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Bajo
el espectro de la Gran Depresión, parte II
Cuando
colapsa el comercio internacional
“La globalización está sufriendo su mayor
retroceso
en
la era moderna”[1]
Por
Roberto Sáenz
En
nuestra edición anterior publicamos la primera parte de
este trabajo que dedicamos a intentar demostrar que la
crisis económica mundial está entrando en una nueva fase
donde cada vez se hace más palpable una dinámica
depresiva. En estas dos últimas semanas estas
tendencias no han hecho más que confirmarse.
Japón, segunda economía mundial, sufrió en el último
trimestre del 2008 una dramática caída del 12.7% de su PBI
anualizado. Esto ocurrió como subproducto de un derrumbe de
sus exportaciones del 14%.
Esta caída se ha venido a sumar a las del 3.8% en EEUU y él
5.9% en la UE para él mismo período. Tan grave es la caída
que el gobierno japonés reconoció que se trata de la
“peor crisis desde él final de la II Guerra Mundial”. A nivel bancario, las
noticias tampoco han sido alentadoras. El Citi, segundo
banco norteamericano, sigue balanceándose al borde del
abismo y cada día que pasa confirma que –al menos– las
bancas de EEUU y Gran Bretaña son a todos los efectos prácticos,
insolventes (están quebradas).
En
ese contexto, esta segunda parte se refiere a otros tres
aspectos de las tendencias depresivas de la economía que
también están en el tapete: la abrupta reversión en las
tendencias del mercado mundial, la creciente presión
deflacionaria y la sistemática destrucción de empleos que
se esta viviendo a lo largo y ancho del mundo y que
preanuncia inevitables
explosiones de rebelión social.
Una
abrupta reversión de las tendencias de la globalización
El
tercer índice que podría estar alimentando la eventual
tendencia depresiva está radicado en el terreno del comercio
internacional. ¿Cuál es la realidad en este terreno?
Simple: por primera
vez en décadas cae el comercio mundial incluso por detrás
de las figuras de caída del producto.
Este
es un dato impactante
si se tiene en cuenta que desde la II Guerra Mundial ha
venido creciendo sostenidamente de manera más
que proporcional que el producto. Este fenómeno pegó
un escalón ulterior en las últimas décadas con el giro
neoliberal de la economía mundial y el ordenamiento que la
misma implicó de los flujos de comercio y capitales en el
terreno internacional. Ahora esto está completamente
cuestionado. Así, cuando el FMI pronostica para el año un
“crecimiento” del 0,5%, sus propios pronósticos
respecto del comercio mundial hablan de una caída
neta para este año de más del 3% (primera caída desde
1982) en comparación del crecimiento del 4,1% en 2008.
Si bien esto está todavía lejos de las figuras de la Gran
Depresión (una caída de casi el 50% del comercio mundial),
digamos que el declive recién comienza a hacerse notar y
hay que ver su dinámica a lo largo de todo el año más aun
si se siguen multiplicando los reflejos proteccionistas que
parecen estar poniéndose en marcha.
“Por
primera vez en más de una generación, dos
motores de la integración global –el comercio y los
flujos de capitales– están pasando simultáneamente a
reversa. El Banco Mundial dice que los flujos de capital
privado neto a las economías emergentes en 2009
probablemente serán la mitad del record de 1 billón de dólares
de 2007, mientras que los volúmenes de comercio globales se
reducirán por primera vez desde 1982. Estos cambios gemelos
obligarán a ajustes
muy duros. Los países que han dependido de las
exportaciones para motorizar su crecimiento, desde China a
Alemania, tendrán una baja, a menos que pudieran apuntalar
la demanda interna rápidamente. La fuga de capital privado
significa que las economías emergentes con déficit de
cuenta corriente enfrentan una sequía de financiamiento
además de la baja de las exportaciones. Existe el riesgo
que en su incomodidad, los
gobiernos se vuelvan hacia su viejo pero falso amigo del
proteccionismo. Pero las lecciones de la historia son
claras. El aislacionismo económico de la década del 30,
simbolizado por el arancel Smoot–Hawley de EEUU, intensificó
cruelmente la depresión”.
