A
33 años del golpe militar de 1976 (IIIª parte)
El golpe, la resistencia obrera y
algunas
conclusiones políticas
Por
Oscar Alba
En la madrugada del 24 de marzo la Fuerza Aérea detiene a
la Presidenta Isabel Perón y las Fuerzas Armadas toman el
gobierno. La represión que había sido ya una constante en
la vida política del país
durante el gobierno peronista, va a dar un salto
cualitativo. El mismo 24 de marzo a poco de iniciado el
golpe, coches y camiones se dirigirán hacia las fábricas y
domicilios de dirigentes sindicales y políticos. René
Salamanca, secretario general del SMATA-Córdoba será
secuestrado en las primeras horas de ese día y desde
entonces se encuentra desaparecido, al igual que otros
dirigentes y en la fábrica Propulsora de La Plata el Ejército
ocupará la planta deteniendo y haciendo desaparecer a
delegados y activistas. La burocracia sindical peronista no
mueve un dedo para resistir el golpe, inclusive algunos
sectores colaboraran con los militares. Sobretodo aportando
datos para la represión del activismo clasista y combativo.
El golpe que encabeza el general Jorge R. Videla cerrará la
etapa de ascenso abierta por el Cordobazo en el 69 y
corta un proceso de profunda experiencia política.
Sobre las conclusiones del golpe se ha escrito y hablado
mucho y es importante no perder de vista las conclusiones
políticas que tal hecho acarreó.
Dos
días antes del golpe, el secretario general de la CGT
Casildo Herrera, al querer ser entrevistado por la prensa
uruguaya en Montevideo sobre la situación política
argentina, responde: “Yo me borré”. Junto a él también
estaban Pedro E. Álvarez del gremio de espectáculos,
Abelardo Arce de la Alimentación, Ramón Elorza del
Sindicato gastronómico y José Rodríguez del SMATA, entre
otros. De este modo la mayoría de la burocracia sindical
peronista va a posicionarse frente al golpe. Algunos
dirigentes como Lorenzo Miguel del gremio metalúrgico
creyeron que aún había posibilidades de negociar con los
militares y fueron detenidos. Y tanto los que se
“borraron” como los que se quedaron cooperaron con las
autoridades militares en marcar al activismo combativo.
La
represión se lanza sobre la vanguardia política y
sindical. Los partidos de la izquierda son proscriptos y
disueltos por decreto (1) y deberán seguir activando en la
clandestinidad. Los partidos burgueses sólo verán
suspendida su actividad.
A
pesar de esta situación sectores importantes del movimiento
obrero resistirán las primeras medidas del gobierno
militar. En el mismo mes de marzo los trabajadores de IKA
Renault-Córdoba, inician el trabajo a reglamento y en el
mes de abril la sección Pintura de la General Motors de
Barracas inicia medidas de fuerza, ante lo cual efectivos
militares ocupan la planta y secuestran a tres trabajadores.
Entonces el resto de los trabajadores paraliza totalmente la
fábrica y logra que los trabajadores sean liberados. En el
mes de mayo comienzan paros rotativos de quince minutos en
Mercedes Benz y se continuarán en la Chrysler de Monte
Chingolo. El 14 de mayo los obreros de la metalúrgica Del
Carlo paralizan la planta por la detención de su dirigente
Pedro Apaza y otros trabajadores que serán desaparecidos.
Los
trabajadores de Luz y Fuerza sufren los despidos de más de
200 trabajadores, entre los cuales se contaban sus delegados
e inician una huelga de brazos caídos. La dictadura va a
recortar además conquistas obreras del sector. El sindicato
contenía a los trabajadores de SEGBA, Agua y Energía, DEBA
y la Compañía Italo Argentina de Electricidad.
En la primera quincena de octubre, el Ejército ocupa
los lugares de trabajo donde se desarrollan las medidas y
desalojan a los trabajadores. A esa altura el conflicto
abarcaba a 36.000 trabajadores y se había extendido a toda
la Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y
provincias del Norte. Los telefónicos, en solidaridad con
sus compañeros lucifuercistas, también toman medidas. El
conflicto eléctrico se profundiza y continúa durante
diciembre y enero del 77 con apagones y la represión sobre
los activistas. Son detenidos trabajadores pero la lucha
continúa y en febrero de 1977 la dictadura militar va a
asestar un golpe decisivo al conflicto. El viernes 11 de
febrero a poco de salir de su casa en Villa Dominico es
secuestrado Oscar Smith, secretario general del gremio y
nunca más va a aparecer. Este hecho determina el
debilitamiento del conflicto que terminará con la derrota
de los trabajadores.
Durante
los años siguientes serán los sectores obreros los que
mayor resistencia oponen al gobierno genocida de Videla.
Pero en el marco de una relación de fuerzas adversas a los
trabajadores. Asentado sobre la base social de la burguesía
y amplias capas medias y con la venia del imperialismo, los
militares consolidarán su poder. Para llevar adelante un
plan económico de la mano de José A. Martínez de Hoz,
acorde con los nuevos dictados del FMI y el Banco Mundial.
Un plan que sentará las bases para la flexibilización y la
superexplotación laboral, la especulación financiera y una
mayor dependencia económica de nuestro país a partir del
crecimiento de la fraudulenta deuda externa que pagará un
salto de los 9.000 millones de dólares al fin del gobierno
de Isabel Perón a 30.000 millones al fin de la dictadura.
Algunas
conclusiones
El
golpe militar del 76 finalmente va a terminar con la etapa
de ascenso obrero impuesta con el Cordobazo. El imperialismo
y la burguesía probaron hacerlo con las elecciones del 73,
con la vuelta de Perón y con el gobierno de Isabel y López
Rega y cada uno de esos intentos, si bien fueron importantes
mediaciones no detendrán definitivamente la ampliación de
las luchas y el surgimiento de nuevos activistas y
militantes políticos de izquierda. Desde el lado obrero,
las distintas posiciones políticas en la vanguardia
serán parte fundamental de esta etapa. Lamentablemente, la
guerrilla, tanto su versión peronista como la nacional
populista del ERP, que al momento del golpe estaban prácticamente
derrotadas, no fueron la salida política para pelear por la
independencia política de los trabajadores.
Los Montoneros, incapaces de romper con el peronismo
y el ERP aferrado a su concepción populista militarista, a
pesar del heroísmo y la abnegación de sus militantes,
quedarán aislados del movimiento de masas y presa
relativamente fácil de la represión. El reformismo
oportunista del Partido Comunista levantará antes del golpe
la necesidad de un gabinete de gobierno cívico- militar.
Esta posición tendrá su vergonzante continuidad al
considerar a Videla el ala “democrática” del gobierno
militar mientras torturaban y asesinaban a muchos de sus
militantes. El Partido Socialista de los Trabajadores fue
uno de los pocos sectores que consecuentemente planteó la
necesidad de construir un partido obrero revolucionario a
caballo del ascenso revolucionario.
Con
la represión al activismo y su eliminación física, los
militares, brazo armado de los patrones, abortaron
el proceso de maduración de esa vanguardia de
revolucionarios. Los sucesivos gobiernos "democráticos”
no harán más que profundizar las penurias de los
trabajadores y los sectores oprimidos.
Queda
en pie entonces y a pesar del tiempo transcurrido, hoy más
que nunca, la necesidad de pelear por la relanzamiento de la
lucha por el socialismo a partir de una política estratégica
de independencia de clase.
(1)
Sólo el Partido Comunista no es disuelto sino que se
decreta la suspensión de su actividad y conserva sus
locales propios. No obstante lo mismo sufrirá el secuestro
y la cárcel de militantes.
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