A cuarenta años del Cordobazo
Alcances y límites de una generación de
luchadores obreros
Por Oscar Alba
A cuarenta años del Cordobazo, su evocación o conmemoración puede
convertirse en un acto político ritual si no se extraen las
enseñanzas que
dejó en la historia de la lucha de clases aquella
semiinsurrección obrera y la etapa política que abrió en
nuestro país. La riqueza de las experiencias de lucha
sindical, política e ideológica que llevó adelante el
movimiento obrero en aquel momento deben estar al servicio
de la lucha actual. Esto también lo hemos dicho muchas
veces (y es correcto que sea así) pero es importante tratar
de hacerlo desde los desafíos de la etapa política actual.
El surgimiento de
una nueva generación obrera
El Cordobazo hace eclosión en un contexto internacional de
movilizaciones que globalmente cuestionaron las bases de
dominación capitalista. En Latinoamérica este contexto
tuvo diferentes expresiones de un ascenso de franjas del
movimiento de masas que se extendió en varios países.
De esta manera, el Cono Sur va a estar cruzado por diversas
experiencias de lucha. En Perú con las luchas campesinas,
en Bolivia con el movimiento minero, en Chile la lucha por
la tierra de las comunidades indígenas y el ascenso obrero
que pondrá en marcha el proceso más importante de la región
llevando al gobierno a la Unidad Popular. Y así en otros países.
Por su parte, el desarrollo de la Revolución Cubana
va a tener una decisiva incidencia en el surgimiento
de corrientes políticas que impulsaron la lucha armada. De
esta manera, la caída del Che Guevara en la selva del Ñancahuazú
irradiará su influencia hacia la vanguardia obrera y
estudiantil.
El Cordobazo va a ser una seminsurrección obrera como resultante de
diversos factores de índole político, social y hasta económicos.
En Argentina, este proceso va a ubicar al movimiento obrero
industrial en el centro de la escena y erigiéndose como
referente político y social de un posible cambio
revolucionario. Esta ubicación política de la clase obrera
se apoya en una nueva generación de trabajadores emergente,
fundamentalmente en los sectores industriales. El epicentro
fue la provincia de Córdoba y se fue extendiendo a otras
zonas del país dando surgimiento a una corriente nacional
de nuevos activistas. La provincia mediterránea había
alcanzado un desarrollo industrial importante.
Fundamentalmente en la industria automotriz y con ello una
concentración obrera de envergadura. Esta concentración de
trabajadores a su vez también se va a reproducir en el
establecimiento de barrios obreros que rodeaban a las
grandes fábricas.
“Las empresas automotrices y sus trabajadores eran parte de un
ambiente social que se había modificado rápidamente en Córdoba.
Entre esos cambios se contaba una rápida urbanización.
Después de 1955 el crecimiento urbano se produjo con
rapidez, acelerándose en el sur de la ciudad la construcción
de nuevos barrios obreros que rodeaban las fábricas de IKA-Renault
y Fiat. En las zonas del este, localización de las plantas
de procesamiento de alimentos, textiles y otras industrias
livianas, los barrios tradicionales de Córdoba
experimentaron poco crecimiento; tampoco cambiaron los más
viejos barrios
céntricos o zonas como las del Barrio Clínicas, antaño
una ciudadela patricia y para entonces – conjuntamente con
Alto Alberdi– centros de la enorme comunidad estudiantil” (1). Ferreyra, San Lorenzo, Dean Funes y
Empalme fueron barrios que se extendieron rodeando a la Fiat.
Así como el complejo IKA-Renault estaba lindero a los
barrios Villa El Libertador, el Barrio Comercial y Santa
Isabel habitados por
miles de trabajadores mecánicos.
Esta nueva generación de luchadores va a abrevar sindicalmente en
sectores de trabajadores que ya habían hecho sus primeras
armas en la resistencia peronista y va a tratar de
revalorizar el rol del peronismo como factor de transformación
de la sociedad. Esta valoración confluye, por otra parte,
con el debate sobre la lucha armada que, a partir del
triunfo de la Revolución Cubana aparecía como el método
alternativo a la organización obrera.