Efectivamente,
la caída en las exportaciones ha sido exacerbada
por la restricción crediticia global, la cual hace más difícil
el conseguir financiamiento comercial. La eliminación de
stocks a escala masiva ha llevado la caída del producto aún
más lejos. El comercio dentro de Asia ha caído incluso más
que sus ventas a EEUU y Europa. Todo esto no es extraño
cuando es conocido que el comercio mundial mueve valores por
14 billones de dólares y para eso necesita
sí o sí financiamiento, financiamiento que se ha
vuelto un bien escaso.
Al
mismo tiempo, como subproducto de la crisis, están
creciendo las ya señaladas presiones proteccionistas. En este sentido, el paquete que Obama hizo votar en
el Congreso norteamericano despertó polémica
por su cláusula de “buy american” (“compre
americano”) para ciertos productos estratégicos como
hierro y acero.
Lo concreto es que desde distintas partes del mundo (China,
Brasil, Canadá, UE, etc.) se cuestionó duramente esta cláusula
que podría desatar reacciones
simétricas respecto del acero estadounidense. Esto
recuerda el famoso acta de arancelamiento de importaciones
en los años 30 en EEUU –la ley Smoot-Hawley– que generó
una similar reacción en el mundo y llevó al fondo del
tacho al comercio internacional constituyéndose en uno de
los más poderosos factores depresivos. Demás está decir
que este factor sería realmente una “bomba nuclear” hoy, cuando con la globalización y mundialización
de las últimas décadas los
encadenamientos de la economía mundial son más profundos e
inextricables que nunca antes en la historia. Por si
fuera poco, a lo anterior se le suma el hecho descomunal de
que con la crisis, lo que estalló y no tiene retorno, es
una particular
configuración de la economía mundial que no va más.
Esto también alimentará la presión al retroceso del comercio mundial: “Los
gobiernos asiáticos tienen más que preocuparse este año
que sólo por la tasa de crecimiento económico. Más allá
de la crisis inmediata, el interrogante es ¿de dónde vendrá
el crecimiento? El consumo americano y su amplio déficit,
que empujó mucho del crecimiento asiático en la década
pasada, ha llegado a un final. No se trata de algo cíclico sino estructural.
En los próximos años, los americanos tendrán que ahorrar
más e importar menos. El crecimiento asiático traccionado
por las exportaciones parece haber alcanzado sus límites.
Necesita una nueva máquina de crecimiento: en el futuro
deberá descansar más en la demanda doméstica”.
En
definitiva: “Para considerar los eventuales desarrollos de
la crisis actual, cabe recordar que en la Gran Depresión de
los años ‘30 operó no sólo la restricción crediticia
sino un retroceso en la tendencia secular a la
internacionalización de las fuerzas productivas propias del
capitalismo. La crisis desató reflejos condicionados en el
sentido de un ‘sálvese quien pueda’ que terminó
haciendo retroceder el mercado mundial casi a la mitad de su
dimensión”.
Y agregábamos: “lo más probable es que la actual crisis
acentúe estas tendencias. Esto es, frente a una crisis en
el punto máximo de internacionalización alcanzado bajo el
capitalismo, los mecanismos defensivos que se ponen en
marcha apuntan en sentido contrario.
La disputa sobre quién pagará la cuenta del desastre
agudizará de modo casi inevitable, y en un grado no visto
en las últimas décadas, no sólo la competencia entre
capitales y bandos capitalistas, sino entre los propios
estados nacionales de EEUU, la Unión Europea, Japón y
China”. Esto es lo que ya de alguna manera está
ocurriendo e inevitablemente
sumará a la presión depresiva por la vía del retroceso de los
intercambios internacionales.
El
peligro “deflacionista”
Otro
indicador de la
magnitud histórica de la crisis en curso ha sido el
verdadero vértigo con
que se pasó de una tendencia alcista mundial en materia
inflacionaria en la primera mitad del año pasado a la
actual completa reversión de esa tendencia cuando la eventualidad a la que más le
temen las autoridades monetarias de los EEUU es a la caída en un proceso deflacionario.
Como
síntoma debería ser evidente que para una semejante
reversión de tendencias que tienen el peso y la inercia de
la estadística, es que subyaciendo detrás de ellas existen
fuerzas de una magnitud sin igual.
Esta
tendencia deflacionaria tiene una evidente conexión con las
tendencias depresivas en la economía real. Es que las
tendencias que ahora quedan expuestas a la sobreproducción
de mercancías y la sobre acumulación en materia de inversión
empujan en el sentido
de la desvalorización generalizada de todo tipo de
“activos”.
