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Huelga
general en Guadalupe y Martinica
Un
ejemplo para el movimiento obrero mundial
Por
Claudio Testa
El
20 de enero comenzó en la isla de Guadalupe una
huelga general. En su curso se desarrollaron grandes
movilizaciones de masas, barricadas, y enfrentamientos con
las fuerzas represivas oficiales y “extraoficiales”, en
las que fue asesinado el activista obrero Jacques Bino. La
huelga se extendió también a Martinica, la otra
isla de las Antillas bajo dominio francés. Al día de hoy,
martes 3 de marzo, aunque se ha suscripto un acuerdo con
diversas concesiones del gobierno de Sarkozy y los
organismos patronales, la situación no se ha normalizado
porque muchos empresarios se niegan a cumplir lo firmado.
Más
allá de su desenlace final, la huelga general de las
Antillas francesas ha tenido una importancia que excede su
marco territorial: en primer lugar, está el impacto sobre
el movimiento obrero de Francia y, por su intermedio, de
toda Europa; también hay que registrar su ejemplo ante los
países del Caribe y América Latina.
Guadalupe
y Martinica: ¿parte de Francia?
Como
señala nuestra corresponsal en París, existe allí la
ficción política y jurídica de que Guadalupe y Martinica
forman parte de Francia, en calidad de departamentos de
ultra mar (DOMs: départements d'outre-mer), el
mismo título que los departamentos que componen Francia
“metropolitana”. En verdad, se trata de colonias del
imperialismo francés, que se iniciaron de una manera
que marcaría para siempre su historia.
En 1635 desembarcan los franceses, enviados por la Compañía de la Indias,
organización mercantil monopolista creada por el Cardenal
Richelieu a imitación de la British
East India Company (fundada en Londres en 1600 y que luego
colonizaría la India).
Los
emisarios del benemérito Cardenal intentaron al principio
explotar a los indígenas caribes. Como opusieron férrea
resistencia, exterminaron a casi todos. Luego, importaron
esclavos africanos para producir caña de azúcar. ¡Así
las Antillas “francesas” se incorporaron al libre
mercado, al progreso, y a la civilización occidental y
cristiana!
Hoy ya no hay esclavos. Pero las diferencias entre las colonias y su
metrópoli, y entre la población trabajadora de raíces
africanas y la ínfima minoría de 2.000 békés
(blancos inmaculados descendientes de los colonizadores) que
aún constituyen la gran burguesía de las islas, no se han
reducido gran cosa desde los tiempos de la monarquía
absoluta. El principal cambio es, que junto a ellos, están
ahora las grandes empresas de la metrópoli, explotando
directamente a los antilleses.
Los békés controlan la economía de la isla, del petróleo y la
gasolina a la gran distribución, y fijan los precios, mucho
más altos que en la metrópoli, aunque los salarios son más
bajos. Un cepillo de dientes que cuesta un euro en la metrópoli,
no baja de 4,50 en Guadalupe. El costo de la vida es en
promedio un tercio superior al de Francia
“metropolitana”. La patronal no sólo paga bajos
salarios, sino que rechaza los convenios colectivos. ¡Añora
los buenos tiempos de sus bisabuelos, que tenían esclavos!
La
tasa de pobreza (12,5%) dobla la de la metrópoli (6,1%),
aunque el rasero con que se mide es la mitad que en Francia
(3.900 euros por año y persona frente a 7.225), y aunque el
costo de la vida es mucho mayor. El índice de desempleo es
del 22,7%, el triple de la metrópoli (8,1%). Entre los
menores de 25 años, la tasa en el 2007 era del 55,3%, más
del doble que en Francia.
No
es casual, entonces, que el primer estallido social
provocado por la crisis haya comenzado por este eslabón
más débil del “territorio francés”.
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