Socialismo o Barbarie, periódico Nº 143, 22/01/09
 

 

 

 

 

 

2009: año de crisis económica, división burguesa, luchas obreras y elecciones

La decadencia del kirchnerismo

Llamado urgente al PO y al PTS

Pongamos en pie un
frente único de
independencia de clase

En prevención de las elecciones de este año, ante la defección de amplios sectores de la izquierda que irán como furgón de cola de una u otra fracción patronal, desde el PO, el PTS y el Nuevo MAS tenemos una enorme responsabilidad que al mismo tiempo debería ser algo muy sencillo: poner en pie una referencia de frente único político y de clase independiente de alcance nacional.

Esto no se puede hacer en el último minuto del cierre de las listas. Eso sería poco serio y condenaría la iniciativa a la intrascendencia. Ni tampoco atendiendo a caprichos y veleidades infantiles y sectarias que nadie entiende. Por el contrario, de lo que se trata es de poner en pié una campaña de frente único por la independencia política de clase a lo largo de todo el año para batallar políticamente desde ahora mismo poniendo en pie un tercer actor independiente: una representación política de la clase obrera.

Compañeros, ustedes tienen la palabra. Por nuestra parte manifestamos públicamente nuestra decisión de reunirnos inmediatamente a tal efecto.

El 2008 ha operado como una bisagra en la política del país de los últimos años. El conflicto con el “campo” y la dramática crisis económica internacional parecen haber herido estratégicamente de muerte al kirchnerismo, fuerza política patronal dominante en el último quinquenio. No es un elemento menor: se trata, quizás, del principal “dato” político del actual período, independientemente de que esto no quiera decir que el gobierno de Cristina se vaya a acabar próximamente. No es a eso a lo que nos queremos referir sino al agotamiento de un ciclo político que estuvo marcado por determinadas coordenadas económicas, sociales y políticas, coordenadas que hoy están en crisis, han cambiado o virtualmente han desaparecido.

Más allá de constatar la aparentemente irreversible decadencia kirchnerista, la cuestión decisiva para los socialistas revolucionarios es en qué medida la clase trabajadora podrá aprovechar este deterioro en su beneficio. Tanto en el sentido de responder a la actual ofensiva patronal dando un salto en su proceso de lucha y organización, así como también en lo que tiene que ver con su independencia política como clase.

No es una tarea fácil por dos razones. Por un lado, pesa todavía la salida de la escena política de las más amplias masas trabajadoras operada por la reabsorción K de la rebelión popular del 2001. A esto se le ha venido a sumar desde el año pasado la emergencia de un movimiento social conservador de tipo “escuálido”1 alrededor del “campo” y de una oposición política burguesa que, aún con toda su fragmentación, busca vertebrarse en torno a éste, polarizando la escena política del país respecto del gobierno de Cristina K.

Precisamente en este escenario se desprende la tarea central que tiene la izquierda revolucionaria en el próximo período: aportar a quebrar esta polarización entre fracciones de los de arriba cumpliendo un rol de vanguardia en el nuevo ciclo de luchas obreras, que casi inevitablemente emergerá a partir del dramático deterioro de la situación económica. Esto en una perspectiva de intransigente independencia de clase de toda fracción patronal tanto en las luchas como en el terreno político general.

El agotamiento del ciclo político K

En base a contexto se debe abordar la situación política del gobierno de Cristina K. En puridad, ya se puede hablar de un ascenso y “caída” del kirchnerismo, independientemente que al gobierno de Cristina le resten tres años de su mandato. Ya son varios los supuestos de la gestión kirchnerista que han quedado profundamente cuestionados.

En primer lugar queremos destacar un supuesto político: siempre definimos al gobierno de Néstor Kirchner como el “hijo burgués del Argentinazo”. Pero precisamente lo que ocurre es que hace rato que el proceso al que dio lugar de manera indirecta y bastardamente burguesa el gobierno de Kirchner, se cerró. Precisamente, ésta fue la gran obra burguesa del kirchnerismo, al que le deberían estar tan agradecidas todas las fracciones patronales… Pero la clase capitalista no sabe de esos “modales”: si la obra terminó, entonces el director no tiene más nada que hacer en el teatro político. Desde hace bastante tiempo, amplios sectores patronales se lo vienen haciendo saber al personal político kirchnerista.

