La
coyuntura nacional
La
clase obrera debe intervenir en la crisis
La
coyuntura política se está complicando.
Quizás sus actores más connotados no se hayan percatado
del todo, metidos como están en la lid electoral. Pero el
hecho es que está en curso un cruce de tendencias que tiene su epicentro en el acelerado
debilitamiento y pérdida de sustentación política y
social del gobierno de Cristina K. La verdad que a tres años
que restan de su mandato es
difícil figurarse cómo llegará al final del mismo.
Fundamentalmente
dos son las tendencias
contrapuestas que marchan rumbo a un choque de
proporciones sobre el trasfondo de la imparable profundización
de la crisis mundial. Por un lado, desde el punto de vista
estrictamente “político”, es un hecho que la oposición
burguesa (que mayormente corre por derecha al gobierno de la
mano de las entidades patronales del campo), es la que está
capitalizando el escenario “superestructural” del
descontento con el gobierno de los K. Esta tendencia tiene
un grave problema: está en total contradicción con el
derrumbe mundial del discurso neoliberal que supo ser hegemónico
en las últimas tres décadas.
Al
mismo tiempo, la evolución de la crisis mundial –que
empieza a llegar con fuerza a nuestro país– apunta a
corto o mediano plazo inevitablemente a espolear
–a pesar de todos los esfuerzos de contención de la CGT y
la CTA– la
emergencia de un nuevo ciclo de luchas y organización de la
clase obrera argentina.
Es
esta emergencia la que podría
romper la polarización burguesa que impera, hoy por hoy
en el país, colocando la situación política sobre nuevos
puntos de referencia. Esta perspectiva es por la que
debe trabajar la izquierda revolucionaria de nuestro país.
Tendencias
contrapuestas
Como
venimos señalando, existe una aguda contradicción entre
las tendencias internacionales y el dogma que levantan
conjuntamente la oposición patronal y las cuatro entidades
del campo. Su programa es uno de liberalización
de la economía: no intervención del Estado, libre
exportación de cereales y derogación de las retenciones.
En las condiciones de una crisis económica que crece en el
país a ojos vista, con la presión de crecientes despidos,
una inflación que no ha sido realmente moderada, aumentos
de tarifas, caída del producto industrial y las
exportaciones, la
aplicación del programa de las cuatro entidades del campo
lo único que lograría es hacer saltar por los aires los
equilibrios sociales que restan como legado burgués de los
K. Un conocido vocero campestre acaba de señalar que
“Lula es casi el único líder del mundo que ha levantado
su voz contra el proteccionismo y el único, quizás, que
promueve con fuerza la vigencia del libre comercio (…). No
es un mérito menor en un mundo donde comienza a percibirse,
aun en los países más desarrollados, el peligroso embrión
del proteccionismo. Lo único malo es que Lula está solo, y
que la Argentina no lo acompaña, sobre
todo porque la estructura económica local necesita
desesperadamente del libre comercio”.
Más
allá de si “la Argentina necesita desesperadamente del
libre comercio” (sic), lo contradictorio del caso se
manifiesta precisamente en el hecho de que no se trata sólo
de que el dogma neoliberal esté cuestionado en la periferia
del sistema. En los propios EEUU, el reciente paquete fiscal
de rescate del gobierno de Obama acaba de incluir una cláusula
de “compre norteamericano” que si bien terminó siendo
relativamente atenuada, tiene plena validez para países
“en desarrollo” como la Argentina.
Pero
además, todos los medios especializados están señalando
que las tendencias en el orden mundial al proteccionismo
están creciendo; incluso crecen en el “pago chico”:
al interior del Mercosur cuesta frenar esta dinámica a
pesar de las bellas palabras de los gobierno de Cristina y
Lula. No importa: los
campestres están levantando las banderas del “libre
comercio” cuando las mismas están por el piso en todo el
mundo.
No
se trata de un problema meramente ideológico. La
consecuencias concretas de sus exigencias en un contexto de
deterioro fiscal del gobierno K y de que se da en la
Argentina el hecho que la inflación sigue siendo inusitadamente
alta para los actuales estándares internacionales, no
harían más que sumar presión sobre las ya deterioradas
condiciones de vida de la clase obrera: a los despidos
crecientes sumaría más deterioro por la vía del derrumbe
final del salario. ¡Y
todavía hay sectores que se dicen de “izquierda” que
defienden esta basura!
¿Cuál
es entonces la contradicción? Un gobierno debilitado que en
las alturas está espoleado por derecha mientras que por
abajo –a pesar del rol “estabilizador” de las
burocracias sindicales–
el
péndulo va a ir crecientemente en un sentido exactamente
contrario.