De
ahí que no sea casual la preocupación que acaba de
expresar el FMI también a este respecto. Mundialmente los
precios sólo “aumentarían” un 0,3% en el 2009. Por su
parte, en los EEUU, diciembre pasado marcó la tercera
deflación consecutiva en el orden del 0,7%, dejando la
“inflación” total del 2008 sólo en 0,1%, la
más baja desde 1954.
No
hace falta recordar que el año 2008 se había iniciado con
una fuertísima presión a nivel del precio de las
commodities, presión que si bien también respondía a
razones especulativas, estaba sin embargo atada –en términos
reales– al fuerte
crecimiento del producto mundial que se estaba procesando
hasta el momento.
Desde
el salto descomunal del barril de petróleo a casi 150 dólares
y el alza imparable de las commodities agrícolas,
promediando el año se estaba viviendo una de esas raras
situaciones donde los términos de intercambio parecían
deteriorarse no para el sur dependiente y semicolonial sino
para el norte imperialista.
Sin
embargo, la
emergencia de la crisis puso el mundo nuevamente sobre sus
pies. Porque lo que se está viviendo es una reversión
brutal a nivel precios aunque no sólo de las
commodities: se trata
de las caídas generalizadas de todos los “activos”:
desde las acciones bursátiles, pasando por la propiedad,
las commodities y el precio de todas las mercancías en
general.
Pero
la deflación al tiempo que destruye valor tiene otra
contradicción: aumenta el peso del endeudamiento. Esto en la medida que va de suyo
que la desvalorización se expresa como fortalecimiento de
la moneda. Es decir, los precios de las mercancías caen… pero
las deudas no. El hecho es que durante la Gran Depresión
la caída de los precios en EEUU fue de casi un 25%, índice
del cual aun se está lejos.
“Hoy
día, la deuda en EEUU excluyendo la de las instituciones
financieras y el gobierno federal es alrededor del 190% del
producto anual, él índice más alto desde los años ’30.
Hay importantes diferencias entre ese momento y ahora. La
deuda era menor al comienzo de la Depresión, él 164% del
producto. La deuda hipotecaria era relativamente modesta en
relación al valor de las viviendas, y sus precios no
estaban tan inflados: cayeron un 24% entre 1929 y 1933. [Sin
embargo], el peso del endeudamiento explotó producto de la
deflación y la caída del producto; el producto nominal cayó
el 46% entre 1929 y 1933”.
Precisamente,
para contrarrestar esta realidad es que los gobiernos de los
países imperialistas han bajado
masivamente la tasas de referencia. En el caso de la
Reserva Federal estadounidense, la baja de las tasas también
ha adquirido números históricos:
las ha dejado en el 0,5% y un liso y llano 0 %, un umbral
donde evidentemente, a todos los efectos prácticos, no hay
otro escalón. Es decir, niveles no vistos desde la Gran
Depresión. En este sentido, el
record de la estadística se la lleva la baja de las
tasas que instrumentó el Banco de Inglaterra, el que bajó
sus tasas de referencia al 1,5%, el menor nivel desde que
fue fundado el banco en…
1694!
Paradójicamente,
esto no quiere decir que esta tasa de referencia sea la que
se le cobra al público… Esto no es así: ¡precisamente
en este tipo de crisis depresivas lo que ocurre a nivel
tasas es como una tijera: cuanto más bajan las tasas de
referencia para los “mayoristas” más sube la tasa de
interés minorista para el público en general!
En
este contexto y como para responder –al menos en parte–
de dónde sale el dinero para enfrentar los paquetes
multimillonarios, información extraoficial señala que la
FED hizo imprimir un
billón de dólares desde el salto de la crisis en
septiembre pasado: “Este ‘relajamiento
cuantitativo’ es un augurio respecto de la opción a ser
utilizada in extremis: reflacionar
la economía emitiendo dinero para financiar los déficits
fiscales”.
Es decir, de las actuales tendencias deflacionarias se podría
volver a pasar a una inflación brutal o a una combinación
contradictoria de tendencias en los diversos países o
regiones.
Todo
esto tiene otra serie de consecuencias a nivel de los
niveles históricos de déficit fiscal que enfrenta EEUU y
los peligros que se ciernen por estas razones sobre el dólar
como moneda mundial y su relación con la cotización de
todo el resto de las monedas, así como las presiones que la
crisis puede estar introduciendo al fraccionamiento
monetario también en este sentido. Pero esto nos llevaría
demasiado lejos para los propósitos del presente trabajo.