En segundo lugar, íntimamente ligado al anterior, otro supuesto político: el problema de la deslegitimación y pérdida de peso político del kirchnerismo en el conflicto con el “campo”. Éste tuvo un doble efecto ya que no sólo expresó la más grande división burguesa desde el año 2001, sino que también socavó la base social del kirchnerismo, girando a la derecha amplias porciones de las clases medias y alejándose de él. Entre los trabajadores, el proceso fue más contradictorio: durante el conflicto con los agrarios muchos simpatizaron –equivocadamente– con el campo y el creciente deterioro de las condiciones de salario y empleo apuntan ahora a terminar de quitarle el “lustre” que les quedaba a los esposos K entre la clase trabajadora.

En todo caso, su sustento todavía les viene del control del aparato del Estado, del control burocrático de los trabajadores por parte de la CGT (y, en parte, de la fracción oficialista de la CTA) y de los elementos prebendarios del aparato del PJ en el Gran Buenos Aires y otras zonas del país. Algo, digamos, con sabor a poco… En oportunidad de hacer el balance de la derrota del gobierno en el conflicto agrario decíamos algo que se aplica –no mecánicamente– hasta hoy: “Perdido el apoyo de lo más granado de la burguesía, con el giro a la derecha de amplias porciones de las clases medias y el justo repudio de la opinión pública popular ante el deterioro económico general, el gobierno de Cristina pareció quedar como en el aire, sólo sustentado por el aparato del Estado, parte del PJ, parte de la burocracia sindical y de un sector del movimiento de desocupados hace tiempo cooptado desde el mismo Estado.

En estas condiciones, el final era sólo cuestión de tiempo: terminó perdiendo la pulseada con el campo porque el aparato de Estado nunca puede suplantar –por sí mismo– la falta de apoyo en alguna de las clases fundamentales de la sociedad: sea la burguesía y el imperialismo, sea la clase trabajadora. El gobierno de Cristina K quedó como a la búsqueda de un rumbo que le permita recuperar al menos parte de la confianza de la clase para la que finalmente gobierna: lo gran burguesía nativa o extranjera, del campo o la ciudad”2.

Podríamos decir que pasado medio año todavía está en esto. Porque el dato político más relevante es que el gobierno de Cristina K quedó –aparentemente de manera irreversible– como un gobierno minoritario. Insistimos en un contraste: no hay que olvidar que años atrás a Néstor Kirchner se lo podía definir como un gobierno de “alas anchas”, que llegó a ser prácticamente hegemónico y que bajo su “ala” se “escondían” variados sectores. Un gobierno que tuvo el unánime apoyo del conjunto de la patronal y de amplios sectores de masas trabajadoras y de las clases medias, y que con su batuta la burguesía logró sacar de la escena política nacional al movimiento de masas, que peligrosamente la venía ocupando desde de las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001. Esto ahora se acabó definitivamente. Hasta las “ratas” van huyendo del barco (recientemente acaban de romper con él Libres del Sur, el diputado Bonasso y Anibal Ibarra). Tanto superestructuralmente como por abajo (entre porciones de los explotados y oprimidos), el gobierno de los K está en minoría considerado esto desde el punto de vista político.

La coalición campestre

A partir de la evolución del kirchnerismo se trata de caracterizar más en profundidad la variopinta coalición con la que se están enfrentando los K, un fenómeno que no se agota en lo estrictamente partidario y / o “político”, en el sentido estrecho del término. Porque lo que le dio impulso a la fragmentada oposición patronal (Carrió, Cobos, Duhalde, radicalismo, centroizquierdistas no K, etc.) no fueron sus propios “méritos” sino el haberse montado en la emergencia del movimiento social conservador alrededor de los reclamos de los productores agrarios, sobre todo los privilegiados de la amplia zona de la pampa húmeda que cortaron rutas con sus 4x4. Movimiento que se expresó de manera importante el año pasado alrededor de los diversos “cacerolazos” que jalonaron el conflicto, en los cortes de ruta, en los masivos actos de Rosario y Capital Federal y que podría volver eventualmente a expresarse en las rutas a partir de marzo de este año.

