Socialismo o Barbarie, periódico Nº 153, 18/06/09
 

 

 

 

 

 

Las elecciones europeas y el fiasco del NPA

Algunos problemas de la situación francesa

Por Claudio Testa

Los resultados de las elecciones europeas, particularmente en Francia, han sido también un test para un operativo político que internacionalmente ha hecho mucho ruido en la vanguardia europea, y también, aunque menos, en América Latina. Nos referimos al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de Francia, formado a iniciativa de la ex LCR (Liga Comunista Revolucionaria) de ese país.

En Argentina, son los “sojeros” del MST los que publicitan al NPA. Sin desdecirse de sus amores locales con de Ángelis, Buzzi, la Mesa de Enlace y demás personajes del neoliberalismo sojero, el MST parece haber encontrado su modelo internacional de partido en el NPA. En su prensa viene relatando fábulas, como atribuirle a Olivier Besancenot, figura pública del NPA, el apoyo de entre un 30 a un 40% de la población...[1]

Los resultados de las elecciones europeas han mostrado la realidad: la votación del NPA no ha sobrepasado el porcentaje tradicional de la ex LCR. Y, en algunos sectores, ha retrocedido.

Este porcentaje es importante para una corriente que en Francia es vista todavía –aunque ya de manera desdibujada– como de “extrema izquierda”. Pero, al mismo tiempo, significa un nuevo fracaso de la fórmula de partidos de izquierda amplios”, que nos resolvería el difícil problema de conquistar influencia de masas, esencialmente por vía electoralista, y sin que medie un gran crecimiento de las luchas obreras y populares; es decir, sin que se dé un cambio radical en la situación de la lucha de clases. Se trataría así de una suerte de voluntarismo raro: ¡voluntarismo oportunista!

“Partidos de izquierda amplios”

El del NPA no es el primer ensayo de esta fórmula mágica de partido de izquierda amplio”, dedicado principalmente al electoralismo. Entre sus antecedentes, con resultados aun más desastrosos políticamente, están el difunto SSP (Partido Socialista de Escocia) y el PSOL de Brasil. A otros parientes políticamente más lejanos, no les ha ido mejor, como Respect en Gran Bretaña y Rifondazione Comunista en Italia.

¿Cómo es la fórmula?: se intenta ganar sectores del tradicional electorado socialdemócrata y de los partidos comunistas, que hoy están en crisis con sus viejas organizaciones, pero que no han cambiado sus ideologías reformistas (con la ilusión, en Francia y otros países de Europa, de volver a los años dorados del boom de posguerra). Entonces, se supone que se los puede captar, si nos adaptamos a ellos, corriéndonos hacia la derecha. Lamentablemente, estas tácticas que aparecen como tan “astutas”, resultan ser una tontería. Lo que logran no es radicalizar a las masas trabajadoras y populares, sino derechizar a corrientes que alguna vez fueron revolucionarias...

Además, la burguesía siempre suele tener “la sartén por el mango” en estos trucos político-electorales. Así, en Francia, sacó un “conejo de la galera” –Cohn Bendit, el renegado de Mayo del 68–, lo “infló” en los medios, y los votos caídos del PS se fueron principalmente por esa “colectora” o por la abstención. Al NPA le llegó poco o nada de ellos.

La radicalización política de las masas tiene que ver con procesos complejos, que no se resuelven con trucos electorales oportunistas ni maniobras mediáticas.

La crisis mundial nos ha abierto un gran desafio

En Europa y en todo el mundo, la crisis mundial ha abierto una oportunidad histórica para recuperar la conciencia anticapitalista y socialista de las masas trabajadoras. Esta conciencia anticapitalista y socialista quedó gravemente herida en el siglo XX por los resultados desastrosos de las experiencias de la ex Unión Soviética, China y Cía. –presentados como el “fracaso del socialismo”–, y por el simultáneo triunfo de la contrarrevolución neoliberal.

Ahora, el actual “fracaso del capitalismo” ha abierto la posibilidad de revertir esto, pero en un proceso que lógicamente se desarrollará con grandes desigualdades y no será “automático”. La abstención masiva en las elecciones europeas es un reflejo de estos contradictorios desarrollos desiguales. En gran medida, expresa, por un lado, el descontento sobre la manera en que van las cosas” sin que, por otro lado, los “descontentos” vean ya mayoritariamente una alternativa anticapitalista y socialista.

Para lograr eso, para que existan condiciones donde se desarrolle una verdadera radicalización política de las masas obreras, estudiantiles y populares, es imprescindible también, principalmente, un salto en las luchas. Es decir, una radicalización y generalización de las luchas.

