Elecciones
del 28/6: un voto conservador no exento de contradicciones
El ocaso de los K
Se
acaban de realizar las elecciones más importantes desde el
2003. Está claro que el gobierno sufrió
una derrota categórica que expresa el final de un ciclo político.
Buscó plebiscitarse con el adelantamiento electoral y
terminó con un contundente rechazo: casi el 70% le dio la espalda.
Este
ciclo político que está terminando podríamos llamarlo de “normalización
progresista” del país. Un ciclo político que se abrió
con la asunción de Néstor Kirchner como responsable de
reabsorber el proceso de rebelión popular que se había
iniciado en diciembre del 2001.
En
esta tarea los Kirchner tuvieron un éxito rotundo: el
país fue normalizado. La rebelión popular se reabsorbió
dándose varios pasos en la labor que el mismo Kirchner
formulara años atrás de hacer de Argentina
“un país normal”.
Hay
que hacer una importante precisión: no se puede dejar de
subrayar que se trata de toda la “normalidad” que es posible en un país semicolonial con
las intensas contradicciones de Argentina, en el marco del
ciclo de rebeliones populares latinoamericano (ciclo que no
se ha cerrado) y, desde el año pasado, de la crisis económica
mundial más grave desde los años 30 del siglo XX.
Sólo
en este marco general es que se puede hacer el balance
electoral, así como proyectar los escenarios alternativos
que el mismo puede terminar abriendo.
De la normalización
progresista a la conservadora
La
normalización kirchnerista tuvo varios elementos “anormales”
para los parámetros capitalistas “tradicionales”. Lo
que los capitalistas intentan con estas elecciones es ensayar
un escenario de normalización realmente más normal.
Muchas
veces hemos señalado que el de los K fue un gobierno
capitalista lo más normal posible dentro de las anormales
circunstancias creadas por las jornadas del 19 y 20 de
diciembre del 2001 y del contexto regional y mundial de esta
primera década del siglo XXI.
Comparado
con el gobierno nacionalista burgués de Hugo Chávez en
Venezuela o el de frente popular de Evo Morales en Bolivia,
está claro que el gobierno de los K fue un gobierno
capitalista mucho más normal. No
fue nunca un nacionalismo burgués con cierta resistencia al
imperialismo
y mucho menos de frente popular en el sentido de un gobierno
sobre la base de las instituciones capitalistas pero de
organizaciones no directamente de los patrones (como es el
caso boliviano).
Sin
embargo, esto no quita que el
gobierno K haya sido todo lo normal que lo dejaron ser las
circunstancias que debió enfrentar. Claro que, en este
sentido, una vez cumplidas sus tareas estabilizadoras, la
clase capitalista ha terminado por bajarle el pulgar inclinándose
hacia una variante de normalización, verbigracia, más
normal: una
normalización conservadora, sin veleidades
“progresistas”, sin concesión alguna –por mínima que
ésta sea– hacia las masas trabajadoras.
Pero
veamos primero a qué nos referimos cuando hablamos de las
“anormalidades” de los K. En realidad, se ha tratado de
una –y sólo una– “rareza” comparada con el
escenario prevaleciente en los 90: cierta
tendencia a la intervención política en la economía.
Es
decir, una tendencia a la intervención
del Estado a “mediar” las relaciones entre clases y
fracciones de clase. Esto, sobre todo en lo que hace a un
determinado arbitraje
entre sectores patronales. Pero también en relación a
minúsculas “concesiones” (creación de empleo super
explotado vía devaluación y ciertos mecanismos de
proteccionismo económico) o políticas “reformistas” de
casi nulo alcance en el terreno de los derechos humanos.
Pues
bien, el conjunto de la patronal del país no admite más este tipo de
arbitraje
ni concesión alguna a las masas. De ahí la histérica campaña desencadenada por los más diversos sectores de
la patronal y los medios acerca de que si Néstor Kirchner
ganaba la campaña en Provincia se vendría una ola de
“estatizaciones”…
En
el contexto del creciente impacto de la crisis mundial en el
país, lo que en el fondo exigen es que se desencadene un
duro ajuste sobre las masas trabajadoras y que la propiedad
privada de sus empresas, tierras, ganancias y rentas no admita cuestionamiento alguno por mínimo que éste sea. Más
simplemente: ¡que la
crisis la paguen los trabajadores y las masas populares!
