Cuba
Recambio
de cúpula y trasfondo de crisis política
Por Roberto Ramírez
Desde arriba y entre bambalinas, sin la menor información previa ni debate
democrático en las masas trabajadoras cubanas, se ha
producido el cambio más amplio de un equipo de gobierno
en muchas décadas. Casi desde la Revolución de 1959,
no se registraba un relevo de esta magnitud.
No se trata sólo de la defenestración de dos personajes claves como
Carlos Lage Dávila (secretario del Consejo de
Ministros y figura central desde el “período especial”
tras el derrumbe de la URSS) y Felipe Pérez Roque
(ministro de Relaciones Exteriores, de gran protagonismo
internacional), contra quienes luego Fidel Castro haría
“acusaciones” poco claras pero no menos humillantes.
Junto con ellos caen José Luis Rodríguez García (vicepresidente
del Consejo de Ministros y ministro de Economía), Otto
Rivero Torres (también vicepresidente del Consejo de
Ministros y dirigente de la famosa “Batalla de las
Ideas”), Raúl de la Nuez Ramírez (Ministro de
Comercio Exterior), Alejandro Roca Iglesias (ministro
de la Industria Alimenticia), Alfredo López Valdés
(ministro de la Industria Pesquera), Georgina Barreiro
Fajardo (ministra de Finanzas), Fernando Acosta
Santana (ministro de la Industria Sideromecánica) y Alfredo
Morales Cartaya (ministro de Trabajo y Seguridad
Social). ¡Es una purga a gran escala!
Sus reemplazos no son menos significativos: se trata principalmente de una
combinación de jefes militares (en primer lugar) con
algunas ancianas figuras de la Revolución de
1959 (que también, por sus orígenes, son “carne y uña”
con las fuerzas armadas).
Convidados
de piedra: los trabajadores cubanos
El sistema burocrático de partido único en Cuba –herencia intacta del
stalinismo– no sólo alimenta la propaganda imperialista
(permitiéndole dar un barniz “democrático” a los regímenes
capitalistas), sino que también impide a los trabajadores
cubanos discutir y decidir libremente sus propios destinos.
Son “convidados de piedra” en debates y decisiones que
afectan profundamente sus intereses.
Eso también es un obstáculo para conocer con exactitud los términos de las
notarias diferencias en el seno de la burocracia
gobernante. Detrás de la pantalla de las “votaciones unánimes”
en todas las instancias –desde la Asamblea Nacional
Popular (donde jamás ha habido un voto en contra o una
abstención) hasta el Consejo de Ministros–, hace largo
tiempo que se filtraban las divergencias. No podría ser
de otra manera, teniendo en cuenta las enormes
dificultades que enfrentó y enfrenta Cuba, y los dilemas
e intereses contrapuestos que se cruzan en las distintas
ramas del aparato burocrático. Entre ellas se destacan
precisamente los especialistas militares que manejan
las joint ventures con el capital extranjero y otros
sectores dinámicos de la economía, y que ahora
evidentemente han aumentado su influencia.
Algunos analistas sostienen que todo se habría agudizado porque este año
debería realizarse el VI Congreso del partido único, el
PCC. Éste se viene posponiendo desde 1997, sin que
jamás se informe explícitamente qué se debate en
las cúpulas burocráticas. Pero ahora el retiro de Fidel
Castro exige no sólo una legitimación explícita de
los nuevos gobernantes, sino también la votación de un
rumbo estratégico.
Sin embargo, aunque lo del Congreso tenga su importancia, aquí se están
cruzando problemas más de fondo, sobre todo dos
nuevos y grandes factores: la crisis mundial y el posible
cambio de la política de EEUU hacia Cuba.
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