A
treinta años de la revolución nicaragüense
El fracaso del sandinismo
Por
Oscar Alba
A fines de los años 70 Centroamérica entra en un
proceso de movilizaciones y luchas obreras y populares que
van a tener un carácter revolucionario en varios países.
El Salvador y Nicaragua se van a destacar en este sentido.
En Nicaragua, retomando en parte la lucha que iniciara César
Augusto Sandino en 1926 contra las fuerzas reaccionarias del
gobierno nicaragüense y la intervención imperialista, las
masas nicaragüenses librarán una lucha heroica contra la
dictadura de la familia Somoza.
Nicaragua,
como otros países de Centroamérica y el Caribe, tuvo desde
inicios del siglo XX una historia de intervenciones armadas
por parte de Estados Unidos. De esta manera, la lucha
antiimperialista y contra los gobiernos “títeres”
manipulados por los yanquis, fue un eje central en la lucha
de clases de la región.
En
1933 desde su puesto como Jefe de la Guardia Nacional,
Anastasio “Tacho” Somoza se va a erigir en el primer
representante de lo que se conoció como la dinastía de la
familia Somoza. Así, en 1967, su hijo menor Anastasio
Somoza Debayle va a llegar a la presidencia de su país.
Cargo que heredará de su hermano Luis, quien a su vez lo
había heredado de su padre, luego que éste fuera asesinado
en 1956. “Tachito” (como se lo llamaba) Somoza, había
nacido en 1925 en la ciudad de León y siguiendo los pasos
militares y familiares,
estudió en la Academia Le Salle de Long Island, Nueva York
y terminó como graduado en West Point. En premio de tales méritos,
su padre lo nombró comandante e inspector general de la
Guardia Nacional. Esta era el principal cuerpo militar de
Nicaragua y había sido creado a instancias del imperialismo
yanqui.
Cuando
su hermano Luis asume la presidencia de la Nación, nombra a
“Tachito” Jefe de la Guardia Nacional.
Bajo
la dictadura de los Somoza, Nicaragua basó su economía en
el latifundio dirigiendo la producción de café, azúcar y
frutas como materias primas al mercado internacional.
Posteriormente el cultivo de algodón va a tener un
importante desarrollo convirtiéndose en al sector más
tecnificado y prioritario en las exportaciones. La débil
economía nicaragüense estaba en manos de unos pocos
propietarios, de los cuales los Somoza eran actores
fundamentales. La familia presidencial fue incrementando sus
propiedades a costa del desalojo y el despojo de la tierra a
miles de campesinos que no tendrán otro destino que
emplearse como peones para levantar las cosechas. La pobreza
de los trabajadores rurales era extrema. Sometidos a
jornadas laborales de más de doce horas, con salarios de
hambre y muchos de ellos viviendo en los galpones de las
haciendas sin luz ni agua.
La
llegada al poder de “Tachito” va a profundizar la
dependencia del imperialismo y la pobreza de las masas
nicaragüenses. “El imperio económico-financiero del clan Somoza crecía
en forma tan impetuosa que con frecuencia despertaba envidia
y admiración hasta entre célebres mercaderes de los
negocios estadounidenses. A mediados de los años 50 la
fortuna del clan se valoraba en 60 millones de dólares y 25
años después llegaba a 500 millones. Pero esto ya fue
"obra" del hijo de “Tacho”, el último
dictador.
Además
de plantaciones y haciendas ganaderas –las cuales
abarcaban 20.000 km de las tierras más fértiles– decenas
de bancos y empresas, que pertenecían por completo al clan,
existían gran cantidad de compañías donde estaba presente
con sus intereses. La revista mexicana Comercio
Exterior publicó una extensa nómina, no exhaustiva, de
las compañías que el clan poseía prácticamente en todas
las ramas de la economía del país donde con frecuencia
eran dominantes, tanto en el agro, industrias pesquera,
textil y de confección, en la construcción, el negocio
editorial, las comunicaciones y el transporte, en radio y
televisión, la economía portuaria, las finanzas y muchos
otros sectores de la vida económica de Nicaragua.” (1)
Las inversiones privadas estadounidenses controlaban el 90%
de recursos del subsuelo, la industria forestal y de la
pesca, el 50% del comercio y casi la mitad de la producción
industrial.
Una
revolución en curso
En
1962 surge el Frente Sandinista de Liberación (FSLN)
fundado por Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga.
Este Frente va a impulsar la guerrilla contra el gobierno de
los Somoza y la influencia yanqui y en un principio sufrirá
la derrota de sus primeras acciones militares a manos de la
Guardia Nacional. Unos años después, en 1974, el
periodista Joaquín Chamorro crea la Unión Democrática de
Liberación, partido burgués de oposición. Su nacimiento
reflejaba en parte la creciente oposición política a la
gestión de “Tachito” y sus socios.