Radicalización política y radicalización de las luchas no son lo mismo.[2] Pero la primera es difícil que se dé sin la “materialidad” de la segunda, sin que la clase obrera aparezca como una referencia política-social en los hechos. A esto aún no se ha llegado, aunque ha habido importantes conflictos obreros y estudiantiles, y Francia sea uno de los países más avanzados de Europa en ese sentido.

Dicho de otra manera: nunca la radicalización política de las masas se ha dado “en frío” (a través de procesos meramente electorales), sino como parte de un cambio en las relaciones políticas entre las clases, fogoneado por grandes luchas (rebeliones de masas, estallidos sociales, etc.)

Con su política, el NPA hace todo lo posible para que esto no ocurra

Por supuesto, un giro en ese sentido no depende ni principal ni exclusivamente de la acción de las organizaciones de “extrema izquierda”: siempre es producto de una combinación de múltiples factores, donde los principales de ellos son “objetivos”; es decir, no dependen de nuestra voluntad.

Sin embargo, simultáneamente, esto implica una enorme responsabilidad en cuanto a los factores sobre los que podemos operar e influir, sobre todo si como el NPA no somos un pequeño grupo, sino una organización con algún peso en sectores de vanguardia, e incluso con una audiencia en franjas minoritarias del movimiento de masas. Pero, en ese sentido, la política del NPA ha sido un completo desastre.

Es que el NPA no combate en el movimiento obrero y estudiantil a los aparatos burocráticos que actúan como el principal factor de desmovilización y derrotas, ni sostiene frente a ellos una política alternativa e independiente.

La política de los burócratas –agrupados en la Intersyndicale de las “ocho centrales” (CGT, CFDT, FO, CFE-CGC, CFTC, Unsa, FSU y Solidaires)– es hacer cada tanto una “jornada interprofesional de manifestaciones” (que ni siquiera implica un paro general de 24 horas), sin darle ninguna continuidad y sentándose luego a esperar que Sarkozy los llame para reanudar el “diálogo social”, rogándole que “ponga lo social en el corazón de su política económica” (¡¡textual!!).[3]

Esto, por supuesto, no ha conmovido el “corazón” de Sarko, ni ha logrado frenar los ataques a la clase trabajadora, principalmente los despidos.[4] Los señores burócratas aplican la clásica maniobra de disponer alguna “medida de lucha” para descomprimir el descontento de las bases, ganar tiempo y evitar “desbordes” que podrían volverse incontrolables.

La primera de estas “jornadas”, la del 29 de enero, fue de enormes dimensiones. Millones de trabajadores vieron en ella una oportunidad de expresar su rabia y protesta, con la esperanza inicial de que así lograrían algo. Pero la política burocrática de no continuarla con una escalada de medidas de lucha y, sobre todo, evitando una huelga general como la de Guadalupe y Martinica, fue vaciando estas convocatorias. La última se ha realizado, sin pena ni gloria, el pasado sábado 13, con ínfima concurrencia. Y como julio y agosto son meses de vacaciones, los burócratas ya han anunciado que hasta septiembre no van a mover un dedo. Mientras tanto, los despidos no toman vacaciones.

Junto con esta maniobra “global”, los burócratas mantienen cuidadosamente aislados entre sí los conflictos obreros, conflictos que muchas veces estallan desbordándolos. A pesar de ese aislamiento, es allí donde se han obtenido triunfos relativos y parciales, y donde se han desarrollado métodos más avanzados y contundentes de lucha como las tomas con “secuestros” de ejecutivos y patrones. Pero, incluso en los conflictos más duros y “exitosos”, no se ha logrado defender los puestos de trabajo, sino apenas aumentar las indemnizaciones por despidos.

El mismo “cordón sanitario” de la burocracia que aísla cada lucha, se extiende entre la clase trabajadora asalariada y las universidades, que vienen en duro enfrentamiento con el gobierno, y donde participan no sólo los estudiantes sino también profesores y funcionarios.

Otra tarea fundamental de los burócratas de la Intersyndicale es también mantener al movimiento obrero sindicalizado estrictamente separado de la masa de trabajadores pobres y jóvenes de los barrios periféricos de París y otras ciudades, en su gran mayoría “provenientes de la inmigración” de las colonias y ex colonias del imperialismo francés. ¡Aquí hay un material socialmente explosivo, con el que no conviene mezclarse!

Tan buenos servicios prestan los burócratas, que el tradicional diario conservador Le Figaro, se muestra muy preocupado ante las noticias de crisis y divisiones en la Intersyndicale: “Unidos, los sindicatos canalizan y limitan los desbordes[5]. Separados, es la puerta abierta a las pujas. Un escenario catastrófico que Sarkozy quiere evitar a toda costa, e impedir que este año septiembre sea realmente explosivo...”[6]

Frente a esto, la política de la dirección del NPA es no combatir a las burocracias sindicales. La misma palabra “burocracia” no figura nunca en las publicaciones oficiales. ¡De eso, no se habla!