En
todo caso, lo que más fue provocando este alejamiento del
conjunto de los sectores patronales fue esa intervención
política del Estado en la economía. Intervención que si
bien benefició a importantísimos sectores concentrados de
la industria y el agro (vía subsidios multimillonarios y
muchos otros mecanismos), dado el cambio completo de
circunstancias provocadas por la crisis mundial, no
es más admitido por la clase capitalista.
Hecho
el trabajo sucio por parte de los K, los capitalistas
quedaron a la búsqueda
de un personal político de recambio que lleve a cabo
una
etapa más conservadora de la vida política nacional.
El conflicto con el campo
como bisagra reaccionaria
Los
cuestionamientos hacia los K venían en aumento en
oportunidad de la elección de Cristina. Pero está claro
que el salto cualitativo se produjo con el
reaccionario lock-out de las patronales agrarias.
La derrota del gobierno en este conflicto le propinó un
sopapo de tal magnitud que las últimas elecciones sólo han
venido a ser la corroboración de su irreversible
decadencia.
En
un texto que acabamos de publicar hacemos un exhaustivo análisis
de esta pelea que sigue marcando parte
importantísima de los parámetros de la vida política del
país.
Básicamente,
lo que ocurrió es que reabsorbida la rebelión popular, con
el conflicto del “campo” emergió una
oposición político-social por derecha encabezada por las
patronales agrarias de la Mesa de Enlace y apoyada en
franjas mayoritarias de las clases medias del campo y la
ciudad.
Este
movimiento social conservador contó desde el principio con la equívoca
simpatía de un amplio sector de la opinión pública de
masas que en su creciente y justa bronca con los K, terminó
siendo canalizada no por izquierda sino a la derecha del
mismo gobierno.
A
esta confusión contribuyó activamente un amplísimo arco
iris: desde los
asfixiantes medios de (des)información hasta figuras de
“izquierda” como Vilma Ripoll.
Con
el transcurso de los meses, y ante la emergencia de la
crisis económica mundial, lo que terminó ocurriendo es que
no sólo la patronal agraria quedó de la vereda de enfrente
del gobierno de Cristina K. En los hechos, la realidad es
que en los últimos meses las
principales organizaciones de la burguesía industrial
–como la UIA y la AEA– se terminaron inclinando también
hacia la oposición al gobierno.
Está
claro entonces que perdido el apoyo de lo más granado de la
patronal, de las clases medias de la ciudad y el campo y
también de amplias porciones de los sectores populares y
los trabajadores, el
gobierno quedó en el aire. No hay aparato que valga
cuando se pierde el apoyo de las clases fundamentales.
Necesariamente éstos (que no expresan políticamente otra
cosa que clases o fracciones de clase) se tienen que
dividir.
Y
esto es lo que pasó al interior del PJ (por ejemplo, todo
el tema de la “traición” de los intendentes del Gran
Buenos Aires) o de la burocracia sindical de la CGT y la
CTA. El gobierno nunca pudo recuperar el aliento y perdidos
sus apoyos fundamentales,
terminó
sufriendo una durísima derrota electoral.
Unión-Pro se coloca como
principal oposición
Sólo
sobre estos parámetros de un análisis de clase se puede
entender el resultado electoral. Es que el reflejo incluso
en el “clima” electoral del 28 tuvo que ver con estas
circunstancias políticas que venimos señalando. La campaña
electoral fue una “heladera”.
Su rasgo dominante –entre las grandes masas– fue de apatía.
Esto se podía notar en cualquier actividad de agitación
política.
