Los trabajadores de Massuh recuperan sus puestos de
trabajo
Un primer triunfo en la lucha por la estatización
Por Patricia Pérez
Esta pelea de cuatro meses, que se mantuvo en pie a pesar
de sus altibajos, cierra su primer round con un triunfo: el
gobierno va a poner los fondos para que la fábrica vuelva a
producir. En la primera asamblea dentro de la planta después
de tanto tiempo, los compañeros se abrazan y se felicitan,
pero se muestran sorprendidos y expectantes: “La verdad
que tuvimos un ‘culo’ de aquellos… ¿Será cierto?”
Es que en este conflicto, además del hecho indiscutible y
fundamental de que una buena
cantidad de compañeros no se fue a la casa y la siguió
peleando, incidieron factores políticos, sobre
todo la situación de un gobierno cruzado por dos grandes
problemas: la crisis mundial y su propia pelea electoral.
Una lucha no sólo reivindicativa sino también política
El gobierno basa toda su propaganda en esta idea:
“mientras en los países poderosos la gente se queda sin
trabajo y cunde la miseria, la Argentina, gracias a los K,
está preparada para enfrentar la crisis”… Y aunque dice
mucho más de lo que hace, es cierto que el gobierno está
poniendo plata para que la crisis sea lo
menos visible que se pueda evitando despidos masivos en
empresas grandes. Las decenas de miles de despidos que hay
en las empresas con menos “nombre”, le importan un
comino, lo mismo que las pequeñas empresas que están
cerrando en cascada. Pero
Massuh sí tiene “nombre” y cientos de trabajadores que,
encima, son todos efectivos.
Esto es lo que nos hizo sostener siempre desde el nuevo
MAS (contra la posición de la interna) que
la solución a este conflicto no era meramente sindical,
sino política,
y que el gobierno era mucho más presionable que la
patronal.
Los compañeros se asombran de su “suerte” porque
saben perfectamente que la presión que hicieron no fue todo
lo fuerte y constante que debería. Hubo momentos de división
entre los trabajadores, de parálisis y confusión,
naturales en una fábrica sin ninguna tradición de lucha y
donde, para colmo, la comisión interna que eligieron en el
momento más caliente del conflicto terminó
echando baldes de agua fría de la mano del sindicato y la
federación. Si este conflicto hubiera ocurrido en los
primeros años del gobierno K, habría sido mucho más duro
para los trabajadores resistir, porque el gobierno en ese
tiempo te mandaba la Infantería a matarte a palos y se
terminó.
Pero justamente, la lucha de los obreros de Massuh agarró
al gobierno en una situación infinitamente
más inestable para cerrarle la puerta redondamente a
los reclamos obreros; y
sobre esa situación inestable, la presión que hicieron los
obreros alcanzó para abrir una ventanilla y que Cristina se
ponga. Sobre todo
la pelea de las últimas semanas, cuando los compañeros que
quieren la estatización, tomaron iniciativas que en unos días
hicieron al conflicto más visible que en todos los meses
anteriores: como la aparición en el acto de Cristina
con la bandera de estatización y la participación masiva
en el acto del Primero de Mayo donde hablaron desde el
palco.
Pero ojo, la debilidad del gobierno ayudó a que se diera
este paso, pero la situación en que los trabajadores están
ahora también es frágil: falta muy poco para las
elecciones: ¿seguirá abierta la ventanilla cuando los
votos ya se hayan contado? Y además, aunque el plan que
presentó Moreno siga su curso, no
olvidemos que ese plan incluye devolverle a Massuh la
empresa en condiciones lo antes posible, y ya sabemos qué
significa eso: a laburar como negros para levantar la
empresa rapidito.
Los compañeros necesitarán de la mayor claridad para
encarar la lucha en esta rara situación, con un patrón
titular que llegó a la quinta amarilla y un patrón
suplente, el gobierno K, que al revés que los jugadores de
fútbol, va a tratar de volver “al banco” lo más rápido
que pueda.
