Ante
el día internacional de lucha contra el HIV
El Sida como cuestión política
Por César Rojas
Agrupación
Carne Clasista
Contra
la opresión sexual y social
El pasado 1° de
diciembre se conmemoró el Día Internacional de Lucha
contra el SIDA. La fecha nos da pie para esbozar algunas
reflexiones sobre el estado de la lucha contra el Sida y las
distintas estrategias en una enfermedad que nace
estrechamente ligada a las minorías sexuales. Su erradicación
continúa siendo prioritaria a la hora de pensar no sólo en
la políticas Educativas y de Salud sexual y reproductiva,
sino en la experiencia de la sexualidad como problema político.
El
“fantasma del Sida” y las minorías sexuales
A
fines de los ‘80, parafraseando el Manifiesto Comunista,
un ex militante del Frente de Liberación Homosexual, Néstor
Perlongher, escribía: “Un
fantasma recorre los lechos, los flirts, los callejeos: el
fantasma del Sida. La sola mención de la fatídica sigla (Síndrome
de Inmunodeficiencia Adquirida) basta para provocar una
mezcla morbosa de curiosidad y miedo”1.
De esta forma daba cuenta del carácter atemorizador que
pretendía darse a la enfermedad, al presentar el virus como
un agente extraño al cuerpo social y cuyo pánico tenía
como blanco privilegiado a los considerados “Grupos de
riesgo” como las minorías sexuales, en particular a los
gays. Esto tenía como base real, el hecho de que los
primeros casos masivos fueron detectados en la ciudad de San
Francisco, centro de la comunidad gay de los ‘80 y
principal centro donde la “revolución sexual” de los
‘70 había creado su impronta más liberada y progresista.
De allí es que al comienzo se denominó al Sida, “peste
rosa” o cáncer Gay, llegando incluso a llamársele GRID:
Gay Related Inmune Deficiency (Deficiencia Inmunológica
Relacionada con la Homosexualidad).
Por supuesto que al
comprobarse otros casos en el resto de la población, tomó
el nombre con que actualmente se conoce.
Pese a esto, y que
la cantidad de personas infectadas dentro de las minorías
sexuales se redujo sensiblemente en los últimos años (por
ser justamente una comunidad que tomó conciencia y cartas
en el asunto como una de las más afectadas y diezmadas),
parte de la
estigmatización hacia las minorías se mantiene. De
hecho, actualmente en Argentina no se les permite donar
sangre a las personas gays, lesbianas, bisexuales, trans,
por considerarlas “grupos de riesgos”, aún cuando
posean el análisis que certifique que están sanas.
Es que
como toda enfermedad, y en especial las relacionadas con la
sexualidad, va a ser llenada de significaciones y sentidos
que están en relación con la ideología y la moral
vigentes.
Así que no es casual este sentido de “peste bíblica”
o “castigo divino” que ha pretendido darse al Sida, como
ya ha pasado en siglos anteriores con la sífilis por
ejemplo, ya que este “castigo” relacionado con la
sexualidad presupone una culpa y “culpables” (enfermos)
que deben purgar esas fallas2.
Aunque son
diversas y aún se discuten las causas de la aparición del
Sida, sí es muy clara la utilización y la manipulación
ideológica reaccionaria que se ha hecho de ella. Esto
como parte de volver a restaurar bajo el azote de ese
“fantasma”, una sexualidad cada vez más normalizadora y
disciplinaria, en los estrictos marcos de la monogamia
heterosexista y una sexualidad sólo reproductiva.
Aquí hay
que señalar que este impacto sobre la experiencia de la
sexualidad, las conquistas de las minorías sexuales y los
avances de la “revolución sexual” de los ‘70 (que
permitió separar definitivamente la reproducción del
placer), no se explica sólo por la potencia destructora de
la enfermedad misma, sino que ésta aparece en un momento
particular de la historia. Este momento coincide con un período
de derrota histórica de la clase trabajadora en los ‘80 y
‘90, donde son derrotadas también muchas organizaciones
de “política sexual” que consideraban inescindibles
la revolución social y la revolución sexual.
Como
consecuencia de esto cobran auge las tendencias reformistas
del movimiento de minorías sexuales y el movimiento
feminista, y se da todo un proceso de “institucionalización”
y “Oenegización” de las agrupaciones. Con las ONGs, los
organismos financieros internacionales del imperialismo
(como el Banco Mundial) comienzan a apoyar las reformas
sociales y de “ayuda humanitaria” para evitar desbordes
sociales de las consecuencias que sus propios planes de
miseria, hambre y explotación generan.
