UNT y la C-CURA, Orlando Chirino, haya dado el valiente paso de negarse a subirse al carro del partido chavista es digno de ser destacado.[2] Esto ha ocurrido al tiempo que sectores de dicha organización ligados al MST de la Argentina y el MES de Brasil (encabezados por Stalin Pérez Borges), han tomado la equivocada decisión de sumarse con armas y bagajes, incluso denunciando la opción independiente como mero “propagandismo” y/o “sectarismo” que no tendría “vocación de masas”. Queremos aportar a ese debate, que nos parece de vital importancia para los socialistas revolucionarios del continente.

Empecemos aclarando que nuestra dura crítica la hacemos desde una corriente internacional que no defiende la mera construcción de “pequeños núcleos homogéneos y con programas acabados”[3], como se suele argumentar.  Por el contrario, en varios países estamos volcados a la construcción de tendencias revolucionarias pero como parte de formaciones mas amplias: es el caso del P-SOL en el Brasil (organización que, lamentablemente, está avanzando en una adaptación al régimen), que viene sosteniendo la necesidad en Bolivia de un Instrumento Político de los Trabajadores a partir de la COB y, que a la vez, está dando una dura pelea al interior del Bloque Social y Popular en el Paraguay.

Lo que sí defendemos de manera intransigente es que estas construcciones políticas deben apuntar a ser formaciones de clase: es decir, organizaciones políticas de trabajadores, aun cuando presenten rasgos reformistas. Pero cuando hablamos del PSUV, o del MAS boliviano, o del Partido Nacionalista de Humala en Perú, hablamos de otra cosa, muy diferente. Y es ésta, creemos, la discusión estratégica del momento en nuestro continente, porque el movimiento revolucionario ha estado plagado de compradores (y vendedores) de espejitos de colores y éxitos fáciles que duran lo que un suspiro.

El PSUV es un partido de Estado

Ya hemos señalado en estas páginas nuestra caracterización de que el PSUV no es ni puede ser otra cosa que un engendro burocrático-estatal, organizado desde arriba por el propio Chávez al servicio del disciplinamiento y encuadramiento de las masas “bolivarianas”. Partido que lejos de ser “vacío”, como pretenden mostrarlo algunos, no puede dejar de tener un contenido y carácter de clase: al ser organizado desde el aparato del capitalismo de Estado chavista, no puede dejar de ser una formación estatista-burguesa, por más que se llame “socialista”.[4] Volveremos sobre esto.

Sin embargo, hay indicios más concretos que las meras definiciones generales. Un partido (aun de masas) que afilia a un porcentaje sustancial de la población adulta del país en pocas semanas logra una “hazaña” que más bien lo delata. No ha habido ningún partido en la historia que haya alcanzado semejante afiliación por métodos legítimos, esto es, estrictamente políticos.[5]

El inmenso éxito del PSUV tiene una explicación de otro orden: NO se trata de un auténtico partido que recluta su base militante en función de una libre adhesión política, sino de la puesta en pie de la principal usina de favores y reparto de bienes entre la población. Como señala Roland Denis, que no es precisamente antichavista: “Lo que queremos resaltar es que el PSUV, así se llene de afiches y frases de Mariátegui, del Cristo de los pueblos y del Che, hace todo lo contrario de lo que supone la buena tradición leninista: hace de la militancia por la liberación una obligación rebajada y vaciada, al punto de obligar a muchos a inscribirse por medio del chantaje de conservar el puesto de trabajo. ‘El que no se inscriba está botado’, y que no digan que no es así, porque esto se repitió mil veces en diferentes sitios de la administración publica este fin de semana [5 y 6 de mayo]”.[6] Y agrega: “Esto está convirtiendo al ‘partido de la revolución’ en un partido de borregos y sumisos, profundamente antiguevarista, donde no vale ni importa para nada la prueba de disposición, sino la prueba de sumisión de cada quien. Lo que se está premiando es el acto de sometimiento y no la demostración de rebeldía y compromiso. Esto es la muerte de la organización revolucionaria, llámese partido o como quieran llamarla y concebirla”.[7] Y no es de extrañar que esto suceda, porque un partido de Estado no podría ser organizado de otra manera, pero un auténtico partido socialista jamás ha surgido ni va a surgir con semejantes criterios y métodos.

