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Escalada
de los precios y desabastecimiento
¿Qué
hay detrás del “paro agropecuario”?
Por
Juan José Funes
Desde el
gobierno de De la Rúa que no hay un paro de todas las
entidades que nuclean a la actividad agrícola ganadera
(SRA, CRA, FAA, etc.). Al cierre de esta edición, el paro
llevaba siete días, con tractorazos y cortes de rutas, y se
empezaba a sentir en carnicerías y verdulerías tanto en
los precios como en el abastecimiento.
El
desencadenante de la medida de protesta fue el aumento del
gobierno en las retenciones a las exportaciones de soja,
girasol, aceite de soja (comestible y biodiesel) y aceite de
girasol.
También ha fijado una banda fluctuante de retenciones, que
en el caso de la soja, por ejemplo, si llegara a subir a 600
dólares la tonelada (FOB, es decir puesto sobre barco)
subiría el impuesto a 49%, y de ahí para arriba congelaría
el precio neto para el sector en 280 dólares la tonelada.
Los grandes
ganaderos y los dueños de los grandes tambos quieren más
subsidios; los poderosos del sector agrícola quieren
regatear el porcentaje de las retenciones. Es
una pelea entre tiburones: el Gobierno y el sector agrícola
acomodado; el objetivo es el reparto de la renta agraria
extraordinaria. Se avecina un invierno de crisis energética
en la Argentina y habrá que importar (con precios
internacionales por las nubes y consumo local altamente
subsidiado). Y los K necesitan recaudar para que los números
cierren.
Un paro reaccionario
Desde el
vamos hay que decir que el paro del campo contra el gobierno
es una medida reaccionaria: es decir, no expresa intereses
populares, de los explotados y oprimidos, sino que la
Sociedad Rural y los
grandes propietarios agrícolas llevan a la rastra a las
entidades representativas de los pequeños productores en
una pelea que se anuda alrededor de la extraordinaria renta
agrícola que se ha generado, entre otras cosas, debido a
los altísimos precios de las materias primas en el mercado
mundial.
Desde ya que
el carácter reaccionario de esta pelea entre el campo y el
gobierno K no quiere decir que el gobierno sea el que
exprese los intereses populares. En el fondo, es
una pelea para ver quién se queda con la renta
extraordinaria, más allá de que el gobierno pretenda
aparecer como el representante de la población afectada por
la brutal escalada de los precios.
Con este
libreto, el ministro de economía Lousteau salió a plantear
que “no es lo mismo un pequeño tambero que un gran pool
de soja (…); el gobierno utiliza las retenciones para
impedir que el alza de los precios internacionales se
traslade totalmente a los domésticos (…); ante el riesgo
de la sojización de la economía, debemos velar por el
equilibrio (…); la medida retrotrae los valores de los
granos a diciembre del 2007, que ya eran altísimos (…);
el sector sigue siendo muy rentable” (Clarín,
14-3-08).
Efectivamente
muchas de las afirmaciones que señala aquí Losteau son
ciertas, pero lo que el ministro no dice es que el
gobierno K no tomó una sola medida que afectase la
estructura de la propiedad agraria en todos sus años de
mandato: sólo pretende –sobre la base de la actual
estructura súper concentrada de la propiedad y la economía
del campo– lograr que los “barones del campo” le
entreguen una tajada de la renta agraria para ponerla al
servicio de la caja del Estado.
Los pequeños productores no pueden ir detrás de la Sociedad Rural
Desde la
Sociedad Rural
salieron al cruce diciendo que “las medidas son
confiscatorias y atentan contra la rentabilidad del
sector” y para la CRA (Confederaciones Rurales Argentinas)
"son medidas de neto corte fiscalista que tienen un único
objetivo: recaudar más". Por su parte, Eduardo Buzzi,
presidente de FAA (Federación Agraria Argentina, pequeños
y medianos productores) señaló que “potenciará aún más
la concentración de la propiedad de la tierra en pocas
manos".
Aquí se
observa con claridad la contradicción de este frente único
de todo el campo. Es que cuando se habla del “campo”
siempre hay que diferenciar
de quién hablamos: si de los grandes empresarios y
latifundistas o de los pequeños y medianos productores (ni
hablar cuando se trata de los trabajadores asalariados que
trabajan bajo patrón en el ámbito rural).
“El país
vive de nosotros, porque inyectamos dinero y porque el
Gobierno siempre nos mete la mano para sacar plata fácil”
se ufana y se queja, al mando de su camioneta Toyota Hilux 0
km, Cristian Villarreal, mediano-gran productor agropecuario
desde Casilda (Santa Fe), capital nacional de la soja. Desde
el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, zona triguera
no muy apta para la soja, Juan Casas, pequeño productor,
dice “los acopiadores nos pagan lo que quieren; encima está
cerrada la exportación de trigo”. Dos
realidades muy distintas, las de Villarreal y Casas.
El campo no
es uniforme; a grandes rasgos hay –a nivel productivo–
cuatro sectores: 1) agrícola, 2) ganadero, 3) lechero, 4)
frutihotícola. Todos tienen algo en común, la
tierra como fuerza productiva, y están profundamente
interrelacionados, pero cada uno de ellos tiene características
propias a nivel de la propiedad
que lo diferencian de los demás. Porque, como hemos señalado,
no es lo mismo la SRA
y el pool sojero que los pequeños productores.
