Socialismo o Barbarie, periódico Nº 117, 27/12/07
 

 

 

 

 

 

Cumbre en Bali sobre cambio climático

El mundo propone, EE.UU. dispone

La conferencia sobre calentamiento global en Bali, Indonesia, con la participación de representantes de casi todos los países e infinidad de organizaciones ambientales y ONGs, terminó una vez más en una frustración. El documento final, la llamada “Hoja de ruta de Bali”, a instancias de EE.UU. –que amenazó en algún momento con retirarse de la reunión–, no hace casi referencia a cifras concretas de reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. La administración Bush, siguiendo la línea iniciada desde la época del protocolo de Kyoto, busca a todo trance abortar toda iniciativa, incluso de las más tímidas, para enfrentar la tremenda amenaza que se cierne sobre el planeta en un plazo no tan lejano.

Así, el carácter destructivo y antihumano del capitalismo imperialista se pone de manifiesto no en los discursos, sino en los hechos: el principal responsable de las emisiones de gases que están provocando un calentamiento global de catastróficas consecuencias, EE.UU., boicotea y socava cualquier intento de abordar el problema, por insuficiente que sea. La consigna de Engels y Rosa Luxemburgo, “socialismo o barbarie”, que le da nombre a nuestra publicación, adquiere entonces un significado adicional: si la voracidad capitalista por el lucro a cualquier precio no tiene freno, no sólo la organización de los hombres en sociedad sino el propio entorno natural en que se desarrolla la vida humana están en peligro cierto de condena.

Presentamos un resumen de dos artículos sobre la cumbre de Bali, disponibles en socialismo-o-barbarie.org: “Bali: el día después”, del analista y profesor de la Universidad de Filipinas Walden Bello, y “Farsa trágica en Bali”, de Alejandro Nadal, publicado en el sitio La Haine.

Un día después del borrascoso final de las negociaciones sobre el clima en Bali, muchos se preguntan si en realidad el resultado era, de hecho, el mejor posible. Es cierto que EE.UU. regresó al redil, pero al precio de eliminar del documento final cualquier referencia a la necesidad de reducir del 25 al 40 por ciento por debajo de los niveles de 1990, hasta al año 2020, las emisiones de gases de efecto invernadero, a fin de mantener el aumento de la temperatura global promedio en 2.0 a 2.4 grados centígrados durante el siglo XXI.

La mención de las cifras cuantitativas fue reducida a una nota de pie de página, que hace referencia a algunas páginas del Informe 2007 del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), que se limita a enumerar varios escenarios de la estabilización del clima. Los escenarios alternativos van desde un aumento de 2,0 a 2,4 grados de temperatura, hasta uno de 4,9 a 6,1 grados. Esto incitó a un participante de la sociedad civil a comentar que “la Hoja de ruta de Bali es un mapa para llegar a cualquier lugar”.

(...) Podríamos preguntarnos qué habría sucedido si Washington, permaneciendo fiel a sus inclinaciones ideológicas, hubiese decidido marcharse de la sala, cuando el delegado de Papua Nueva Guinea destapó la reprimida frustración colectiva de la conferencia, al emitir su desafío: “Pedimos y buscamos su liderazgo. Si no están dispuestos a conducir, por favor quítense de en medio”. Después de consultas de último momento con Washington, el negociador norteamericano ablandó la línea dura que su país había mantenido respecto de la enmienda propuesta por India, que buscaba que la conferencia reconozca la diversidad de capacidades de los países en vías de desarrollo para abordar el cambio climático, y dijo que Washington “procederá a unirse al consenso”.

El objetivo único de conseguir la participación de Washington se tradujo en los escasos acuerdos en la reunión respecto a obligaciones firmes (...).

Muchos delegados también se sentían ambivalentes frente a los arreglos institucionales acordados después de una semana de duras negociaciones Norte-Sur.

- Se implementó un Fondo de Adaptación, pero fue puesto bajo administración de la Facilidad Ambiental Global (GEF) del Banco Mundial, ente dominado por EE.UU. Es más, se estima que los fondos iniciales de los países desarrollados sumarán apenas entre 18,6 y 37,2 millones, montos seriamente inadecuados para apoyar los esfuerzos de emergencia orientados a tratar los estragos que ya está causando el cambio climático en los pequeños estados isleños y en otros ubicados en la “primera línea” del cambio climático. Oxfam estima que será necesario un mínimo de US$ 50.000 millones anuales para asistir a todos los países en vías de desarrollo a adaptarse al cambio climático.

