Presentamos a continuación el
cierre del debate de dos días de la Conferencia del Nuevo mas
sobre la crisis internacional del capitalismo a cargo de
Roberto Sáenz.
Un cambio de época que abre inmensos
desafíos para el
marxismo revolucionario
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Conferencia y acto
del nuevo
mas
Con la presencia permanente de más de cien compañeros entre
delegados plenos, militantes e invitados, se realizó el 12,
13 y 14 de diciembre la Conferencia Internacional del Nuevo mas.
La oportunidad de la misma giró en torno a poner en “sintonía” a
nuestro partido con los desarrollos que la crisis de la
economía mundial está produciendo a lo largo y ancho del
globo. También concebimos a la Conferencia como un paso
previo a la realización –en el mes de marzo próximo–
de una nueva reunión de nuestra corriente internacional,
ahora ampliada con nuevos integrantes e invitados. Con la
presencia de compañeros de Brasil (Praxis) y Bolivia (SOB
Bolivia) la Conferencia estuvo cruzada por un rico debate
político que fue recogido en el informe de cierre que
estamos presentando en esta misma edición.
Básicamente, se subrayaron dos o tres tendencias de la nueva situación
mundial que se ha abierto, tendencias que cada minuto, hora
y día que pasa parecen ir adquiriendo una confirmación
mayor.
Ellas son: las crecientes tendencias a la depresión de la economía
en EE.UU. y, por tanto, en el mundo como un todo; el hecho
cierto de que se ha abierto una nueva situación política
mundial, la que está implicando un profundo trastrocamiento
de las relaciones entre clases y Estados; la realidad de que
tanto la lucha de los obreros de “Republic” en Chicago
como la rebelión popular en curso en Grecia marcan que la
respuesta de los trabajadores y las masas a la crisis está
ya comenzando.
Esta misma realidad fundamenta el planteo que emitió la Conferencia
en el sentido de que hace falta que las corrientes de la
izquierda revolucionaria tomemos una iniciativa frente a la
crisis. Es necesaria la convocatoria a
una Conferencia Internacional de las corrientes
revolucionarias para discutir y eventualmente votar un
programa y una serie de medidas prácticas frente a la
crisis.
Cuando más profunda se vaya haciendo la crisis, y cuanto más
importantes vayan siendo las respuestas de las masas
trabajadoras, este planteo seguramente adquirirá más
fuerza y “perentoriedad”.
Al mismo tiempo, y como no podía ser de otra manera, la Conferencia
del Nuevo mas
asumió una votación en el sentido de subrayar
las posibilidades que se están abriendo para la construcción
de nuestra propia corriente internacional y que el partido
se ponga a disposición para aportar a la construcción de
SoB Internacional.
Por otra parte, hay otro aspecto de la Conferencia que queremos
destacar: la misma expresa muy claramente la emergencia de una
nueva generación partidaria estudiantil y obrera,
nueva generación que está marcando un fortalecimiento
del Nuevo
mas. Desde ya que queda un largo camino por
delante. Pero no es menor el hecho que la composición
social de nuestra organización haya ido ganando, más y más,
en organicidad y juventud.
Si bien es cierto que está por delante el desafío de
lograr una mayor densidad y tamaño partidario, el hecho es
que habiendo partido de más atrás que otras corrientes
cuando nuestra fundación en el año 1999, el partido y la
corriente SOB se han ido fortaleciendo, afirmando su
identidad teórica, programática y política como corriente.
Y podrá, en el próximo período, seguir fortaleciéndose
tanto nacional como internacionalmente.
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Esta
Conferencia ha sido realmente apasionante: hubo un debate
político, un debate real acerca de las perspectivas históricas
que abre la crisis económica internacional.
Un
cambio dramático en las condiciones generales de la lucha
La
problemática de la
relación entre factores objetivos y subjetivos en lo
que tiene que ver con la crisis mundial abierta, es lo que
nos ha “perseguido” en el debate a lo largo de
esta conferencia. Partiendo de lo más general, de las
determinaciones más generales hasta las más específicas
acerca del programa y la orientación.
Lo primero es partir de una consideración más general:
la relación entre las condiciones materiales de existencia
(trastrocadas por la crisis) y la lucha entre las clases.
Alrededor de esto ha habido debate. Marx decía en el Manifiesto
Comunista: “La historia de la humanidad es la historia
de la lucha de clases”. Se trataba de una “sentencia”,
a primera vista muy simple, pero que ha dado lugar a muchísimas
controversias entre los marxistas.
Avanzando en el asunto, y poniéndonos en guardia contra
lecturas mecanicistas de la realidad, Marx agregaba: “La
historia no se hace sola; la historia no es un sujeto
aparente por encima de las clases”. La
historia la hacen las clases sociales de carne y hueso.