En el mismo sentido, tenemos otro testimonio no directamente referido el PSUV sino a los consejos comunales: “Respecto del Estado y la participación en Venezuela, a diferencia de otros países, mucha –no toda– de la organización y participación popular es inducida por el Estado. Esto trae particularidades; entre otras, que su potencial de autonomía es débil. La estructura actual de los consejos comunales tiene severas limitaciones para impulsar una participación democrática y autónoma. Según la ley, los consejos dependen en todo el Ejecutivo Nacional. Allí se registran y a través del CPPP en sus distintos niveles administrativos, se revisan y aprueban los recursos que se les otorgan. En definitiva, el Presidente es quien decide quién recibe el dinero. ¿Cuál es la capacidad de interlocución y negociación con el gobierno central de un consejo comunal de 400 familias pobres? La participación, para que genere ‘empoderamiento’, debe traer una dinámica de abajo hacia arriba. Tal y como está concebida la ley, es al revés, promueve dependencia del Presidente y se podría prestar fácilmente al clientelismo. Hoy te financio y mañana me pagas con tu voto”.[8]

Por otra parte, hay otros elementos. Ya hemos señalado que León Trotsky asignaba el valor fundamental para definir el carácter social de un partido no al 99% de su base (aun si fuera obrera o campesina) sino al 1% que está en sus “cumbres”. Y está claro que la “cumbre” del PSUV es la flor y nata del chavismo , con algunos de sus principales funcionarios a la cabeza, que integran su dirección, es decir, la “Comisión Presidencial” del PSUV.

Pero hay algo más, que recuerda mucho a la creación de la CGE (Confederación General Económica) y la “burguesía nacional cupera”[9] por parte de Perón en la década del 50. Es que el PSUV, desde su comienzo mismo, está incorporando “la fina flor de la burguesía venezolana. Hace poco fue creada la Asociación de Empresarios Socialistas de Venezuela, y esta asociación se declara del lado del PSUV. Los denominados ‘empresarios socialistas de Venezuela’ cuentan con la presencia de magnates como Marcos Zarikian, Alberto Vollmer, Víctor Vargas Irausquin y Víctor Gil Ramírez, presidida por el ex dirigente de Acción Democrática [uno de los viejos partidos tradicionales de la burguesía] José Agustín Campos. Zarikian es dueño del Hotel Eurobuilding y es a la vez el principal empresario textil del país. Vollmer es propietario de Ron Santa Teresa; e Irausquin y Gil Ramírez son banqueros (...) que antes habían sido del equipo de finanzas de COPEI y AD respectivamente [los dos clásicos partidos del régimen anterior a la V República]”.[10]

Como se ve, no serán burgueses de la más rancia estirpe lo que le vaya a faltar al PSUV...

¿Una formación “vacua”?

Sin embargo, desde corrientes “revolucionarias” como el MST argentino y el MES brasilero se justifica el ingreso al PSUV con el siguiente argumento: “La iniciativa de la formación del PSUV contiene ... ingredientes contradictorios (...) Una necesidad de consolidar y dinamizar el propio aparato político burocrático y darle consistencia organizacional (...) se traduce en la convocatoria a una ampliación de los espacios políticos de las masas y la toma de decisiones democráticas en un partido de masas. Tendencias contradictorias que se procesarán en su interior, al que se trasladarán todas las tendencias vivas que existen en el amplio movimiento bolivariano. Por su carácter de masas, dicho partido, no puede ser definido en términos categóricos, sino como una formación centrista, vacua, a la manera en que se dieron partidos o movimientos de masas en pleno proceso revolucionario como el sandinismo y el FMLN salvadoreño, o formaciones con control estatal en proceso revolucionario, como el ejemplo, según Trotsky, de la SFIO francesa en el ascenso del Frente Popular en Francia en 1936”.[11]