Junto
con la derrota y la imposición del neoliberalismo a nivel
mundial, se instala una ola de “neoconservadurismo” y
reacción contra la liberación sexual para volver a
restaurar los valores de la familia burguesa tradicional, la
monogamia, la heterosexualidad compulsiva, la condena a la
sexualidad libre vista como “promiscuidad”, etc., etc.
En este marco, la visión interesadamente oscurantista del
Sida, junto a las tardías políticas de los Estados para
tomar seria y científicamente el problema, era un argumento
más a favor de la reacción. Así por ejemplo, encontramos
que en los pacatos avisos de 1988 del Ministerio de Salud
Argentino, apenas si se hacen mención a los preservativos y
sí se advierte de los peligros de tener relaciones sexuales
con “personas desconocidas”, reforzándose la idea de la
“pareja estable” como lo más “aconsejable”.
Pero
por supuesto que desde entonces, mucho ha transcurrido en la
evolución de una enfermedad que no reconoce fronteras, ni
prácticas, ni elecciones sexuales, como ha quedado
demostrado. Pero repasemos el estado de situación a la luz
de los últimos informes y las distintas estrategias de
lucha adoptadas contra la epidemia del Sida.
El
SIDA hoy
Según
los últimos informes de ONUSIDA
(programa conjunto de Naciones Unidas sobre VIH/SIDA) en el mundo se producen 6.800 nuevas infecciones por día y 5.700 muertes cada día. El continente africano es el que posee más
portadores del virus:
22.500.000 y se
llevan contabilizados ya 1.600.000 muertes. Ante semejantes
cifras, no hace falta mucho para darse cuenta de que hay una
relación directa
entre la pobreza y el Sida, ya que con la atención adecuada para que los enfermos
reciban las drogas que eviten la inmunodeficiencia se podrían
controlar y mejorar su condición, disminuir la propagación
de la epidemia y evitar las muertes.
En
el caso de Argentina,
según los informes, hay 38.000 argentinos bajo tratamiento,
pero “de las
120.000 a 140.000 personas portadoras de la enfermedad en
Argentina, tan sólo la mitad sabe que la tiene”. Es
decir que dos de cada tres personas que lo poseen,
desconocen que están infectadas (Clarín 29/11/07). Esta
situación nos enfrenta a un problema serio ya que los tratamientos son de por vida, y ésta es una
responsabilidad del sistema público de Salud.
Además
de los temores para realizarse los análisis de HIV por
miedo a la discriminación y los prejuicios, se suma la
dificultad para determinarlo por los tests más habituales
(método ELISA), ya que existe un margen
de error que puede provocarse al realizar el test durante el
“período ventana” (período de 2 a 8 semanas donde el
“virus permanece oculto”, es recién después de las 9
semanas que el organismo humano produce los anticuerpos, una
fallida defensa, que delata su presencia). Los especialistas
recomiendan una combinación de métodos: el Elisa más el
“Método de carga viral”, pero éste último tiene la
desventaja del elevado
costo.
Para
completar su reciente informe, ONUSIDA,
lo cierra con una “buena noticia”: ellos esperaban que
la cifra de infectados en el mundo para este año rondara
los 39,05 millones de personas, sin embargo luego de algunos
“ajustes y correcciones en las encuestas”, las cifras
dieron un total de 33,2 millones... Pero algunos activistas
señalan que “llama mucho la atención que estos ajustes
se hagan justamente en China e India, donde es muy difícil obtener datos precisos, pero tienen condiciones
importantes de transmisión que justifican un número muy
grande de contagios. Estos datos de aparentes mejoras, no
deben dar pie para que los Gobiernos disminuyan los
fondos” (Dra. M. Bianco, Clarín 21/11/07).
Además
de estos significativos “retoques” de ONUSIDA (en la
mejor tradición del vernáculo Indec) en semanas anteriores
al 1° de diciembre, resultaron al menos paradójicas las
declaraciones del Embajador de EEUU (Early Anthony Wayne),
donde informaba que Bush en persona había pedido al
Congreso que duplicara el presupuesto de los planes de un
programa de lucha contra el Sida, de manera tal de ubicar al
pueblo norteamericano “como ejemplo para el mundo”.
