La
izquierda argentina y el lock out agrario
El MST y el paro agrario: ¿socialismo liberal?
Por José Luis Rojo
El PCR y el MST apoyaron incondicionalmente el lock out de la burguesía
agraria. Sobre el PCR hemos publicado en nuestra edición
anterior la primera parte de una extensa polémica. La
segunda parte, por razones de espacio, se publicará en la
próxima edición. La versión completa se puede consultar
en www.mas.org.ar o
www.socialismo-o-barbarie.org.
En cuanto al MST, la ubicación de clase en que
ha quedado es sencillamente escandalosa para una
organización que se considera a sí misma “trotskista”.
Por eso, cuanto más se fueron enterrando en su
subordinación a la Sociedad Rural, más fugaron hacia adelante. Para colmo, pretendieron enlodar a los que
–como el nuevo MAS y otras organizaciones– no nos
alineamos con este paro reaccionario.
Apelando
a fantásticas representaciones de la realidad –al
igual que sus socios maoístas del PCR–, señalan que
“los 21 días que duró la lucha de los pequeños
productores del campo [el primer paro agrario] provocaron
una gran polarización en la sociedad. De un lado, se
ubicaron los chacareros y pueblos del interior, los sectores
medios de las ciudades y gran parte de los trabajadores y el
pueblo. Del otro lado estuvieron el gobierno, sus socios y
los sectores que influencian en el movimiento de masas.
Lamentablemente, distintas organizaciones de izquierda
militaron contra la justa lucha de los chacareros, colaborando
directamente con el gobierno pro imperialista y patronal de
los Kirchner, como hizo el PC, o haciéndole el juego, como
el PO, el PTS y el MAS”.[1]
No se explica cómo organizaciones que nos
mantuvimos independientes de los bandos patronales en
pugna por la renta agraria le habríamos “hecho el juego
al gobierno” por haber sostenido esta posición. Pero lo más
escandaloso de esta pintura es que faltan los principales
personajes de estos “21 días”:
¿Dónde están en este cuadro la Sociedad
Rural Argentina, la CRA, CARBAP, Macri, López Murphy, Carrió,
La Nación, Clarín, la mayoría de los
canales de televisión nacionales y extranjeros (como la
CNN, vocero oficioso de Washington) y un larguísimo etcétera?
¿Dónde se ubican Monsanto, Dupont y Nidera; Cargill,
Bunge, Dreyfus y demás grandes actores del campo de la
globalización neoliberal? ¿Dónde están los histéricos
caceroleros de Barrio Norte, Recoleta, Callao y Santa Fe, y
Olivos?
El MST pretende tapar el sol con las manos,
cuando todo el mundo sabe que esos personajes y esas
entidades nacionales y extranjeras fueron los actores
principales del conflicto vivido en los últimos meses o
le dieron incondicional apoyo al paro agrario
patronal.
Lo del MST es como si alguien quisiera
escribir la historia del fútbol latinoamericano, sin
nombrar ni a Boca ni al Santos, ni a Maradona y a Pelé.
Es así de ridículo... y de deshonesto, tanto intelectual
como políticamente.
¿Reforma
agraria de la mano de la Sociedad Rural?
Los artículos del MST dedicados a defender
sus posiciones frente al conflicto agrario no han pasado la
prueba de los hechos: desafían cualquier análisis
objetivo del paro patronal. Lo que han venido
argumentando no sólo ha sido absolutamente vulgar, sino
hasta desopilante. Se trata del vaciamiento teórico
y estratégico de un grupo que ha perdido toda brújula
de clase.
La
tesis central del MST es que estaríamos en presencia de un
conflicto cuyo carácter social lo estarían dando los
pequeños productores. En estas condiciones, de lo que
se trataría es de “apoyarlos en su lucha”. En eso
consistiría “tener una política hacia los pequeños
productores”...