Sin
embargo, Marx también agregaba algo esencial que de ninguna
manera puede ser perdido de vista: las clases sociales no
hacen la historia en condiciones elegidas por ellas, bajo
su “libre arbitrio”. Porque el quehacer histórico
de las clases sociales está vinculado a una determinación
de suma importancia que es el que pone el terreno
objetivo, material, de la lucha: las generaciones
presentes luchan en condiciones que no eligen, condiciones
que han sido legadas por las generaciones anteriores. Al
mismo tiempo, estas nuevas generaciones, andando el tiempo,
le legan a las posteriores, condiciones transformadas por
ellas mismas.
Aquí
hay, entonces, otra determinación: son las clases sociales
las que hacen la historia. Pero sólo pueden hacer la
historia “en condiciones determinadas”.
Esto
es importante porque introduce la dimensión de las fuerzas
productivas. Por ejemplo, los límites y alcances históricos
de un Espartaco eran muy distintos de los límites y
alcances históricos de la clase obrera de hoy. Los límites
y alcances históricos de Espartaco, que además no pudo
ganar, eran los límites y alcances de un período donde no
estaba puesta la posibilidad material de emancipar a la
humanidad de la explotación del hombre por el hombre.
Los límites y alcances históricos de la época que
estamos viviendo son otros. Son ciertas condiciones
heredadas del desarrollo de las fuerzas productivas que ha
implicado el capitalismo que sí podrían poner a la orden
del día la emancipación de la humanidad. Eso que Trotsky
decía que, considerado históricamente, era un objetivo muy
“mezquino”, limitado, elemental: que no haya miseria
ni explotación.
A eso la burguesía históricamente ha respondido:
“imposible”, la sociedad es “la guerra de todos contra
todos”, “siempre nos vamos a sacar los ojos”. O como
decía Thomas Hobbes, unos de los primeros filósofos políticos
contemporáneos: “El hombre es el lobo del hombre”.
Pero eso no era más que un horizonte histórico determinado por el ascenso de la burguesía,
el ascenso burgués al poder, no una condición de la
existencia humana. No es que el hombre deba ser siempre,
por “naturaleza”, el lobo del hombre. En condiciones
históricas distintas, el desarrollo de las fuerzas
productivas, lo que habilita, es a relaciones
cooperativas en el seno de la humanidad en la medida que
–obviamente– acabemos con el capitalismo, las relaciones
de explotación y opresión y se abra paso la perspectiva
del socialismo.
¿Todo esto por qué lo digo? ¿A cuenta de qué viene? Lo
que estamos viviendo es histórico porque las
condiciones determinadas en las cuales actúa la lucha de
clases mundialmente hoy están cambiando drásticamente.
Por eso la discusión debe arrancar, necesariamente, por
lo objetivo. Todavía no hay grandes luchas de clases.
Lo que sí hay es que las condiciones determinadas en las
cuales las clases van a pelear, el escenario de la lucha de
clases internacional, está viviendo una ruptura
terrible, una ruptura de equilibrios mundiales histórica,
se trata de otras condiciones históricas.
Entonces, insisto: la discusión, necesariamente, debe
arrancar por el análisis exhaustivo de las condiciones de
la lucha, no todavía por la lucha misma. En esto, coincido
con lo que decía un compañero: luchas, inevitablemente,
van a haber, y ya las están habiendo (los obreros de
“Republic, Windows and Doors”, Grecia, etc. etc.) porque
en las condiciones determinadas en las cuales se produce la
lucha, hay un cambio histórico, drástico, épocal.
Como decía otro compañero, hay que arrancar de esta totalidad.
Pero esta totalidad no es una indeterminada, sino que posee
eslabones, tiene jerarquías internas, posee determinaciones
específicas que le vienen del cuadro total transformado por
la crisis. No se trata de una totalidad caótica. La
totalidad del marxismo tiene determinaciones internas,
determinaciones que en este caso –insisto– deben
arrancar por el trastrocamiento completo de las
condiciones objetivas de existencia de las masas.
Lo
que estamos discutiendo hoy es, entonces, que el capitalismo
mundial está sumido en una crisis histórica, epocal,
descomunal. Que las condiciones materiales de su
existencia son relaciones materiales que presionan a las
masas trabajadoras, que la “aplastan”, que ponen al
movimiento obrero mundial contra la pared. De ahí que en
el debate del Gallo Rojo diéramos esa definición de que la
crisis significaba un martillazo cotidiano sobre las
condiciones de vida y conciencia de las masas a nivel
mundial.
Por ejemplo: si a un gato le queman la cola (y un gato,
obviamente, nunca podría ser “socialista”), o lo queman
con un cigarrillo en la panza, ¿qué haría? Es obvio:
rasguñaría, se defendería, “lucharía”. ¡Y
eso que el gato no va a ser socialista nunca!
Es decir, no hace falta una conciencia socialista para que
la clase obrera mundial termine reaccionando, incluso violentamente, ante la agresión
brutal que está sufriendo.
