¿Hacia
una nueva coyuntura para las luchas?
¡Vivan
los triunfos obreros en Massuh y Pilkington!
En
medio de la campaña electoral ha sucedido un hecho
singular: se ha
logrado el triunfo simultáneo de dos importantes luchas
obreras. Se trata de los casos de la papelera Massuh y
la fábrica de parabrisas Pilkington. Estas luchas han
enfrentado tareas distintas. En el caso de Massuh, se evitó
el liso y llano cierre de la planta, salvando los puestos de
trabajo de 500 familias. En el caso de Pilkington, se trató
del logro de haber parado 33 despidos así como avanzar
varios pasos en los planteos de recuperación salarial.
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Obreros
de Massuh ingresando a la planta |
Sin
embargo, a pesar de la diferencia de magnitud de ambas
peleas, una y otra tienen una serie de elementos
comunes que hablan tanto del contexto político, como de
los métodos de lucha usados por los trabajadores.
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Obreros
de Pilkington festejando su triunfo bajo la lluvia |
Enfrascados
en sus rencillas
Los
elementos de contexto son de importancia a la hora de
comprender estos triunfos. Es que desde hace más de un
largo año, a nivel de las luchas obreras independientes de
la burocracia sindical, prácticamente
no se venían viviendo otra cosa que no sean duras derrotas.
El caso del Casino es demasiado elocuente como para haberlo
olvidado…
En
todo caso, la excepción a la regla en esta dinámica de derrotas “catastróficas”
en la coyuntura anterior venía siendo –sin olvidar los
progresos en la formación del nuevo sindicato en el subterráneo
de Buenos Aires– la
enorme experiencia de FATE. A pesar de los duros
despidos del año pasado, la Marrón no solo logró
mantenerse en pie, sino
que se ha visto fortalecida
recientemente con
la elección de cuatro nuevos delegados antiburocráticos.
Sin
embargo, es un hecho que el contexto político que marcó la
anterior coyuntura de las luchas parece
haber variado sustancialmente.
Por
un lado, la división burguesa alrededor del conflicto del
campo (que continúa hasta el día de hoy), en cierto modo
“fragmentó” la Santa Alianza contra las luchas obreras
que se venía expresando en la coyuntura anterior. Que se
entienda bien: no es que las diversas fracciones burguesas
no sean –desde el punto de vista de clase– todas
igualmente antiobreras y que las más de las veces, a pesar
de los matices que las puedan dividir (coyunturalmente o
no), dejen de mostrarse unidas frente a los trabajadores.
Sin embargo, los conflictos que las enfrentan hoy por hoy,
de una u otra manera, es como que las tienen “distraídas” respecto de aplicarse el ciento por ciento consecuentemente a
quebrar las luchas.
Un
gobierno que no quiere olas
Hay
un segundo elemento más evidente: se
trata del debilitamiento del gobierno y la situación de
crisis con que está enfrentando el proceso electoral.
Aquí hay una contradicción que tiene que ver específicamente
con la base electoral K. Es que el gobierno ha perdido prácticamente
el voto de las clases medias, así como también parte de la
base barrial (esto en manos del PJ disidente). En todo caso,
a lo que puede seguir apelando es al voto obrero. Es decir,
al recuerdo de la recuperación del empleo que se vivió
(por diferentes circunstancias) bajo el gobierno de Néstor
Kirchner. Si se pretende apelar a seguir monopolizando el
voto obrero… no sería
demasiado beneficioso aparecer atacando las luchas obreras
en las semanas que restan de campaña electoral…
Así
las cosas, en los últimos meses el gobierno ha pretendido
aparecer “preocupado” por evitar que se produzcan
despidos masivos y/o cierres de empresas. Por lo menos no
hasta el próximo 28 de junio. Luego será otro cantar:
todas las fracciones burguesas coinciden que después de las elecciones
se tendrá que aplicar un más o menos clásico ajuste sobre
los trabajadores.
A
los elementos anteriores hay que agregarles los específicos
que tienen que ver con las patronales y las burocracias
sindicales respectivas: aquí también hay puntos en
contacto. Porque si algo puede caracterizar su
comportamiento en ambos casos ha
sido su erratismo y/o falta de estrategia coherente a la
hora de enfrentar estos conflictos.
Si
hablamos de las patronales, más allá de las situaciones
económicas distintas, en todo caso no quedó demasiado
claro a qué se jugaba Massuh con la discontinuidad de la
producción en su planta del Gran Buenos Aires; o mismo a qué
se jugó la patronal de Pilkington decretando un lock out
que finaliza con la reincorporación de todos los compañeros…
En este último caso, en todo caso esto preanuncia futuros
capítulos de conflicto para los que habrá que ir preparándose
desde ahora mismo.
Lo
anterior por no hablar de las burocracias del papel y el
vidrio: lo común es que ambas forman parte de la fracción
barrionuevista de la burocracia cegetista. Ambas burocracias
expresan elementos de marginalidad
casi
sin pudor ni reflejo alguno para estar abiertamente de la
vereda de enfrente de los obreros en lucha.