“Nuestra
política –prosigue el MST– fue diferente a la de todos
estos sectores [se refiere a las corrientes de la izquierda
como el nuevo MAS]. En la lucha fuimos coincidiendo en
varios puntos con otras organizaciones. Desplegamos una gran
campaña entre los trabajadores y el pueblo en apoyo a los
pequeños productores, levantando la necesidad de una política
diferenciada para ellos. Desenmascarando al mismo tiempo al
gobierno y su doble discurso. Exigiéndole que si quería
enfrentar a la oligarquía impulsara una profunda reforma
agraria y otras medidas transicionales para reventar a los
grandes terratenientes y los pools de siembra”.[2]
Pero
lo que no se entiende –y el MST no puede explicar– es cómo
se puede exigir “una profunda reforma agraria y otras
medidas transicionales para reventar a los grandes
terratenientes y a los pools de siembra”, apoyando
incondicionalmente un paro dirigido por los
representantes de esos “grandes terratenientes y los pools
de siembra”, como son la Sociedad Rural, la CRA, etc.
La
naturaleza de clase del frente de organizaciones que
dirige el paro excluye por definición medidas de este
tipo... salvo que no sea más que una frase vacía,
sin contenido real.
No
se necesita ser marxista para darse cuenta de eso. Es como
llamar a concurrir a una procesión católica, diciendo que
así se impulsa la lucha por el derecho al aborto. O si mañana
hay un movimiento “reivindicativo” de la UIA con algunas
pymes, llamar a apoyarlo con el argumento de que así podríamos
exigir la nacionalización de las grandes industrias.
Sin
embargo, este disparate de la lucha por la reforma
agraria... en unidad con la Sociedad Rural, tiene su lógica.
Ésa y otras frases huecas le permiten al MST teñir de
rojo el escándalo de apoyar un movimiento encabezado
por esos señores.
Pero
hay un hecho que termina de desnudar la tramoya del MST. Si
hubiera sido coherente con esa posición, desde el principio
le habría reclamado a la Federación Agraria que
rompiese con la Sociedad Rural y la CRA. Pero jamás
levantó esa exigencia en las largas semanas del paro
reaccionario. El MST se limitó así a hacer seguidismo
incondicional al paro agrario patronal tal cual fue:
es decir, con la Sociedad Rural al frente... y con el
programa de la Sociedad Rural.[3]
Su
única preocupación fue disimular eso con frases rituales
sobre la reforma agraria y, en las descripciones, como ya
vimos, “olvidarse” de mencionar a los muchachos de
Miguens.
Pero
la posición del MST tiene, al menos, tres “pequeños”
problemas:
1)
Plantea el apoyo a los pequeños productores, haciendo total
abstracción de que éstos se hallan en un estrechísimo
y férreo frente único con la Sociedad Rural (y también
la CRA, CARBAP, etc.), la organización histórica de los
grandes propietarios y capitalistas agrarios de Argentina.
2)
En ningún lado el MST se interroga seriamente sobre la
verdadera naturaleza social de aquellos
“productores”, que son los que realmente le están dando
el tono “popular” a la pelea.[4]
3)
El MST no sólo plantea un programa para el campo argentino
que no tiene por eje la expropiación de la gran
propiedad y su socialización. ¡Peor aún! Sus propuestas
están incluso por detrás y a la derecha de
los programas proteccionistas y de transferencia de la renta
agraria, que son clásicos del nacionalismo burgués
en las semicolonias. Estos programas clásicos del
nacionalismo burgués en los países dependientes y
semicoloniales, han tenido como uno de sus pilares los impuestos
a las exportaciones, fundamentalmente sobre la renta
agraria, minera, petrolera, etc.[5]
Por
el contrario, las propuestas del MST no tienen que ver no ya,
con los programas socialistas revolucionarios para el campo,
sino siquiera con los del nacionalismo burgués “clásico”.
Tras las huellas
de Juan B. Justo
Aunque
el MST quizás no lo sepa, dado el analfabetismo teórico de
sus dirigentes, sus propuestas sobre el “paro agrario”
están más emparentadas con las corrientes socialistas
“liberales”, al estilo del PS de Juan B. Justo en las
primeras décadas del siglo XX. En efecto, en ausencia de
posiciones independientes y con la supina ignorancia teórica,
política e histórica que lo caracteriza, el MST ni
sospecha la parentela política que ha ido ganando en los
últimos tiempos.