Pacto
social para atarle las manos a la clase obrera
Si
este escenario aún no ha irrumpido es producto del rol de
la burocracia sindical. Por ahora ha venido funcionando la
política de administrar
la crisis. Esto es así, básicamente, porque la crisis
sólo en estas últimas semanas comienza realmente a pegar
con todo: la caída del producto industrial (sobre todo el
derrumbe de la producción automotriz) y de las
exportaciones así lo están indicando.
Esto
tiene mucha importancia: no es lo mismo dejar en la calle a
“algunos” (básicamente, los compañeros contratados)
mientras que a los demás se les asegura sus puestos de
trabajo, aun en medio de suspensiones y rebajas parciales de
salarios. El panorama cambiaría completamente de afectarse
a planteles enteros; en ese caso las mediaciones y engaños
de que la crisis es “pasajera” y sólo hay que
“aguantar unos meses” seguramente no funcionarían tan
bien.
Este
podría ser el caso, por ejemplo, de los masivos despidos de
trabajadores –si bien también contratados– en el SMATA
Córdoba. Se trata de compañeros a los que se les había
hecho creer que “no perderían sus puestos de trabajo”;
pero ahora comienzan a tomar conciencia que han sido
estafados por la burocracia del sindicato mecánico cordobés
mediante un acta de despidos a plazo fijo a concretarse el
31 de marzo próximo.
Así,
mientras las entidades patronales del campo deshojan la
margarita alrededor de cuándo anunciar su nuevo plan de
lucha (están moviéndose con mucho cuidado precisamente
conscientes que la crisis está llegando; no quieren perder
el consenso social logrado el año pasado) y acaparan el
escenario político nacional, Moyano y Yasky de hecho
compiten por cuál es más eficiente en atarles las manos a los trabajadores para que no puedan irrumpir con sus
reclamos en la escena política del país.
Es
ahí donde se introduce la nueva prédica alrededor de la
eventualidad de un “pacto social” para “capear” el
temporal de la crisis. Pacto social cuyo pato de la boda serían
los salarios y también cientos de miles de puestos de
trabajo más o menos “invisibles”.
El
proyecto del gobierno es lógicamente sentar a la mesa a
industriales, campestres y burocracia sindical, de manera
tal de legitimar un plan para hacerle pagar la crisis a los
trabajadores con el verso de que “todos debemos hacer
esfuerzos”…
Del
Subterráneo de Buenos Aires al SUTNA de San Fernando
En
el contexto que venimos señalando, se está dando un efecto
contradictorio de
la polarización que viene viviendo el país. Es un hecho
que ésta ha dejado poco espacio para la izquierda
independiente en la última coyuntura, marcada por el
conflicto con el campo y que sigue siendo la línea central
de demarcación política hasta hoy. Sin embargo, está en
curso una “reversibilidad” de este fenómeno: es que por entre esas mismas
líneas de contradicción se están abriendo brechas por
donde podría emerger
un nuevo ciclo de organización de porciones de la clase
obrera.
Esto
que estamos señalando tiene dos planos. A nivel
superestructural, es decir, de instituciones como la Corte
Suprema, la misma viene emitiendo fallos y anunciando una
serie de resoluciones respecto a la organización de la
clase obrera que presenta eventuales consecuencias
contradictorias. El reciente fallo de “libertad
sindical” es parte de un impulso por debilitar el
monopolio pejotista sobre la clase trabajadora. Está claro
que su “libertad sindical” busca la promoción de un
modelo burgués de sindicalismo al estilo “europeo”; no
el impulsar una democracia auténtica de las bases.
Sin
embargo, el solo hecho del cuestionamiento al modelo
sindical dominante está –en tiempo real– concretamente abriendo
brechas por donde se están colando luchas auténticas y
genuinas de sectores de la base obrera independiente cuyo
ejemplo más claro es la pelea del cuerpo de delegados del
Subte alrededor de la formación del nuevo sindicato.
Pero
hay más aún: ahora parece que la Corte estaría llamando a
una audiencia pública alrededor de casos de “discriminación
sindical”. Se trata de circunstancias donde injustamente
se echó a quienes cumplieron el papel de delegados de sus
compañeros sin serlo formalmente, razón por la cual las
patronales aprovecharon para despedirlos: “La Corte
Suprema prepara un fallo que prohibiría los despidos
discriminatorios. Impediría por ejemplo, que las empresas
echaran a trabajadores que tuvieran actividad gremial pese a
no estar afiliados a un sindicato (…). El máximo tribunal
llamaría a audiencia pública para estudiar el tema”.
Esta
circunstancia, por ejemplo, incluye un caso tomado por
abogados vinculados a nuestro partido (Abogados Laboralistas
de Izquierda) donde luego de una batalla legal lograron el
reestablecimiento en su puesto de trabajo de una compañera
que valientemente había cumplido este papel.
Es
decir, hay un conjunto de circunstancias contradictorias en
las alturas que podrían tender a abrir brechas por abajo mucho más allá de un
mero “reparto” burocrático de la organización de los
trabajadores entre la CGT y la CTA..
