Socialismo o Barbarie, periódico Nº 151, 15/05/09
 

 

 

 

 

 

Los trabajadores de Massuh recuperan sus puestos de trabajo

Un primer triunfo en la lucha por la estatización

Por Patricia Pérez

Esta pelea de cuatro meses, que se mantuvo en pie a pesar de sus altibajos, cierra su primer round con un triunfo: el gobierno va a poner los fondos para que la fábrica vuelva a producir. En la primera asamblea dentro de la planta después de tanto tiempo, los compañeros se abrazan y se felicitan, pero se muestran sorprendidos y expectantes: “La verdad que tuvimos un ‘culo’ de aquellos… ¿Será cierto?”

Es que en este conflicto, además del hecho indiscutible y fundamental de que una buena cantidad de compañeros no se fue a la casa y la siguió peleando, incidieron factores políticos, sobre todo la situación de un gobierno cruzado por dos grandes problemas: la crisis mundial y su propia pelea electoral.

Una lucha no sólo reivindicativa sino también política

El gobierno basa toda su propaganda en esta idea: “mientras en los países poderosos la gente se queda sin trabajo y cunde la miseria, la Argentina, gracias a los K, está preparada para enfrentar la crisis”… Y aunque dice mucho más de lo que hace, es cierto que el gobierno está poniendo plata para que la crisis sea lo menos visible que se pueda evitando despidos masivos en empresas grandes. Las decenas de miles de despidos que hay en las empresas con menos “nombre”, le importan un comino, lo mismo que las pequeñas empresas que están cerrando en cascada. Pero Massuh sí tiene “nombre” y cientos de trabajadores que, encima, son todos efectivos.

Esto es lo que nos hizo sostener siempre desde el nuevo MAS (contra la posición de la interna) que la solución a este conflicto no era meramente sindical, sino política[1], y que el gobierno era mucho más presionable que la patronal.

Los compañeros se asombran de su “suerte” porque saben perfectamente que la presión que hicieron no fue todo lo fuerte y constante que debería. Hubo momentos de división entre los trabajadores, de parálisis y confusión, naturales en una fábrica sin ninguna tradición de lucha y donde, para colmo, la comisión interna que eligieron en el momento más caliente del conflicto terminó echando baldes de agua fría de la mano del sindicato y la federación. Si este conflicto hubiera ocurrido en los primeros años del gobierno K, habría sido mucho más duro para los trabajadores resistir, porque el gobierno en ese tiempo te mandaba la Infantería a matarte a palos y se terminó.

Pero justamente, la lucha de los obreros de Massuh agarró al gobierno en una situación infinitamente más inestable para cerrarle la puerta redondamente a los reclamos obreros; y sobre esa situación inestable, la presión que hicieron los obreros alcanzó para abrir una ventanilla y que Cristina se ponga. Sobre todo la pelea de las últimas semanas, cuando los compañeros que quieren la estatización, tomaron iniciativas que en unos días hicieron al conflicto más visible que en todos los meses anteriores: como la aparición en el acto de Cristina con la bandera de estatización y la participación masiva en el acto del Primero de Mayo donde hablaron desde el palco.

Pero ojo, la debilidad del gobierno ayudó a que se diera este paso, pero la situación en que los trabajadores están ahora también es frágil: falta muy poco para las elecciones: ¿seguirá abierta la ventanilla cuando los votos ya se hayan contado? Y además, aunque el plan que presentó Moreno siga su curso, no olvidemos que ese plan incluye devolverle a Massuh la empresa en condiciones lo antes posible, y ya sabemos qué significa eso: a laburar como negros para levantar la empresa rapidito.

Los compañeros necesitarán de la mayor claridad para encarar la lucha en esta rara situación, con un patrón titular que llegó a la quinta amarilla y un patrón suplente, el gobierno K, que al revés que los jugadores de fútbol, va a tratar de volver “al banco” lo más rápido que pueda.

Propiedad privada con dirección estatal: a pelear el control obrero desde ahora

El plan que el gobierno le presentó a los trabajadores es el siguiente: el Estado le arrienda la fábrica a Massuh durante dos o tres años. El pago de ese arrendamiento va a parar al síndico que está a cargo del concurso de acreedores, que deberá ir pagando las enormes deudas de Massuh. Durante ese tiempo, la producción y comercialización la dirige la Secretaría de Comercio Interior, o sea Guillermo Moreno. Los fondos para reiniciar la producción (Moreno dice que son 25 millones de pesos) salen de los fondos de jubilación de la ANSéS, con los cuales el Banco Nación crea un fondo fiduciario. Entre todas estas volteretas administrativas, lo importante es esto: cuando la gestión estatal logre poner a la empresa en condiciones de normalidad capitalista, se la devuelve a sus dueños. O sea, la política del gobierno no es la estatización: ¡estatiza la gestión para salvar la propiedad privada!

Esto pone a los trabajadores frente a dos problemas, uno a futuro y otro inmediato:

1) El problema futuro: en cuanto vuelva a agarrar la fábrica, Massuh va a hacer un desastre otra vez, porque en los últimos años sólo la utilizó para truchadas financieras (ver los diarios de estos días). La forma de garantizar la estabilidad de los puestos de trabajo es la nacionalización, no ya de la administración, sino de la propiedad de la empresa.

2) El problema inmediato se puede deducir del discurso de Moreno en el acto en la fábrica: “Ahora a trabajar, y a trabajar más que nunca, porque hay que volver a ganar el mercado: como dijo el sabio general Perón, ‘de casa al trabajo y del trabajo a casa’”. Su política va a ser que los trabajadores se involucren en los resultados de la producción como si la fábrica fuera de ellos. Incluso habló de poner representantes de los trabajadores en el directorio; ese régimen de “cogestión” tiende a que los obreros se presionen a sí mismos para laburar como locos: por esto no se trata de un verdadero control o administración obrera que va exactamente para el otro lado.

La forma de enfrentar los dos problemas es que ese “control obrero” que los compañeros pintaron en la bandera después de “estatización”, lo pongan mentalmente adelante, y que la consigna práctica sea “control obrero para lograr la estatización”. Lo primero es hacer un pliego de reclamos obreros en cuanto al salario, la jornada y las condiciones de trabajo. Que las decisiones se tomen en asamblea. Avanzar en que los libros de la empresa se abran a los trabajadores. Si hace falta gente, que el comité de lucha pelee la bolsa de trabajo: que entren compañeros de confianza de los trabajadores en vez de que Gutiérrez les llene la fábrica con sus hijos y entenados.

En suma, pelear día a día su cuota de decisión sobre lo que se hace en la fábrica, porque el objetivo de los trabajadores no es lo que quiere el gobierno, por más que hoy se dé una aparente coincidencia transitoria en la preservación de la fuente de trabajo…

Como dijo uno de los compañeros de la fábrica, que expresó clarito el espíritu que hay que tener para encarar lo que viene: “No sé hasta dónde llegará el plan del gobierno, pero lo que hay que hacer es entrar y ponerla a funcionar. Una vez ahí, si empiezan los problemas, ya no vamos a hacer como hasta ahora, esto de pelear afuera. Nos quedamos adentro, la hacemos producir nosotros… y que nos vengan a sacar”.


[1] Nuestra corriente fue la más consecuente de la izquierda en plantear que la perspectiva de la lucha debía ser la estatización. Esto nos distinguió de la orientación ultra oportunista del pequeño grupo FOS (ligado al PSTU del Brasil) y mismo del PTS que tuvo una línea más sindicalista.