Tampoco
parece importarle que, perdiendo todo atributo
internacionalista, sostenga de país en país posiciones
totalmente incongruentes, a pesar de que hoy América
Latina se encuentra en un ciclo político común, con
similares coordenadas continentales, más allá de las
situaciones específicas de cada país.
Así,
el MST está incondicionalmente con el chavismo en
Venezuela. Pero en Argentina no tiene pruritos en
alinearse con la oposición burguesa social y política que
ha irrumpido con el paro agrario, y que es una versión
“light” de los “escuálidos” venezolanos y de los
“autonomistas” de Bolivia, tanto por su programa
liberal como por su naturaleza de clase.
Pero
al MST le importan un comino esas contradicciones, si
gracias a eso puede lograr unos segundos de cámara en la
TV que apoya al paro y fantasear con algún votito más
y hasta con alguna
alianza electoral en el 2009.
Pero,
en función de eso, sus posiciones en el paro agrario lo han
llevado a boyar hasta aguas que no tienen nada que ver con
el marxismo revolucionario, sino con el viejo PS de un siglo
atrás. El Partido Socialista de Juan B. Justo, de comienzos
de siglo XX, tuvo una deriva desastrosa, que lo marcaría
para siempre. En vez de defender un programa obrero
independiente, se caracterizó por oponerse a los
sectores y gobiernos patronales proteccionistas que iban
emergiendo, enarbolando el programa de otro sector
capitalista que era aún dominante: el programa del
libre cambio.
Juan B. Justo fue fanático del libre cambio
y escribió bibliotecas enteras para demostrar cómo
beneficiaba a los trabajadores. Esto fue una guía frente a
las coaliciones políticas en las que se dividió la burguesía
argentina en el siglo pasado. El PS siempre estuvo de la
mano de la fracción liberal. Los casos de la “Unión
Democrática” en el ’45 y de la “Revolución
Libertadora” en el ’55 son ejemplos de esto, para no
hablar de que dio embajadores e intendentes a la última
dictadura.
El principio –digamos– “teórico” de
Juan B. Justo se fundaba en una concepción mecánica y
falsamente marxista del “progreso”, aportada por la
Segunda Internacional. El PS consideraba que, en virtud del
desarrollo de las fuerzas productivas, la apertura
librecambista al mercado mundial –que implicaba además el
dominio o dependencia del país en relación a algún
imperialismo, en esos momentos el Imperio británico–
hacia las veces de factor de “progreso”.
Pero lo sorprendente del caso es que, en
pleno siglo XXI, haya en Argentina corrientes de izquierda
como el MST que por ignorancia –realmente creemos que sin
saberlo– retornen a esas posiciones “socialistas
liberales” frente a medidas tímida y limitadamente
“proteccionistas” burguesas del tipo de las retenciones.
Así, el MST en vez de levantar una posición de
intransigente independencia frente a ambos campos patronales
(los librecambistas y los “proteccionistas”) se
alinea con los primeros.
En efecto, el MST repite textualmente el
mismo argumento de las entidades patronales agrarias: “El
verdadero motor fueron los pequeños productores hartos
de que les metan la mano en el bolsillo ante un tributo
regresivo que a ellos los mandaba a la ruina y sólo
significaba cosquillas para los grandes propietarios”.[6]
¡Este no es un argumento propio de
socialistas revolucionarios! Las corrientes verdaderamente
de izquierda no estamos dedicadas a la defensa del
“bolsillo” de ningún patrón, grande o pequeño, ni del
campo ni de la ciudad. Las corrientes verdaderamente de
izquierda impulsamos no sólo la socialización de la
renta agraria y el monopolio absoluto del comercio
exterior (y no meras retenciones “regresivas” que le
“meten la mano en el bolsillo a los productores”), sino
la
lisa y llana expropiación de la gran mayoría de los
propietarios agrarios!