Respecto de que el PSUV significaría una “ampliación de los espacios políticos para las masas” en los cuales estas podrán tomar “decisiones democráticas”,. ya hemos señalando que, por el contrario, el objetivo esencial de la puesta en pie de esta organización por parte del gobierno chavista es lograr un mejor encuadramiento de estas mismas masas. Y con todos los aspectos “contradictorios” que, efectivamente, esta formación pueda tener, este esencial aspecto es el principal y el que no se puede perder de vista desde el punto de vista político: su carácter de institución encuadradora del accionar de las masas.

Sin embargo, es sobre el carácter social del PSUV sobre la que queremos insistir aquí. Al decir que es vacuo[12], lo que se está haciendo es caracterizar al PSUV como formación socialmente vacía, es decir, sin carácter de clase alguno.

Discrepamos radicalmente. Todo fenómeno político tiene alguna raíz social, aunque esto no sea del gusto de las modas post marxistas.[13] Sin duda, el PSUV va a estar plagado de contradicciones sociales, y va a tener –políticamente– elementos de organización “centrista”, lo que en su interior se puede llegar a expresar en distiuntas tensiones políticas e ideológicas. Pero definirlo como socialmente “vacío” sólo puede ser parte de un operativo deliberado de confusión. El mismo Trotsky –refiriéndose a este tipo de formaciones– se había manifestado contra los que colocaban al Kuomintang chino (y otras formaciones de este misma especie) como formaciones “neutras” o “vacías”, es decir, una arena de lucha supuestamente “abierta” donde el carácter social de dicha organización permanecería sin definición.

No era el caso del Kuomintang, como la historia lo demostró palmariamente, y no es el caso del PSUV. Porque este partido es una formación estatal (o para-estatal) cuyo carácter social es sólo puede ser –dadas las condiciones mismas de su formación– una organización burguesa y no vacía. Y la consideramos lisa y llanamente como estatista-burguesa (y no pequeño burguesa) porque, independientemente de que formen parte de ella o no grandes representantes de los capitalistas (que, como hemos visto, es precisamente el caso), se trata de una formación organizada desde el aparato del Estado burgués venezolano a instancias del propio Chávez.

Los revolucionarios y las organizaciones populistas

La corriente que estamos criticando suele deslizar que tanto Trotsky como Mariátegui (y Nahuel Moreno), habrían recomendado el ingreso a partidos del tipo del PSUV. El gran revolucionario ruso, promediando la década del 30, planteó abiertamente la necesidad de que los núcleos “cuartistas” llevaran a cabo la táctica del entrismo en los Partidos Socialistas de Francia, España e, incluso, Estados Unidos (el conocido “giro francés”).[14] Por su parte, José Carlos Mariátegui llegó a formar parte del APRA con Haya de la Torre en el Perú de la década del 20 del siglo pasado. Tambiés es conocido el caso de Moreno y el entrismo en las organizaciones obreras peronistas. Pero la historia hay que contarla completa y no deformadamente.

Comenzando por Trotsky, éste hablaba de “entrismo”, lo que implica una diferencia con un abierto ingreso político al PSUV. Pero, además, históricamente, a los partidos socialdemócratas, se los caracterizaba como partidos obreros reformistas. Es decir, partidos de la clase trabajadora, lo que no es atribuible al PSUV. Es decir, la analogía con los partidos socialistas europeos en los 30 no es pertinente.

