Socialismo o Barbarie, periódico Nº 156, 30/07/09
 

 

 

 

 

 

A treinta años de la revolución nicaragüense

El fracaso del sandinismo

Por Oscar Alba

A fines de los años 70 Centroamérica entra en un proceso de movilizaciones y luchas obreras y populares que van a tener un carácter revolucionario en varios países. El Salvador y Nicaragua se van a destacar en este sentido. En Nicaragua, retomando en parte la lucha que iniciara César Augusto Sandino en 1926 contra las fuerzas reaccionarias del gobierno nicaragüense y la intervención imperialista, las masas nicaragüenses librarán una lucha heroica contra la dictadura de la familia Somoza.

Nicaragua, como otros países de Centroamérica y el Caribe, tuvo desde inicios del siglo XX una historia de intervenciones armadas por parte de Estados Unidos. De esta manera, la lucha antiimperialista y contra los gobiernos “títeres” manipulados por los yanquis, fue un eje central en la lucha de clases de la región.

En 1933 desde su puesto como Jefe de la Guardia Nacional, Anastasio “Tacho” Somoza se va a erigir en el primer representante de lo que se conoció como la dinastía de la familia Somoza. Así, en 1967, su hijo menor Anastasio Somoza Debayle va a llegar a la presidencia de su país. Cargo que heredará de su hermano Luis, quien a su vez lo había heredado de su padre, luego que éste fuera asesinado en 1956. “Tachito” (como se lo llamaba) Somoza, había nacido en 1925 en la ciudad de León y siguiendo los pasos militares y  familiares, estudió en la Academia Le Salle de Long Island, Nueva York y terminó como graduado en West Point. En premio de tales méritos, su padre lo nombró comandante e inspector general de la Guardia Nacional. Esta era el principal cuerpo militar de Nicaragua y había sido creado a instancias del imperialismo yanqui.

Cuando su hermano Luis asume la presidencia de la Nación, nombra a “Tachito” Jefe de la Guardia Nacional.

Bajo la dictadura de los Somoza, Nicaragua basó su economía en el latifundio dirigiendo la producción de café, azúcar y frutas como materias primas al mercado internacional. Posteriormente el cultivo de algodón va a tener un importante desarrollo convirtiéndose en al sector más tecnificado y prioritario en las exportaciones. La débil economía nicaragüense estaba en manos de unos pocos propietarios, de los cuales los Somoza eran actores fundamentales. La familia presidencial fue incrementando sus propiedades a costa del desalojo y el despojo de la tierra a miles de campesinos que no tendrán otro destino que emplearse como peones para levantar las cosechas. La pobreza de los trabajadores rurales era extrema. Sometidos a jornadas laborales de más de doce horas, con salarios de hambre y muchos de ellos viviendo en los galpones de las haciendas sin luz ni agua.

La llegada al poder de “Tachito” va a profundizar la dependencia del imperialismo y la pobreza de las masas nicaragüenses. “El imperio económico-financiero del clan Somoza crecía en forma tan impetuosa que con frecuencia despertaba envidia y admiración hasta entre célebres mercaderes de los negocios estadounidenses. A mediados de los años 50 la fortuna del clan se valoraba en 60 millones de dólares y 25 años después llegaba a 500 millones. Pero esto ya fue "obra" del hijo de “Tacho”, el último dictador.

Además de plantaciones y haciendas ganaderas –las cuales abarcaban 20.000 km de las tierras más fértiles– decenas de bancos y empresas, que pertenecían por completo al clan, existían gran cantidad de compañías donde estaba presente con sus intereses. La revista mexicana Comercio Exterior publicó una extensa nómina, no exhaustiva, de las compañías que el clan poseía prácticamente en todas las ramas de la economía del país donde con frecuencia eran dominantes, tanto en el agro, industrias pesquera, textil y de confección, en la construcción, el negocio editorial, las comunicaciones y el transporte, en radio y televisión, la economía portuaria, las finanzas y muchos otros sectores de la vida económica de Nicaragua.” (1) Las inversiones privadas estadounidenses controlaban el 90% de recursos del subsuelo, la industria forestal y de la pesca, el 50% del comercio y casi la mitad de la producción industrial.