En
1978, la dictadura asesina a Chamorro y estallan
manifestaciones en Managua y otras ciudades. El FSLN que había
quedado muy golpeado realiza algunas acciones. La represión
somocista se descarga sobre las movilizaciones de repudio al
gobierno y al asesinato de Chamorro y una huelga general de
varios días va a dar los indicios claros de una nueva etapa
de lucha política. En agosto de ese año el Frente
Sandinista toma el Palacio Nacional de Managua quedando como
rehenes varios congresistas. Los sandinistas exigen y logran
la liberación de prisioneros y el salvoconducto para que éstos
salgan del país y hacen público un llamamiento a la rebelión
popular que va a ser duramente reprimida. Pero el movimiento
de masas nicaragüenses ya se había puesto en marcha y en
junio de 1979 gana las calles. El FSLN, ante la crisis de
los partidos tradicionales y el odio al gobierno por parte
de las masas, se va a convertir rápidamente en la dirección
política y militar de la insurrección levantando la
consigna de “¡Abajo Somoza!” Los bombardeos de la
Guardia Nacional sobre las ciudades de Chinandega, Masaya,
Estelí, León y Rivas, que empezaban a ser controladas por
la guerrilla sandinista, no van a detener la caída de
“Tachito” Somoza, quien debe huir del país mientras las
fuerzas del Frente Sandinista entraban triunfantes el 19 de julio en la capital,
Managua. En la década del 80 será asesinado por un comando
en Paraguay.
La
lucha de las masas nicaragüenses y el FSLN tuvieron un
amplio apoyo y solidaridad en Latinoamérica. La corriente
trotskista morenista va a impulsar desde Colombia, la creación
de una brigada de combatientes para ir a pelear a Nicaragua.
La Brigada Simón Bolívar compuesta por colombianos, panameños,
costarricenses y militantes argentinos del Partido
Socialista de los Trabajadores, entre otros, van a entrar a
combatir en el Frente Sur. Los combatientes internacionales
se enfrentaran con los somocistas en la costa atlántica, en
la ciudad de Bluefields. Allí cayeron los brigadistas Pedro
Ochoa García, Mario Cruz Morales y Max L. Sengui Casco. La
brigada tenía, junto con los nicaragüenses que se le
unieron, un total de 250 miembros.
Una
vez derrotado el somocismo, la brigada organizó milicias de
defensa de la revolución e impulsó la formación de
sindicatos o comités de fábricas. Colaboró en la
organización de los campesinos para tomar tierras y
ponerlas a producir. De esta manera la Brigada Simón Bolívar
orienta su actividad desde una perspectiva clasista y
revolucionaria. Orientación que se opondrá al proyecto
sandinista y el gobierno del FSLN va a expulsar a los
brigadistas entregándolos a la policía panameña.
La
expulsión de la brigada internacional no fue un hecho
aislado sino parte del conjunto de la política que los
sandinistas van a implementar desde el gobierno.
El
gobierno del FLSN
A
la caída de Somoza se forma un gobierno conformado por
Sergio Ramírez y Moisés Asan del FSLN, el empresario
Alfonso Robelo y Violeta Chamorro, viuda del periodista
asesinado en 1974 y Daniel Ortega, comandante sandinista,
como coordinador. Y si bien al comienzo los sandinistas
confiscaron las propiedades de los Somoza, realizaron una
reforma agraria y nacionalizaron parte de la industria, no
avanzaron en la expropiación de la tierra y dejaron intacta
la propiedad privada en amplias áreas de la economía.
La
guerra civil contra Somoza había dejado devastada la débil
economía capitalista nicaragüense. No obstante, la
insurrección popular había dejado a las masas movilizadas
y armadas para seguir avanzando en el proceso revolucionario
y profundizar las medidas políticas y económicas. Los
sandinistas desde el inicio se preocuparon por que las masas
pudieran ser controladas y las medidas fueron insuficientes,
lo que comenzó a crear cierta decepción entre los
trabajadores y los sectores populares.
Desde
el punto de vista internacional, si bien en un primer
momento la mayoría de los gobiernos latinoamericanos habían
apoyado el surgimiento del nuevo régimen, luego fueron
retaceando su apoyo, en la medida en que Centroamérica se
iba convulsionando políticamente, sobretodo en El Salvador.
Fidel Castro puso su granito de arena en este proceso. Desde
su autoridad política declaró que Nicaragua no iba a ser
otra Cuba. Haciendo clara alusión de que no era tiempo de
expropiaciones y socialismo.
Con
la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados
Unidos en 1980, hay un giro en la política imperialista
hacia Nicaragua. Impedido de invadir Nicaragua por la reciente derrota en
Vietnam, los yanquis van a combinar la zanahoria y el
garrote. Buscarán la negociación vía gobiernos
“amigos” de la región mientras se preparan sanciones
económicas, como el bloqueo de préstamos y se organiza el
apoyo a los grupos contrarrevolucionarios armados. Estos
grupos serán conocidos como “los contras”.