Cuando la
SRA critica las medidas por “confiscatorias” o la CRA
las señala como de “neto corte fiscalista”, lo único
que están señalando es que sobre la base de las leyes que
resguardan la propiedad privada les correspondería a ellos,
de manera íntegra y total, algo que les viene absolutamente
gratis: la prodigalidad del campo argentino, en condiciones
donde además los precios de las commodities están por las
nubes.
Está claro
que el ángulo de Buzzi (FAA) luce distinto al dar cuenta
del proceso histórico de concentración de la tierra en pocas manos, que tiene décadas y
parece imparable. Pero Buzzi se ubica del lado equivocado de la trinchera cuando dice que "el campo se ha
unido tras un único objetivo”. Porque el 10% del sector
agrícola produce el 90% de la soja y vive un período de
esplendor, pero al mismo tiempo esta situación ha hecho
entrar en crisis
estructural al pequeño chacarero que, con sus 200 hectáreas
en una economía mundializada, es víctima de los grandes
acopiadores de granos y de las empresas de biotecnología
(Monsanto, Nidera), no teniendo más remedio, la mayoría de
las veces, que arrendar
su campo.
Pero
entonces, ¿qué hace una organización de pequeños y
medianos productores –que son los que ponen la gente en
los cortes de ruta en el interior– a la rastra de los
intereses de los grandes tiburones del campo? No tienen nada
que hacer allí, junto a los que quieren quedarse con toda
la renta agraria y liberalizar los precios, lo que solo podría
hacerse a expensas de
los trabajadores y sectores populares del campo y la ciudad.
Por una alianza independiente de los explotados y oprimidos de la ciudad
y el campo
Dirigentes
como D’Elía, Depetris y otros han salido a convocar una
marcha hacia la Sociedad Rural. Estos sectores K pretenden
hacer su repudio al paro del campo desde la ubicación de la
defensa cerrada del gobierno. No es esto lo que se necesita.
Porque los problemas de los pequeños y medianos productores
son reales y, en realidad, el propio gobierno que ahora sufre el paro
agrario, en todos estos años, como está dicho, no tomó una sola medida contra el proceso brutal de concentración de
la tierra y la renta agraria.
La única
salida que tienen los pequeños productores es aliarse
con los trabajadores y demás sectores oprimidos, porque ambos son víctimas de la política del gobierno kirchnerista.
El gobierno no ha corregido los desequilibrios; por el
contrario, bajo los K se han acentuado. Desaparecerán más
y más chacareros y los pools del campo se harán cada vez más
fuerte.
No es alineándose
entonces con el gobierno K como se podría dar una salida
tanto a los problemas de estos productores, como a la
escalada de los precios y el desabastecimiento que se
comienza a notar en carnicerías y verdulerías. Lo que hace
falta es otra cosa: es la unidad de estos pequeños
productores con los trabajadores urbanos y rurales, en la vía
tanto de impulsar medidas de auténtica reforma agraria y
socialización del campo como de un estricto control de
precios de los productos de primera necesidad, así como la
expropiación de todos aquellos grandes propietarios que
especulen con los precios y/o provoquen desabastecimiento.
Es decir,
para resolver los problemas de los pequeños productores y
los trabajadores del campo hace falta una alianza de clase
opuesta: ni con la
SRA ni con el gobierno K: con los trabajadores.
Soja, del 35 al 44,1%; girasol del 32 al 39,1%; aceite
de soja, al 32%; biodiesel, del 5 al 20%; aceite de
girasol, al 32%.
Junto con la Sociedad Rural, hay otras organizaciones de
grandes empresarios como AAPRESID (Asociación de
Siembra Directa de Soja) que es el representante específico
del pool sojero (nido de depredadores agrarios) con su
jugador más fuerte a la cabeza, Gustavo Grobocopatel
(Los Grobo) Aclaremos de paso que Grobo es íntimo amigo
de Daniel Scioli y se reúne una vez por mes con el
gobernador de Santa Fe, Hermes Binner.
Existe una particularidad de la que debemos dar cuenta
respecto de la relación entre producción agrícola y
ganadera, las dos ramas productivas tradicionales del
campo. El sector ganadero vive
en crisis porque hoy es mucho menos
rentable. Ha bajado de modo alarmante el stock de
ganado vacuno (55 millones de cabezas según censo del
2002), y las existencias reales son un secreto guardado bajo siete llaves. Por
esta razón –entre otras– los precios de la carne
están por las nubes,
a pesar de la promesa gubernamental de cortes de
carne a precios fijos (ver reportaje a Walter Espinosa
en esta edición). Con la lechería ocurre otro tanto:
sus subproductos empiezan a escasear
en las góndolas de los supermercados. Todos los días
se rematan decenas de tambos. La causa: producir
leche no es rentable. De la papa ni hablar. El
causante de todos estos desequilibrios es la bonanza agrícola
(en especial, de la soja y el girasol). Precisamente,
los poderosos del sector agrícola, montándose en estas
crisis estructurales, han logrado poner a la rastra a
todos los sectores alrededor
de su programa reaccionario.
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