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Las elecciones europeas y
el
fiasco del NPA
Algunos
problemas de la situación francesa
Por Claudio Testa
Los resultados de las elecciones europeas, particularmente en Francia, han
sido también un test para un operativo político que
internacionalmente ha hecho mucho ruido en la vanguardia
europea, y también, aunque menos, en América Latina. Nos
referimos al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de
Francia, formado a iniciativa de la ex LCR (Liga Comunista
Revolucionaria) de ese país.
En Argentina, son los “sojeros” del MST los que publicitan al NPA. Sin
desdecirse de sus amores locales con de Ángelis, Buzzi, la
Mesa de Enlace y demás personajes del neoliberalismo sojero,
el MST parece haber encontrado su modelo internacional de
partido en el NPA. En su prensa viene relatando fábulas,
como atribuirle a Olivier Besancenot, figura pública del
NPA, el apoyo de entre un 30 a un 40% de la población...
Los resultados de las elecciones europeas han mostrado la realidad: la
votación del NPA no ha sobrepasado el porcentaje
tradicional de la ex LCR. Y, en algunos sectores, ha
retrocedido.
Este porcentaje es importante para una corriente que en Francia es
vista todavía –aunque ya de manera desdibujada– como de
“extrema izquierda”. Pero, al mismo tiempo, significa un
nuevo fracaso de la fórmula de “partidos
de izquierda amplios”, que nos
resolvería el difícil problema de conquistar influencia de
masas, esencialmente por vía electoralista, y sin que medie
un gran crecimiento de las luchas obreras y populares; es
decir, sin que se dé un cambio radical en la situación
de la lucha de clases. Se trataría así de una suerte
de voluntarismo raro: ¡voluntarismo oportunista!
“Partidos de izquierda amplios”
El del NPA no es el primer ensayo de esta fórmula mágica de “partido
de izquierda amplio”, dedicado principalmente al electoralismo. Entre
sus antecedentes, con resultados aun más desastrosos políticamente,
están el difunto SSP (Partido Socialista de Escocia) y el
PSOL de Brasil. A otros parientes políticamente más
lejanos, no les ha ido mejor, como Respect en Gran Bretaña
y Rifondazione Comunista en Italia.
¿Cómo es la fórmula?: se intenta ganar sectores del tradicional
electorado socialdemócrata y de los partidos comunistas,
que hoy están en crisis con sus viejas organizaciones, pero
que no han cambiado sus ideologías reformistas (con la
ilusión, en Francia y otros países de Europa, de volver a
los años dorados del boom de posguerra). Entonces,
se supone que se los puede captar, si nos adaptamos a
ellos, corriéndonos hacia la derecha. Lamentablemente,
estas tácticas que aparecen como tan “astutas”,
resultan ser una tontería. Lo que logran no es radicalizar
a las masas trabajadoras y populares, sino derechizar a
corrientes que alguna vez fueron revolucionarias...
Además, la burguesía siempre suele tener “la sartén por el mango” en
estos trucos político-electorales. Así, en Francia, sacó
un “conejo de la galera” –Cohn Bendit, el renegado de
Mayo del 68–, lo “infló” en los medios, y los votos
caídos del PS se fueron principalmente por esa
“colectora” o por la abstención. Al NPA le llegó poco
o nada de ellos.
La radicalización política de las masas tiene que ver con procesos
complejos, que no se resuelven con trucos electorales
oportunistas ni maniobras mediáticas.
La crisis mundial nos ha abierto un gran desafio
En Europa y en todo el mundo, la crisis mundial ha abierto una
oportunidad histórica para recuperar la conciencia
anticapitalista y socialista de las masas trabajadoras.
Esta conciencia anticapitalista y socialista quedó
gravemente herida en el siglo XX por los resultados
desastrosos de las experiencias de la ex Unión Soviética,
China y Cía. –presentados como el “fracaso del
socialismo”–, y por el simultáneo triunfo de la
contrarrevolución neoliberal.
Ahora, el actual “fracaso del capitalismo” ha abierto la posibilidad de revertir
esto, pero en un proceso que lógicamente se desarrollará
con grandes desigualdades y no será “automático”.
La abstención masiva en las elecciones europeas es un
reflejo de estos contradictorios desarrollos desiguales. En
gran medida, expresa, por un lado, el “descontento
sobre la manera en que van las cosas”
sin que, por otro lado, los “descontentos” vean ya
mayoritariamente una alternativa anticapitalista y
socialista.
Para lograr eso, para que existan
condiciones donde se desarrolle una verdadera radicalización
política de las masas obreras, estudiantiles y
populares, es imprescindible también, principalmente, un salto
en las luchas. Es decir, una radicalización y generalización
de las luchas.
Radicalización política y
radicalización de las luchas no son lo mismo.
Pero la primera es difícil que se dé sin la
“materialidad” de la segunda, sin que la clase obrera
aparezca como una referencia política-social en los hechos.
