|
A
35 años de la masacre de Pacheco
Por
Jorge Terracota
"Es
una historia sobre hombres y mujeres valientes que vivieron
hace mucho tiempo, pero cuyos nombres no han sido olvidados.
Los hombres de esta historia acariciaron el ideal humano de
libertad y vivieron noble y honradamente. Lo he escrito para
que lo lean –mis hijos y los hijos de otros– saquen de
él la fortaleza para nuestro turbulento futuro y puedan
luchar contra la opresión y la injusticia, de modo que el
sueño de Espartaco llegue a ser posible en nuestro
tiempo.” (Howard Fast)
A
35 años del asesinato de nuestros compañeros en manos de
la “Triple A”, (Alianza Anticomunista Argentina) pomposo seudónimo de la jauría asesina que bajo el amparo del último
gobierno del General Perón (1974) depredó a miles de
militantes obreros y populares, creo oportuno encabezar este
recordatorio con esta cita del heroico periodista
Rodolfo Walsh,
para sintetizar el objetivo de esta memoria:
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no
tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires.
Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas
anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las
lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad
privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras
cosas." Pues, entonces, se trata de recuperar la
herramienta de la historia para que las nuevas generaciones
de trabajadores se incorporen a la lucha nutridos de las
enseñanzas de las experiencias pasadas.
El
mes de mayo de 1974 marcó un giro en la política argentina.
El día primero de este mes desde los balcones de la Casa
Rosada el viejo general rompió el tortuoso idilio con una
generación de jóvenes luchadores que se habían jugado la
vida, en la convicción de que el peronismo podía
convertirse en el instrumento para alcanzar el socialismo; a
partir de ese día la historia sería distinta y puesto en
la disyuntiva. Perón no titubeó y sus palabras fueron
contundentes: "...Decía
que a través de estos veintiún años, las organizaciones
sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que
algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que
durante veinte años lucharon...” porque su instinto
de clase no le permitía titubear, tomó partido por la
siniestra burocracia sindical que le garantizaría a los
capitalistas su hegemonía en el poder hasta nuestros días,
la gloriosa J.P.
fue desechada, ya no había tiempo para romanticismo… había
llegado la hora de la espada.
La
Triple A, que ya contaba con un nutrido prontuario, entendió
rápidamente el mensaje, que a partir del mismo 1º de mayo
se tradujo en una campaña desembozada de aniquilación de
militantes y sus organizaciones que incluyó entre otros, a
nuestro compañero el obrero metalúrgico Inocencio
“Indio” Fernández asesinado el 7 de mayo, el cura
Mujica ligado a Montoneros 4 días después y el 29 de mayo,
en el quinto aniversario del Cordobazo, el asalto de nuestro
local del Partido Socialista de los Trabajadores(*) y el
posterior asesinato de nuestros queridos compañeros, Mario
Zidda, Antonio Moses y Oscar Dalmacio Meza.
Así
relató el periódico Avanzada Socialista, del PST, el
ataque contra el local de Pacheco:
“Sonó primero un silbato, similar a los que usa la policía.
Luego un disparo y tras un diminuto intervalo, una
ensordecedora ráfaga de ametralladora. De inmediato,
violentando la puerta y saltando desde los techos y la
terraza, 15 matones asesinos, provistos de armas largas,
entraron a golpes e insultos. Los 6 compañeros que se
hallaban reunidos fueron arrojados al suelo y pateados,
mientras los otros entraban a las salas y quemaban y destruían
todo a su paso. Luego, con la cabeza llena de sangre por los
golpes, los 6 compañeros fueron obligados a entrar a los
autos. A pocas cuadras del lugar, las tres compañeras
fueron bajadas del auto y obligadas a retirarse. Los coches
prosiguieron viaje con rumbo desconocido, llevando a los
compañeros en sus baúles. El 30 a la mañana, los cadáveres
de Meza, Zidda y Moses, aparecieron en Pilar, acribillados a
balazos. Tres compañeros pudieron escaparse por los
fondos” (Avanzada Socialista 4/6/74).
Esta
carnicería desató el repudio de los trabajadores y la
izquierda que se manifestó en el masivo acto que se celebro
enfrente del local central del PST en la calle 24 de
Noviembre de la Capital Federal. Ese mismo día del entierro
de los camaradas, Ortega Peña (*) electrizó al país
diciendo “que estos asesinatos tienen un responsable, con
nombre y apellido, y ese es el General Perón”. Fue la
primera vez que un diputado nacional, elegido por el Frente
Justicialista que llevó a Perón como Presidente, lo hacía
responsable por la creciente ola de violencia de la derecha
contra activistas sindicales, militantes de la izquierda
peronista y de las organizaciones marxistas.
Más
adelante el mismo Ortega Peña amplió: “lo que parece
distinguirse es que la política del terror blanco no está
dirigida a quienes funcionan en la superestructura, sino a
aquellos cuadros que van desarrollándose en el seno de la
clase trabajadora, sean delegados o compañeros militantes
de base de significación. Esto es lo que parece como más
peligroso para la Política de Pacto Social y entonces han
decidido escarmentar a nivel de estos compañeros”.
Ni el gobierno ni el Partido Justicialista condenaron la
masacre. Lejos de ello, Perón cínicamente declaró
ante miembros de la Federación Juvenil Comunista que
le solicitó una entrevista: “Sé que ustedes han llegado
en un momento en que acaba de producirse un hecho muy
desagradable, que tres muchachos han sido asesinados por
otro grupo. Son grupos antagónicos, que pelean entre ellos
en vez de discutir y acordar, pero eso pasa en todas partes
del mundo...” (El Cronista Comercial, 5 de junio de 1974,
citado de Avanzada Socialista).
A
partir de este hecho quedó develado públicamente el carácter
reaccionario y antiobrero de Perón y su movimiento, y el
verdadero objetivo de su retorno al poder: aplastar el alza
revolucionaria iniciada justo cinco años atrás con el
heroico Cordobazo. Para nosotros, los militantes
socialistas, el durísimo golpe selló un compromiso de
hierro con la causa de los trabajadores, que desde el nuevo
MAS exhibimos como estandarte en todas y cada una de las
batallas que libran los explotados y oprimidos.
Este
respetuoso homenaje a los compañeros caídos no va a caer
en los lugares comunes de que “la
mejor manera de recordarlos” o “ que
si ellos estarían vivos”, ni vamos ceder a la morbosa
tentación de recordar sus cuerpos masacrados, en todo caso
eso sería funcional al macabro objetivo de sus asesinos de
paralizarnos por el miedo. Recordamos a los compañeros en
su bella juventud de ángeles rebeldes, que llevaron sus
ideales hasta las últimas consecuencias, convencidos de que
el ejercicio de libertad que implica la militancia
revolucionaria es la posibilidad de desarrollar las
potencialidades humanas en este páramo de soledad que es el
sistema capitalista.
Sus
rostros sonrientes derivan en la corriente en su afán de
marina inmensidad, son eternos navegantes en el río de
nuestra historia y los evocamos, transparentes,
invencibles... Con el puño en alto.
(*)Partido
Socialista de los Trabajadores, antecesor del M.A.S en la década
del 70, declarado ilegal por la dictadura, siguió actuando
en la clandestinidad hasta su caída.
(*)Rodolfo
Ortega Peña, intelectual de izquierda, defensor de presos
políticos y diputado nacional por el Peronismo de Base
(quien será asesinado poco tiempo después por la Triple A)
|
|