Porque el capitalismo –y más aún en medio de esta
crisis descomunal– es una agresión permanente a la clase
obrera; en eso coincido 100% en el espíritu de la
intervención de Alcides (ver en esta misma edición). No
hay ningún peligro objetivista en este momento de la
discusión. Mas bien, el peligro hoy es perder las
dimensiones históricas-objetivas de la crisis en curso.
Hay
una dramática ruptura de los equilibrios mundiales: entre
las clases, en el seno de la clase dominante y entre los
Estados, algo tremendo que recién está comenzando a
desplegarse y que augura una serie de años por delante de
casi inevitable durísima lucha de clases incrementada.
Algunos compañeros han cuestionado la comparación que
estamos haciendo de la actual crisis económica con la de
los años ’30. Claro que cada crisis tiene sus
especificidades; el mundo económico y político no es el de
los años ’30. Pero no es a ese lugar a donde apunta la
analogía; analogía que creemos, sin embargo, de enorme
utilidad.
Precisemos que no estamos frente a una simple crisis del
neoliberalismo: lo que estamos viviendo es una dramática crisis
de la economía capitalista como tal; es decir, una que
tiene que ver con las leyes más intimas del sistema.
La comparación con los años ‘30 tiene que ver con la magnitud
del acontecimiento histórico que estamos viviendo, que
está desarrollándose frente a nuestros ojos. Como señalara
un compañero citando a Alan Greenspan (el ex presidente de
la Reserva Federal yanqui): esto pasa cada cien años.
La referencia a los años ‘30 no es por una cuestión dogmática:
¡tiene que ver con que una crisis así ocurre cada cien
años!
Por eso arrancamos por ahí y hay que profundizar todavía
mucho más en el análisis y el estudio del lado objetivo de
la cosa. Porque la relación entre Estados, la dinámica de
la crisis capitalista, cómo están funcionando hoy sus
leyes y tendencias a la crisis, si habrá keynesianismo o
no, la crisis de hegemonía, son todos aspectos que tienen
que ver con la “mecánica” de la crisis en curso
en los que hay que profundizar siguiendo al milímetro la
evolución de la crisis misma.
Porque este es el gran factor revolucionario hoy: se
está viviendo un dramático cambio en las condiciones en
las cuales las clases hacen la historia, por eso la discusión
debe comenzar por ahí.
La eventualidad de una transformación de la conciencia
en un sentido general anticapitalista
A partir de que las condiciones históricas de la lucha se
están transformando hay que ver cómo evoluciona la lucha
de clases en ese contexto transformado. Está claro que no
hay ni puede haber ningún automatismo a la salida de
la crisis. Esto en ningún sentido: ni porque la crisis
pueda significar automáticamente una salida socialista
revolucionaria (las mediaciones de todo tipo y color están,
precisamente, para evitar esto); ni, menos que menos, que la
crisis pudiera significar automáticamente una derrota: será
la lucha de clases la que dé su veredicto.
Contra las miradas economicistas de tipo burguesas, a la
salida de una gran depresión, a la salida de las grandes
crisis capitalistas, no hay ni puede haber automatismo que
valga: no se impone el ciclo de la economía capitalista
automáticamente como parecen creer también cierto tipo
de corrientes e intelectuales de la izquierda.
Las
crisis son, digamos, connaturales al capitalismo, pero no en
el sentido burgués de que “sí, el capitalismo tiene
crisis, pero después sale como si no hubiera pasado
nada”... Por el contrario, las crisis son oportunidades
estratégicas para que la salida de las mismas sea la
revolución social; esto, en la medida que el capitalismo es
un sistema íntimamente contradictorio, íntimamente
sometido a contradicciones mortales que en sentido histórico-tendencial
no hacen sino reproducirse más y más a escala ampliada.
Es de esta misma manera que está funcionando la actual
crisis. Porque el trastrocamiento de las relaciones entre
las clases es descomunal. Si la crisis se profundiza,
y se confirma un pronóstico tipo el ‘30, si caen la
General Motors, la Chrysler y la Ford, si siguen cayendo
nuevos bancos (se habla de que sólo en EEUU deberían caer
al menos unos 1.000 bancos chicos y medianos), la crisis va
a pegar un salto descomunal y no está claro que la clase
obrera vaya a dejarse esquilmar así porque sí, no vaya a
hacer nada.
Entonces, esta discusión tiene su lógica: debe
necesariamente arrancar con lo más objetivo que es
la crisis descomunal, la ruptura universal de los
equilibrios del capitalismo que estamos viviendo y que puede
dar lugar a una lucha de clases mundial de magnitudes
históricas en la medida que la crisis se siga
profundizando.
Esto
que estamos señalando está ligado a un segundo problema
que cruzó nuestro debate: el estado de conciencia y
organización con el cual la clase obrera mundial llega a
esta crisis. Algunos compañeros han señalado algo así
como que la conciencia media de las masas mundiales “no
estaría a la altura de las circunstancias”...
