Socialismo o Barbarie, periódico Nº 149, 16/04/09
 

 

 

 

 

 

Elecciones del 28 de junio: los esposos K arriesgan su continuidad

Bajo el signo de la fragmentación

“El Ejecutivo busca legitimidad en la legislativa pero, si perdiera, estaría obligado a tener que formar nuevo gobierno siguiendo la lógica parlamentaria tan usual en las democracias europeas. Esto podría significar desde renuncias a cambios de gabinete y de políticas. Julio Cobos ya imagina una alianza parlamentaria para sostenerse en caso de crisis de gobernabilidad” (La Nación, 13-04-09).

Las próximas elecciones del 28 de junio han pasado a dominar el escenario político. Todo lo demás parece haber quedado subordinado. Como un nuevo capítulo de la crisis abierta entre los de arriba con el conflicto del campo, el gobierno parece estar jugándose su continuidad a “todo o nada”.

Viéndolo en perspectiva, la clase dominante argentina está jugando con fuego: busca dirimir su interna sobre el trasfondo de una crisis histórica del capitalismo que cuando termine de impactar de lleno en el país podría implicar un giro de 180 grados en las tendencias políticas tal cual se han venido manifestando en la última coyuntura.

Aquí el tema es si el muy probable recambio anticipado de los K podrá ser “pacífico” o si sobre la base de la fragmentación política que emergerá irremediablemente del 28 se podrán colar o no las exigencias y luchas de los trabajadores, literalmente “silenciados” desde la rebelión de las 4 por 4 en marzo del 2008.

¿Como Chávez y Morales?

En el contexto de debilidad en que se encuentra el gobierno de Cristina K, la jugada del adelantamiento electoral pareció ser una maniobra inteligente. El objetivo: realizarlas antes que la crisis económica internacional pegue de lleno en el país al tiempo que buscar evitar la sangría de votos que sufre cada día que pasa el oficialismo.

Al adelanto electoral se le ha sumado el intento K de transformarlas en un plebiscito: que el electorado opte por sí o no respecto del gobierno. De ahí que hayan salido a plantear que todas las principales figuras del Frente para la Victoria se postulen en las listas independientemente que ninguno vaya a dejar el cargo que ocupa. El caso más visible es, evidentemente, el de Daniel Scioli, que iría detrás de Kirchner en la lista a diputados de manera de mejorar las perspectivas de éste[1].

Más allá que “técnicamente” sea muy difícil transformar una elección parlamentaria de medio término (elección que habitualmente dispersa la votación a diferencia de cuando funciona el voto útil de la presidencial), hay un problema de fondo en la maniobra de los K.

Es que la idea de plebiscitarse pretende imitar un recurso similar utilizado por Hugo Chávez y Evo Morales. El gobierno K pretende repetir la “gesta” de aquéllos. Pero la cuestión es que Chávez y Morales fueron plebiscitados favorablemente debido a que cuentan con una base social de masas real que los apoya. Esto asentado en el hecho que son gobiernos que independientemente de los estrictos límites capitalistas que los caracterizan, han hecho determinadas reformas que las masas populares, con su voto, salieron a sostener.

Nada parecido pueden aducir los K a su favor. La única “reforma” bajo el gobierno K fue la creación de empleo superexplotado subproducto de una devaluación que se impuso por la fuerza de los hechos bajo su antecesor Eduardo Duhalde (que de reformista no tiene nada) y en un contexto económico mundial que ha desaparecido sin dejar rastro.

Conclusión: incluso entre sectores de trabajadores crece el repudio a los Kirchner que en oportunidad de su conflicto con el campo no fueron capaces siquiera de decretar un miserable aumento de los salarios como destino para parte de los fondos obtenidos por retenciones.

En síntesis: la maniobra plebiscitaria no parece tener ningún fundamento real en el cual apoyarse y bien podría terminar en una estruendosa derrota.