Propiedad privada con dirección estatal: a pelear el control obrero desde
ahora
El plan que el gobierno le presentó a los trabajadores es
el siguiente: el Estado le arrienda la fábrica a Massuh
durante dos o tres años. El pago de ese arrendamiento va a
parar al síndico que está a cargo del concurso de
acreedores, que deberá ir pagando las enormes deudas de
Massuh. Durante ese tiempo, la producción y comercialización
la dirige la Secretaría de Comercio Interior, o sea
Guillermo Moreno. Los fondos para reiniciar la producción
(Moreno dice que son 25 millones de pesos) salen de los
fondos de jubilación de la ANSéS, con los cuales el Banco
Nación crea un fondo fiduciario. Entre todas estas
volteretas administrativas, lo importante es esto: cuando
la gestión estatal logre poner a la empresa en condiciones
de normalidad capitalista, se la devuelve a sus dueños. O
sea, la política del gobierno no es la estatización: ¡estatiza
la gestión para salvar la propiedad privada!
Esto pone a los trabajadores frente a dos problemas, uno a
futuro y otro inmediato:
1) El problema futuro: en cuanto vuelva a agarrar la fábrica,
Massuh va a hacer un desastre otra vez, porque en los últimos
años sólo la utilizó para truchadas financieras (ver los
diarios de estos días). La forma de garantizar la
estabilidad de los puestos de trabajo es
la nacionalización, no ya de la administración, sino de la
propiedad de la empresa.
2) El problema inmediato se puede deducir del discurso de
Moreno en el acto en la fábrica: “Ahora a trabajar, y a
trabajar más que nunca, porque hay que volver a ganar el
mercado: como dijo el sabio general Perón, ‘de casa al
trabajo y del trabajo a casa’”. Su política va a ser
que los trabajadores se involucren en los resultados
de la producción como si la fábrica fuera de ellos.
Incluso habló de poner representantes de los trabajadores
en el directorio; ese régimen de “cogestión” tiende a que los obreros se presionen a
sí mismos para laburar como locos: por esto no se trata de
un verdadero control o administración obrera que va
exactamente para el otro lado.
La forma de enfrentar los dos problemas es que ese
“control obrero” que los compañeros pintaron en la
bandera después de “estatización”, lo pongan
mentalmente adelante, y que la consigna práctica sea
“control obrero para lograr la estatización”. Lo
primero es hacer un
pliego de reclamos obreros en cuanto al salario, la
jornada y las condiciones de trabajo. Que las decisiones se
tomen en asamblea. Avanzar en que los libros de la empresa
se abran a los trabajadores. Si hace falta gente, que el
comité de lucha pelee la bolsa de trabajo: que
entren compañeros de confianza de los trabajadores en vez
de que Gutiérrez les llene la fábrica con sus hijos y
entenados.
En suma, pelear día a día su cuota de decisión sobre lo
que se hace en la fábrica, porque el objetivo de los
trabajadores no es lo
que quiere el gobierno, por más que hoy se dé una aparente
coincidencia transitoria en la preservación de la fuente de
trabajo…
Como dijo uno de los compañeros de la fábrica, que
expresó clarito el espíritu que hay que tener para encarar
lo que viene: “No sé
hasta dónde llegará el plan del gobierno, pero lo que hay
que hacer es entrar y ponerla a funcionar. Una vez ahí, si
empiezan los problemas, ya no vamos a hacer como hasta
ahora, esto de pelear afuera. Nos quedamos adentro, la
hacemos producir nosotros… y que nos vengan a sacar”.
Nuestra
corriente fue la más consecuente de la izquierda en
plantear que la perspectiva de la lucha debía ser la
estatización. Esto nos distinguió de la orientación
ultra oportunista del pequeño grupo FOS (ligado al PSTU
del Brasil) y mismo del PTS que tuvo una línea más
sindicalista.
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