Por otra parte, en lo que hace a países ya no del centro imperialista, sino coloniales o semicoloniales, es conocida su polémica hacia finales de la década del 20 respecto del carácter del Kuomintang y su insistencia de que el PC chino debía salir de él. Pero quizá sea menos conocida su posición respecto del partido de Cárdenas en México hacia fines de la década del 30. Es sabido que éste fue el único gobierno que dio asilo a un Trotsky perseguido conjuntamente por el estalinismo y el imperialismo. Y que, además, Trotsky saludó abiertamente la nacionalización petrolera llevada a cabo por este gobierno en 1938 (mucho más radicalizada que la llevada a cabo por Chávez, y que dio lugar a un duro boicot por parte de Inglaterra).

Sin embargo, no por esto Trotsky llamaba a los debilísimos e incipientes núcleos trotskistas en México a ingresar al partido cardenista:

“Correctamente apreciado, el Frente Popular no tiene en Latinoamérica un carácter tan reaccionario como en Francia o en España (...). Pero esta diferencia histórica de apreciación y esta diferencia de actitud sólo están permitidas con la condición que nuestra organización no participe del APRA, el Kuomintang o el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), y que conserve una libertad de acción y de crítica absoluta”.[15]

Hablando no ya del cardenismo, sino del APRA peruano, señalaba:

“Durante algún tiempo, no alcanzaba a hacerme una idea clara del programa del APRA. Pero la última carta del jefe de este partido es clara (...). Es un partido frente popular. Un frente popular está incluido en el partido, como en toda combinación de esta naturaleza. La dirección está en manos de la burguesía y la burguesía teme a sus propios obreros. Por eso, ese partido, aunque sea suficientemente fuerte para tomar el poder por la revolución, tiene miedo a comprometerse en esta vía. No tiene ni el coraje ni el interés de clase para movilizar a los campesinos y a los obreros, y los reemplazará con maniobras militares o una intervención directa de Estados Unidos. Por supuesto, no podemos entrar en un partido así, aunque podemos constituir allí un núcleo para ganar obreros y separarlos de la burguesía. Pero en ninguna circunstancia debemos repetir la idiotez de Stalin con el Kuomintang en China”.[16]

Más claro, agua: NO se puede ingresar políticamente al APRA; otra cosa era hacer una especie de trabajo “entrista” para ganar allí a un sector de trabajadores que pudiera evolucionar hacia la izquierda.

Esto nos lleva directamente al caso de Mariátegui. Es verdad que formó parte del APRA... pero hasta el preciso momento en que éste era un frente único obrero, estudiantil  y popular en lucha contra el gobierno burgués leguista en el Perú de la década del 20. Sin embargo, hacia el final de esta década, cuando Haya de la Torre –desde México– impuso la transformación del APRA en Partido Nacionalista, Mariátegui no dudó en romper con él ni más ni menos que para dar el paso de fundar el Partido Socialista del Perú.

Cuenta Aníbal Quijano que “la experiencia directa de la revolución mexicana, su observación de la rusa y la china, fueron llevando a Haya de la Torre a desarrollar una perspectiva antiimperialista y democrático-burguesa para la revolución peruana y latinoamericana (a diferencia de Mariátegui, que defendía el carácter socialista de esa revolución), y a concebir para el APRA el destino de ser ya no el frente único de todas las tendencia ideológicas revolucionarias, sino el del convertirse en un partido del frente de clases sociales, preconizando explícitamente seguir el ejemplo del Kuomintang chino, a pesar de las experiencias de 1927 en China (...). El debate con Mariátegui se hace formalmente sobre si el APRA debe continuar siendo un frente o convertirse en un partido. Sin embargo, debajo de este problema en realidad estaban en juego las cuestiones sustantivas del carácter de la sociedad y de la revolución en el Perú y en América Latina (...). La corriente nacionalista-democrática, acaudillada por Haya de la Torre, y la socialista marxista, que Mariátegui dirigía, disputaban la hegemonía y la conducción política del movimiento revolucionario peruano, que el APRA venía canalizando, desde 1924, en su carácter de frente único (...). En septiembre de 1928, Mariátegui y su grupo en Lima deciden finalmente romper con el APRA y fundar el Partido Socialista del Perú”.[17]