Pero esta es una apreciación que peca de falta de
comprensión dialéctica de los procesos. Porque,
apreciada de manera no mecánica, es clásica la definición
de Marx de que es la existencia la que determina la
conciencia: y si la existencia es el actual trastrocamiento en
todas las condiciones de la vida de la clase obrera yanqui o
china o europea o mundial, de ahí se van a seguir, más o
menos inevitablemente, elementos de conciencia
transformados.
Una experiencia transformada, unas condiciones
transformadas de existencia, una experiencia no vinculada ya
(por ejemplo) a un sueño americano “realizado”, puede
dar lugar a la forja de otros elementos en la conciencia
entre las masas trabajadoras.
Porque no hay que olvidar que la experiencia de las masas
se forjó en los últimos treinta años donde el capitalismo
parecía haber cerrado un círculo perfecto. Porque
la clase obrera había abierto una brecha en el capitalismo
mundial con la Revolución Rusa a comienzos del siglo XX; la
clase dominante temió realmente por su dominación, y los
bolcheviques le dieron una fuerza terrible a la clase
obrera, el poder, algo histórico.
El neoliberalismo capitalista coincidió con un hecho histórico
real: el fracaso de esos primeros intentos anticapitalistas.
Había un elemento de verdad en la conciencia de la clase
obrera mundial: el fracaso de esos “experimentos”
iniciales, aunque combinado con un elemento de falsedad, que
se trataba de la condena al fracaso de todo intento
socialista, de la lucha de clases misma, de la clase obrera
como tal, el fin de la historia.
Pero
si supuestamente “fracasó” históricamente el
socialismo y ahora está, realmente, fracasando el
capitalismo, entonces sólo quedaría el “suicidio”
mundial, no habría salida alguna posible. Pero claro, esto
no es verdad, y el hecho es que el que está fracasando
brutalmente, en tiempo real, aquí y ahora, es el mismísimo
capitalismo que estaba llamado a ser el supuesto último
horizonte de desarrollo de la humanidad...
La crisis capitalista actúa, entonces, como un elemento
de propaganda de masas eventualmente anticapitalista:
Wall Street, con sus derrumbes, es como que hace su
strip-tease frente a las masas del mundo todos los días.
Estas condiciones transformadas, esta crisis descomunal de
la economía capitalista va a tener un impacto tremendo en
la representación por parte de las masas de la
realidad. Es decir, condiciones reales transformadas van a
dar también lugar a transformaciones en la conciencia,
veremos en qué grado, pero esto es prácticamente
inevitable.
Claro que la conciencia no es algo puramente pasivo, como
una hoja en blanco, no es un foto; saco una foto y ya está,
es la conciencia. Porque entre el sujeto y el objeto, entre
la realidad y mi representación de la realidad (que al
mismo tiempo es una parte de la propia realidad), se
establece una relación de tipo activa, no puramente
pasiva, de simple copia de la realidad.
Es decir, la realidad impacta sobre la conciencia bajo la
forma en que la misma se representa la realidad que la
rodea. Pero se trata de una representación que no comienza
siempre de cero sino que se inscribe en las representaciones
anteriores. Y que, al mismo tiempo, esa forma de la
conciencia se vuelca sobre la realidad bajo la forma de la actividad
del sujeto, realidad que es transformada de una y otra
manera.
Por ejemplo, en las décadas de la segunda posguerra, la
conciencia acerca del famoso sueño americano (el
“American Dream”) se forjó en condiciones determinadas;
no podría haber sido sólo falsa conciencia. Como decía un
compañero, el sueño americano implicaba el coche, la casa,
determinadas conquistas en materia de salud, educación,
etc., etc.
Pero
si esto ya venia degradándose desde los ’80 en EEUU,
ahora es terrible, es como que se acabó el auto, se acabó
la casa, se acabó el trabajo, se acabó la jubilación, se
acabó la cobertura de salud. Pero entonces, en estas
condiciones, la representación de la realidad debe
necesariamente cambiar; porque el sueño americano se
acabó abruptamente. En realidad, hace décadas que se venia
acabando, pero el mecanismo del crédito parecía recrearlo
a cada momento.
Aquí,
en la Argentina, también se realizaba un fenómeno históricamente
simétrico: el “sueño peronista”. Todos los compañeros
obreros tenían su coche; la clase obrera tenía sus
conquistas; entonces forjaba la conciencia peronista; no era
socialismo, pero se apoyaba en hechos materiales.
Esa conciencia, esa representación, no es pura
conciencia falsa como se podría creer superficialmente.
No es que las más amplias masas obreras y populares viven
en la ignorancia total: esa es una apreciación poco
materialista de la misma conciencia. Claro que tampoco
se trata de una pura conciencia verdadera. La realidad es
que en la conciencia hay –lo decía Antonio Gramsci
correctamente– una combinación de representaciones
falsas y verdaderas.