A
fines de 1981, los “contras”, asentados en Honduras,
reciben capacitación militar a cargo de oficiales enviados
por la dictadura argentina y se envían desde Washington más
de 3.000 millones de dólares para su equipamiento. Por su
parte el FSLN saca un decreto el 3 de octubre de 1980
prohibiendo el derecho de huelga. Ante el aumento de la
actividad militar de los “contras”, el gobierno nicaragüense,
del cual ya habían salido Robelo y Chamorro por diferencias
con los sandinistas, desviarán fondos, inicialmente
destinados a la asistencia económica y social, hacia el área
militar. Las milicias sandinistas pasaron a formar parte de
un ejército regular y se instauró el servicio militar
obligatorio. Se decretó el estado de excepción, se fueron
prohibiendo las libertades civiles y se restringió la
libertad de prensa.
De
las armas a las urnas
En
1983 se formó el grupo Contadora, integrado por
representantes de los gobiernos de México, Colombia,
Venezuela y Panamá que comenzó a trabajar para crear las
condiciones para desarmar a la guerrilla salvadoreña que
había avanzado cualitativamente en el control de territorio
salvadoreño. En 1984, el sandinismo llamó a elecciones y
un sector de la oposición burguesa las boicoteó
argumentando que eran fraudulentas. Las elecciones dieron
vencedor a Daniel Ortega. Pero esta instancia política no
determinó cambios sustanciales en el gobierno sandinista y
dio fuerzas a la reacción burguesa. Internamente el régimen
sandinista había creado una capa de funcionarios y burócratas
nombrados “verticalmente” que rápidamente hicieron de
la corrupción un medio de vida. Sectores obreros se oponían
a las medidas que iban contra sus intereses mientras los
“contras” recibían el apoyo imperialista y de la
burguesía. Los trabajadores resistieron en los últimos años
del régimen sandinista a la capitulación a la que el
sandinismo se encaminaba. En 1987 se registraron huelgas en
importantes sectores de la producción como la construcción.
En ese año estalló una huelga salvaje en el puerto de
Corinto que fue desarmada por los “carneros” de la
Juventud Sandinista. En la Cervecería La Toña, los
trabajadores votaron desafiliarse de la Central Sandinista
de Trabajadores (CST) y en el mes de noviembre de 1988, el
ministro de Desarrollo Agropecuario, Comandante Jaime
Wheelok, reflejó con claridad la política sandinista hacia
los trabajadores del campo: "Al que levante aquí la
bandera de la huelga le vamos a cortar las manos”. (2)
Los
“contras” seguían operando militarmente y ocho años
después de la caída de la dictadura de Somoza, aquellos
grupos somocistas se habían convertido en una fuerza de 10
mil integrantes. Será en ese año de 1987, en el que César
Arias, presidente de Costa Rica, el mismo que hoy busca
negociar con los golpistas de Honduras, promueve una reunión
de presidentes para encontrar una salida a la situación
creada en Nicaragua y El Salvador. En agosto de ese año se
firma el acuerdo de Esquipulas II y unos meses después los
acuerdos de Sapoá que determinan el reconocimiento como
“fuerza beligerante” en el terreno político y militar a
los “contras” por
parte de los sandinistas y una salida hacia la democracia
burguesa. Será un
paso cualitativo hacia la derrota del proceso iniciado en
1979.
Oscar
Arias, presidente de Costa Rica había dicho que al FSLN
“había que pasarlo por las armas o por las urnas”.
Finalmente en 1990, en momentos en que Nicaragua ya se había
convertido en la nación más pobre de Centroamérica con
una inflación del 2.000 al 3.600 %, se realizan elecciones
nacionales. La Unión Nacional Opositora logra el 51% de los
votos contra 41 % del FSLN y lleva a Violeta Chamorro a la
Presidencia de la Nación.
La
derrota de la revolución nicaragüense fue producto del
cerco reaccionario imperialista
y los explotadores nicaragüenses y la política de
la ex Unión Soviética que acordaba con los yanquis, Fidel
Castro y los propios sandinistas.
El
FSLN a pesar de su heroica lucha contra Somoza no dejó de
ser una dirección pequeño burguesa guerrillera que trató
de levantar un régimen donde convivieran los intereses
obreros y populares que fueron bandera de la revolución y
las ganancias y apetencias capitalistas imperialistas. Por
esto fue incapaz de desarrollar el proceso revolucionario
centroamericano ubicando la lucha victoriosa contra la
dictadura de Somoza en la perspectiva obrera y socialista.
Notas:
(1)
Apoyo económico de
EEUU a la dictadura de Somoza, Yuri Zabulénov y V.
Zhivilov
(2)
Barricada, periódico del FSLN del 13/11/88
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