Declaración de la Corriente Internacional
Socialismo o Barbarie, del PST de Costa Rica y el PST de Honduras
Repudiamos la cobarde masacre perpetrada por
el títere
de Bush, Álvaro Uribe
No a la
guerra entre países hermanos latinoamericanos, alentada
desde Washington. Por una movilización continental para
impedirla
Exijamos a
todos los gobiernos de América Latina la ruptura de
relaciones con el régimen narcoparamilitar de Bogotá
Por el
reconocimiento de las FARC como fuerza beligerante
La cobarde matanza realizada por la aviación ¿colombiana?
en territorio de Ecuador, donde perdió la vida Raúl Reyes
–uno de los principales dirigentes de las FARC y encargado
de las negociaciones de paz y de liberación de rehenes–
ha conmovido a Latinoamérica y al mundo entero.
Contradiciendo las mentirosas informaciones
iniciales del gobierno de Bogotá, no hubo en verdad combate
alguno, ni las tropas de Uribe cruzaron la frontera en la
dinámica de una batalla iniciada en territorio colombiano.
Por el contrario, se trató de una operación de
“asesinato selectivo” (como las que comete a diario
Israel) en los marcos de la llamada “doctrina Bush”,
formulada en el 2002, según la cual EEUU (o el títere que
lo representa) se arroga el derecho de atacar militarmente a
otro país, so pretexto de “lucha contra el terrorismo”.
Pero en este caso, la marca de Made in USA que
ostenta esta operación no se limita al pretexto invocado.
Fue el gobierno de Washington quien dio a su títere de
Bogotá la señal para actuar. Ha sido reconocido públicamente
que fue la CIA la que ubicó las señales del teléfono móvil
de Raúl Reyes… y la que orientó por satélite las
aeronaves que bombardearon. El principal papel del Ejército
“colombiano” de Álvaro Uribe –que en los combates
cuerpo a cuerpo con la guerrilla no muestra tanta
efectividad– fue el de recoger los cadáveres de Raúl
Reyes y otros guerrilleros muertos, para después organizar
un macabro show televisivo en Bogotá.
Estamos ante un hecho de extrema gravedad. La política
belicista de Bush se ha saldado con los graves y conocidos
fracasos en Iraq y otros países de Medio Oriente. Esto ha
llevado a una seria crisis política y de dominación
mundial del imperialismo yanqui. Sin embargo, hoy, a pesar
de esos fracasos, desde Washington se pretende iniciar la
aplicación de la “doctrina Bush” en América Latina.
Esto, que ya estaba implícito en el llamado Plan Colombia,
ha pasado a ser ahora un peligro real.
Si esto sigue su desarrollo lógico, este curso podría
desembocar mañana en una guerra fratricida entre Colombia,
Venezuela y Ecuador. Aunque esto no sea algo inmediato, hay
que ser plenamente conscientes de adónde lleva el camino
iniciado por el pequeño Bush de Bogotá.
Para cerrar el paso a esta monstruosidad –el
peligro de una guerra entre hermanos latinoamericanos en
beneficio del imperialismo yanqui–, es necesaria una
movilización continental de la clase trabajadora y las
masas populares. Esto sería la única garantía plena de
que la mano criminal de Bush a través de su marioneta
colombiana, fracasará.
Exijamos a todos los gobiernos de América Latina la
ruptura de relaciones con el fantoche de EEUU en Bogotá
La primera y principal demanda concreta de esta
lucha debe ser la exigencia de la ruptura total de
relaciones diplomáticas con el gobierno del
narcoparamilitar Álvaro Uribe.
El atropello de invadir territorio ecuatoriano es un
hecho tan grave –hasta desde el punto de vista del derecho
internacional burgués– que incluso los gobiernos
latinoamericanos más obsecuentes de Washington –como Alan
García y Michelle Bachelet– se vieron obligados a
criticarlo. Los gobiernos europeos –la mayoría socios
abiertos o encubiertos de las aventuras bélicas de EEUU–
también fueron más o menos críticos. Bush fue prácticamente
el único gobierno que ha salido a aplaudir y felicitar a
Uribe.
Sin embargo, como ha sucedido en tantas ocasiones,
el rechazo generalizado hasta ahora no va más allá de las
bonitas declaraciones para consumo público. Por eso, en
todos los países de América Latina, hay que exigir que las
palabras de crítica se traduzcan en hechos: comenzando con
la ruptura de relaciones con el fantoche de Bush en Bogotá.
Esto es lo mínimo que podemos exigir, especialmente
a gobiernos como los de Cristina K., Evo Morales, Lula &
Cía., que se llenan la boca hablando de la unidad
latinoamericana.