Claro que en el marco de ese programa, desde
la clase obrera, es absolutamente obligatorio
tenderle una mano a los pequeños productores familiares
que no exploten mano de obra asalariada. Pero, en el
conflicto actual, esto sólo se puede hacer a condición de
que rompan su frente único con los capitalistas del
campo. Un frente único reaccionario que afecta, en primer
lugar, a la clase trabajadora urbana y rural, y también a
ellos mismos.[7]
Por si no ha quedado claro, compañeros del
MST: ¡Estamos a favor de “meterle la mano en el
bolsillo” con tributos (“regresivos”
o no) a todos los que sean propietarios
burgueses grandes, medianos e incluso “pequeños”
(como los rentistas–arrendatarios que abundan en el núcleo
de la “Pampa húmeda”), si éstos emplean mano de
obra asalariada.
¡Sí! ¡Hay que “meterles la mano en el
bolsillo”, pero no para que la plata la administre un
estado burgués, sino uno de la clase obrera!
Pero el MST es incapaz de sostener una
ubicación de clase, ya sea en Venezuela (donde es
“trotsko–chavista”) o en Argentina, donde se ha
transformado en “trotsko–escuálido”.
Inútilmente se le pedirá que oponga una
perspectiva obrera e independiente frente a ambos
bandos patronales. Aquí lo suyo es sumarse –como
alegre furgón de cola– a la burguesía opositora, una
burguesía que ha venido esgrimiendo, más o menos
abiertamente, renovados argumentos “ortodoxos” y
neo–liberales. Porque el centro del programa real
del paro agrario no ha sido otro que exigir libertad de
comercio con el mercado mundial. Ése es el significado
de “¡abajo las retenciones!” y de “¡no me metan la
mano en el bolsillo!”
“¡Yo quiero comerciar «libremente» con
el mundo, sin que me impongan «tributos regresivos»!”:
ése es el contenido del grito de guerra del paro del campo.
¡Eso defiende el MST! ¡Ése es el significado de exigir la
rebaja indiscriminada de las retenciones, sin que les
importe las consecuencias que ya están teniendo para
la clase obrera y los sectores populares: un aumento
brutal de la carne, el pan, los lácteos y todos los
alimentos! ¡A ver si el MST se decide a “defender los
bolsillos” de la clase trabajadora!
Marx
y los impuestos a las exportaciones agrarias
Para
profundizar en lo que venimos argumentando, repitamos que la
posición del marxismo clásico no es la de las retenciones
burguesas –como las que aplican los Kirchner– sino la
del monopolio del comercio exterior y la
expropiación lisa y llana de los terratenientes y la
burguesía agraria. Además, transicionalmente, el
planteo impositivo siempre es diferencial; o sea, más
alto para al gran capitalista que para el pequeño
propietario.
El
MST ha venido levantando, al calor del paro agrario, el
planteo de “retenciones diferenciales”. Pero pierde de
vista (u oculta) que esta reivindicación no figura en el
programa de las cuatro entidades agrarias. Es lógico.
Si, por ejemplo, la Federación Agraria la levantase, se
rompería instantáneamente el frente único con la
Sociedad Rural, la CRA y la CARBAP. Esta es una prueba de
adicional de quién es el que marca el paso en ese frente.
Volviendo a la cuestión de la renta agraria
y los impuestos que se le apliquen, Marx señalaba que “al
considerar la renta diferencial, debe observarse que el
valor de mercado se halla situado siempre por encima del
precio global de producción. Esta determinación
mediante el valor de mercado, tal como el mismo se impone
sobre la base del modo de producción capitalista, por medio
de la competencia (...) engendra un valor social falso.
Esto surge de la ley del valor de mercado a la cual se
someten los productos del suelo (...). Si se imagina abolida
la forma capitalista de la sociedad, y la sociedad
organizada como una asociación consciente y planificada
(...) la sociedad no compraría ese producto del suelo
por una cantidad de trabajo dos veces y medio mayor que el
tiempo de trabajo real que se encierra en él: con ello
desaparecería la base de una clase de terratenientes.