A esto aún no se ha llegado, aunque ha habido importantes
conflictos obreros y estudiantiles, y Francia sea uno de los
países más avanzados de Europa en ese sentido.
Dicho de otra manera: nunca la
radicalización política de las masas se ha dado “en frío”
(a través de procesos meramente electorales), sino como
parte de un cambio en las relaciones políticas entre las
clases, fogoneado por grandes luchas (rebeliones
de masas, estallidos sociales, etc.)
Con su política, el NPA hace todo lo
posible para que esto no ocurra
Por supuesto, un giro en ese
sentido no depende ni principal ni exclusivamente de la acción
de las organizaciones de “extrema izquierda”: siempre es
producto de una combinación de múltiples factores, donde
los principales de ellos son “objetivos”; es
decir, no dependen de nuestra voluntad.
Sin embargo, simultáneamente,
esto implica una enorme responsabilidad en cuanto a
los factores sobre los que podemos operar e influir,
sobre todo si como el NPA no somos un pequeño grupo, sino
una organización con algún peso en sectores de vanguardia,
e incluso con una audiencia en franjas minoritarias del
movimiento de masas. Pero, en ese sentido, la política
del NPA ha sido un completo desastre.
Es que el NPA no combate en
el movimiento obrero y estudiantil a los aparatos burocráticos
que actúan como el principal factor de
desmovilización y derrotas, ni sostiene frente a ellos una
política alternativa e independiente.
La política de los burócratas
–agrupados en la Intersyndicale de las “ocho centrales” (CGT,
CFDT, FO, CFE-CGC, CFTC, Unsa, FSU y Solidaires)– es hacer
cada tanto una “jornada interprofesional de
manifestaciones” (que ni siquiera implica un paro general
de 24 horas), sin darle ninguna continuidad y sentándose
luego a esperar que Sarkozy los llame para reanudar el “diálogo
social”, rogándole que “ponga lo social en el corazón
de su política económica” (¡¡textual!!).
Esto, por supuesto, no ha conmovido
el “corazón” de Sarko, ni ha logrado frenar los ataques
a la clase trabajadora, principalmente los despidos.
Los señores burócratas aplican la clásica maniobra de
disponer alguna “medida de lucha” para descomprimir
el descontento de las bases, ganar tiempo y evitar
“desbordes” que podrían volverse incontrolables.
La primera de estas “jornadas”,
la del 29 de enero, fue de enormes dimensiones.
Millones de trabajadores vieron en ella una oportunidad de
expresar su rabia y protesta, con la esperanza inicial de
que así lograrían algo. Pero la política burocrática de
no continuarla con una escalada de medidas de lucha y, sobre
todo, evitando una huelga general como la de
Guadalupe y Martinica, fue vaciando estas
convocatorias. La última se ha realizado, sin pena ni
gloria, el pasado sábado 13, con ínfima concurrencia.
Y como julio y agosto son meses de vacaciones, los burócratas
ya han anunciado que hasta septiembre no van a mover un
dedo. Mientras tanto, los despidos no toman vacaciones.
Junto con esta maniobra
“global”, los burócratas mantienen cuidadosamente
aislados entre sí los conflictos obreros, conflictos
que muchas veces estallan desbordándolos. A pesar de
ese aislamiento, es allí donde se han obtenido triunfos
relativos y parciales, y donde se han desarrollado métodos
más avanzados y contundentes de lucha como las tomas
con “secuestros” de ejecutivos y patrones. Pero, incluso
en los conflictos más duros y “exitosos”, no se ha
logrado defender los puestos de trabajo, sino apenas
aumentar las indemnizaciones por despidos.
El mismo “cordón sanitario”
de la burocracia que aísla cada lucha, se extiende entre
la clase trabajadora asalariada y las universidades, que
vienen en duro enfrentamiento con el gobierno, y donde
participan no sólo los estudiantes sino también profesores
y funcionarios.
Otra tarea fundamental de los burócratas
de la Intersyndicale es también mantener al movimiento
obrero sindicalizado estrictamente separado de la
masa de trabajadores pobres y jóvenes de los barrios periféricos
de París y otras ciudades, en su gran mayoría
“provenientes de la inmigración” de las colonias y ex
colonias del imperialismo francés. ¡Aquí hay un material
socialmente explosivo, con el que no conviene mezclarse!
Tan buenos servicios prestan los burócratas,
que el tradicional diario conservador Le Figaro, se
muestra muy preocupado ante las noticias de crisis y
divisiones en la Intersyndicale: “Unidos, los sindicatos canalizan
y limitan los desbordes.
Separados, es la puerta abierta a las pujas. Un escenario
catastrófico que Sarkozy quiere evitar a toda costa, e
impedir que este año septiembre sea realmente explosivo...”