Pero el Cordobazo y las movilizaciones que le antecedieron y las que
continuaron luego de mayo del 69 tenían una particularidad
que va a ser distintiva de esta nueva generación: surgen
independientes del aparato de la burocracia sindical
peronista lo cual refuerza su carácter antipatronal. Desde
el punto de vista político esto dará nacimiento a una
corriente fuertemente clasista en amplias franjas del
activismo obrero, ya que esa independencia de la burocracia
peronista a su vez no podrá ser capitalizada por el Partido
Comunista con su pasado “gorila” y, por entonces, con su
estrategia reformista.
Algunos factores para el
surgimiento del “clasismo”
Algunos historiadores han hecho hincapié en el carácter espontáneo
del Cordobazo de mayo del 69 para explicar que fue
esencialmente un movimiento reivindicativo y de oposición
al gobierno del General Onganía. Efectivamente estos dos
aspectos fueron hechos que promovieron la movilización,
pero esta “nueva madera” aportada por la clase obrera
traerá consigo nuevos elementos que aportarán al
desarrollo de una vanguardia clasista.
El orgullo de “ser obrero” por aquella época fue un componente
primario, elemental y no consciente que comienza a ubicar a
una franja de dicha clase no sólo en forma independiente
frente a la patronal sino como un referente ante los demás
sectores oprimidos. Y es a su vez una primer manifestación
que lo ubica contra la burocracia sindical, que en su afán
de lograr prebendas y privilegios no duda en ser
“felpudo” de los intereses burgueses.
En la conformación de la conciencia clasista de la vanguardia de los
70 van a intervenir distintos componentes. Por ejemplo, la
organización del SITRAC-SITRAM cordobés remonta a una
iniciativa de la propia patronal de FIAT que resuelve la
creación de un sindicato de fábrica.
“Los trabajadores de FIAT fueron los únicos en toda la industria
automotriz que no estuvieron afiliados al SMATA. En lugar de
ello FIAT presionó a los gobiernos de Frondizi e Illia para
obtener sindicatos de planta, ignorando de esa forma las prácticas
vigentes en el país de sindicatos por rama y asegurándose
un interlocutor meramente formal que sirviera para controlar
y disciplinar a la fuerza laboral” (2). Pero esta
estrategia se volverá en contra de la “gran familia de
FIAT” en 1970, cuando los obreros desconocen el convenio
firmado por la burocracia de Torres y en una asamblea echan
a burócratas y eligen una nueva dirección sindical luego
de ocupar la planta con rehenes en su interior. La unidad
obrera termina con la “unidad familiar” de FIAT. Otras fábricas
ligadas a la producción autopartista y del gremio del
calzado cordobés van a seguir el ejemplo del SITRAC-SITRAM.
Porque, en el Cordobazo,
la cadena de sumisión obrera no se corta por el
eslabón más débil. Es decir, por los sectores más
explotados y postergados. Se da en los complejos fabriles
donde la concentración obrera está compuesta por elementos
calificados. Agustín Tosco, René Salamanca o el
“Petiso” Páez habían concluido sus estudios técnicos.
El posterior desarrollo de las luchas hasta mediados de los
70 va a llevar a otros sectores más atrasados
tradicionalmente como Textiles y del Vidrio, la existencia
de nuevas direcciones combativas.
La radicalización de esta nueva generación se va a expresar también
len las modalidades de lucha. “Lo novedoso entonces luego
de 1969 fue que, recogiendo la experiencia previa de
movilización y combatividad desplegadas para hacer
efectivos las demandas corporativas, se produjeron cambios
en el repertorio de la confrontación y en sus contenidos,
evidenciados en la utilización de mecanismos más
informales para la exteriorización de la protesta y en
medidas de acción directa como la ocupación de fábricas
con rehenes que ya formaba parte del acervo cultural de los
trabajadores pero que antes se había ejercitado con otro
sentido (3)”.
Las limitaciones de la lucha
La contradicción fundamental de la etapa, a nuestro entender, es que
siendo una etapa de profundo ascenso obrero, no logró
consolidar una alternativa política obrera revolucionaria.