Conmovedor, sin duda... viniendo del terrorista N° 1 del
mundo. Ironías aparte, lo paradojal es que el propio
gobierno de Bush es el que deja a más de 50.000.000 de
norteamericanos sin seguro médico y por fuera del sistema
de salud3.
Es que esta contradicción (como otras
que se advierten en nuestro país), va en perfecta
consonancia con la concepción de reformas puntuales, de “ayuda
humanitaria” de la lucha contra el Sida
que
no compromete en nada a los Estados y sus Gobiernos,
salvo en su “buena voluntad” para ayudar, cuando debiera
exigirse su responsabilidad como políticas de Estado.
Tampoco cuestiona ni compromete sus políticas Sociales,
Educativas y de Salud. Por supuesto, medidas de efecto como
éstas tienen más prensa y son mucho más baratas, que
planes sistemáticos
y permanentes de prevención, educación, asistencia y
tratamientos gratuitos que lleguen a distintos sectores
de la población y en particular a los más vulnerados
socialmente. Y para estos fines, los gobiernos
“humanitarios” y capitalistas cuentan con la invalorable
ayuda de las ONGs.
Respecto
de nuestro país, le caben las generales de la ley. Más allá
de las efemérides, se advierte la falta
total de estadísticas y estudios serios sobre la
problemática y una debilidad alarmante en el sistema público
para realizar campañas sistemáticas de información y
prevención ligadas a una educación sexual sin injerencia
de la Iglesia. Todo se reduce a repartir algunos
preservativos y unos pocos folletos para estas fechas de
recordación.
Tampoco aportan demasiado las ONGs y las
organizaciones de minorías sexuales que siguen su lógica
“asistencialista”, puesto que no quieren dar ningún
debate contra las políticas estatales sobre Salud Sexual y
Reproductiva, ni las de Educación Sexual. Mucho menos,
discutir por qué hay que pelear por una sexualidad para la
libertad y el placer, haciendo de esto un hecho
político que comprometa la sociedad toda y el conjunto
de sus decisiones.
Algunas
conclusiones
Ante
la situación esbozada, tema que en modo alguno podemos
agotar en estas líneas, se impone la necesidad de que las
organizaciones de minorías sexuales aportemos lo nuestro.
Creemos que este aporte debemos hacerlo desde la total
independencia del Estado y el Gobierno, para exigir
respuestas al sistema público de Salud, garantizando los
tratamientos gratuitos para todas aquellas personas
portadoras del Virus, con la contención social
correspondiente, en especial para aquellas personas
provenientes de los sectores populares y trabajadores.
A su
vez debemos luchar por una educación
sexual científica sin injerencia de la Iglesia y por la
implementación de Campañas y planes sistemáticos de prevención.
Al mismo tiempo
debemos reabrir la
discusión sobre el impacto de ésta y otras
enfermedades de transmisión sexual, en la experiencia
cotidiana de las sexualidades y sus diversas prácticas y
manifestaciones, cuestionando
el uso estigmatizador y discriminatorio hacia las minorías
sexuales por parte de la cultura patriarcal y machista.
Este debate debe también arrojar luz sobre cómo y qué
necesitamos saber para poder decidir sobre nuestro cuerpo y
nuestra sexualidad, y cuáles son las condiciones
materiales que necesitamos para ejercer estos derechos.
Donde la sociedad represora impuso el miedo, agitó
“fantasmas” y muerte, debemos ayudar con la lucha a
reinscribir la conciencia, el deseo y el amor a la vida en
toda su diversidad. Peleando a su vez, por las condiciones
materiales que posibiliten redescubrir el placer y la
libertad de ejercer plenamente nuestra sexualidad, y
entendiendo la
sexualidad como un hecho político, donde se encuentran
lo personal más íntimo y lo social de los seres humanos, y
como la entendieron los revolucionarios de los ‘70: como “presupuesto básico de la dignidad humana”4.
Notas:
1.
N. Perlongher. “El fantasma del Sida”, Punto Sur
Edit.1988
2.
Sobre el particular, véase un interesante trabajo de Susan
Sontag “El Sida y sus metáforas”, Taurus 2005.
3.
Ver “Sicko” documental de Michael Moore sobre el sistema
de salud norteamericano.
4.
Plataforma del Frente de Liberación Homosexual Argentino.
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