Las falsas ya la sabemos: los medios de comunicación, el
atraso que sigue habiendo, o lo que sea. Pero en condiciones
transformadas emergen también elementos de conciencia
verdadera. Un lindo ejemplo es la frase de uno de los
obreros de “Republic Windows and Doors”:
“Republic se lo dejamos al patrón; pero los que
hacemos las puertas y las ventanas somos nosotros”. Pero
eso es conciencia verdadera.
Entonces,
condiciones transformadas generan apreciaciones y
experiencias de lucha transformadas. Hasta qué punto, no se
puede saber. Vamos a ver a partir de que comience la
resistencia hasta qué punto la misma va a alcanzar y como
hacemos en ese contexto para ahí sí, influir las
corrientes sobre ese proceso –eventualmente
revolucionario– de conciencia y organización.
Porque, efectivamente, a partir de ahí empieza la
necesaria e imprescindible interacción entre los
revolucionarios, la vanguardia, la clase obrera, las masas;
hay una serie de clásicos y correctos eslabones, la
interrelación entre la acción de las corrientes
revolucionarias y la experiencia de lucha de la clase obrera
y su vanguardia, y es ahí donde de manera creciente se
comienzan a colocar los problemas de dirección ahora sí
cada vez más como determinantes del curso ulterior de la
lucha.
EEUU, Europa, China y Japón. El traslado de los
acontecimientos al centro del globo y las perspectivas del
trotskismo
Después está el problema de Europa, EEUU y China. Lenin
decía que la democracia burguesa era el régimen de la
normalidad burguesa adosado a determinado grado de
desarrollo económico. En América Latina, el fenómeno de
las últimas décadas es algo más contradictorio.
Pero
sobre todo en Europa y EEUU es el régimen de la estabilidad
capitalista, de cierto desarrollo de las fuerzas
productivas. En las condiciones de las últimas décadas,
parece como si se hubiera vivido una especie de período
mundial “bobo”. Esto a diferencia de los años ’70,
por ejemplo del PST en la Argentina, donde hubo muertes,
asesinatos, desaparecidos. Aunque todos saben que no nos
reivindicamos morenistas, sí reivindicamos esa tradición,
esa lucha de los compañeros del PST. Pero la generación, a
partir de la mía, que empezamos la vida política a
comienzos de los años ’80, los compañeros más jóvenes
ni hablar, vivimos en democracia burguesa prácticamente
todo el tiempo.
Pero
ahora se abre un interrogante de enorme importancia: la
democracia burguesa ¿va a sobrevivir? No podemos saberlo;
dependerá del grado de desarrollo de la crisis que está en
la base de la nueva situación mundial que estamos
transitando.
Pero
no hay que darlo por descartado. Porque la democracia
burguesa es un régimen de estabilidad capitalista y como régimen
podría estallar por los aires dando lugar a desarrollos
a derecha e izquierda. Incluso podría emerger una forma
de democracia burguesa “bonapartizada”. Algo así ya
viene ocurriendo. Por ejemplo, en los propios EEUU, con la
Patriot Act de Bush, Guantánamo, el recorte de los derechos
democráticos, etc. etc.
Pero
igualmente lo que ya está clarísimo es que las cosas se
van a poner más duras. Ojo, que hablo del mundo, no de
Argentina, aunque en la Argentina hay elementos de
bonapartismo en lo que hace a la relación del gobierno
K con la vanguardia independiente; un gobierno de mierda que
tiene elementos de debilitamiento, pero también está más
duro con la vanguardia.
Hay que prepararse en ese sentido con un espíritu bien
militante, de partido revolucionario: hay que prepararse
para enfrentamientos muy duros. Porque la situación
mundial prepara situaciones endurecidas de la lucha de
clases, situaciones de casi inevitable adelgazamiento de
la democracia burguesa.
Pero aquí hay otro elemento de enorme importancia: el
traslado, como hace décadas y décadas no se veía, de los
principales acontecimientos mundiales al centro del sistema
mundial, a los EEUU, a Europa, a China.
La cosa “loca” es que de ser el factor de la
estabilidad mundial, el policía del mundo, EEUU ahora se
está transformando en el principal factor de transmisión
de inestabilidad incrementada a todo el mundo. Trotsky
decía en los años ’20: “EEUU aspira a ser la primera
nación del mundo; pero por eso mismo, se le meterán
inevitablemente en su interior, todas las contradicciones
del mundo”. Pero ahora es el mismísimo EEUU el que
traslada su inestabilidad al resto del mundo; era el policía
del mundo, la nación hegemónica, la primera economía, el
25% del PBI, la nación hegemónica mundial, y se está
transformando con esta crisis en el país que le
transmite al mundo desastres y caos todos los días!