Sin duda en esta gran limitación influyó el accionar de la
burguesía y sus gobiernos (sobre todo el tercer gobierno
del General Perón). Desde la apertura “democrática”
del 73 hasta el golpe militar videlista y pasando por los
ataques de la burocracia sindical y las bandas fascistas de
la Triple A, significaron un enfrentamiento permanente para
los trabajadores. Pero el escollo y la limitación central
fue la concepción guerrillerista que
terminó anidando en la vanguardia y llevando al
desastre a miles de luchadores obreros que en su mayoría
fueron ganados para la misma. Como dijimos al principio, la
influencia de la Revolución Cubana y la concepción
guevarista hicieron pie en amplios sectores de la vanguardia
obrera y desarrollaron organizaciones políticas que
resultaron ajenos a las tradiciones de lucha del movimiento
obrero. La huelga general, la asamblea con democracia
directa de los trabajadores, fueron despreciadas o puestas
en función del “aparato militar”. Extraordinarios
dirigentes obreros fueron sacados de su ámbito natural de
lucha para integrar los grupos guerrileros. En el caso de
Montoneros, su estrategia de guerrilla urbana se asentaba
sobre la incapacidad para romper con el peronismo y
orientarse a una salida independiente. Lo cual significó
ser la pata izquierda que el peronismo tenía puesta sobre
la cabeza de los trabajadores como principal garante del
orden burgués.
Un presente con inmensos desafíos
En la actualidad en un contexto internacional de crisis económica
profunda de la economía capitalista es imprescindible tener
presente alcances y limitaciones de la llamada “década
del 70”. Como en aquel entonces, una nueva generación de
obreros ha sido lanzada a la esfera de la producción y por
ende a nuevos desafíos políticos y sindicales. La
comparación no puede ser mecánica si no a partir del
estadio actual de las luchas. En este sentido, la
experiencia que protagonizan los compañeros del Neumático
de San Fernando, los triunfos de Massuh y Pillkington, la
lucha de Paraná Metal y otros conflictos en contra de
suspensiones y despidos y por mejoras salariales nos ubican
en un punto en donde se han puesto de manifiesto medidas de
lucha radicales como las ocupaciones de fábricas. Las
mismas han sido contra la orientación de la burocracia
sindical peronista y en eso se asemejan a las ocupaciones de
principio de los 70 aunque aún no indiquen una tendencia
generalizada.
Por su parte, la conciencia obrera ha retrocedido en relación a la
conciencia que animó a los sectores de vanguardia que
irrumpieron en el Cordobazo. Retomar aquel nivel y superarlo
es una tarea prioritaria. Esta nueva generación no ha
sufrido grandes derrotas a manos de la patronal y está
dando sus primeros pasos. Uno de los grandes desafíos que
tiene por delante, y la izquierda debe tomar cuenta de esto,
es construir esa conciencia de clase antipatronal y
anticapitalista.
El 30 de mayo de este año Moyano viajó a Córdoba y los medios
destacaron su recordación del Cordobazo. En realidad Moyano
fue a apropiarse de las banderas de aquella movilización
para utilizarla a favor de la campaña electoral del
gobierno de los Kirchner y de esta manera volverla
contra los intereses de los trabajadores. Moyano dijo que
“hoy la lucha se da en las urnas”. Porque sabe que si se
da en las calles peligra su propia existencia como burócrata.
Y fue a decirles a los trabajadores cordobeses que el
Cordobazo fue cosa pasada. Tal es el modo en que la
burocracia quiere mantener a los obreros atados a la
conciencia patronal. Los trabajadores debemos comprender que
la construcción de una alternativa obrera revolucionaria es
cotidiana y se debe dar en todos los terrenos.
1- Anna Segre. “La localizzazione dell’industria automobolistica in
América Latina: Il caso de Belo Horizonte (Brasile) e Córdoba
(Argentina)” citado en “Córdoba rebelde” de James
Brennan y Mónica Gordillo.
2- “El clasismo y los obreros. El contexto fabril del ‘sindicalismo
de liberación’ en la industria automotriz cordobesa,
1970- 1975.” James Brennan.
3- “Córdoba rebelde”. J. Brennan y M. Gordillo.
|