- Se aprobó, asimismo, un “programa estratégico” de desarrollo y transferencia de tecnología, que también significó ceder posiciones. Pero (...) el programa fue asignado al GEF sin asignaciones claras de financiamiento, para una empresa que se espera costará cientos de miles de millones de dólares. (...)

(Walden Bello)


La conferencia de Bali sobre cambio climático terminó en gran farsa. Claro, muchos diplomáticos y críticos dóciles presentarán los resultados de Bali como algo positivo y parte de un proceso en construcción. Hasta la aceptación de Estados Unidos del plan de negociaciones futuras ha sido descrita como muestra de flexibilidad y anuncio de una actitud constructiva para el futuro. Lo cierto es que lo único que se está construyendo es una gran tragedia. Y si alguien lo duda, veamos los resultados.

En Bali se tenía que definir un plan para el futuro inmediato de las negociaciones sobre cambio climático. Había un sentido de emergencia. La cantidad de bióxido de carbono que hoy existe en la atmósfera rebasa el rango natural de los últimos 650.000 años. El cuarto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) señala con toda claridad que si se quiere mantener el aumento de temperatura promedio global alrededor de los dos grados centígrados en las décadas siguientes, los países más industrializados deben recortar drásticamente sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para 2020.

Esas reducciones deben ser entre 25 por ciento y 40 por ciento inferiores a los niveles de emisiones que tenían en 1990. El mensaje científico es directo: sin esas reducciones, se rebasará el umbral de los dos grados, con gravísimas consecuencias. Lo triste es que el mensaje no ha sido escuchado.

La conferencia de Bali estuvo dominada por las divisiones entre bloques de naciones. Estados Unidos, Australia, Japón y Canadá rechazaron desde el principio la inclusión de metas cuantitativas para la reducción de emisiones de GEI. Por su parte, la Unión Europea, China, India y otros países apoyaron la inclusión de esas metas cuantitativas como parte del texto final. En respuesta, Washington siguió exigiendo que las economías emergentes adopten compromisos firmes de reducciones de GEI. Estos estados exigen cooperación técnica real y asistencia financiera para comprometerse.

Al final, el plan negociado en Bali es una desaliñada mescolanza de planteamientos vagos sobre todos estos puntos. Su retórica reconoce que se necesitan reducciones profundas de GEI para las economías desarrolladas, pero sin calendarios o metas. El máximo logro fue incluir una referencia de pie de página al documento técnico del IPCC en el que se explicitan las reducciones de 25 por ciento-40 por ciento en GEI. Gran victoria: un asterisco contra el cambio climático. (...)

¿Europa vs. EE.UU?

Apenas concluida la conferencia de Bali, la Casa Blanca emitió un comunicado aclarando que el texto aprobado no cambia en nada la posición de los estadounidenses. Bush continúa comprometido con el lobby petrolero. Y esa posición cae como anillo al dedo a la Unión Europea. En efecto, frente a la terquedad estadunidense, la UE proyecta una imagen de lucidez y seriedad en el tema ambiental. Sin embargo, Europa está tan dominada como Washington por intereses comerciales mezquinos y de corto plazo. En especial, lo que más le importa a la UE es mantener los lucrativos negocios del mercado de bonos de carbono.

El mercado de bonos de carbono descansa sobre la base de asignar cuotas a las empresas. Si una empresa no agota su cuota, puede vender ese sobrante a las empresas que sí rebasaron el cupo que les fue asignado. Al amparo de este esquema de asignación de cuotas, el sistema europeo de transacciones de bonos de carbono (ETS) se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos en materia de especulación financiera. Casi todos los bancos europeos importantes, y la mayoría de las grandes corporaciones multinacionales de la UE, están involucrados en la especulación con bonos de carbono.

Por su dinamismo, el mercado de bonos de carbono se está convirtiendo en uno de los espacios de especulación más grandes del mundo. Por eso no sorprende que la Asociación Internacional de Transacciones de Emisiones, el lobby principal de los especuladores en el mercado mundial de bonos de carbono, haya sido uno de los organismos con mayor presencia en la conferencia de Bali.

Este año se intercambiaron bonos de carbono por 30.000 millones de dólares en el ETS. Pero el sistema de mercado de bonos de carbono ha sido un fracaso: entre 2001 y 2004 las emisiones de GEI en Europa crecieron 3 por ciento, y en 2006 el aumento fue de 1,5 por ciento. Definitivamente, los países europeos no tienen autoridad para dar lecciones al mundo sobre responsabilidad ambiental. (...)

(Alejandro Nadal)