2009:
año de crisis económica, división burguesa, luchas
obreras y elecciones
La
decadencia del kirchnerismo
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Llamado
urgente al PO y al PTS
Pongamos
en pie un
frente único de
independencia de clase
En
prevención de las elecciones de este año, ante la defección
de amplios sectores de la izquierda que irán como furgón
de cola de una u otra fracción patronal, desde el PO, el
PTS y el Nuevo MAS tenemos una enorme responsabilidad que al
mismo tiempo debería ser algo muy sencillo: poner en pie una
referencia de frente único político y de clase
independiente de alcance nacional.
Esto
no se puede hacer en el último minuto del cierre de las
listas. Eso sería poco serio y condenaría la iniciativa a
la intrascendencia. Ni tampoco atendiendo a caprichos y
veleidades infantiles y sectarias que nadie entiende. Por el
contrario, de lo que se trata es de poner en pié una campaña
de frente único por la independencia política de clase a
lo largo de todo el año para batallar políticamente desde
ahora mismo poniendo
en pie un tercer actor independiente: una representación
política de la clase obrera.
Compañeros,
ustedes tienen la palabra. Por nuestra parte manifestamos públicamente
nuestra decisión de reunirnos inmediatamente a tal efecto.
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El
2008 ha operado como una bisagra
en la política del país de los últimos años. El
conflicto con el “campo” y la dramática crisis económica
internacional parecen haber herido
estratégicamente de muerte al kirchnerismo, fuerza política
patronal dominante en el último quinquenio. No es un
elemento menor: se trata, quizás, del principal “dato”
político del actual período, independientemente de que
esto no quiera decir que el gobierno de Cristina se vaya a
acabar próximamente. No es a eso a lo que nos queremos
referir sino al agotamiento de un ciclo político que estuvo marcado por
determinadas coordenadas económicas, sociales y políticas,
coordenadas que hoy están en crisis, han cambiado o
virtualmente han desaparecido.
Más
allá de constatar la aparentemente irreversible decadencia
kirchnerista, la cuestión decisiva
para los socialistas revolucionarios es en qué medida la
clase trabajadora podrá aprovechar
este deterioro en su beneficio. Tanto en el sentido de
responder a la actual ofensiva patronal dando un salto en su
proceso de lucha y organización, así como también en lo
que tiene que ver con su independencia
política como clase.
No
es una tarea fácil por dos razones. Por un lado, pesa todavía
la salida de la escena política de las más amplias masas
trabajadoras operada por la reabsorción K de la rebelión
popular del 2001. A esto se le ha venido a sumar desde el año
pasado la emergencia de un movimiento
social conservador de tipo “escuálido”1
alrededor del “campo” y de una oposición política
burguesa que, aún con toda su fragmentación, busca
vertebrarse en torno a éste, polarizando la escena política del país respecto del gobierno de
Cristina K.
Precisamente
en este escenario se desprende la tarea
central que tiene la izquierda revolucionaria en el próximo
período: aportar a quebrar
esta polarización entre fracciones de los de arriba
cumpliendo un rol de vanguardia en el nuevo
ciclo de luchas obreras, que casi inevitablemente
emergerá a partir del dramático deterioro de la situación
económica. Esto en una perspectiva de intransigente
independencia de clase de toda fracción patronal tanto
en las luchas como en el terreno político general.
El agotamiento del ciclo político K
En
base a contexto se debe abordar la situación política del
gobierno de Cristina K. En puridad, ya se puede hablar de un
ascenso y “caída” del kirchnerismo, independientemente
que al gobierno de Cristina le resten tres años de su
mandato. Ya son varios los supuestos de la gestión
kirchnerista que han quedado profundamente cuestionados.
En
primer lugar queremos destacar un supuesto político:
siempre definimos al gobierno de Néstor Kirchner como el
“hijo burgués del Argentinazo”. Pero precisamente lo
que ocurre es que hace rato que el proceso al que dio lugar
de manera indirecta y bastardamente burguesa el gobierno de
Kirchner, se cerró.
Precisamente, ésta fue la gran obra burguesa del
kirchnerismo, al que le deberían estar tan agradecidas
todas las fracciones patronales… Pero la clase capitalista
no sabe de esos “modales”: si la obra terminó, entonces
el director no tiene más nada que hacer en el teatro político.
Desde hace bastante tiempo, amplios sectores patronales se
lo vienen haciendo saber al personal político kirchnerista.