La
importancia estratégica de la ocupación
Junto
con los elementos de contexto transformados respecto de la
coyuntura de las luchas anterior, hay uno decisivo que hace
a los métodos y perspectiva de pelea. Es que en el marco de
la crisis mundial, y ante la tendencia a producir despidos
en masa, también en
la Argentina parece estar comenzándose a expresar una
tendencia a la ocupación de fábrica que se observa en
algunos países del norte del mundo.
Este
ha sido el caso de Pilkington, donde la planta estuvo
ocupada prácticamente por una semana. Si bien luego la
ocupación se perdió,
la moral mayormente
entre los jóvenes compañeros obreros continuó siendo altísima,
lo que combinado con el específico erratismo en la
orientación de la patronal para el conflicto (además de
los elementos de contexto ya señalados), terminó dando
lugar a un triunfo en toda la línea.
Pero
junto con la ocupación otro elemento de enorme importancia
ha sido puesto sobre la mesa por la dinámica de la crisis: el
problema de la estatización de aquellas empresas que van a
la quiebra. La desigualdad en el caso de Massuh respecto
de Pilkington es que si bien en la primera nunca se llegó
realmente a la ocupación de la planta (se trató más bien
de un cerco obrero), al estar en juego no decenas sino
cientos de despidos se
terminó imponiendo la estatización parcial de la planta.
Esto
es parte de una tendencia internacional. En nuestra edición
anterior ya habíamos señalado que parecía estar esbozándose
una tendencia a un
salto de calidad en la resistencia obrera ante la
pretensión capitalista de descargar la crisis sobre los
trabajadores. Si bien todavía fragmentariamente, no aún
como una ola mundial, el hecho es que se están sucediendo
una serie de experiencias de ocupaciones de fábrica de
enorme importancia como
anticipación de una tendencia que podría generalizarse.
Una
estatización parcial
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Trabajadores
de Massuh exigen la estatización bajo control
obrero |
Es
en el marco de esta nueva coyuntura de las luchas que acaba
de ser conquistada la estatización de la papelera Massuh. Guillermo Moreno tomó
posesión de la planta el pasado martes 12. En un acto
frente a todo el “personal” (en el que participó también
el intendente kirchnerista de Quilmes “Barba” Gutiérrez),
Moreno insistió que a partir de ahora los trabajadores debían
confiar en su gestión y limitarse a trabajar. Volveremos más
adelante sobre esto.
Sin
embargo, por más parcial que efectivamente sea la
estatización de Massuh es ante todo un enorme triunfo de una lucha obrera de más de cuatro meses, una
medida que no hubiera ocurrido –más allá de cualesquiera
otras circunstancias que rodean la misma– sin esta durísima
lucha de sus trabajadores.
Sin
embargo, y con el mismo énfasis, hay que subrayar que el
carácter parcial de
la estatización tiene que ver con los muchos subterfugios
que la misma implica. Por ejemplo, el hecho que lo que se
está estatizando es la gestión (vía la figura del
fideicomiso) no así
la propiedad que quedará en manos de Massuh. De ahí
que hablemos –reiteramos una vez más–
de estatización parcial. El Estado le alquilará la planta
al propio Massuh que con el producto del mismo hará frente
a sus obligaciones eventualmente recuperando la planta en un par de años…
Precisamente
por lo anterior, desde el punto de vista de los intereses de
la clase obrera, la lucha no se debe quedar en el punto
alcanzado hasta aquí: sin la estatización plena el proceso podría ser revertido en cualquier
giro de la situación. Partiendo del logro alcanzado, se
trata de continuar la lucha por la expropiación definitiva
poniendo sobre la mesa desde ahora mismo el planteo de
lograr un
efectivo
control obrero de la producción.
La
necesidad del control obrero
“Acá
el único que decide quien se queda y quien se va soy yo…
Desde mañana, como decía el sabio general: de casa al
trabajo y del trabajo a casa” (Guillermo
Moreno, secretario de comercio interior, La Nación,
12-05-09, en el acto de reapertura de Papelera Massuh).
Precisamente,
al volver a reabrir la planta se termina colocando una
cuestión que es clásica: se
establece un “doble poder” dentro de la empresa. La
propiedad privada y el control patronal quedan cuestionados
desde el mismísimo momento que son los responsables de llevar a la crisis a la empresa, mostrando su
incompetencia para hacerla funcionar. Esto sumado a que los
trabajadores han reconocido el poder de su lucha colectiva y
que, en los hechos, los que conocen la gestión de la
empresa, son sus técnicos
y trabajadores y no los funcionarios recién llegados como
Moreno.
