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Irán
Comenzó la rebelión
Por Claudio Testa
Las elecciones realizadas la semana pasada en Irán han
sido el punto de partida de una rebelión que amenaza al régimen
teocrático instaurado tras la sangrienta derrota de la
revolución obrera, estudiantil y popular de 1979.
Como los medios de (des)información sólo hablan de Irán
para relatar los tira y afloja de Ahmadinejad con EEUU y
para compararlo con la Venezuela de Chávez, conviene hacer
algunas breves precisiones. En primer lugar el régimen iraní
no surge de un gran proceso de rebeliones y luchas populares
(como ha sido lo de Venezuela), sino por el contrario, nace
de haber liquidado una de las revoluciones más importantes
de la segunda mitad del siglo XX.
Un poco de historia
En enero de 1979, después de un año de grandiosas
movilizaciones obreras, estudiantiles y populares, cae la
dictadura del Shah (emperador) de Irán, un régimen títere
de EEUU.
Tras meses de movilizaciones que costaron miles de muertos
y heridos, el golpe final se lo dan los obreros del petróleo,
que se declaran en huelga por tiempo indeterminado.
Ésta se transforma luego en huelga general, la
economía se paraliza, el ejército se divide y un sector
también se rebela, y el Shah huye al extranjero.
En todos los lugares de trabajo se habían organizado
comités de huelga, llamados shoras, que empiezan a
asumir funciones similares a los soviets (consejos)
de la Revolución Rusa, entre ellos manejar la producción,
distribuir la comida, etc.
Este proceso revolucionario obrero y popular sería
finalmente aplastado por el clero chiíta, un aparato burocrático-religioso
que había también intervenido en las luchas contra el Sha,
y que se apoyaba en sectores de la burguesía postergados
por el antiguo régimen.
El régimen teocrático que se instaura luego, sobre
los cadáveres de decenas de miles de obreros, estudiantes,
militantes de izquierda y luchadoras feministas, ha
tenido roces intermitentes con EEUU. Estos tienen que ver,
entre otros motivos, con la aspiración del imperialismo
yanqui de ejercer un control absoluto de esa región.
Este es un objetivo estratégico –común a Obama,
Bush y los gobiernos anteriores–, que tiene que ver con
las inmensas reservas de petróleo y gas, y con su ubicación
geopolítica.
Sin embargo, al mismo tiempo, bajo la mesa, los
gobiernos de Irán han colaborado con una de los
emprendimientos coloniales más infames y sanguinarios del
imperialismo yanqui: la invasión y ocupación de Iraq.
Sus movimientos político-religiosos afines en Iraq, no sólo
han integrado el gobierno títere, sino que han jugado un
papel fundamental en los sangrientos enfrentamientos
sectarios que dividieron a la población y debilitaron
cualitativamente la resistencia.
La crisis del régimen
En Irán, el régimen viene arrastrando una seria crisis,
desde mucho antes de Ahmadinejad. Ha habido una ola de
privatizaciones neoliberales, que han profundizado los
problemas, entre otros motivos por la fenomenal corrupción
que infecta todos los poros de este régimen. Se han
enriquecido fabulosamente algunas franjas de la burguesía,
dejando a otras en ayunas. Esto ha estimulado una división
en las alturas sociales y políticas del régimen, que se ha
expresado en las elecciones.
Sin embargo, lo realmente grave es el cuadro de
conjunto de la crisis: abrumador desempleo,
especialmente en la juventud, y una inflación galopante.
Hasta hace poco, la burbuja de los precios de los
hidrocarburos había disimulado, en cierta medida, los
problemas estructurales de la economía. Pero la abrupta
baja y, sobre todo, el cuadro de crisis mundial, volvió a
poner las cosas en su lugar.
El candidato “opositor”, Mir Hossein Moussavi, es
también hombre del riñón del régimen, que por otra parte
no permite candidaturas independientes (y mucho menos de
izquierda). Sin embargo, en tren de demagogia electoral,
hizo algunas tibias promesas democráticas. Esto le atrajo
el apoyo de grandes sectores, inicialmente estudiantiles
pero luego también de trabajadores urbanos de los sectores
modernos de la producción (que la disparatada “sociología”
de nuestros diarios y TV llama “clases medias”).
Sin embargo, los “opositores” estilo Moussavi no
pueden dar ninguna salida progresiva a esta situación. Si
las cosas avanzan hasta el grado de la caída de Ahmadinejad,
los Moussavi & Cía. serán los encargados de recomponer
las cosas, muy probablemente a través de acuerdos con EEUU,
que ya se vienen negociando desde los tiempos de Bush.
Lo único progresivo es una salida independiente de los
trabajadores y estudiantes de Irán, qué termine con
este régimen opresor y retrógrado, sin caer en la trampa
“democrática” que el imperialismo quiere imponer como
alternativa.
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