Frente a esto, la política de la
dirección del NPA es no combatir a las burocracias
sindicales. La misma palabra “burocracia” no figura nunca
en las publicaciones oficiales. ¡De eso, no se habla!
Frente a la política burocrática
de medidas sin continuidad, aislamiento de los conflictos
obreros, y separación del movimiento universitario y de las
masas de los barrios, el NPA jamás agita la consigna de
huelga general, puesta sobre el tapete por el triunfo
del movimiento de Guadalupe-Martinica. Su “escape” es
hablar de la “confluencia de las luchas”, fórmula
que tiene la ventaja de que puede significar cualquier
cosa... y que evita las malditas palabras “huelga
general”, anatema para sus amigos de la burocracia.
La dirección del NPA carga con la
vergüenza de haber suscripto, en ocasión de las primeras
“jornada interprofesionales”, una carta de apoyo
incondicional a la Intersyndicale, firmada junto con el
PS, el PCF y otros partidos de la misma calaña. Pero ahora,
ante la bronca creciente de las bases obreras con los burócratas,
el NPA comienza a balbucear críticas. Ha
descubierto, tardíamente, que “la política de las
direcciones de las confederaciones, combinando las jornadas
de acción sin perspectivas con la búsqueda del diálogo
social [con Sarko], desorienta y desmoviliza”.
Sin embargo, los dirigentes del NPA
no concluyen que, entonces, hay que combatir a esos
traidores, impulsando los “desbordes” tan temidos por Le
Figaro, los patronos y Sarko. ¡Nada de eso! El NPA sólo
da consejos fraternales a los camaradas de la Intersyndicale,
para que se porten algo mejor.
Una grave consecuencia: el auge en la vanguardia de las
estériles corrientes autonomistas
Una
grave consecuencia de esto, es el auge en la vanguardia,
especialmente en los sectores universitarios en lucha, de grupos
y corrientes autonomistas. Es que en las instancias de
luchas donde intervienen militantes del NPA, especialmente
de sus corrientes mayoritarias, generalmente asumen las
posiciones más de derecha, centradas en el acatamiento a lo
que disponen los aparatos burocráticos. Estas posiciones repelen
a gran parte de los jóvenes activistas.
La
iniciativa de formación del NPA, fue vista inicialmente con
simpatía por amplios sectores de activistas. Es que ella
proponía una tarea progresiva: un reagrupamiento
para llenar desde la izquierda el vacío dejado por la
crisis del PS y el PCF.
Pero
hoy, muchos de los que se acercaron inicialmente al NPA se
han alejado o no participan de sus actividades. Y
evidentemente, la mayoría de la “vanguardia de las
luchas” tampoco está allí. De los casi 10.000
“adherentes” iniciales –que aquí el MST presenta
falsamente como “militantes”–
sólo hace alguna actividad una minoría, casi toda
proveniente de la ex LCR. Así, el acto de cierre de la
campaña electoral, con el popular Besancenot de orador
estrella, no pudo llenar ni la mitad de un salón de dos mil
asientos.
Pero
lo más grave es que este vacío político que deja el NPA
en la vanguardia de las luchas, es llenado en alguna
medida por el autonomismo o los anarco-autonomistas.
Este es un serio problema no sólo en Francia sino
también en otros países de Europa, y que ya ha influido
negativamente sobre el curso de la rebelión de Grecia. Aquí,
con el Argentinazo, tuvimos nuestras experiencias con los
desastres del autonomismo movimientista, que es
absolutamente estéril para dar alternativas políticas y
que, además, se hace humo en cuanto baja la
“temperatura” de las luchas.
Hace
mucho tiempo, Lenin decía que el anarquismo era “la
expiación de los pecados oportunistas del movimiento
obrero”. Hoy podemos decir algo parecido acerca del
volumen tomado por el autonomismo, en ausencia o debilidad
de alternativas realmente marxistas revolucionarias.
“Olivier Besancenot: Cada vez más popular”, Alternativa
Socialista, 495,
26/03/09.
Por supuesto, esto no implica que siempre
un gran auge de las luchas genera automáticamente
y por sí mismo radicalización política. El
ascenso de las luchas es una condición necesaria, pero
no exclusivamente suficiente.
Marc Landre,
"Les syndicats se déchirent après l'échec de
samedi", Le Figaro, 15/06/09.
Como se vio reflejado en la reciente reunión de la OIT,
el gobierno de Zarkozy defiende una orientación que
tiene como centro el derecho de las patronales a
despedir libremente.
Parece que Le Figaro entiende mejor el
significado del desborde obrero a las burocracias
sindicales que algunos de nuestros camaradas trotskistas
en Francia y en la Argentina…
Le Figaro, cit., subrayados nuestros.
"Syndicats:
abstention pour la journée d’action", NPA,
15/06/09.
"Nació el Nuevo Partido
Anticapitalista”, Alternativa Socialista, 493,
25/02/09.
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