Es en este marco que aparece el conocido artículo de Mariátegui (en el N° 17 de su revista Amauta), “Memoria y balance”, donde plantea:

 “En nuestra bandera inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: socialismo. Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y demagógico”.[18]

Y en una carta enviada a propósito de esta misma discusión, Mariátegui reafirma: “Pensamos que (...) el APRA debe ser, o es de hecho, una alianza, un frente único y no un partido. Un programa de acción común e inmediato no suprime las diferencias ni los matices de clase y de doctrina (...). Como socialistas, podemos colaborar dentro del APRA o alianza o frente único, con elementos más o menos reformistas o social democráticos (...); pero no podemos, en virtud del sentido mismo de nuestra cooperación, entender el APRA como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea”.[19].

Finalmente, veamos someramente el caso de Nahuel Moreno. Antiperonista en los 40, se autocritica retrospectivamente por no haber defendido al Partido Laborista de Cipriano Reyes en oportunidad de su violenta disolución por Perón cuando la formación del Partido Único de la Revolución Nacional. En 1953, y cuando ya había cambiado el cuadro internacional y comenzaban las amenazas de golpe de estado yanqui contra Perón, Moreno se suma al Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN), que era próximo a Perón, pero independiente de éste. Luego del golpe gorila (1956-57) Moreno impulsa el entrismo de Palabra Obrera en el “peronismo obrero”, que no es lo mismo que decir en el partido peronista a secas. Es decir, actuó dentro de las organizaciones obreras peronistas, pero fuera del partido burgués peronista.[20] Y de más está decir que el PRT, el PST y el viejo MAS (más allá de otro tipo de problemas en estas organizaciones) fueron independientes del nacionalismo burgués. Marea clasista y socialista erra completamente el blanco y fuerza la analogía de manera inadmisible cuando busca en Moreno justificaciones para su ingreso al PSUV.[21]

En síntesis, a nuestro entender ni Trotsky ni Mariátegui ni Moreno hubieran llamado a ingresar al PSUV. Que se forme parte del movimiento de lucha democrático, nacional y antiimperialista como movimiento totalmente legítimo (aunque limitado) en los países coloniales o semicoloniales, incluso bajo la forma de participar de instancias de frente único en casos determinados, no sólo es justo sino obligatorio, so pena de un irremediable y estúpido sectarismo. Pero esto no puede significar que se deba participar, orgánicamente, de sus instancias de partido nacionalista, renunciando así abiertamente a la necesaria independencia política y organizativa de las corrientes socialistas.


[1] Ya hemos señalado en otras oportunidades que este “partido” era sólo un esbozo muy incipiente de organización de la vanguardia socialista, y hoy, sometido a las presiones del chavismo y al giro oportunista de la mayoría de sus ex integrantes, apenas si parece tener alguna vida.

[2] Cabe reconocer esto más allá de otras limitaciones políticas de este dirigente. En un reciente reportaje para la publicación Correspondencia Internacional plantea lo siguiente: “(...) la ilusión que generó el PSUV rápidamente comenzó a evaporarse (...). En menos de tres meses se ha revelado que el proyecto del PSUV ha sido secuestrado por los mismos que tenían bajo su control las anteriores siglas políticas. Cada vez más el gobierno actúa en forma inconsulta y en dirección contraria a las necesidades de la población. Las puertas del proyecto han sido abiertas de par en par para los burócratas y corruptos. El PSUV no tiene una frontera política definida porque están entrando capitalistas y terratenientes ‘socialistas’ (...). La antidemocracia es el signo prevaleciente en el PSUV(...). Si sumamos todo esto, podemos decir que hay temor y se pierde entusiasmo político, eso es innegable. No sentimos entre el pueblo y los trabajadores aquel fervor existente años atrás”.  

[3] Esta acusación se lanza a todas las corrientes que NO queremos sumarnos al PSUV desde Marea Clasista y Socialista Nº 1, 23-06-07, periódico de los ex miembros del PRS que se han sumado al partido chavista.

