Crisis de la CGT
La danza de los millones
Por
Ana Vázquez
Después de verborrágicas estocadas verbales entre
los integrantes del consejo directivo de la CGT, no hay
portazos. ¿Qué esconden las palabras displicentes, los
enojos, las acusaciones y los chistes de reconciliación en
boca de estos burócratas? Cada uno cuida y defiende su
cuota de poder, ganada con la sangre, sudor y lágrimas de
muchos trabajadores.
Moyano se destaca como figura en el aparato sindical
a partir de la creación del MTA (Movimiento de Trabajadores
Argentinos), que encabezó durante el gobierno de Menem, del
cual se ubicó como opositor.
En sus tires y aflojes con los “gordos”, (no tan
educadamente como en el último entrevero), con rupturas y
algo más que piñas y empujones, se afianzó luego en la
secretaría general de la central sindical reunificada en el
2004.
Fue desde ese momento y es, hasta ahora, el niño
mimado de los K. El poder burocrático de la CGT fue
hegemonizado en sus manos y en sus bolsillos, controlando
los jugosos 900 millones de pesos de las obras sociales.
El primer conflicto importante fue el portazo de Luis
Barrionuevo el 8 de julio del año pasado cuando estalló la
crisis entre el gobierno y “el campo”.
El desarrollo de esa crisis y la dura derrota
electoral de los K cambiaron el panorama. Dejaron de ser
hegemónicos en el espectro político patronal y dentro del
peronismo. Así como los sojeros y la UIA le fueron a pasar
la factura a Cristina, el resto del consejo directivo de la
CGT le pasó la factura a Moyano, pidiendo su parte en el
ingreso de los fondos.
¿Por qué dejarle que siga administrando las cajas
de las obras sociales? ¿Por qué dejarle todas las riendas
de la conducción cuando ellos también tienen su porción
de influencia y poder entre el empresariado y en las
internas peronistas?
Algunos secretarios generales sacaron el pie más
afuera como el titular de UATRE, Jerónimo Venegas, que apoyó
públicamente a Narváez en las últimas elecciones.
Otro, como Antonio Caló en la UOM, no puede dejar
pasar que controla un gremio que nuclea a obreros de una
industria afectada gravemente por la crisis económica
mundial.
La derrota electoral rompió en fragmentos desparejos
el mosaico de granito de la burocracia. Barrionuevo salió
con el mediomundo a pescar a río revuelto.
La intervención K en la crisis abierta hizo
“reflexionar” a Moyano. Este aflojó la mano. ¿O no?
Tal vez no lo suficiente como para conformar a sus buitres
congéneres. Y en este período de crisis y ambivalencias K,
las presiones y vaivenes también se van a manifestar en la
cúpula de la CGT. Y es probable que sigan los sacudones,
los gritos y probables portazos.
¿Y los obreros, dónde
están?
Es un sarcasmo que no se lo cree nadie cuando alguno
de estos personajes nombra a los trabajadores o dice actuar
en su nombre. “Los trabajadores quieren la unidad de la
CGT”, “que la CGT representa a todos los
trabajadores”, “que las obras sociales son de los
trabajadores”, “el movimiento obrero participa del CES
(Consejo Económico y Social)”, “esperemos que (la
negociación) sea favorable a la gente que necesita ganar un
sueldo más digno”.
Con cualquiera de estas mentiras retóricas no pueden
ocultar su carácter cada vez más patronal.
Algunos de ellos han trabajado alguna vez o sido
elegidos por sus compañeros como delegados o comisión
interna de una fábrica o lugar de trabajo. Pero su
surgimiento está cada vez más alejado del proceso real de
lucha de los trabajadores. Son producto de las internas
sindicales y políticas peronistas y de los gobiernos de
turno. De las relaciones entre los sindicatos y las cámaras
patronales.
Esto es cada vez más así porque además de
usufructuar el dinero de los fondos sindicales, con él han
hecho negocios que los han transformado en capitalistas, dueños
de empresas y de bancos.
Son ajenos y hostiles al movimiento obrero, pero
cuando los trabajadores resuelven pelear, aparecen para
desmoralizar, hacer correr mentiras, sembrar confianza en el
gobierno o directamente para apalearlos, como en el Casino o
Pilkington.
A veces se disfrazan de corderos. Pueden llamar a
alguna medida de lucha o alguna esporádica asamblea o
plenario de delegados. Pero siempre que la puedan controlar,
que decidan ellos cuándo empieza, termina y qué se
resuelve. Un claro ejemplo fue la importante movilización
de la UOM el pasado 23 de julio.
Organizaron el paro y la marcha de ese día solamente
para hacer una demostración de fuerza que les permita
sentarse a negociar con alguna “presión” para rasguñar
algo sin comprometerse demasiado. Será la presión de los
trabajadores movilizados la que impedirá que continúe la
movilización y no arreglen por chauchas.
Organizarse en forma independiente
Organizarse por abajo, desbordando los “sagrados
mandamientos burocráticos” es indispensable para que los
trabajadores podamos avanzar en nuestra lucha y en nuestra
conciencia. Sean “gordos”, “moyanistas”,
“independientes” o de la comparsa opositora de la CGT,
la “escurridiza” CTA, sólo “entienden” las
exigencias de los trabajadores cuando se los pasa por
arriba. Ahí puede ser que den algún paso a favor nuestro,
como otorgar una asamblea general, convocar a un paro o
llamar a elecciones en algún lugar de trabajo. Pero ese
paso van a tratar de desandarlo y arrebatárnoslo en cuanto
bajemos la guardia.
Nunca pueden llevar a los sindicatos que controlan a
romper con la patronal y el gobierno porque ellos mismos son
parte de ese entramado de dominación en contra de los
intereses y las necesidades del movimiento obrero.
Esa es la experiencia viva de los SUTEBAs combativos,
del cuerpo de delegado del Subte, de FATE y muchas más.
Esta pelea y reconciliación en las alturas de las
que los trabajadores fuimos espectadores, también lo
demuestra.
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