Con pronóstico reservado

No parece haber entonces “alquimia” que valga a los K para escapar a una situación de escuálida primera minoría o, peor aún, a una derrota lisa y llana el 28. Uno de los datos políticos más relevantes del último período –que ninguna maniobra política podría “desbaratar” por sí misma– es que el kirchnerismo ha pasado a ser –a priori, irremediablemente– un gobierno minoritario. La burguesía agraria lo abandonó en masa mientras que la industrial, cada día que pasa, lo mira con más desconfianza[2]. La parte principal de las clases medias urbanas y rurales ha girado a la derecha; sólo una minoría sigue siendo seducida por el discurso “progresista” de los derechos humanos (cada día que pasa más vacío de contenido) mientras que la mayoría es interpelada por los discursos tipo “seguridad”. Incluso entre los trabajadores, aunque una porción seguramente los seguirá todavía votando, en la medida que lo más duro del ajuste esté postergado para después de las elecciones, también hay crecientes signos de rechazo al kirchnerismo. Sólo entre los sectores más pobres de la sociedad parecen conservar un apoyo mayoritario y esto por razones obvias en lo que hace a la dependencia del Estado para su sostenimiento.

Veamos cómo se expresa esto en términos electorales. Surge del simple cotejo de la situación distrito por distrito. El dato central es la división del peronismo: éste irá a las urnas en dos o más listas al menos en 15 provincias, incluyendo aquí el acuerdo Unión PRO dirigido por Macri[3]. Por otra parte, está el polo –coaligado o no dependiendo de las circunstancias– de la Coalición Cívica, la UCR y el Partido “Socialista” de Binner. Todo ellos buscan ocupar el tradicional espacio radical, amén de otra serie de expresiones menores centroizquierdistas tipo Solanas, etc.

Hay que recordar que salvo la fracción kirchnerista del PJ (vinculado a los grandes grupos económicos de la industria, la minería y el petróleo), el conjunto de las expresiones de la oposición –incluyendo a la centroizquierda y también sectores de la “izquierda” como la CCC[4] y el MST por más “anticapitalista” que se pinte–, son correa de transmisión de los intereses de la patronal agraria de la Mesa de Enlace, la que está poniendo descaradamente huevos en todas estas canastas.

Continuemos. En Capital ganaría el macrismo y la lista oficialista quedaría relegada a un tercer o cuarto lugar. En Córdoba la elección se disputaría básicamente entre la lista del gobernador pro-campo Schiaretti y la “oposición” (también pro-campo) que tendrá dos expresiones: el oportunista y supuesto “outsider” Luís Juez y la clásica UCR provincial; a partir de ahí habría que ver qué le queda al kirchnerismo. En Santa Fe Reutemann se presenta por el PJ pero como alternativa a los K y la disputa será con el oficialismo provincial del gobernador “socialista” Binner; el candidato K no llegaría ni al 10% de los votos. En Mendoza el kirchnerismo mira la cosa desde afuera y Entre Ríos no está asegurada. El problema es que estas provincias –conjuntamente con la de Buenos Aires– aglutinan el 75% del electorado…

¿Qué les queda a los K? Básicamente parte importante de las provincias del Norte y el Sur (que tiene una baja densidad de población) y la propia Provincia de Buenos Aires, donde se preparan para dar “la madre de todas las batallas”. Pero aquí la situación también es compleja: lo que se vive es una tremenda sangría en el aparato del PJ por parte de De Narváez y Felipe Solá. Al kirchnerismo, aun ganando en la Provincia, eventualmente no le alcanzaría para compensar la derrota en el resto del país: lo haría por un margen demasiado estrecho quedando en la cuerda floja[5].

Festejando por anticipado

“Casi nadie cree que el gobierno puede ganar por mucho, pero si gana por poco, no se sabe qué puede pasar –observan en el entorno de la organización empresaria AEA[6]–. Si pierde, quedan como un ‘pato rengo’. No se sabe cómo puede ser un gobierno con poco poder. En el PJ la gente cambia de bando en dos segundos. Además, la derrota también puede afectar al gobernador Scioli. Si empatan, es el peor escenario porque habría una indefinición total”[7].