Hay
que subrayar que luego de la II Guerra Mundial y reventado o
reabsorbido el ascenso obrero que se desprendió de ella en
Francia, en Italia, en Grecia, en el mismo Japón, con la
estabilización capitalista y el reparto de las áreas de
influencia de EEUU con la ex URSS, el centro de los
acontecimientos revolucionarios mundiales se trasladó a la
periferia. Muchos de los procesos de descolonización
que se sucedieron luego, muchos de los procesos de
revoluciones anticapitalistas (pero sin socialismo) que
ocurrieron, aun de enorme magnitud como la Revolución China
de 1949, no contaron con la centralidad de la clase
obrera y por esto, a nuestro modo de ver, fueron procesos
anticapitalistas pero no obreros y socialistas.
Esta
centralidad no podía ser dada por sentada en las
condiciones de países donde la clase obrera o era muy débil
o había sido sacada anteriormente de la escena (derrota de
la 2° Revolución China en las postrimerías de la década
del ’20).
El
ascenso de los años ’70 en gran medida tendió a revertir
esto: el Mayo Francés, el ascenso obrero en Italia, la
revolución en Portugal, el ascenso en el Cono Sur
Latinoamericano (región históricamente con gran peso de la
clase obrera). Pero este ascenso de las luchas no culmina
con nuevas revoluciones sociales.
Pero ahora está ocurriendo un acontecimiento de
consecuencias potencialmente descomunales: están en riesgo
los equilibrios políticos y sociales en países
absolutamente centrales del sistema capitalista
mundial, países con un enorme peso de la clase asalariada,
de la clase obrera.
Es
que no hay que olvidarse ni por un instante que estamos
hablando de EEUU, de Europa o China, países que concentran
lo más granado de la clase obrera mundial, así esos
contingentes estratégicos de la clase obrera internacional
no vengan de importantes luchas desde décadas y décadas
(salvo en el caso europeo en general y francés en
particular). Ese traslado en la centralidad de los
acontecimientos y luchas al epicentro del sistema mundial,
es otro de los elementos estratégicos que está colocando
esta nueva situación mundial que se comienza a abrir.
Lo anterior se vincula a otro elemento de enorme
importancia estratégica: el de la evolución histórica
del marxismo revolucionario, del trotskismo. El
trotskismo, la tradición organizada del marxismo
revolucionario, viene siendo una corriente marginal desde la
década del ’30. Esto viene siendo así, sobre todo, por
testarudas condiciones objetivas: lo “reventó” el
estalinismo, lo “reventó” la emergencia de la
contrarrevolución estalinista. La década del ‘30 fue la
noche negra del siglo XX.
Y la marginalidad continúa porque a la salida de la II
Guerra Mundial los acontecimientos centrales se trasladaron
a una periferia con poco o nulo peso de la clase obrera; y
el trotskismo es la corriente socialista revolucionaria
de la clase obrera.
Pero ahora puede estar comenzando a pasar una cosa histórica,
objetiva todavía, que se vaya a dar o no, no lo sabemos
todavía; pero que tiene una potencialidad histórica: es el
ya señalado traslado al centro del mundo, a la clase obrera
más concentrada del mundo, de los principales
acontecimientos y, eventualmente, de las principales luchas.
Hay que tener una mirada dialéctica. Porque al mismo
tiempo también las corrientes del socialismo
revolucionario, del trotskismo, actuamos en
circunstancias históricas determinadas. Y si estas
circunstancias se modifican, también se pueden llegar a
modificar las condiciones y alcances de nuestra actuación.
Imagínense
la década del ’30, cuando se fundó la IV Internacional.
Trotsky decía, de manera absolutamente correcta y
consciente de su misión histórica, que ese había sido su
mayor aporte al marxismo revolucionario. No la toma del
poder con Lenin, porque éste podría haberla hecho sin él.
Pero recoger la bandera del marxismo revolucionario en medio
de la contrarrevolución estalinista no la podría haber
hecho nadie sino Trotsky.
Este es su mérito histórico imperecedero (hecho que
reivindicamos sin cortapisa alguna): se trata del hecho que
posibilitó que el trotskismo sea la síntesis del
marxismo revolucionario de nuestros días, la única
tendencia organizada del marxismo revolucionario.
Afirmamos esto aunque en nuestra concepción el marxismo
revolucionario no se reduzca sólo a Trotsky, sino que
involucre en primera instancia al mismísimo Lenin y varios
otros dirigentes históricos como Rosa Luxemburgo, Christian
Rakovsky, etc. etc.
Pero señalar esto último es secundario en estos
momentos, porque el hecho es que la única corriente
organizada del marxismo revolucionario es, hoy por hoy, el
trotskismo, y esta no es una afirmación dogmática, sino un
hecho, y como decía Lenin, los hechos son testarudos.
