“Dialogan”
cómo reventar mejor a los trabajadores
El
gobierno y las patronales negocian el ajuste
Tarde
y a regañadientes, el gobierno asumió la derrota electoral
y puso en marcha el “operativo consenso” respecto de las
políticas de ajuste que se vienen. Tarea nada fácil,
porque las patronales, envalentonadas con el resultado de
los comicios, adelantan agresivamente una agenda durísima.
A caballo de un creciente deterioro económico y de una
inestabilidad política que no se cierra, las
contradicciones por arriba podrían abonar la posibilidad,
que se vuelve cada vez más urgente, de una irrupción desde
abajo, para evitar que la cuenta de todas las crisis la
pague, una vez más, la clase trabajadora.
Todas
las entidades patronales, sean del sector que fueren, asumen
a su favor el resultado electoral. En efecto, la derrota de
los Kirchner –personal político que el conjunto de la
clase capitalista detesta hace ya un tiempo–, ante la
ausencia de una alternativa del lado de los trabajadores, es
vista con razón por el conjunto de la burguesía como un
triunfo propio. Sólo faltaba que los Kirchner
terminaran de reconocerlo. Cosa que hicieron... a su manera,
con “cambios” en el gabinete que no cambian mucho y un
llamado al diálogo político a los vencedores de la
contienda del 28 cuya agenda es: la reforma política...
tema que tiene sin cuidado a la vasta mayoría del país.
Para
la agenda que sí le interesa a la mayoría absoluta del país
(salarios, empleo, subsidios, dólar, tarifas, etc.), llamó
a las cámaras empresarias y a los burócratas sindicales
del país.
Justamente
en razón de esa tibia respuesta, desde el 29 se redobló el
aullido rabioso de las patronales y los medios de
desinformación a su servicio reclamando “consenso”,
“políticas racionales”, “mejorar el clima de
inversiones” y otras formulaciones abstractas cuyo
significado real es muy simple: plata, garantías para
sus ganancias, y que la crisis la paguen los de abajo.
La
patronal quiere cobrar la factura del 28 de junio
Así,
desfilaron los industriales de la UIA reclamando
“tipo de cambio competitivo” (traducción: devaluación,
dólar preferencial o ambas cosas), reintegros a las
exportaciones (y que el fisco tape ese agujero cobrándole a
otro) y carta blanca para remachar el clavo de la flexibilización
laboral. Claro, como el objetivo declarado del gobierno es
“proteger el empleo”, los industriales pedirán (sin
comprometerse en absoluto a parar los despidos) toda clase
de mecanismos para profundizar la explotación.
Ni
hablar de los patrones del campo, totalmente subidos
al caballo, que exigen de una vez la eliminación de las
retenciones (y que el fisco tape ese agujero cobrándole
a otro, parte 2). En demostrar cinismo y derramar lágrimas
de cocodrilo por su “terrible situación”, hay que
reconocer que tienen más talento que sus congéneres.
También
quieren su parte las compañías privatizadas, sobre
todo las de transporte y energía. Piden abiertamente
tarifazos o, en su defecto, más subsidios (y
que el fisco tape ese agujero cobrándole a otro, parte 3).
Y,
finalmente, los acreedores externos se frotan las manos,
porque saben que se alejan las posibilidades de que los
Kirchner hagan ninguna otra cosa más que pagar
religiosamente. Lo que incluye renovar la voluntad de
pagarle a los bonistas “holdouts” y al Club de París.
La
banca, una de las actividades que sigue ganando fortunas, se
ha llamado a prudente silencio. Pero todos los sectores
patronales coinciden en pedir “mejor clima de
inversiones” y llegar a un arreglo con los acreedores
internacionales y arreglar el INDEC para “sincerar” las
condiciones económicas. Dicho en criollo, ajustar,
devaluar, bajar salarios y gasto público, y permitir el
“libre juego del mercado”. Es decir, más inflación;
embolsar más ganancias sin pagar impuestos o pagando menos;
dar vía libre a despidos y bajas de salario, y una
agenda que ya conocemos hace rato.
Acuerdos
y contradicciones entre gobierno y empresarios
El
problema para el gobierno, naturalmente, es que darle a
todos todo lo que piden significa o bien hundir del todo las
finanzas fiscales (ver aparte) o bien recibir préstamos no
se sabe de dónde. El nuevo ministro de Economía Boudou ya
descartó (por ahora) recurrir al FMI. ¿Entonces,
quién paga? La respuesta que los K y la patronal
entonan a coro es una sola: los trabajadores y los
sectores populares.