Si en Argentina se busca un movimiento de tipo escuálido como los de Venezuela o Bolivia (en tanto movimiento social, no algo puramente pasivo o superestructural) lo encontraría en el movimiento surgido del campo argentino, donde se dan muchas de las características del atraso y el conservadurismo secular. El problema se agiganta cuando de lo que se trata es de cientos de miles de votantes que viven en el interior del país y que tradicionalmente han votado por uno u otro partido patronal. Ahí el “botín” detrás del cual está la oposición patronal (y alguna “izquierda” que hace rato perdió toda brújula de clase).

Lo anterior nos lleva de cabeza al problema de los sectores autoproclamados de “izquierda” y que son parte de la coalición campestre habiendo perdido todo rasgo de independencia.

En este aspecto también el 2008 operó modificaciones de enorme magnitud: se produjo una división que partió a la izquierda al medio. Porque ya no se trata sólo de los sectores que fueron rápidamente cooptados por los K inmediatamente después de su asunción (D’ Elia, el Movimiento Evita de Pérsico o Libres del Sur, que ahora acaba de romper). Se trata de que una parte importante de la izquierda, como la CCC, e incluso sectores que se consideran “trotskistas” como el MST, que fue lisa y llanamente cooptada por la burguesía campestre en sus diversas expresiones. Políticamente, los campestres tienden a expresarse en dos coaliciones anti–K: una de centro derecha y otra de centro izquierda. Por ejemplo, en estos mismísimos momentos, se está hablando de la eventualidad de que la CCC participe en las elecciones de la mano de Elisa Carrió (más radicales, socialistas y otras yerbas). Sí hasta el oligárquico diario La Nación ha festejado varias veces a Alderete como “el quinto miembro de la Mesa de Enlace”. Por su parte, es sabido que el MST está desesperado por lograr algún lugarcito bajo el sol de la mano de la centro izquierda campestre del cineasta Pino Solanas, De Gennaro, Lozano, y ex kirchneristas como Miguel Bonaso y Anibal Ibarra3. Y si en el camino lo que queda en el aire es la perspectiva de independencia de clase de los trabajadores, para estos “izquierdistas” es lo de menos (si es que así pueden obtener algún carguito).

Sin embargo, desde ya que para la izquierda realmente revolucionaria la bandera de la independencia de todo bloque patronal es de principios e imprescindiblemente debe ser sostenida tanto en lo que hace a las perspectivas de las luchas mismas (ver el caso del reciente corte de ruta de Metal Paraná) como para las elecciones que se avecinan.

La clase obrera como tercera en discordia

En el marco de lo que venimos señalando, no fue casual que el pasado jueves 15/01 en oportunidad del corte de ruta en Villa Constitución de los obreros de Paraná Metal, Alberto Piccinini no haya tenido mejor idea que llevar –de manera totalmente inconsulta por lo demás– a la FAA de Eduardo Buzzi. Tal que lo que debía ser una lucha independiente de los trabajadores se convirtió según varios de los principales noticieros de la TV en “el primer corte de ruta del campo en el año 2009”…

Está en obra toda una estrategia para subordinar a la clase obrera al carro de uno u otro sector burgués, campestre o no. La CGT (y parte de la CTA) detrás del Ministerio de Trabajo y el gobierno de los K, sólo reclamando “más diputados sindicales en las listas del PJ” para las elecciones de octubre próximo… La otra pata de la CTA y también los sectores de la “izquierda” ya señalados (la CCC y el MST) detrás de una u otra fracción campestre: sea la de centroderecha o la de centroizquierda, lo mismo da.

Hay un dicho que dice “a río revuelto ganancia de pescador”. Esto tiene una enorme importancia para las perspectivas del año que está comenzando. Porque el problema es que desde el año pasado la división patronal entre los K y la coalición campestre ha dejado muy poco espacio para la emergencia independiente de la clase obrera ¿A qué viene este dicho entonces? Precisamente a que este mismo fenómeno de polarización y división burguesa que parece cerrar por momentos toda posibilidad para la posición independiente tiene su “reversibilidad”. Algo clásico como que por entremedio de la división en las alturas eventualmente se “filtre” la intervención independiente de las luchas de los explotados y oprimidos. Y si esto aún no se ha verificado, no hay por qué descartarlo hacia adelante en las condiciones de una dramática crisis económica mundial que ha abierto una nueva situación política en todo el orbe y que más temprano que tarde terminará impactando con toda su magnitud en nuestro país. El cambio de circunstancias materiales que se está viviendo en tiempo real y sus consecuencias –mundialmente y en el país– a nivel del empleo y los salarios podrían crear las condiciones para la emergencia de una ola de luchas de los trabajadores, que rompiendo el corsé de la burocracia sindical, lo proyecte como un tercer actor de la coyuntura política del país. Un tercer actor en discordia del cual desde el gobierno K y la patronal agraria, pasando por las burocracias de todos los colores e, incluso, sectores de la “izquierda” campestre, nadie quiere oír siquiera hablar.