Esto obraría exactamente igual que un abaratamiento del
producto por igual monto en virtud de una importación
extranjera. Y así como es correcto decir que –conservándose
el modo de producción actual, pero suponiendo que la
renta diferencial fuese a parar a manos del Estado–
los precios de los productos del suelo permanecerían
inalterados de permanecer constantes las demás
circunstancias, es un error afirmar que el valor de los
productos permanecería inalterado si se sustituyese a la
producción capitalista por la asociación (...). Lo que
la sociedad, considerada como consumidor, paga de más por
los productos agrícolas, lo que constituye un déficit en
la realización de su tiempo de trabajo en producción
agraria, constituye ahora el superávit para una parte de la
sociedad: los terratenientes” (El
capital, tomo III, pp. 848-49).
Es evidente que en las retenciones hay algo
de lo que dice Marx (“suponiendo que la renta diferencial
fuese a parar a manos del Estado”, etc.). Esto, más en
general, nos remite a la forma “bastarda” y
deformadamente burguesa de distribuir el tiempo de trabajo
de la sociedad. Eso es así independientemente de que las
retenciones no las cobra un Estado de los trabajadores
sino el gobierno K, para ponerlas al servicio de otros
sectores capitalistas amigos. Pero, conceptualmente, la cosa
no cambia. Por eso, lo que dice el MST respecto de su
supuesto carácter “confiscatorio” tout court es,
una vez más, pura ignorancia de las leyes que rigen
la renta de la tierra bajo el capitalismo.
Defendiendo
el libre mercado
En
otras oportunidades señalamos que, con el paro agrario, se
abre una fisura entre fracciones burguesas alrededor del
“modelo K”. Una suerte de reedición “light” de
la puja entre sectores patronales “librecambistas” y
“proteccionistas” por el reparto (entre
ellos) de la parte del león del trabajo no pagado
generado por la clase obrera del campo y la ciudad. Claro
que, en su supina ignorancia, el MST ni siquiera sospecha
que el origen de la renta agraria es una parte del
“trabajo excedente”, no pagado, de los trabajadores, NO
de los “pequeños productores”.[8]
Veamos
un ejemplo. Entre la serie de manifestaciones empresarias
que se han cruzado en los últimos días tenemos la
siguiente de CARBAP: “La entidad conducida por Pedro
Apaolaza asegura que entre los problemas del sector
agropecuario se destaca «la constante transferencia de
recursos a sectores ineficientes», en obvia referencia a
los industriales”.[9]
Prosigamos.
Como ya hemos señalado
varias veces, las organizaciones del campo: SRA, CRA,
CONINAGRO, FAA y los “autoconvocados” han conformado una
suerte de frente único que a pesar de discursos
–en apariencia– tan “disímiles” como los de Miguens
y Buzzi, se ha mostrado –por lo menos hasta ahora– a
prueba de balas.
¿Cuál es el cemento de esta sólida unidad
completamente indiferenciada de los distintos
“productores” del campo? El mecanismo de unidad es muy
simple. Más allá de los discursos para la tribuna y los
matices entre el oligarca Miguens y el pseudo chacarero
Buzzi, hay una completa uniformidad en lo que
efectivamente exigen.
¡No se les escuchan reclamos particulares! Es
decir, las organizaciones del campo se han juramentado
no levantar reclamos diferenciales o particulares
que, eventualmente, podrían hacer saltar por los aires su
unidad. El ejemplo principal es el más obvio: el reclamo de
que las retenciones bajen de manera indiferenciada para
todos los “productores”.
¡O sea, un programa que no
establece ninguna diferencia entre grandes o chicos,
entre “productores”, acopiadores, comercializadores
e industriales!
Ya la tan publicitada palabra
“productores” es engañosa: nunca se sabe de qué figura
económico–social se trata, si de una unidad
productiva familiar o de un propietario de decenas de miles
de hectáreas. ¡Todos serían “productores agrarios”,
hasta los que arriendan su campo y viven todo el año en
Barrio Norte!
El punto nodal que unifica el
reclamo de estos “productores” es la exigencia de la libre
comercialización de los productos en el mercado mundial.
Es decir, lisa y llanamente, el libre mercado
neoliberal.
La
verdad de la milanesa es que los señores “productores” no
están de acuerdo con los precios de sus productos en el
mercado interno, y además rechazan los impuestos que
pretende cobrarles el Estado cuando se exportan.