Sin
embargo, la tendencia de la estatización como estatización
burguesa apunta al mismo tiempo a mediatizar
e inhibir este poder potencial de los trabajadores. Es
el dicho de Moreno que acabamos de citar (y repetido hasta
el cansancio por el peronismo): “de casa al trabajo y del
trabajo a casa”. Dicho de otra manera: “ahora la lucha
se acabó, nosotros –los funcionarios–
nos ocuparemos de todo, ustedes dedíquense a trabajar y no
se metan en política… ni ‘coqueteen’ con la
izquierda”. Es decir, la base obrera es llamada
expresamente a no actuar de manera independiente, a no
politizarse, a no elevarse a los problemas generales, a
no
meterse en los problemas de dirección de la empresa.
Pero
precisamente es esto lo que ha quedado planteado con la
estatización de Massuh: ¿cómo podría ser llevada adelante la gestión de la planta sin que
los trabajadores –que son los que pusieron sobre la mesa
la salvación de la mima– tengan arte ni parte?
Este
no es un capricho “izquierdista”: el
hecho es que una empresa incluso completamente estatizada
sigue siendo una fábrica capitalista. Una que se basa
en la explotación –aún sea esta eventualmente
“atenuada”– de los trabajadores.
¿Cómo se cree que se va a pagar la deuda de Massuh?
Bueno, precisamente con el trabajo no
pagado de sus trabajadores. Seguramente van a venir con
el cuento chino de que ahora “todos tenemos que poner el
hombro”, que “les garantizamos los puestos de trabajo”
pero ahora “hay que trabajar”, o que “no es el momento
de hacer reclamos porque no hay más plata”. Por esto
mismo, hay que poner en pie la experiencia del control y/o
administración obrera de la empresa
para resolver
colectivamente qué producir, cómo producirlo y, sobre
todo, como hacer para que las “ganancias” vuelvan a su
fuente de origen: los trabajadores.
Una
nueva generación obrera emerge
En
definitiva, algo contradictorio está ocurriendo en la
actual coyuntura electoral; coyuntura que podría quedar en
cierta forma marcada también por estos triunfos de la
vanguardia obrera. Mientras que el rechazo electoral al
gobierno tiende a encarnarse en “opciones” que se
colocan a la derecha del mismo, socialmente
la tendencia tiende a ir para el otro lado y podría
“explotar” en la eventualidad de una crisis política
pos-electoral.
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Trabajadores
de Pilkington cortando la Panamericana |
Las
oposiciones patronales –de
Macri a Carrio– defienden a pie juntillas un duro ajuste contra los trabajadores
después del 28. Mientras largan lágrimas de cocodrilo por
los “productores del campo” jamás se les va a escuchar
soltar una sola palabra por los reclamos de los
trabajadores: si alguien vio a algunos de estos sucios políticos
patronales –oficialismo incluido–
solidarizándose con las luchas de Massuh y Pilkington, por
favor nos lo haga saber.
Sin
embargo, contradictoriamente, no habría que perder de vista
que el gobierno K, de alguna “muda” manera, también está
siendo cuestionado –al menos socialmente– desde el
flanco “izquierdo”. En este sentido, llamó muchísimo
la atención como en oportunidad de la marcha de los obreros
de Pilkington a cortar la Panamericana se
expresó una contundente solidaridad de los vecinos con su
lucha.
En
todo caso, un hecho es cierto: en medio de estas duras
luchas obreras está
emergiendo una nueva generación obrera. Una nueva
generación de jóvenes obreros que más allá de su
evidente inexperiencia política tiene una enorme
combatividad. Una nueva generación junto con la cual la
izquierda que se considera verdaderamente revolucionaria
deberá ir haciendo la experiencia en la perspectiva cierta
de ser parte
del
posible embrión de una nueva dirección en porciones no
marginales de la clase obrera argentina en el caso que la
crisis se profundice y se produzca un verdadero ascenso de
la lucha de clases.
[1]
En el caso de Pilkintong, la burocracia del vidrio llegó
a desembarcar con casi cien matones partiéndole la
cabeza no a un “izquierdista” llegado a la puerta de
la fábrica para apoyar la lucha… sino
a un trabajador de base de la planta. En el caso de
Massuh, la burocracia de Blas Alari quedó a la derecha
de la estatización parcial de la planta habiéndose
jugado todo el tiempo a proteger los intereses del mismo
Massuh o, en su defecto, a buscar una nueva patronal.
[2]
En
parte por los errores de alguna de las corrientes que
influenciamos en esta pelea.
Nos referimos al PTS, el que junto con nuestro partido
fue una de las dos corrientes de la izquierda con más
peso. El PTS
alentó permanentemente expectativas desmedidas en la
negociación llevando en los hechos a debilitar el foco
que debía concentrarse en la ocupación…
[3]
Un triunfo que ocurrió a pesar del permanente
“centrismo” –por decir lo menos– de los
delegados que permanentemente
fueron y vinieron entre la presión de la base y la
influencia de la “superestructura”: el sindicato, la
intendencia, la patronal y el gobierno.
[4]
Es importantísimo diferenciar
el sentido del control obrero y / o de la administración
obrera lisa y llana de la llamada “cogestión” donde
lo que se pretende es
hacer
co-responsables a los trabajadores en su auto-explotación
a modo de “compartir los esfuerzos” para “sacar
adelante la empresa”…
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