En
todo caso, simplemente concluyamos que, como síntoma de
factores subyacentes,
la
deflación de los precios es otro poderoso indicador de las
profundas tendencias depresivas en las que se encuentra
basculando la economía mundial.
Empujados
hacia lo desconocido
“En
el 2009 puede ahondarse con consecuencias imprevisibles la
mayor crisis del capitalismo en ocho décadas. La fragilidad
de este año radica en que incluso antes del estallido de la
crisis financiera existían tendencias preocupantes en el
sistema mundial: tendencias que alentaban una creciente pugnacidad
en el plano interno de los países y en el ámbito de las
relaciones internacionales. En los EEUU la desigualdad económica
actual es similar a la de los años 20 del siglo pasado. Si
bien la interdependencia económica se aceleró en los últimos
lustros y la globalización produjo más riqueza, la
redistribución regresiva del ingreso acompañó el auge
mercantil. En breve, se
fueron agigantando las diferencias de todo tipo entre clases
y con ello la pugnacidad social”.
Efectivamente,
la gran noticia del momento es como la crisis se comienza a
trasladar al plano de la lucha entre las clases, a la “pugnacidad
social” como dice el analista que acabamos de citar.
Cuando
comenzó la misma tuvimos un debate en el cual determinados
compañeros de la izquierda tendían a poner de relieve el
supuesto hecho de que la crisis “no estaba dando lugar a
una respuesta acorde por parte de las masas a nivel
mundial”… En ese momento dijimos varias cosas que aquí
no podemos repetir. Pero básicamente lo que señalamos es
que semejante
martillazo en las condiciones de vida y trabajo de los
explotados y oprimidos a nivel mundial, el semejante cambio
en las condiciones materiales de existencia de la clase
obrera mundial iba –inevitable y necesariamente– a dar
lugar al período más convulsionado de la lucha de clases
mundial en décadas y décadas.
También
dijimos que había que tener “paciencia”; que cuando el
mundo se derrumba debajo de los pies, el
metabolismo social de la reacción frente a esa catástrofe
lleva su tiempo. La realidad es que incluso para
nuestros parámetros estos tiempos parecen estar acelerándose
ya.
En
todo caso no es aquí el lugar para dar cuenta de este
proceso que se acelera y que tiene bombas de tiempo a lo largo y ancho del globo. Tampoco haremos la
estadística de la masiva
destrucción de empleo mundial que ya está ocurriendo a
lo largo y ancho del mundo aunque sí subrayar que este dato
es otro que, inequívocamente, de profundizarse, señala
la perspectiva de una nueva Gran Depresión. Es decir,
el desempleo de masas es otro rasgo inequívoco de depresión, independientemente que la
forma que tome no vaya a ser igual a las fotografías que
todos hemos visto de los años ‘30.
Aquí
entonces sólo pintaremos un
“fresco” de la situación refiriéndonos muy
someramente a algunos países claves de la economía
mundial. Tomaremos tres casos “testigo”: EEUU, China y
España por las dimensiones del problema en ellos.
Sobre EEUU, el escritor argentino –un peronista bastante
conservador por cierto– radicado hace años en EEUU hace
una vívida pintura de los problemas del empleo en ese país:
“A los norteamericanos les apremia saber cómo fue posible
que en sólo dos meses –octubre y noviembre–
se evaporaran un
millón de puestos de trabajo”.
Quieren
saber, sobre todo, qué hará el nuevo presidente para que
cese el incesante drenaje laboral, el
más pronunciado desde la II Guerra Mundial. El 7,2% es
una cifra que los norteamericanos no imaginaban hace dos años,
cuando era del 4,4% [pero con ser alta para los estándares
estadounidenses como se verá enseguida, no deja de ser una
cifra mentirosa, N. de R.]. Más de 11 millones están en la
calle, y si a ellos se sumaran los derrotados que ya se han
cansado de golpear puertas y los 3,4 millones que aceptaron
un trabajo de medio tiempo aunque necesitan uno de tiempo
completo, el
porcentaje de la desocupación llegaría al 13,5% [es
decir, una cifra que no está tan delirantemente lejana del
20 o 25% de los años 30, N. de R.]”.