No tomar ninguna medida, sentaría el peligroso
precedente de que las agresiones militares en el marco de la
“Doctrina Bush” resultan impunes. Así, quedarían
despejados los obstáculos en el peligroso camino que podría
desembocar en una guerra entre países hermanos.
Terminemos con la farsa yanqui del “combate al
narcoterrorismo”: hay que reconocer la realidad de las
FARC y el ELN como fuerzas beligerantes en una guerra civil
de “baja intensidad”.
Junto con esta exigencia, es necesario acabar con la
farsa del “combate al narcoterrorismo”, en la que se
apoya Washington para justificar estas agresiones y sus
planes de dominio en América Latina.
En el caso colombiano, la farsa es doblemente
escandalosa. No hay gobierno en el mundo, comenzando por el
de Bush, que ignore que Álvaro Uribe comenzó su carrera
política y profesional como hombre del cartel de Medellín
y que luego, como gobernador de Antioquia, fue fundador de
las primeras organizaciones paramilitares. ¿Quién es,
entonces, “narcoterrorista”?
En Colombia hay una situación “sui generis” de
guerra civil que, con altibajos, se prolonga desde hace
sesenta años. ¡Esa es la realidad histórica en que se
inscriben las FARC y el ELN!
Diferimos profundamente con el programa, la política
y los métodos de las FARC y de las organizaciones
guerrilleras en general. Sostenemos, como estrategia, la
movilización y organización democrática de la clase
trabajadora, y no la de los partidos-ejércitos
guerrilleros. En el caso de Colombia, creemos que las
orientaciones equivocadas de las FARC y el ELN,
lamentablemente, han llevado agua al molino de los Uribe.
Sin embargo, más allá de las opiniones que
cualquiera pueda tener sobre ese tema, nadie puede
seriamente afirmar “que las FARC son un grupo terrorista
marginal”, ajeno a la realidad política y social de su país.
Hay que reconocer la realidad: son un actor minoritario,
pero real y de importancia fundamental en el escenario político
y social de Colombia.
Esto es tan evidente que, hasta ahora, pese a los
esfuerzos conjuntos de Bush y Uribe, ningún gobierno
latinoamericano ha llegado a declararlos “organizaciones
terroristas”. Ahora, la crítica situación planteada,
exige reconocer claramente la realidad: las FARC (y el ELN)
son fuerzas beligerantes.
Por una movilización continental de las
organizaciones obreras, populares y democráticas de América
Latina.
Frente a esta situación, los gobiernos de Ecuador y
Venezuela, además de la ruptura de relaciones diplomáticas,
han dispuesto la movilización de tropas hacia sus fronteras
con Colombia.
No se puede tener la seguridad de que estas medidas
vayan a poner freno al peligroso curso iniciado por el
mini-Bush colombiano. Es que, además, no podemos depositar
la menor confianza –ni política, ni militar– en los
respectivos ejércitos burgueses de Ecuador y Venezuela…
ni tampoco en los gobiernos de Chávez y Correa.
La garantía más firme de frenar a Uribe (y
finalmente derrotarlo) es la movilización independiente de
los trabajadores y las masas latinoamericanas. Por ese
motivo, las organizaciones obreras, campesinas, populares y
democráticas del continente tenemos la inmensa
responsabilidad de comenzar a dar una respuesta en ese
sentido. El primer paso es explicar el peligro abierto, y
exigir en cada país la ruptura de relaciones con Uribe.
Esta movilización independiente es además
imprescindible para romper el clima patriotero que se está
impulsando, sobre todo en Colombia. Casi desde la
independencia, las burguesías de los países involucrados
–especialmente las de Colombia y Venezuela– fomentaron
ese veneno en sus respectivos pueblos. Contra esto, no hay
mejor antídoto que hacer oír la voz de nuestros hermanos
de clase por encima de las fronteras.
Esto se debe acompañar con la exigencia de medidas
radicales contra el imperialismo tanto en Ecuador como en
Venezuela: basta de pago de la deuda externa; nacionalización
bajo control obrero de todas las empresas productivas,
extractivas, de comercialización y bancos en manos de las
multinacionales; basta de empresas mixtas con las que desde
siempre chupan la sangre de nuestra región.
Además de atacar así a las empresas
multinacionales de capital imperialista, también exigir la
nacionalización de las empresas de capital colombiano que
funcionen en Venezuela o Ecuador, para cortar también las
alas de la burguesía de Bogotá, que extrae ganancias y
materias primas de la región.
En síntesis, hay que golpear al imperialismo, en
primer lugar al yanqui, para que sepa que la va a costar
demasiado caro si sigue pretendiendo meter sus sucias uñas
en una Latinoamérica que está marcada por un profundo
ciclo de rebelión popular.
Corriente
Internacional Socialismo o Barbarie
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Honduras
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Costa Rica
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