Esto
es así porque este fenómeno en las alturas se entrecruza
con otro –mucho más importante y decisivo– que viene
desde abajo: el
proceso de recomposición de la vanguardia obrera en curso a
lo largo de todos estos últimos años. Por ejemplo, no
ha sido nada casual que esta pelea tenga plena expresión en
estos momentos a nivel del Subterráneo de Buenos Aires. Es
que se trata de una de las principales conquistas de
organización independiente de sectores de vanguardia de los
trabajadores de los últimos años. Y claro, no es un hecho
menor que uno de los sindicatos más fuertes del país
controlado históricamente por la burocracia cegetista como
es la UTA, pierda su monopolio sobre una de las
concentraciones más importantes del mismo como es el
Subterráneo de la capital del país. De ahí que no deban
sorprender las declaraciones del ministro Tomada en el
sentido de que el reciente plebiscito realizado por los
compañeros (donde se votó abrumadoramente por la formación
de un nuevo sindicato) no
tenga “ninguna validez”…
Sin
embargo, este fenómeno apunta a ir mucho más lejos aún:
se trata de un ejemplo que está impactando entre amplios
sectores de la base obrera y que al calor del casi
inevitable ciclo de luchas que se va a abrir paso con la
crisis,
podría generalizarse mucho más.
En
este sentido, con ser más el resonante caso del Subte, está
también la
experiencia inmensa del SUTNA San Fernando. Hay que
subrayar que en este caso de lo que se trata es de un batallón
principal del proletariado industrial. Un proceso que comenzó
con la elección en asamblea de paritarios, que siguió con
el descabezamiento prácticamente a los puños del cuerpo de
delegados y la directiva burocrática, la conquista democrática
de ambas instancias e incluso la
disputa por la dirección nacional del gremio. Esto
tanto electoralmente, como más importante aún, en el último
conflicto, habiendo perdido la Marrón la Asamblea General
por tan sólo 30 votos frente al mismísimo Pedro Wasiejko.
Pelea por la dirección del conjunto del gremio que luego de
un obvio impasse después del cierre del último conflicto, sigue
abierta estratégicamente.
En
síntesis: de lo que se trata es de no tener una orientación
infantil. Hay que aprovechar todas las brechas que se abran
en las alturas sin
perder de vista que lo que decide en última instancia es
siempre la lucha. Es decir, la existencia de un sector activo de compañeros
que sepan aprovechar esas mismas brechas. Porque las mismas
no van a funcionar automáticamente a favor de los
trabajadores sino que, a priori, sólo buscan distribuir el
“estofado” de la clase obrera entre las distintas
burocracias.
No al
pacto social. Reparto de las horas de trabajo. Que el Estado
se haga cargo de las empresas que cierren o despidan.
Aumento de salarios. Que los trabajadores se organicen como
ellos quieran.
Hay
que prepararse para un ciclo renovado de luchas que más
temprano que tarde va a irrumpir. Como ya hemos señalado,
en el SMATA de Córdoba acaba de conocerse una noticia que
era un secreto a voces: los más de mil compañeros
“suspendidos” son lisos y llanos despedidos
a plazo fijo como venimos alertando en estas páginas.
También están los casos de Paraná Metal (donde la situación
no termina de “normalizarse”), Indugraf, el diario Crónica,
etc., etc.
En
este contexto, en la zona sur del Gran Buenos Aires, está
en desarrollo un importante conflicto en la papelera Massuh.
Un conflicto como hace años no se veía en esta región,
una de las capitales nacionales del desempleo. Claro, por
ahora, no ha tenido mayor prensa y el gobierno nacional, el
provincial de Scioli y el propio “Barba” Gutiérrez (que
posa de “progresista”) se vienen haciendo los distraídos.
Sin
embargo, entre los trabajadores de la papelera, ante la
falta de respuesta por la continuidad laboral, se comienza a
abrir paso la discusión acerca de qué hacer con la planta. Esto coloca un problema de enorme
importancia que va más allá de la propia Massuh. En la
medida que los despidos se comiencen a generalizar, y de que
haya plantas que aparezcan vaciadas, se va a colocar a la
orden del día la
ocupación de las mismas y que el Estado se haga cargo bajo
el control de sus trabajadores. Y en este marco, la
formación de comités de apoyo a las luchas, la coordinación
entre los diversos lugares de trabajo, el instalar carpas
frente a las sedes del poder político, etc.
Para
esta perspectiva hay que prepararse: para la irrupción de
un proceso de luchas que rompa la estrategia gobierno
K-patronales-burocracia sindical de que las luchas de la
clase obrera no hagan su aparición en la escena política
nacional levantando un programa para que la
crisis la paguen los capitalistas y dando pasos en la
organización independiente de los trabajadores.
Joaquín Morales Sola, diario La Nación, 18-02-09.
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