En
segundo lugar, íntimamente ligado al anterior, otro
supuesto político: el problema de la deslegitimación y pérdida
de peso político del kirchnerismo en el conflicto con el
“campo”. Éste tuvo un doble efecto ya que no sólo
expresó la más grande división burguesa desde el año
2001, sino que también socavó
la base social del kirchnerismo, girando a la derecha
amplias porciones de las clases medias y alejándose de él.
Entre los trabajadores, el proceso fue más contradictorio:
durante el conflicto con los agrarios muchos simpatizaron
–equivocadamente– con el campo y el creciente deterioro
de las condiciones de salario y empleo apuntan ahora a
terminar de quitarle el “lustre” que les quedaba a los
esposos K entre la clase trabajadora.
En
todo caso, su sustento todavía les viene del control del
aparato del Estado, del control burocrático de los
trabajadores por parte de la CGT (y, en parte, de la fracción
oficialista de la CTA) y de los elementos prebendarios del
aparato del PJ en el Gran Buenos Aires y otras zonas del país.
Algo, digamos, con sabor a poco… En oportunidad de hacer
el balance de la derrota del gobierno en el conflicto
agrario decíamos algo que se aplica –no mecánicamente–
hasta hoy: “Perdido el apoyo de lo más granado de la
burguesía, con el giro a la derecha de amplias porciones de
las clases medias y el justo repudio de la opinión pública
popular ante el deterioro económico general, el gobierno de
Cristina pareció quedar como en el aire, sólo sustentado
por el aparato del Estado, parte del PJ, parte de la
burocracia sindical y de un sector del movimiento de
desocupados hace tiempo cooptado desde el mismo Estado.
En
estas condiciones, el final era sólo cuestión de tiempo:
terminó perdiendo la pulseada con el campo porque el
aparato de Estado nunca puede suplantar –por sí mismo–
la falta de apoyo en alguna de las clases fundamentales de
la sociedad: sea la burguesía y el imperialismo, sea la
clase trabajadora. El gobierno de Cristina K quedó como a
la búsqueda de un rumbo que le permita recuperar al menos
parte de la confianza de la clase para la que finalmente
gobierna: lo gran burguesía nativa o extranjera, del campo
o la ciudad”2.
Podríamos
decir que pasado medio año todavía está en esto. Porque
el dato político más relevante es que el gobierno de
Cristina K quedó –aparentemente de manera irreversible–
como un gobierno minoritario.
Insistimos en un contraste: no hay que olvidar que años atrás
a Néstor Kirchner se lo podía definir como un gobierno de
“alas anchas”, que llegó a ser prácticamente hegemónico
y que bajo su “ala” se “escondían” variados
sectores. Un gobierno que tuvo el unánime apoyo del
conjunto de la patronal y de amplios sectores de masas
trabajadoras y de las clases medias, y que con su batuta la
burguesía logró
sacar de la escena política nacional al movimiento de masas,
que peligrosamente la venía ocupando desde de las jornadas
del 19 y 20 de diciembre del 2001. Esto ahora se acabó
definitivamente. Hasta las “ratas” van huyendo del barco
(recientemente acaban de romper con él Libres del Sur, el
diputado Bonasso y Anibal Ibarra). Tanto
superestructuralmente como por abajo (entre porciones de los
explotados y oprimidos), el gobierno de los K está
en minoría considerado esto desde el punto de vista político.
La
coalición campestre
A
partir de la evolución del kirchnerismo se trata de
caracterizar más en profundidad la variopinta
coalición con la que se están enfrentando los K, un
fenómeno que no se agota en lo estrictamente partidario y /
o “político”, en
el sentido estrecho del término. Porque lo que le dio
impulso a la fragmentada oposición patronal (Carrió,
Cobos, Duhalde, radicalismo, centroizquierdistas no K, etc.)
no fueron sus propios “méritos” sino el haberse montado en la emergencia del movimiento social conservador
alrededor de los reclamos de los productores agrarios, sobre
todo los privilegiados de la amplia zona de la pampa húmeda
que cortaron rutas con sus 4x4. Movimiento que se expresó
de manera importante el año pasado alrededor de los
diversos “cacerolazos” que jalonaron el conflicto, en
los cortes de ruta, en los masivos actos de Rosario y
Capital Federal y que podría volver eventualmente a
expresarse en las rutas a partir de marzo de este año.