[4] Los compañeros del MES gustan caracterizar al gobierno de Chávez como “pequeño-burgués”, posición que no se sostiene porque Chávez, no hay que olvidarlo, sigue gobernando sobre la base del estado capitalista y la propiedad privada, por más “reformas” que haya introducido en uno y otro terreno.

[5] Dejamos aparte los partidos estalinistas, que agrupaban millones pero que, claro está, no eran formaciones auténticamente socialistas.

[6] Roland Denis, “La partidización del movimiento popular”, Aporrea/La Haine.

[7] Ídem.

[8] Margarita López Maya, “Consejos comunales y rumbos de la revolución bolivariana”, Aporrea.

[9] Se trataba de sectores patronales enriquecidos al amparo de beneficiosos negocios con el Estado.

[10] Leonardo Arantes y Cesar Neto, “¿Ingresar al PSUV es lo mismo que ingresar al PT brasileño?”.

[11] Jorge Sanmartino, “Populismo y Estrategia Socialista en América Latina”. Nos adelantamos a señalar aquí mismo que no recordamos que en ningún momento Nahuel Moreno haya planteado el ingreso en el sandisnismo o el FSLN. Por el contrario, puso en pie la Brigada Simón Bolívar, que participó de la lucha por la caída de Somoza, pero justamente de manera independiente. Y no fue casual que pocos días después de la asunción del poder por parte del sandinismo, el FSLN decidiera... ¡echar a la Brigada de Nicaragua por haber planteado que los trabajadores debían organizarse en sindicatos independientes del Estado! 

[12] Al menos, según el respetable Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española, que define el término como “vacío” o “vacante”.

[13] Por post marxismo nos referimos a una corriente de opinión intelectual que ha tendido en los últimos años a independizar completamente los fenómenos políticos de su base material y social, y que en Latinoamérica hace escuela de la mano de teóricos como Ernesto Laclau. Este operativo se ha hecho tomando como blanco las derivas “economicistas” del marxismo que, efectivamente, hacían mecánicas, deterministas y vulgares interpretaciones “marxistas” de los fenómenos sociales. Si desde estas páginas hemos arremetido varias veces sobre las nefastas consecuencias del economicismo (incluso en la tradición del trotskismo) que de manera “objetivista” suele confundir la justa interrelación entre factores “objetivos” y “subjetivos” en el desarrollo histórico, de ninguna manera esto significa perder de vista que nunca los fenómenos políticos están en el “aire”: siempre tienen una raíz social.     

[14] En Marea Clasista y Socialista se pone como ejemplo el ingreso de James P. Cannon (histórico dirigente del trotskismo de EE.UU.) en los años 30 en el Partido Socialista de ese país. Pero, otra vez, hay que señalar que en esta analogía hay una trampa: el PSUV no tiene nada que ver con esa formación obrera reformista.

[15] León Trotsky, Escritos latinoamericanos, pp. 125.

[16] Trotsky, idem, pp. 136.

[17] José Carlos Mariátegui, Textos básicos, pp. 121/122.

[18] Mariátegui, ídem, pp. 125. El propio Trotsky señalaba una y otra vez sobre el APRA: “Creo que los acuerdos con los apristas, para determinadas tareas prácticas, son posibles y deseables, a condición de mantener una total independencia organizativa”. Escritos..., cit., p. 111.

[19] Mariátegui, cit., pp. 132 y 133.

[20] Creemos no faltar a la verdad cuando decimos que repasando la experiencia histórica morenista, aun con errores y problemas, siempre se observa una línea de delimitación de clase, incluso en las experiencias constructivas más audaces.

[21] Los compañeros también apelan al del PT de los 80. Otra analogía desatinada, porque el PT fue casi un modelo de manual de partido de trabajadores reformista, no una formación burguesa alentada desde el Estado como el PSUV.