La oposición haría mal si sale a festejarse por anticipado como “recambio” de los K: todavía es un rompecabezas para armar. Se dice que el testamento de Alfonsín sería un mensaje alentando la recuperación del histórico bipartidismo peronista-radical que dominó la política del país a lo largo de décadas. Hay un “pequeño problema”: el régimen político argentino sigue en gran medida hecho pedazos un poco como postrero tributo al 2001.

Esto se debe al redondo incumplimiento de la promesa acuñada por el propio caudillo radical en su campaña electoral en el año 1983 (dicha con el objetivo de desviar al terreno electoral la furia popular que se abría paso en las calles contra los militares). Es un hecho incontrastable que con la “democracia” no se comió, no se educó y no se curó. Sencillamente porque su irremediable contenido es ser un régimen político de los capitalistas basado en la superexplotación de la clase obrera nacional.

Esta continuada crisis del sistema de partidos se expresa en una simple palabra: todos son “armados”. Ninguna de estas facciones convoca fervores populares[8]; todos carecen de militancia por ideales y no por el vil metal; sólo la izquierda se puede vanagloriar de estar integrada por militantes auténticos hechos y derechos por más minoritaria que la misma sea hoy por hoy.

En reemplazo de verdaderos partidos, estos “armados” –con múltiples nombres, siglas y donde solo valen los “cabezas de lista”– son un verdadero rompecabezas político. Rompecabezas que va a colocar un problema de gravedad para los de arriba en la coyuntura que viene: el escenario político que emergerá del 28 de junio será uno irremediablemente cruzado por una enorme fragmentación. Cristina K puede llegar a renunciar si pierde las elecciones y será reemplazada por Cobos. Pero a la burguesía argentina siempre le costó gobernar con el principal partido opositor (o parte de los fragmentos en los que se expresa hoy) en la oposición; y con él, los sindicatos dominados por la burocracia de esa extracción.

“Para la escena nacional la ausencia de Alfonsín será problemática. La Argentina se acerca, después de las elecciones, a otro ciclo en el cual el poder estará fragmentado. Pocas figuras como el ex presidente muerto estaban tan habilitadas para tender un puente entre las distintas facciones”[9].

De ahí que estos días hayan sonado fuerte las declaraciones del juez de la Corte Eugenio Zaffaroni en el sentido que el país necesitaría un sistema político parlamentario: “Llegó el momento de empezar a pasar a un sistema que permita cambiar el gobierno sin matar a nadie. Todo esto que estamos viendo de candidaturas testimoniales, de funcionarios que se presentan como candidatos, de gente que sale de un partido y que forma otro, creo que la política real está superando la institucionalidad”[10].

Pero no se trata de un mero problema de formas políticas. Lo que está en juego es de contenido: tiene que ver con la eficacia de la democracia de ricos para mediatizar las crecientes contradicciones económico-sociales del país, contradicciones que se van a poner al rojo vivo con la crisis mundial.

Porque el deterioro que arrastra el régimen político tiene que ver con el incumplimiento de sus “promesas”. Aquella famosa frase de Alfonsín que la democracia capitalista –para colmo en un país semicolonial como el nuestro– nunca podrá resolver.

Nos quieren esclavos

En todo caso, se van a poder “honrar” menos todavía hoy: irremediablemente el país ya está bajo el influjo de una crisis histórica del capitalismo mundial que cada vez se parece más a una Gran Depresión del siglo XXI.

En estas condiciones, lo que se está discutiendo entre los círculos dirigentes de toda la clase dominante es cómo se va a imponer el ajuste que viene luego de las elecciones. Que hay que imponer algún tipo de ajuste es una coincidencia unánime de los de arriba: desde el “progresismo” K hasta el PRO. El ajuste consistirá básicamente en una mayor devaluación del dólar dejando “congelados” los salarios, dejar correr lo que se pueda de los despidos y algún tipo de retorno al FMI.

Esto, en todo caso, podría ser más “mediatizado” de la mano de Cristina, y más descarado si pasa a gobernar el país la fracción “campestre” vía Cobos. Pero, insistimos: todos coinciden en que la crisis la debe pagar la clase trabajadora nacional[11].