Si
en Argentina se busca un movimiento de tipo escuálido
como los de Venezuela o Bolivia (en tanto movimiento social, no algo puramente pasivo o superestructural) lo encontraría
en el movimiento surgido del campo argentino, donde se dan muchas de las características del atraso y el conservadurismo secular.
El problema se agiganta cuando de lo que se trata es de
cientos de miles de votantes que viven en el interior del país
y que tradicionalmente han votado por uno u otro partido
patronal. Ahí el “botín” detrás del cual está la
oposición patronal (y alguna “izquierda” que hace rato
perdió toda brújula de clase).
Lo
anterior nos lleva de cabeza al problema de los sectores
autoproclamados de “izquierda” y que son parte de la
coalición campestre habiendo perdido todo rasgo de
independencia.
En
este aspecto también el 2008 operó modificaciones de
enorme magnitud: se
produjo una división que partió a la izquierda al medio.
Porque ya no se trata sólo de los sectores que fueron rápidamente
cooptados por los K inmediatamente después de su asunción
(D’ Elia, el Movimiento Evita de Pérsico o Libres del
Sur, que ahora acaba de romper). Se trata de que una parte
importante de la izquierda, como la CCC, e incluso sectores
que se consideran “trotskistas” como el MST, que fue
lisa y llanamente cooptada por la burguesía campestre en sus diversas expresiones.
Políticamente, los campestres tienden a expresarse en dos
coaliciones anti–K: una de centro derecha y otra de centro
izquierda. Por ejemplo, en estos mismísimos momentos, se
está hablando de la eventualidad de que la CCC participe en
las elecciones de la mano de Elisa Carrió (más radicales,
socialistas y otras yerbas). Sí hasta el oligárquico
diario La Nación ha festejado varias veces a Alderete como
“el quinto miembro de la Mesa de Enlace”. Por su parte,
es sabido que el MST está desesperado por lograr algún
lugarcito bajo el sol de la mano de la centro izquierda
campestre del cineasta Pino Solanas, De Gennaro, Lozano, y
ex kirchneristas como Miguel Bonaso y Anibal Ibarra3.
Y si en el camino lo que queda en el aire es la perspectiva
de independencia de clase de los trabajadores, para estos
“izquierdistas” es lo de menos (si es que así pueden
obtener algún carguito).
Sin
embargo, desde ya que para la izquierda realmente
revolucionaria la bandera de la independencia de todo bloque
patronal es de principios
e imprescindiblemente debe ser sostenida tanto en lo que
hace a las perspectivas de las luchas mismas (ver el caso
del reciente corte de ruta de Metal Paraná) como para las
elecciones que se avecinan.
La
clase obrera como tercera en discordia
En
el marco de lo que venimos señalando, no fue casual que el
pasado jueves 15/01 en oportunidad del corte de ruta en
Villa Constitución de los obreros de Paraná Metal, Alberto
Piccinini no haya tenido mejor idea que llevar –de manera
totalmente inconsulta por lo demás– a la FAA de Eduardo
Buzzi. Tal que lo que debía ser una lucha independiente
de los trabajadores se convirtió según varios de los
principales noticieros de la TV en “el primer corte de
ruta del campo en el año 2009”…
Está
en obra toda una estrategia para subordinar
a la clase obrera al carro de uno u otro sector burgués,
campestre o no. La CGT (y parte de la CTA) detrás del
Ministerio de Trabajo y el gobierno de los K, sólo
reclamando “más diputados sindicales en las listas del PJ”
para las elecciones de octubre próximo… La otra pata de
la CTA y también los sectores de la “izquierda” ya señalados
(la CCC y el MST) detrás de una u otra fracción campestre:
sea la de centroderecha o la de centroizquierda, lo mismo
da.
Hay
un dicho que dice “a río revuelto ganancia de
pescador”. Esto tiene una enorme importancia para las
perspectivas del año que está comenzando. Porque el
problema es que desde el año pasado la división patronal
entre los K y la coalición campestre ha
dejado muy poco espacio para la emergencia independiente de
la clase obrera ¿A qué viene este dicho entonces?
Precisamente a que este mismo fenómeno de polarización y
división burguesa que parece cerrar por momentos toda
posibilidad para la posición independiente tiene su “reversibilidad”.