Respecto
de China, un informe de The
Economist es aleccionador. Titulado “Migración hacia lo desconocido” señala
lo siguiente: “Los lideres chinos están peleando para
enfrentar el más
grande crecimiento en el desempleo en años. Migrantes
desde el campo, la fuente más grande de mano de obra para
las industrias orientadas a las exportaciones del oriente y
la construcción, están siendo fuertemente afectados. Millones han sido tirados fuera del trabajo. Los trabajadores
urbanos de cuello blanco, por años acostumbrados a un
crecimiento de dos dígitos, ahora se enfrentan a una caída
en las bonificaciones y al congelamiento salarial. Algunos
están perdiendo también el trabajo. Los estudiantes, de
los cuales el gobierno siempre tiene el temor a algún
levantamiento, se
enfrentan a la más difícil
perspectiva de empleo desde el levantamiento de
Tiananmen 20 años atrás”.
Podemos
agregar que en lo que hace a despidos en masa, China se está
llevando efectivamente las palmas: 20.000.000
de trabajadores rurales acaban de quedarse sin trabajo.
Es decir, el 15,3% de los 130 millones de trabajadores que
migran desde el campo se quedaron en la calle por lo que han
debido retornar a sus casas. El 55% de los 1.300 millones de
habitantes son todavía campesinos, 727,5 millones. De
ellos, precisamente 130 millones parten de sus pueblos a
buscar trabajo en las ciudades. Pero 20 millones se han
quedado sin nada que hacer. Lo que está haciendo temblar en
estos mismísimos momentos al PCCH es qué
harán ahora de sus vidas estos 20 millones…
Yendo
a Europa occidental, la situación más dramática está en
España: “Durante el auge económico en España, los
inmigrantes eran bienvenidos. En 2005 el gobierno otorgó
una amnistía a más de 500.000 personas que vivían en el
país ilegalmente. Hoy esos inmigrantes son vistos como un creciente problema social. Muchos de los inmigrantes
de España son de África o Latinoamérica y ven las
perspectivas de encontrar trabajo en sus países de origen
cada vez más difíciles.
España está entrando en un ‘territorio
desconocido’, dice Fernando Eguidazu, economista y
vicepresidente del Círculo de empresarios. ‘Hay
un grupo de cinco millones de inmigrantes en una situación
de crisis y contracción económica. No sabemos cómo se va
a solucionar eso”.
En
definitiva, las tendencias depresivas de la economía
mundial están alimentando este concreto “salto a lo
desconocido” por parte del capitalismo de las últimas décadas.
Es decir, una ruptura
de todos los equilibrios de las últimas décadas que ya
ha significado la
concreta apertura de
una nueva situación mundial preñada de “eslabones débiles”
y posibilidades revolucionarias donde la lucha entre las
clases apunta a pegar
un salto de dimensiones histórico–epocales.
Mirando más en profundidad los datos son aun peores: el
PBI industrial cayó en ese mismo trimestre el 20% (tal
cual ya habíamos anunciando en nuestra edición
anterior), y las exportaciones cayeron la friolera del
35% en diciembre último y un descomunal 46% en los
primeros 20 días de enero!
En él mismo período también se ha confirmado una caída
del 20.8% en un país de la importancia económica de
Corea del Sur.
[4]
La Nación, 16-02-09. También
España suma a las presiones depresivas: su producto
industrial tuvo un derrumbe del 19.6% en diciembre último
respecto de igual mes del año anterior, la tasa más
baja del país en este rubro en cualquier serie que al
respecto se haya relevado en el país.
[5]
The Economist en La Nación, 27-12-08.
Esta cláusula terminó siendo finalmente “atenuada”
pero básicamente sólo en lo que respecta al resto de
los países imperialistas, no respecto de las economías
“emergentes” como China, India, Brasil, Sudáfrica
(o incluso la Argentina).
[7]
The Economist, 29-01-09.
[11]
The Economist, en La Nación, 29-11-08.
[12]
Juan C. Tokatlian, La Nación, 11-01-09.
[13]
Las enseñanzas del proceso del “Argentinazo”, con
sus asambleas populares, sus cortes de ruta y
movimientos de masas de desocupados y, sobre todo, el
movimiento de ocupaciones de fábrica, seguramente
podrán mostrar en esta crisis un cierto alcance
universal.
[14]
También nos gustaría tomar el Brasil pero lo dejamos
para otro trabajo específico de compañeros de nuestra
corriente internacional.
[15]
La Nación, 17-01-09.
[16]
The Economist, 29-01-09.
[17]
Wall Street Journal Americas, 26-01-09.
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