Socialismo o Barbarie, periódico Nº 148, 03/04/09
 

 

 

 

 

 

Cumbre del G-20

Una pelea en las alturas

Por Claudio Testa

Al escribir esta nota, el 1º de abril, faltan 24 horas para que el G-20 inicie su reunión de Londres. Siempre puede haber sorpresas. Pero hoy todo indica que será difícil a los principales gobiernos ponerse de acuerdo para tomar medidas conjuntas en serio frente a la crisis.

Para disimular esto, ya circula el borrador de un comunicado con las vaguedades diplomáticas de siempre, donde se pone "un poco de todo" de las distintas posiciones enfrentadas. Sin embargo, ni siquiera hay seguridad de que ese “papel mojado” sea firmado por todos. El presidente de Francia, por ejemplo, ha amenazado con irse dando un portazo, si no aceptan su plan de “refundación del capitalismo”. Y hasta Cristina K. se ha “retobado”, diciendo que tampoco va a firmar nada si el capítulo referido al FMI no responde a sus expectativas.

Semanas atrás, con bombos y platillos, se prometía que la nueva Cumbre del G-20 iba a ser una reunión histórica, de donde saldría no sólo la solución de la crisis, sino también la reorganización del capitalismo mundial sobre nuevas bases. Se habló de “un nuevo Bretton Woods”, la conferencia de 44 países que en julio de 1944, en esa localidad de EEUU, sentó las reglas de la organización de la economía capitalista internacional después de la Segunda Guerra Mundial (1939-45).

Sin embargo, era previsible que esto sería difícil, por no decir imposible. En noviembre del año pasado ya hubo otro G-20 en Washington que tampoco llegó a nada. La justificación fue que Bush aún habitaba la Casa Blanca, y entonces EEUU no podía tomar decisiones. Por eso se convocó a esta reunión de abril.

Pero, como ya entonces advertíamos, "con Obama en funciones, el «problema Bush» estará solucionado... Sin embargo, eso no implica que las cosas vayan a encarrilarse fácilmente para lograr medidas conjuntas. Es que, con Bush o con Obama, va a seguir en pie el gran problema que dificulta una acción concertada de las principales potencias económicas: si bien hay intereses comunes, hasta ahora están primando las divergencias de intereses entre las distintas burguesías y sus estados. Por eso, a la reunión de Washington, cada uno fue con su propio «programa» y sus propias «soluciones». No vemos que esto varíe cuando el G-20 vuelva a reunirse.” ("Reunión del G-20 - Sólo hubo acuerdo en un «principio»: que la crisis la paguen los trabajadores", Socialismo o Barbarie, Nº 140, 21/11/08)

Efectivamente, lo único que varió, es que esas divergencias se han profundizado.

Un pandemonio de intereses y propuestas contradictorias

La razón es que desde noviembre la crisis se ha profundizado seriamente [1]. Eso ha exasperado las diferencias y contradicciones entre las distintas burguesías y sus gobiernos. 

Por supuesto, tienen una coincidencia profunda: hacer pagar la crisis a las masas trabajadoras. Pero también difieren hasta en cómo hacer esto. Es que, por ejemplo, no es la misma situación la de Sarkozy en Francia (donde el suelo empieza a arder bajo sus pies) que la de Obama (que ha logrado, hasta ahora, contener la protesta social, a pesar del huracán de desempleo y miseria que arrasa EEUU).

Los capitalistas, aún en tiempos normales, viven peleando no sólo contra los trabajadores, sino también unos contra otros. En tiempos de crisis, esto se agudiza y pueden llegar hasta hacerse la guerra. Este es el marco del G-20 reunido en Londres.

La crisis ha sepultado, así, una de las pavadas “posmodernas” de los 90: que la globalización había fusionado a las distintas burguesías y que por lo tanto los estados nacionales habían perdido relevancia. Aunque ha habido un significativo entrelazamiento de intereses, éste no llegó jamás a ser absoluto. Ahora, la crisis revela la verdadera situación: cada burguesía importante se atrinchera en su estado, para disputar con las de afuera y/o establecer alianzas con unas contra otras...

¿Quién está al mando?

Hay una media docena de temas puntuales de pelea, que examinamos en otro artículo. Pero la gran dificultad para llegar a algo en el G-20 no es la suma y resta de esos puntos, sino un problema global; es decir, de la totalidad de la economía mundial y, también, del sistema mundial de estados.

Se trata sencillamente de quién manda en el mundo de hoy, tanto en la esfera económica como geopolítica, del sistema de estados. Por eso, difícilmente se implemente ahora (o más adelante) un “nuevo Bretton Woods”. Un “nuevo orden” económico, exige que alguien ponga orden.

La conferencia de 1944 se hizo en el marco de una abrumadora hegemonía económica y militar de EEUU. Los ejércitos del imperialismo yanqui (aunque con la contradicción de su alianza con la Unión Soviética stalinista) estaban ganando la Segunda Guerra Mundial. Los imperialismos rivales (Alemania, Italia y Japón) estaban siendo aniquilados. Y los imperialismos aliados (el Imperio Británico y Francia) salían arrasados de la guerra. EEUU producía la mitad del Producto Bruto Mundial. Era el gran acreedor del mundo. Tenía las mayores reservas de oro. Su tecnología y su organización fordista de la producción eran las más avanzadas del planeta. El dólar era la expresión monetaria de todo eso.

En Bretton Woods, simplemente, hubo un país, EEUU, que dictó los términos, y otros 43 países que, después de algunos pataleos (especialmente británicos), se avinieron a firmar al pie.

Hoy el capitalismo presenta un cuadro mundial económico y geopolítico muy distinto, con un rasgo que hace mucho más difícil y conflictiva una reorganización global. EEUU ya no es lo que era en 1944. Pero tampoco existe ninguna potencia capitalista (o grupo de potencias) que lo reemplace y pueda imponer otro ordenamiento global.

Entonces, asoma un horizonte mundial muy complejo, caótico e impredecible, sobre todo si, finalmente, la barbarie capitalista de desempleo, hambre y miseria termina por agotar la paciencia de las masas trabajadoras.


1.- Ver “Bajo el espectro de la Gran Depresión”, partes I y II en Socialismo o Barbarie, Nº 144 y 145.