Algo clásico como que
por entremedio de la división en las alturas eventualmente
se “filtre” la intervención independiente de las luchas
de los explotados y oprimidos. Y si esto aún no se ha
verificado, no hay
por qué descartarlo hacia adelante en las condiciones de
una dramática crisis económica mundial que ha abierto una
nueva situación política en todo el orbe y que más
temprano que tarde terminará impactando con toda su
magnitud en nuestro país. El cambio de circunstancias
materiales que se está viviendo en tiempo real y sus
consecuencias –mundialmente y en el país– a nivel del
empleo y los salarios podrían crear las condiciones para
la emergencia de
una ola de luchas de los trabajadores, que rompiendo el
corsé de la burocracia sindical, lo
proyecte como un tercer actor de la coyuntura política del
país. Un tercer actor en discordia del cual desde el
gobierno K y la patronal agraria, pasando por las
burocracias de todos los colores e, incluso, sectores de la
“izquierda” campestre, nadie quiere oír siquiera hablar.
La
eventualidad de un verano, un otoño o un invierno calientes
Esto
nos lleva a un último elemento, pero no de menor
importancia: el
problema de la dinámica concreta que van a ir teniendo las
luchas. Desde estas mismas páginas señalamos números
atrás que había que prepararse para un verano caliente. Pues bien, precisemos someramente cómo viene el verano.
Para
comenzar, hay que señalar que recién estamos a 20 días de
comenzado el año. El conflicto más “visible” viene
siendo el de Paraná Metal (1.200 trabajadores) y están en
ciernes los anunciados 2.400 despidos en Siderar de San
Nicolás.
No
casualmente, uno de los ejes de la eventual conflictividad
obrera va desde la zona norte del gran Buenos Aires, pasando
por Campana, Villa Constitución, San Nicolás y hasta
Rosario, una región
que concentra, junto con Córdoba, parte de lo más granado
de la industria argentina.
Al mismo tiempo, esto no quiere decir que no hayan ido
despuntando toda una seria de “pequeños” conflictos
como es ahora el caso de la papelera Masuh en el sur del
gran Buenos Aires.
También
es verdad que la política gubernamental–burocrática de
administrar la crisis ha venido evitando, por ahora, mayores
desbordes en las terminales automotrices. La receta de esta
“administración” es la combinación de adelantamiento
de las vacaciones, suspensiones con rebaja salarial al 75%,
y otro tipo de “suspensiones” que parecen más bien
lisos y llanos despidos
encubiertos a fecha fija. Y para hacer más
“pasable” esta política, tanto patronales, como
gobierno y burocracia sindical (y sobre todo los dos últimos),
andan intentando vender que la crisis actual se trataría de
una “crisis pasajera”, que “para junio o julio” ya
estaría “resuelta” y que entonces todo quedaría
“solucionado”… Una mentira ridícula y total. La
verdad es que la crisis ha llegado para quedarse: cada
noticia que se anuncia acerca de la economía mundial
demuestra el carácter histórico
de la crisis, no sólo la más grave desde los años ’30,
sino incluso con la posibilidad de ser tan o más dramática
que ésta.
Pero
además está el tema de las paritarias y el salario. Porque
si la escalada inflacionaria lentificó en algo su evolución,
se sigue viviendo con un nivel de aumentos de precios de
magnitud (para colmo ahora están los aumentos de tarifas,
transporte, colegios, etc.), muy por encima de la media
mundial, que tiene la característica en la Argentina de
combinar, eventualmente, el peor de los mundos: tendencias recesivas con alta inflación.
En
este escenario se irán acumulando presiones y
contradicciones. En algún momento las patronales finalmente
producirán los despidos masivos y entonces enfrentaremos
eventualmente un verano, un otoño, o un invierno… calientes, muy calientes. Para esto hay que ir preparándose
interviniendo con fuerza en las luchas en curso como
venimos haciendo desde el Nuevo MAS en el caso de Metal
Paraná.
Notas:
[1]-
Se le llama así al movimiento opositor reaccionario al
gobierno de Hugo Chávez.
2-
“La nueva cuestión agraria. La rebelión de los patrones
rurales y la izquierda argentina”, José Luís Rojo.
Folleto digital en www.mas.org.ar.
3-
Un verdadera comedia de enredos se pudo ver días atrás en
el diario Página 12 cuando en un reportaje a Vilma Ripoll
(MST) ella reconocía que “habían perdido militantes por
su alineamiento con el campo”… sólo para tratar de
desmentirlo horas después. Sin embargo, lo que espontáneamente
declaró es la pura verdad: entre aquellos compañeros con
tradición de independencia de clase o meramente
“progresistas” ¡repugnó
la alineación de este sector de la izquierda con las
patronales agrarias!
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