La eventualidad de un verano, un otoño o un invierno calientes

Esto nos lleva a un último elemento, pero no de menor importancia: el problema de la dinámica concreta que van a ir teniendo las luchas. Desde estas mismas páginas señalamos números atrás que había que prepararse para un verano caliente. Pues bien, precisemos someramente cómo viene el verano.

Para comenzar, hay que señalar que recién estamos a 20 días de comenzado el año. El conflicto más “visible” viene siendo el de Paraná Metal (1.200 trabajadores) y están en ciernes los anunciados 2.400 despidos en Siderar de San Nicolás.

No casualmente, uno de los ejes de la eventual conflictividad obrera va desde la zona norte del gran Buenos Aires, pasando por Campana, Villa Constitución, San Nicolás y hasta Rosario, una región que concentra, junto con Córdoba, parte de lo más granado de la industria argentina. Al mismo tiempo, esto no quiere decir que no hayan ido despuntando toda una seria de “pequeños” conflictos como es ahora el caso de la papelera Masuh en el sur del gran Buenos Aires.

También es verdad que la política gubernamental–burocrática de administrar la crisis ha venido evitando, por ahora, mayores desbordes en las terminales automotrices. La receta de esta “administración” es la combinación de adelantamiento de las vacaciones, suspensiones con rebaja salarial al 75%, y otro tipo de “suspensiones” que parecen más bien lisos y llanos despidos encubiertos a fecha fija. Y para hacer más “pasable” esta política, tanto patronales, como gobierno y burocracia sindical (y sobre todo los dos últimos), andan intentando vender que la crisis actual se trataría de una “crisis pasajera”, que “para junio o julio” ya estaría “resuelta” y que entonces todo quedaría “solucionado”… Una mentira ridícula y total. La verdad es que la crisis ha llegado para quedarse: cada noticia que se anuncia acerca de la economía mundial demuestra el carácter histórico de la crisis, no sólo la más grave desde los años ’30, sino incluso con la posibilidad de ser tan o más dramática que ésta.

Pero además está el tema de las paritarias y el salario. Porque si la escalada inflacionaria lentificó en algo su evolución, se sigue viviendo con un nivel de aumentos de precios de magnitud (para colmo ahora están los aumentos de tarifas, transporte, colegios, etc.), muy por encima de la media mundial, que tiene la característica en la Argentina de combinar, eventualmente, el peor de los mundos: tendencias recesivas con alta inflación.

En este escenario se irán acumulando presiones y contradicciones. En algún momento las patronales finalmente producirán los despidos masivos y entonces enfrentaremos eventualmente un verano, un otoño, o un invierno… calientes, muy calientes. Para esto hay que ir preparándose interviniendo con fuerza en las luchas en curso como venimos haciendo desde el Nuevo MAS en el caso de Metal Paraná.


Notas:

[1]- Se le llama así al movimiento opositor reaccionario al gobierno de Hugo Chávez.

2- “La nueva cuestión agraria. La rebelión de los patrones rurales y la izquierda argentina”, José Luís Rojo. Folleto digital en www.mas.org.ar.

3- Un verdadera comedia de enredos se pudo ver días atrás en el diario Página 12 cuando en un reportaje a Vilma Ripoll (MST) ella reconocía que “habían perdido militantes por su alineamiento con el campo”… sólo para tratar de desmentirlo horas después. Sin embargo, lo que espontáneamente declaró es la pura verdad: entre aquellos compañeros con tradición de independencia de clase o meramente “progresistas” ¡repugnó la alineación de este sector de la izquierda con las patronales agrarias!