Claro,
es evidente que cuando en una campaña electoral su
principal reflejo es la Casa del Gran Cuñado, el electorado
muy a la izquierda no se puede expresar…
Es
que se trató de una campaña dominada absolutamente por una
relación mediática
de las amplias masas con la política; una campaña “espectáculo” completa y absolutamente pasiva; vaciada
de todo contenido que no fuera marketing; con cero
relaciones militantes con los votantes a no ser las
“recorridas” de los candidatos a modo de estrellas
de cine… Un verdadero anticlímax
del espíritu prevaleciente cuando el que se vayan todos
del 2001.
Es
en este sentido que se terminó dando lo evidente. En la
provincia de Buenos Aires y la Capital Federal –que son
las que dominan el panorama político nacional– la “estrella” de la elección fue Unión-Pro. Si bien su elección
en Capital Federal fue más contradictoria (la insulsa
reaccionaria Gabriela Michetti tuvo una performance bastante
mediocre), el “batacazo” lo dio De Narváez en el principal distrito electoral
del país. Que dos empresarios multimillonarios sean los
que dominen las marquesinas políticas en los principales
distritos del país no
deja de tener un profundo significado conservador.
En
este sentido, las matemáticas podrán indicar que la fuerza
opositora que más votos sacó a nivel nacional (y que más
representación parlamentaria tiene) ha sido la Alianza Cívico
y Social.
Sin
embargo, la alianza Carrió-UCR se quedó sin espacio político
propio al estar tan corrida a la derecha. De ahí sus malas performances en Capital
y Provincia donde quedó tercera. Con esto no alcanza a
elevar a Carrió o más posiblemente al mismo Cobos (o
Binner que perdió en Santa Fe) como opción
“presidenciable” para la patronal. Esta se definirá, en
todo caso, por alguna
variante de este tinglado que va desde el PRO hasta el PJ
disidente y post K (desde Macri hasta Reutemann).
Los K también pierden
votos por izquierda
Sin
embargo, que el conjunto de la elección se haya expresado
en el sentido de un proceso que hemos dado en llamar de normalización
conservadora del país no quiere decir que el gobierno
no haya perdido también votos por izquierda. Esto es muy
importante subrayarlo.
En
este sentido, la importante votación de Solanas en Capital
Federal –alcanzando prácticamente el 25% de los
votantes– expresa esto. Está claro que Solanas “bebió”
de varias fuentes: del kirchnerismo tomó la mitad de sus
votos; pero también tomó los votos que supo tener en su
momento Luís Zamora (entre el 2001 y el 2003), e incluso de
la misma Elisa Carrió, que se corrió hacia un estilo tipo
derecha de la “Libertadora” del 55 y espantó a sus
iniciales votantes progres.
Desde
ya que los votantes de Solanas seguramente no están al
tanto de su vergonzosa posición cuando la crisis del campo. Es que de la mano
de Lozano de la CTA también se alineó con la Mesa de
Enlace de las patronales agrarias. Pero esto quedó opacado
durante una campaña donde tocó
otro tipo de “acordes” más cercanos al tema de la
estatización de los recursos naturales.
En
este contexto, es un hecho a destacar que en varios
distritos la
izquierda “roja” hizo una elección nada despreciable. Elecciones
modestas pero no
marginales que están
expresando electoralmente la emergencia de una nueva
generación obrera y juvenil luchadora que avanzó en su
politización y cuestionamiento por izquierda a los K.
Este
es un dato a subrayar aunque los reaccionarios medios de (des)información
se dediquen a tirar su mugrienta basura contra la izquierda
independiente. Así, el tendencioso balance del diario Clarín
es que se habría tratado de “otra elección para el
olvido”…
Sin
embargo, la votación del Frente de Izquierda en Provincia
de Buenos Aires y Córdoba (o votaciones como la del PO en
Salta) expresaron que
una franja importante de la vanguardia obrera, estudiantil y
de la izquierda votó por las expresiones de la izquierda
independiente.
Cuando se pretende el
retorno de la ley de la selva del mercado
Sin
embargo, este resultado de normalización conservadora de la
vida política del país entraña una tremenda
contradicción. No se trata solamente del elemento más
general acerca de que toda normalización en el país debe
ser concebida dentro del marco de las tensiones creadas por
la crisis económica mundial y las que tienen que ver con
los vaivenes del ciclo regional (ver ahora la situación en
Honduras).