Pero esto nos lleva a colocar otro interrogante en el
contexto de la actual crisis histórica que se está
abriendo: ¿va a ser siempre marginal el trotskismo? Para
nada, no, o no sé, no está escrito en ninguna parte, mas
bien creo todo lo contrario. Porque depende esa
posibilidad de la evolución de la lucha de clases mundial:
no hay ni puede haber nada fatal, determinista en esto. En
condiciones transformadas de la realidad, también hay
posibilidades transformadas para que el marxismo
revolucionario salga de la marginalidad a la que hemos
sido condenados a lo largo de décadas y décadas.
Precisamente por esa falta de condiciones más objetivas
para el socialismo revolucionario en la posguerra Moreno decía
algo que me parece atinado: se refería a él, a Mandel, a
Lambert, a Cliff, como la “generación perdida del
marxismo revolucionario”. Tenía toda la razón,
estaba indicando los límites objetivos de su acción.
Esto
más allá de que si Mandel era un oportunista pero honesto
intelectualmente, de si Moreno no era un oportunista pero
tuvo muchísimos errores y dejó una síntesis errónea que
hizo estallar a su corriente en mil pedazos. Lambert se
transformó en un monstruo burocrático.
Pero en términos generales: ¿eran malos compañeros? No,
no somos una secta que escupe fuego por la boca. Tratamos de
entender de conjunto la tradición nuestra, la tradición
global del trotskismo. Trotsky era genial, pero las
condiciones objetivas en que le tocó actuar implicaron que
fuera “vencido” por el estalinismo.
Por nuestra parte, no sabemos si somos una generación que
va a hacer la revolución, dirigir una revolución, ser
parte de la revolución, junto con la vanguardia obrera; no
lo sabemos, no se puede saber.
Pero tenemos que tener una perspectiva histórica en
nuestra construcción, no una perspectiva inmediatista.
Igualmente creo que las cosas están cambiando en un sentido
progresivo como para poder enfrentar estos limites históricos
del marxismo revolucionario, no en un año o dos pero sí en
lo que tiene que ver con los procesos históricos que están
en marcha y que pueden estar abriendo condiciones para el relanzamiento
de la lucha por la revolución socialista en el siglo XXI.
No hay que ser mecánicos, ni
naturalizar nuestras actuales condiciones de existencia. Por
circunstancias objetivas el marxismo revolucionario como
corriente global viene siendo de vanguardia y marginal
respecto de las grandes masas desde la década del ’30.
Pero lo importante es que las condiciones para acabar con
esta realidad podrían estar comenzando a ponerse en su
lugar.
Hay que partirle el espinazo a las relaciones de explotación
del capitalismo neoliberal
El método es que estamos en un momento de la discusión
donde se trata de no ponerse locos o ansiosos para que ya
vengan las grandes luchas; o conque tengamos listo ya un
gran programa... Sin embargo, sí debemos delinear elementos
de programa desde ahora mismo; y cuál debe ser el
centro general del mismo.
El primer andarivel es el problema del trabajo: es el
primer problema político de la clase obrera mundial. La
política arranca de ahí: hay una ofensiva capitalista con
nombre y apellido que es la destrucción mundial del empleo
y el primer eslabón del programa es el de apuntar a
enfrentar la escalada mundial de destrucción del empleo
obrero que es destrucción de capital y, sobre todo, destrucción
de puestos de trabajo.
Ahí entra todo el método del Programa de Transición, el
clásico, porque el que sigue trabajando, sigue como esclavo
en las mismas condiciones neoliberales capitalistas de
existencia laboral, y la fragmentación y las jornadas
laborales monstruosas, cinco días a jornadas de doce horas,
turnos rotativos, ausencia de fines de semana, contratados,
eventuales, de agencia. Hay que arrancar por partirle el
espinazo al grado de explotación histórico del capitalismo
neoliberal.
Aquí
hay, además, una especificidad de la crisis actual: se
trata, paradójicamente, de una crisis que emerge sobre la
base no de un período de grandes conquistas obreras como
fue el caso de la crisis de los años ’70, sino en
condiciones de inmenso incremento histórico en la tasa de
explotación de la clase obrera, histórica, del siglo XIX,
tal cual.
Porque en los años ’70 era otra cosa: pleno empleo,
ausentismo de masas los días lunes, efectividad en el
puesto de trabajo, etc. Ahora no hay esa elección para la
clase obrera. Ejemplo nacional: Pirelli, doce horas por día,
te gusta, está bien; no te gusta, te vas. Esas condiciones
de explotación son históricas, son un subproducto
de la lucha de clases, de las derrotas de los ‘70 y ‘80.
El capitalismo va a intentar que sobreviva eso, por eso
Michelle Bachelet dice: “El libre comercio no tiene la
culpa, pero puede ser parte de la solución”...
Esto
es muy profundo: sigue siendo el programa neoliberal, en
todo caso con rostro “humanoide”. Pero nuestro programa apunta
a quebrar esa mierda. Y a las nuevas generaciones más
que a las viejas, porque no tienen familia, se chupan la
cerveza del universo para contrapesar la explotación. Hay
que quebrar las condiciones históricas adquiridas del
capitalismo en la explotación de nuestra clase.