Frente a la política burocrática de medidas sin continuidad, aislamiento de los conflictos obreros, y separación del movimiento universitario y de las masas de los barrios, el NPA jamás agita la consigna de huelga general, puesta sobre el tapete por el triunfo del movimiento de Guadalupe-Martinica. Su “escape” es hablar de la “confluencia de las luchas”, fórmula que tiene la ventaja de que puede significar cualquier cosa... y que evita las malditas palabras “huelga general”, anatema para sus amigos de la burocracia.

La dirección del NPA carga con la vergüenza de haber suscripto, en ocasión de las primeras “jornada interprofesionales”, una carta de apoyo incondicional a la Intersyndicale, firmada junto con el PS, el PCF y otros partidos de la misma calaña. Pero ahora, ante la bronca creciente de las bases obreras con los burócratas, el NPA comienza a balbucear críticas. Ha descubierto, tardíamente, que “la política de las direcciones de las confederaciones, combinando las jornadas de acción sin perspectivas con la búsqueda del diálogo social [con Sarko], desorienta y desmoviliza”.[7]

Sin embargo, los dirigentes del NPA no concluyen que, entonces, hay que combatir a esos traidores, impulsando los “desbordes” tan temidos por Le Figaro, los patronos y Sarko. ¡Nada de eso! El NPA sólo da consejos fraternales a los camaradas de la Intersyndicale, para que se porten algo mejor.

Una grave consecuencia: el auge en la vanguardia de las estériles corrientes autonomistas

Una grave consecuencia de esto, es el auge en la vanguardia, especialmente en los sectores universitarios en lucha, de grupos y corrientes autonomistas. Es que en las instancias de luchas donde intervienen militantes del NPA, especialmente de sus corrientes mayoritarias, generalmente asumen las posiciones más de derecha, centradas en el acatamiento a lo que disponen los aparatos burocráticos. Estas posiciones repelen a gran parte de los jóvenes activistas.

La iniciativa de formación del NPA, fue vista inicialmente con simpatía por amplios sectores de activistas. Es que ella proponía una tarea progresiva: un reagrupamiento para llenar desde la izquierda el vacío dejado por la crisis del PS y el PCF.

Pero hoy, muchos de los que se acercaron inicialmente al NPA se han alejado o no participan de sus actividades. Y evidentemente, la mayoría de la “vanguardia de las luchas” tampoco está allí. De los casi 10.000 “adherentes” iniciales –que aquí el MST presenta falsamente como “militantes”[8]– sólo hace alguna actividad una minoría, casi toda proveniente de la ex LCR. Así, el acto de cierre de la campaña electoral, con el popular Besancenot de orador estrella, no pudo llenar ni la mitad de un salón de dos mil asientos.

Pero lo más grave es que este vacío político que deja el NPA en la vanguardia de las luchas, es llenado en alguna medida por el autonomismo o los anarco-autonomistas. Este es un serio problema no sólo en Francia sino también en otros países de Europa, y que ya ha influido negativamente sobre el curso de la rebelión de Grecia. Aquí, con el Argentinazo, tuvimos nuestras experiencias con los desastres del autonomismo movimientista, que es absolutamente estéril para dar alternativas políticas y que, además, se hace humo en cuanto baja la “temperatura” de las luchas.

Hace mucho tiempo, Lenin decía que el anarquismo era “la expiación de los pecados oportunistas del movimiento obrero”. Hoy podemos decir algo parecido acerca del volumen tomado por el autonomismo, en ausencia o debilidad de alternativas realmente marxistas revolucionarias.


[1]Olivier Besancenot: Cada vez más popular”, Alternativa Socialista, 495,  26/03/09.

[2] Por supuesto, esto no implica que siempre un gran auge de las luchas genera automáticamente y por sí mismo radicalización política. El ascenso de las luchas es una condición necesaria, pero no exclusivamente suficiente.

[3] Marc Landre, "Les syndicats se déchirent après l'échec de samedi", Le Figaro, 15/06/09.

[4] Como se vio reflejado en la reciente reunión de la OIT, el gobierno de Zarkozy defiende una orientación que tiene como centro el derecho de las patronales a despedir libremente.

[5] Parece que Le Figaro entiende mejor el significado del desborde obrero a las burocracias sindicales que algunos de nuestros camaradas trotskistas en Francia y en la Argentina…

[6] Le Figaro, cit., subrayados nuestros.

[7] "Syndicats: abstention pour la journée d’action", NPA, 15/06/09.

[8] "Nació el Nuevo Partido Anticapitalista”, Alternativa Socialista, 493, 25/02/09.