¡Estos mismos señores, en otras ocasiones históricas,
cuando los precios internacionales de las commodities
bajaron, no tuvieron empacho en exigir “precios sostén”
financiados por el Estado!
En estas condiciones, lo que pretenden es
comerciar directamente con el mercado mundial, desentendiéndose
de la suerte del mercado interno o vendiendo en éste a
los siderales precios internacionales. ¡Quieren que
paguemos la leche, la carne o el pan a precios
internacionales! ¡Allí empieza y termina su programa! Y
durante el paro, la lógica de libre mercado de estos
“productores” no ha tenido empacho en poner en riesgo de
desabastecimiento a los explotados del país.
Ésta
es, en síntesis, la mecánica de los paros y reclamos
agrarios reaccionarios como el que se está viviendo
hoy en nuestro país, y que, para su vergüenza, el MST
viene apoyando incondicionalmente. En este mecanismo,
lamentablemente, los pequeños productores (de verdad) no
son más que el mascarón de proa de los grandes
pulpos agrarios. Buzzi se cuida, aquí y allá, de hacer
alguna declaración altisonante contra ellos... sólo para seguir
sonriendo al lado de Miguens, representante directo de
aquéllos.
Desde ya, nada de esto hace mejor al otro bloque burgués en este
enfrentamiento: el del gobierno K y los empresarios
principalmente industriales. No sólo es un bloque tan
patronal y reaccionario como el del agro, sino que lo más
probable es que estemos a las puertas de un acuerdo
entre ellos, que les permita cerrar filas para
descargar todo el peso de la crisis sobre los trabajadores
de la ciudad y del campo.
Lo que el MST no entiende es que en medio de
una crisis de estas características –con atisbos de
división burguesa en las alturas– una política
revolucionaria sólo puede trabajar por la irrupción de un tercer
campo independiente de los otros dos: el campo de las necesidades
y las luchas de la clase obrera y los sectores realmente
populares.
Por eso mismo, no ha sido casual que el MST
no haya asomado las narices en las jornadas de lucha de
cortes en la Panamericana, protagonizadas por los obreros de
Fate, Terrabusi y otros establecimientos. Esas cosas no le
interesan… sobre todo si no hay cámara para Vilma Ripoll.
Como
idiotas útiles
Para
finalizar, señalemos que otro caballito de batalla del MST
ha sido su prédica alrededor del “cambio del modelo”.
Dice que el modelo de los K “entró en crisis y hay que
poner en pie otro”.
Desde ya que las corrientes auténticamente
socialistas revolucionarias no estamos por un mero “cambio
de modelo”, sino por acabar con el sistema capitalista,
lo que es algo muy distinto. La adaptación del MST a
la charlatanería mediática sobre el “cambio de modelo”
vuelve a indicar la profundidad de su bancarrota teórica y
política.
Lo
anterior no quita que –efectivamente– el paro agrario
exprese una incipiente pugna de “modelos”... pero
entre sectores burgueses. Frente a eso, nada importa la
“declaración de buenas intenciones” del MST, que
quisiera un “modelo” más “progresivo”. Aquí no
cuentan las intenciones subjetivas de estos compañeros.
Lo que importan son las consecuencias objetivas de
las acciones de los actores políticos y sociales con los
que el MST se ha embarcado como furgón de cola.
El
MST puede hacer mil discursos, pero lo que cuenta es
el hecho de que apoya incondicionalmente
a un movimiento que, efectivamente, comienza a plantear otro
“modelo”. Vemos entonces,
¿hacia qué “modelo”
apuntan sus amigos del “paro agrario”?
Tanto las medidas concretas que está
reclamando el campo, que ya comentamos, como los discursos
de reaccionarios al estilo de Mario Llambías –presidente
de la CRA– sobre “la necesidad de otro modelo de país”
van hacia una misma dirección: un ajuste de la economía
en clave neoliberal. O sea, un ajuste brutal sobre los
trabajadores.
