Frente a la crisis
¿La hora del
“estatismo” y las nacionalizaciones?
Por Claudio Testa
La crisis mundial está derribando los tótems del capitalismo neoliberal.
Durante décadas, machacaron la cabeza de la gente con el
horror de las “nacionalizaciones” y el “estatismo”,
que además de “socialistas” eran también un fracaso.
El “libre mercado” tenía, en cambio, mecanismos automáticos
capaces de corregir los desequilibrios, tanto a nivel
nacional como mundial, y asegurar el desarrollo y la
prosperidad.
Pero, como tantas veces, los mecanismos del Dios Mercado y su infalible
“mano invisible” fracasaron miserablemente. Las
tendencias a la crisis –inherentes a la naturaleza
misma del capitalismo– irrumpieron arrolladoramente y
hoy la economía mundial está en su peor momento desde los
años 30.
Ahora, entre las caóticas y desesperadas respuestas de los gobiernos,
aparecen diversas “intervenciones” del Estado, incluso
“nacionalizaciones”, especialmente en el sector
financiero. Esto sucede sobre todo en los países centrales,
donde la crisis está pegando más duro.
Algunos aplauden estas medidas como el
necesario “regreso del Estado” y otros las repudian como
“socialistas”. Pero, hasta en EEUU la mala palabra
“nacionalización” se está abriendo paso. En Europa, ya
abiertamente se nacionalizan bancos a granel. A la cabeza va
uno de los gobiernos más neoliberales, el de Gran Bretaña.
Pero este “giro al Estado” va
acompañado de una fenomenal confusión conceptual.
Como siempre, la burguesía falsifica los contenidos
poniéndole “etiquetas” que tienen poco que
ver con lo que viene en el envase.
Este procedimiento que la burguesía utiliza diariamente para vender mercancías
“truchas”, lo aplica también a la política y las
ideas: basta recordar las tergiversaciones de la maltratada
palabra “socialismo”. Lo mismo sucede ahora con las
palabras “nacionalización”, “estatización” y otras
que han vuelto al ruedo. Detrás de las “etiquetas” hay,
entonces, que verificar el contenido. Y, como
veremos, detrás de las mismas palabras, puede haber contenidos
muy distintos. Todo depende, en última instancia, de qué
clases y sectores sociales se benefician y de quiénes las
aplican.
Aquí trataremos de explicar que hay
“nacionalizaciones y “estatizaciones”, con muy
diferentes contenidos, y el porqué de estos convulsivos
giros de la burguesía. También, disecar algunas de las
pavadas que se escuchan en los medios; por ejemplo, sobre el
“regreso del Estado”.
¿Volvió el Estado? ¡Nunca
se fue!
El “regreso del Estado” es una de
las muletillas que hoy más se escuchan. No es sólo
Cristina K quien celebra que “el Estado está de
vuelta”. La misma frasecita la repiten en el mundo otros
políticos, “expertos” y charlatanes varios.
¿Volvió el Estado? ¿Pero acaso
alguna vez se fue? El Estado (burgués) nunca se tomó
vacaciones. Por eso, tampoco está de vuelta. Sólo que se
dedicó a otros menesteres. El neoliberalismo no fue una
“retirada del Estado” sino su decidida intervención
–a partir de la crisis de los 70– para imponer otras
formas de funcionamiento del capitalismo (o, como dicen
algunos teóricos, otro “modo de regulación” de la
economía), y de las relaciones entre las clases y entre los
estados. Esa fuerte acción del Estado de la era neoliberal
fue dirigida, en primer lugar, a reventar a la clase
trabajadora en todos los países. También, los estados
imperialistas –directamente o a través de organismos
“internacionales” como el FMI– intervinieron para
ampliar el sometimiento semicolonial de los países de la
periferia, como los de América Latina.
Ahora, sin dejar de cumplir esas
funciones –principalmente hacerle pagar la crisis a los
trabajadores– el Estado (burgués) tiende a intervenir en
la economía más directamente que en la fase
neoliberal de las privatizaciones y el “dejar hacer”
generalizado.
Esto no debe sorprender a nadie.
Durante todo el siglo XX (y también el XIX) las funciones
del Estado han experimentado toda suerte de variaciones. A
riesgo de simplificar, podríamos decir que los cambios han
obedecido a tres factores determinantes: las situaciones
de la lucha de clases (con sus revoluciones y
contrarrevoluciones), las situaciones de la economía
mundial y, por último, las contradicciones entre los mismos
estados burgueses (que han llevado, entre otras cosas, a
innumerables guerras).
La crisis del 30 (que cada vez se
compara más con la actual) dio lugar a giros
“estatistas” notables, que ahora en cierta medida se
repiten, aunque más “moderados”. Ya Trotsky advertía,
en EEUU, cómo “el rol del régimen de Roosevelt consistió
en «salvar» temporalmente al capitalismo. Tras
este objetivo, abandonó completamente, y sin intentos de
simulación, la tradicional doctrina de EEUU del «laissez-faire»”
[el “dejar hacer” del liberalismo]. (Sobre
los Estados Unidos de América,
julio 1936) Obama apunta en ese sentido, pero con mucha más
indecisión.
Sin embargo, el Dios Estado (burgués) no va a ser más propicio para los
trabajadores que el fracasado Dios Mercado.
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