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Luz
roja en el frente fiscal
La
muerte de uno de los “gemelos”
Por
Marcelo Yunes
Es
un lugar común que el “modelo” kirchnerista se sostuvo
sobre los “superávits gemelos”: el comercial y el
fiscal. Tal vez como símbolo de la decadencia irremediable
de los Kirchner, asistimos a la muerte de uno de esos
“hermanos”: el superávit fiscal.
Ya
ni siquiera alcanza con los fondos de ANSéS (ex AFJPs). El
fisco argentino tendrá en 2009, después del pago de
intereses de la deuda, un déficit estimado de 6.000
millones de pesos. En 2008, el superávit
había sido de 14.600 millones (Economía y Regiones,
citado por I. Bermúdez, iECO, 12-7). No sirve de nada argüir
que aún queda superávit primario (es decir, previo al pago
de intereses de la deuda), porque como esos intereses se
pagan, lo que importa es el saldo final real. Por otra
parte, ese superávit primario es de apenas el 1,6% del PBI,
y del 1,2% si se computan las provincias, cuando supo ser
superior al 4 ó 5% del PBI.
Además,
este cálculo, que considera todos los chanchitos rotos por
el Estado (préstamos del Banco Nación, del Central, de ANSéS...),
no incluye el seguro descenso de la recaudación
por culpa de la gripe A, ni el casi seguro descenso de
ingresos por retenciones, que el propio gobierno se
apresta a bajar.
Como
los pagos de la deuda no refinanciables (más del 3%
del PBI) son sagrados, al gobierno no le queda mucha
alternativa: deberá reducir gastos. Y esto incluye
tres rubros muy sensibles: obra pública, subsidios al
transporte y la energía y salarios estatales.
Como
era de esperar, buena parte de la obra pública anunciada
con tanta bambolla antes de las elecciones va a quedar en la
nada. Y en cuanto a los subsidios, el asunto es que bajarlos
implica tarifazo salvaje, al estilo del que defendió
el nuevo secretario de Transporte: un dólar (3,80 pesos) el
boleto... Para no hablar de lo que pasará con la energía
eléctrica y el gas: los usuarios le rezan a todos los
santos cuando reciben la boleta.
Ahora
bien, ¿qué pasa con el otro “hermanito”, el superávit
comercial? No vende salud, precisamente. Es
cierto que se mantiene, pero a costa de un brutal
descenso (en parte real y en parte artificial, bajo la
punta de pistola de Guillermo Moreno) de las importaciones:
más de un 40%. Así, se disimula la baja de un
20% de las exportaciones. Por otra parte, este esquema,
además de que difícilmente se sostenga, es típico de países
en recesión permanente. Y lo más grave de todo es
que, en lo que va del año, ese superávit de divisas
originadas en el comercio exterior sólo sirvió para
financiar una fuga de capitales brutal de 10.000
millones de dólares entre enero y mayo (A. Oña, Clarín,
11-7). Algo que mete tremenda presión sobre el tipo de
cambio e, indirectamente, sobre el índice inflacionario.
Por
supuesto, esta situación se complica más por la baja de
la tasa de inversión de nuestros capitalistas. Dejemos
que los plumíferos de los medios atribuyan la retracción
de la inversión a los malos modales de los Kirchner. Más
cerca de la realidad está el muy liberal Luciano Laspina,
economista jefe del Banco Ciudad, quien recordó que entre
2004 y 2007, una universidad privada midió la
rentabilidad de las empresas que cotizaban en Bolsa. Las
cifras eran tan siderales que las firmas en cuestión le
pidieron a la propia universidad que no las publicaran.
¿Cuál es la situación hoy? Para Laspina, “se acabó
la época en que se invertía en la Argentina por su
extraordinario nivel de rentabilidad”.
Así
de “emprendedor” es nuestro capitalismo (y así de
agradecidos con su personal político son nuestros
capitalistas).
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