Sólo
los separan –pero esa diferencia puede ser motivo de nuevos
episodios de crisis política– los ritmos y las
formas de ese ajuste. Los empresarios quieren ir por
todo ya: congelar los salarios vía neutralizar las
paritarias y facilitar los despidos. Y, en el terreno de las
políticas estatales, todo para ellos (subsidios, tipo de
cambio favorable, rebaja de impuestos) y nada para la
población (obras públicas, subsidios en reemplazo de
tarifazos, medidas de protección del empleo). Los Kirchner
quieren evitar el suicidio político manejando esa
misma agenda de manera de evitar un estallido social, si es
que antes no estalla la crisis fiscal. Y el 2011
está muy, muy lejos...
Para
la tarea que tiene por delante, el gobierno cuenta con un
solo aliado de peso: la burocracia sindical, tanto de la
CGT (sobre todo) como de la CTA. Porque el delicado
equilibrio que propone entre las exigencias de la clase
capitalista y las necesidades de la administración política
de la crisis sólo podría llegar a sostenerse si el
movimiento obrero no talla en las sacudidas sociales que se
vienen. Ésa es la misión de Moyano, Yasky y compañía:
frenar todo intento de enfrentar de manera efectiva y con
luchas generalizadas el ajuste en pinza de la patronal y el
gobierno. Lo que ya nos da una pauta para las luchas que
vendrán: casi seguramente y desde el comienzo deberán
plantearse el desborde a la burocracia sindical, agente
del ajuste estilo K (no estilo UIA, o Sociedad Rural).
Prepararse
para organizar la lucha contra el ajuste
El
activismo y la vanguardia obrera y popular pueden llegar a
afrontar una gran responsabilidad.
Termine como termine el minué del “diálogo” entre los
Kirchner y los patrones (que el gobierno capitule del todo,
que la patronal bufe porque no obtiene tanto como quería),
lo seguro es que nada bueno para los trabajadores va a salir
de allí. Porque mientras tanto la recesión sigue
avanzando con su seguidilla de cierres (C&A) y
despidos. A pesar de eso, la inflación no se detiene,
deteriorando aún más salarios que vienen bajando desde
mediados de 2007 por lo menos. Más allá de los
porcentajes, es seguro que aumentarán las tarifas de los
servicios, los transportes, así como el precio del
combustible, fogoneando el ascenso del costo de vida. Las
patronales van a querer avanzar en la flexibilización,
negociando puestos de trabajo por condiciones de trabajo y/o
salario.
A
todo esto, que viene de las propias condiciones económicas generales,
se le debe sumar la cuota de ajuste que, grande o
chico, gradual o brutal, va a venir desde el gobierno.
Y cuando esta marea de problemas se nos venga encima, la
burocracia de la CGT y la CTA van a hacer todo para frenar
las luchas y tirarle a los trabajadores un salvavidas de
plomo. Sean las paritarias –con cartas marcadas a favor de
la patronal si los que negocian son los burócratas–, sea
el “diálogo” de Moyano con los Kirchner. Por supuesto,
nada de eso será suficiente para compensar ni mínimamente
el paquetazo antiobrero y antipopular que se viene.
La
patronal tiene su lista de reclamos. El gobierno tiene su
lista de problemas. Los trabajadores no pueden quedar
supeditados a una u otra: para tallar con energía en este
contexto de crisis, deben formular e imponer su propia
agenda. Por lo tanto, si cunde la bronca en las bases
obreras, si empieza a aumentar la disposición de lucha de
los trabajadores para enfrentar el ajuste, el activismo
puede cumplir un rol de primera magnitud. No sólo en la
organización de los compañeros en luchas, sino en orientar
esas luchas alrededor de un pliego de reclamos obreros
en respuesta a la crisis capitalista:
-
No a los tarifazos y al congelamiento salarial. Reapertura
de las paritarias ya
-
Por delegados paritarios electos en asamblea
-
Por un básico que cubra la canasta familiar
-
No a los despidos y suspensiones. Reparto de las horas de
trabajo sin reducción de salario
-
Nacionalización con control obrero de toda empresa que
cierre o despida
-
Suspensión de los pagos de la deuda externa: la plata que
se llevan los banqueros la pagan los trabajadores
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