Es que en
términos capitalistas
no hay otra manera
de frenar la inflación, si de lo que se trata es de rebajar
las retenciones agrarias en momentos en que el precio
internacional de las commodities se va a las
nubes. Los idiotas útiles, como el MST, que “pusieron
el hombro” al paro agrario, empujaron en los hechos en ese
sentido. Mientras tanto, pueden hacer todos los discursos
que quieran sobre “cambiar el modelo”.
Un programa socialista revolucionario frente
a la crisis del “modelo K” no tiene nada que ver con esa
charlatanería. Debería partir de un estricto control
obrero y popular de los precios y abastecimientos, así
como la inmediata expropiación bajo control obrero de
toda empresa que los aumente indiscriminadamente o acapare
productos, amén del monopolio férreo del comercio
exterior, entre otras medidas.
Pero
al MST no se le ocurre nada de eso. Su prédica no es de
clase. Sólo hace parte del coro de idiotas útiles que, con
el paro agrario, se pusieron al servicio de las fuerzas que
empujan hacia un ajuste
ortodoxo de la desbocada economía K.
[1]
Alternativa Socialista n°472.
[2]
Alternativa Socialista, ídem.
[3]
Es falaz que esto serviría para “ganar a los sectores
medios para su unidad con los trabajadores”.
Justamente, para levantar esa política de clase, habría
que lograr la división de las organizaciones del
campo. Es decir, que la FAA no vaya detrás de la
Sociedad Rural, sino a una alianza con los
trabajadores del campo y la ciudad (en la hipótesis
de que esto sea probable).
[4]
Al respecto, ver los artículos de nuestra polémica con
el PCR “Una fábula que no resiste el menor análisis”,
y sobre todo el subtitulo “¿Quiénes son los que
cortan las rutas?”.
[5]
Desde ya, el gobierno los K no es más que una
representación fantasmagórica de algunas de las
medidas tomadas por este tipo de gobiernos. Perón, por
ejemplo, nacionalizó el comercio exterior a través del
IAPI, lo que era mucha más duro que las tímidas
retenciones. En verdad, los gobiernos K han sido, en lo
esencial, la continuidad de un curso neoliberal
que debió ser “aggiornado” al calor del Argentinazo
y de los cambios en la situación mundial y
latinoamericana.
[6]
Alternativa Socialista, ídem.
[7]
No se debe perder de vista que organizaciones
de campesinos como el MOCASE y el MCC –entre
otras– expresamente se declararon en
contra del paro agrario, a la vez que afirman su
independencia del gobierno K.
[8] En números concretos, esto tiene que ver con miles de millones de dólares.
Tomando el año 2004 (claro que en 2008 la renta agraria
aumentó aún más) el especialista Iñigo Carrera dice
que la renta de la tierra consistió en 21.600 millones
pesos (una vez hechas todas las deducciones, incluyendo
los porcentajes por retenciones). Es decir, la friolera
de 7.000 millones de dólares sólo en calidad de
derechos de los propietarios. Por otra parte,
tomando la tasa o porcentaje de ganancia sobre el
capital invertido de los productores agrarios
(propietarios y arrendatarios) para el mismo año 2004,
el cálculo da nada menos que una ganancia
del 48% del capital invertido: 4.000 millones de dólares.
Es decir, la tasa de retorno más grande de cualquier
sector de la economía que se quiera tomar (para el
mismo año, la industria, en promedio, tuvo un 7,2% de
ganancia sobre el capital adelantado). Estos dos índices
sumados dan una ganancia normal y extraordinaria de los
propietarios y productores agrarios de 11.000
millones de dólares limpios para el año 2004. Datos
en “La formación económica de la sociedad
argentina”, volumen I, Imago Mundi, Argentina, enero
2007.
[10]
Buzzi llegó a plantear en un discurso –a todas luces
de demagógico– su simpatía con el gobierno de Evo
Morales en Bolivia. Si bien la “nacionalización”
del gas del presidente boliviano no ha pasado de ser una
renegociación con las empresas multinacionales del
reparto de la renta de los hidrocarburos, el dirigente
de la FAA anda de la mano con organizaciones que están
en las antípodas de cualquier medida de este tipo, como
son también las retenciones K. Por no hablar de lo que
correspondería: la lisa y llana expropiación de los
grandes propietarios y capitalistas agrarios.
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