El
programa se debe formular a partir de eso: responder a la
masacre mundial de empleo con la lógica de quebrar el grado
de explotación de la clase obrera de los últimos 30 ó 40
años. ¿Hasta dónde? Hasta poner las fábricas en
funcionamiento por parte de la clase obrera, una
experiencia argentina y venezolana del ciclo de las
rebeliones populares que ahora podría extenderse, crease o
no, al centro del mundo y a plantas un poco más grandes que
lo que marcó la experiencia en nuestra región. Claro que,
en sí misma, la ocupación de las fábricas no resuelve el
problema. Es un paso importantísimo pero en una
perspectiva, en una dirección mucho mayor, no sindicalista:
los organismos y el poder de la clase obrera.
Porque la ocupación es importantísima, un eslabón
imprescindible, pero no resuelve el problema estratégico.
Muchos ensalzan las fábricas recuperadas pero desde una
perspectiva economicista, desde una perspectiva que las
transforma en una suerte de “islas de la felicidad”,
pero desligadas de las vicisitudes del resto de la clase, de
los contingentes más grandes de la clase obrera y del
potencial revolucionario de agruparse con otras experiencias
valiosísimas (como son, en el caso nacional, el SUTNA San
Fernando o el cuerpo de delegados del Subte) para impactar
sobre el resto de la clase obrera en la perspectiva del
poder: hay que tomar el poder. Arrancando de la
destrucción mundial del empleo el programa debe apuntar hacia
el poder.
Hace falta una Conferencia Internacional del marxismo
revolucionario
Para ir finalizando, digamos que la crisis en curso ya está
abriendo enormes desafíos constructivos. Nos da la
impresión, vamos a discutirlo con el resto de los compañeros
de nuestra corriente internacional, que hay que levantar a
la ofensiva, un planteo de embrete en el sentido de
que debería convocarse a una suerte de Conferencia
Internacional de las corrientes socialistas revolucionarias
para discutir la crisis y las posibles respuestas e
iniciativas frente a la misma. Es decir, un evento de
frente único.
En todo caso, en la misma Conferencia se produciría
seguramente una delimitación con las corrientes más
oportunistas, trotsko chavistas, en varios aspectos, por
ejemplo, en el tema del programa, de cuál debería ser el
punto de referencia para la acción: si cada uno de los
gestos de Chávez o las relaciones entre Estados, o como
opinamos nosotros desde la corriente Socialismo o Barbarie
internacional de arrancar de las necesidades y las luchas
de la clase obrera mundial.
Claro que esto no puede diluir otro plano esencialísimo: ya
estamos sintiendo que en diversos países, determinados
grupos y/o agrupamientos de compañeros tocan –por así
decirlo– a la puerta de las corrientes con trabajo
internacional. Es que está claro que en semejante
crisis mundial, permanecer completamente aislado es un
problema tremendo. La propia crisis puede empujar en el
sentido del fortalecimiento de nuestra corriente y debemos
lanzarnos con todo a esta posibilidad de fortalecer los núcleos
existentes de la corriente, al tiempo que poder crear nuevos
en otros países y regiones, por ejemplo arrancando por
extender el trabajo con la nueva edición de nuestra
revista.
Por
último y junto con las tareas de la intervención en las
luchas que ya están comenzando, está el problema también
incrementado de la necesidad de extender la escala de la
propaganda socialista, de actividades de propaganda
anticapitalista, incluso en el terreno de la cultura.
Esto tiene que ver con lo que ya venimos señalando del
cambio ideológico que se está operando en el ámbito
internacional, del fenómeno de deslegitimación del propio
capitalismo o, al menos, de su forma neoliberal.
En
estas condiciones, las posibilidades y alcances de la
propaganda anticapitalista se han fortalecido muchísimo. El
problema de la lucha de ideas, lucha por la cabeza de la
clase. Porque hasta hace sólo unos meses atrás hablar de
anticapitalismo, hablar de socialismo, no dejaba de ser
“delirante”. Pero ahora es tal la caída del muro del
capitalismo que podemos estar viviendo un cambio drástico
en este sentido.
Incluso hay interrogantes en el terreno cultural: ¿va a
haber desarrollos en el terreno de la cultura? ¿Van a haber
manifestaciones culturales progresivas? Si se profundiza la
crisis capitalista creo sí. Porque el desarrollo de la
cultura, el desarrollo de las vanguardias está ligado al
desarrollo de las expresiones vitales de la humanidad.
La crisis capitalista puede abrir un flanco por ese lado:
más intervención en la lucha de clases, más tareas de
propaganda y formación socialistas, más posibilidades de
desarrollos contraculturales, desarrollos todos estos
apasionantes y en los que hay que involucrarse. Y sobre
todo, un mayor impulso e involucramiento de nuestro
partido en la construcción de nuestra corriente
internacional.
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