Los matices de estilo entre ambos ajustes tiene que ver con el famoso “modelo”: el de los K tuvo necesariamente aspectos de “contención” frente a la rebelión popular del 2001. De ahí los elementos de cierto “proteccionismo” (con la devaluación del dólar) y la apuesta a la creación de empleos (con salarios miserables y superexplotados) vía la reactivación de la industria. También un cierto traspaso del trabajo no pagado de la clase obrera urbana y rural desde los capitalistas agrarios en beneficio de los de la industria vía las retenciones. Para los campestres las cosas son más simples: retención cero y libre exportación y el resto que explote. Es decir: precios dolarizados para los productos de consumo básico, mayor destrucción del poder adquisitivo y despidos masivos.

En todo caso hoy, frente a la crisis, ambas fracciones tienen más puntos en común de lo que parece a primera vista. Es que al gobierno K se le están acabando aceleradamente los cartuchos. Los dólares comienzan a escasear. El superávit fiscal se achica día a día. Mientras tanto las necesidades de financiamiento –interno y externo– no paran de aumentar[12]. Todos quieren devaluar la moneda pero se distinguen en el tamaño de la devaluación. Con más olfato de clase dominante, el gobierno recela por la estabilidad social cuando a los trabajadores les caiga la ficha de que están en el peor de los mundos: un desempleo creciente en las condiciones de un acelerado deterioro salarial.

La oposición, con sus medidas abiertamente neoliberales, no parece preocuparse por esto: supondrá que la clase obrera argentina puede ser esclava… Pero históricamente ha dado sobradas muestras que esto no es así. En este sentido nunca hay que olvidar que todavía la rebelión popular del 2001 está a la vuelta de la esquina.


[1] La oposición ha salido a hacer un escándalo hipócrita acerca de la “estafa” que significaría la propuesta kirchnerista, cuando todos los días tienen las mismas prácticas que los K, prácticas que son consustanciales con el lodazal que significa este régimen patronal de democracia de los ricos en el que se “revuelcan” cotidianamente todos ellos.

[2] Ver el caso ahora de la UIA, que de ser oficialista a lo largo de toda la gestión de los K, ahora ha sido electo un nuevo titular, Héctor Méndez, empresario del plástico, tradicionalmente con posiciones económicas más liberales.

[3] En términos generales incluimos aquí al “macrismo”, que en realidad es subproducto de dos componentes: el componente propiamente peronista y el que proviene de expresiones liberales históricas del país tipo la UCeDé o más cerca en el tiempo, del menemismo.

[4] Éste ya tiene colocado a Alderete en las listas provinciales de la Coalición Cívica: se ve dónde ha terminado su eterna campaña por el voto en blanco y su crítica por “electoralismo” al resto de la izquierda…

[5] Al día de hoy, estaría con una intención de votos de sólo el 32%, De Narváez alcanzaría el 27% y Stolbizer un 23%.

[6] Asociación de Empresarios Argentinos, en realidad principal organización corporativa de los capitalistas del país y que por las declaraciones que se han podido ver, parecen cada vez más inclinados a soltarle la mano al gobierno de los K.

[7] La Nación, 13-04-09.

[8] De ahí que toda la clase política se haya querido subir al tren de la campaña por la muerte de Alfonsín; en todo caso, lo que tuvo de “espontáneo” el reconocimiento popular a éste tiene que ver con que los de arriba lograron imponer el operativo por el cual se le cargó a éste los atributos de “padre de la democracia” escamoteándoselo a los que verdaderamente pusieron su vida al servicio de la lucha contra la dictadura militar. 

[9] La Nación, 4-04-09.

[10] La Nación, 14-04-09.

[11] No podemos dejar de recordar que a este ajuste económico –en su variante más “ortodoxa” de la mano de los campestres– han contribuido vergonzosamente sectores de la “izquierda” como la CCC y el MST. ¡Una capitulación en toda la regla!

[12] Ver en esta misma edición “¿Qué hay detrás del acuerdo con China?”.