Se
trata de consideraciones más concretas. Es un hecho que
aquellos sectores de las masas populares que se inclinaron
por la votación a De Narváez no tienen realmente idea del
programa que su candidatura encarnó. No
saben que acaban de votar un ajuste general en clave
neoliberal de la economía K.
Por ejemplo, en estos días se señaló
profusamente que “la mayoría [de los grupos empresarios]
apuesta a que con el resultado electoral, el gobierno no
podrá avanzar en propuestas estatizadoras y que será más
prudente en las negociaciones de precios y salarios”.
Traducido al castellano: nada de intervención del Estado en
la economía. Retorno del pleno imperio de la ley de la
oferta y la demanda, lo que significa que si los
capitalistas quieren despedir, que despidan, si quieren
rebajar salario, que los rebajen. Reprivatización de
empresas estatizadas (aunque los K lo hayan hecho
miserablemente, en cuotas y sin control de los
trabajadores). Si una empresa cierra, bienvenido, mejor para
sus competidores. No importa si cientos de familias obreras
quedan en la calle. Devaluación del peso y libre exportación
de los productos agrícola-ganaderos de la canasta familiar,
no importa si esto genera un brutal deterioro de los
salarios vía inflación. Ajuste fiscal del Estado porque
las cuentas no dan, no importa si esto revienta el salario
de docentes y estatales, y así de seguido.
El ajuste que viene
En
síntesis, se trataría de volver a respetar el “libre
juego de la ley de la oferta y la demanda” y la
intangibilidad de la propiedad privada
aunque
cree nuevamente desempleo de masas y un brutal deterioro del
salario real.
Ese
es el contenido de la normalización conservadora en el
terreno de la economía: un muy fuerte ajuste económico para salvar las ganancias de los
capitalistas aun a costa del deterioro de las condiciones de
vida, trabajo y salario de los trabajadores.
Es
decir, un programa económico reaccionario
heredero de los reclamos de la Mesa de Enlace; programa
que ahora parece haber sido hecho propio por lo más granado
de la patronal industrial y que seguramente comenzará a ser aplicado por los propios esposos K más temprano que
tarde en virtud de su expreso compromiso con la
gobernabilidad del país.
[1]
En datos “redondos”, nacionalmente el kirchnerismo
obtuvo un 30% de los votos, mientras que sumados el PRO,
el Acuerdo Cívico y Social y el PJ no K se alzaron con
un 60% de los mismos. Un nada despreciable 10 se repartió
entre el centro izquierda y la izquierda “roja”.
[2]
Que los K nunca llegarían tan lejos se demostró en el
conflicto con el “campo” donde no fueron capaces de
hacer ninguna mínima concesión a las masas para
ganarse los fervores populares.
[3]
No es casual que una figura como Guillermo Moreno,
encargado de muchas de estas menesterosas intervenciones
políticas en la economía sea hoy tan repudiado y este
a punto de renunciar.
[4]
Paro patronal apoyado desde la “izquierda” por el
PCR y el MST y que dado el alcance histórico-estratégico
de tan escandalosa capitulación ha
terminado por enterrar a este último quedando al borde
de su liquidación luego del lapidario balance expresado
en su resultado electoral.
[5]
“La rebelión de las 4 por 4”, de Roberto Sáenz.
[6]
Sabattella en la Provincia de Buenos Aires no repitió
el fenómeno de Solanas en Capital; su perfil es mucho más
de “gestión honesta” que de otra cosa. Sin embargo,
esto no quiere decir que no le haya sacado algunos votos
también a los K, alcanzando casi el 6% de los votos válidos.
[7]
La izquierda (incluyendo aquí al Frente nuevo MAS-PTS-IS,
al PO e incluso -por una cuestión de viejas
tradiciones- al MST) de conjunto aumento su caudal y a
su interior se vivió un claro proceso de redistribución
“a izquierda” del propio voto de la misma izquierda
con la debacle
del MST.
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