Una revolución en curso

En 1962 surge el Frente Sandinista de Liberación (FSLN) fundado por Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga. Este Frente va a impulsar la guerrilla contra el gobierno de los Somoza y la influencia yanqui y en un principio sufrirá la derrota de sus primeras acciones militares a manos de la Guardia Nacional. Unos años después, en 1974, el periodista Joaquín Chamorro crea la Unión Democrática de Liberación, partido burgués de oposición. Su nacimiento reflejaba en parte la creciente oposición política a la gestión de “Tachito” y sus socios.

En 1978, la dictadura asesina a Chamorro y estallan manifestaciones en Managua y otras ciudades. El FSLN que había quedado muy golpeado realiza algunas acciones. La represión somocista se descarga sobre las movilizaciones de repudio al gobierno y al asesinato de Chamorro y una huelga general de varios días va a dar los indicios claros de una nueva etapa de lucha política. En agosto de ese año el Frente Sandinista toma el Palacio Nacional de Managua quedando como rehenes varios congresistas. Los sandinistas exigen y logran la liberación de prisioneros y el salvoconducto para que éstos salgan del país y hacen público un llamamiento a la rebelión popular que va a ser duramente reprimida. Pero el movimiento de masas nicaragüenses ya se había puesto en marcha y en junio de 1979 gana las calles. El FSLN, ante la crisis de los partidos tradicionales y el odio al gobierno por parte de las masas, se va a convertir rápidamente en la dirección política y militar de la insurrección levantando la consigna de “¡Abajo Somoza!” Los bombardeos de la Guardia Nacional sobre las ciudades de Chinandega, Masaya, Estelí, León y Rivas, que empezaban a ser controladas por la guerrilla sandinista, no van a detener la caída de “Tachito” Somoza, quien debe huir del país mientras las fuerzas del Frente  Sandinista entraban triunfantes el 19 de julio en la capital, Managua. En la década del 80 será asesinado por un comando en Paraguay.

La lucha de las masas nicaragüenses y el FSLN tuvieron un amplio apoyo y solidaridad en Latinoamérica. La corriente trotskista morenista va a impulsar desde Colombia, la creación de una brigada de combatientes para ir a pelear a Nicaragua. La Brigada Simón Bolívar compuesta por colombianos, panameños, costarricenses y militantes argentinos del Partido Socialista de los Trabajadores, entre otros, van a entrar a combatir en el Frente Sur. Los combatientes internacionales se enfrentaran con los somocistas en la costa atlántica, en la ciudad de Bluefields. Allí cayeron los brigadistas Pedro Ochoa García, Mario Cruz Morales y Max L. Sengui Casco. La brigada tenía, junto con los nicaragüenses que se le unieron, un total de 250 miembros.

Una vez derrotado el somocismo, la brigada organizó milicias de defensa de la revolución e impulsó la formación de sindicatos o comités de fábricas. Colaboró en la organización de los campesinos para tomar tierras y ponerlas a producir. De esta manera la Brigada Simón Bolívar orienta su actividad desde una perspectiva clasista y revolucionaria. Orientación que se opondrá al proyecto sandinista y el gobierno del FSLN va a expulsar a los brigadistas entregándolos a la policía panameña.

La expulsión de la brigada internacional no fue un hecho aislado sino parte del conjunto de la política que los sandinistas van a implementar desde el gobierno.

El gobierno del FLSN

A la caída de Somoza se forma un gobierno conformado por Sergio Ramírez y Moisés Asan del FSLN, el empresario Alfonso Robelo y Violeta Chamorro, viuda del periodista asesinado en 1974 y Daniel Ortega, comandante sandinista, como coordinador. Y si bien al comienzo los sandinistas confiscaron las propiedades de los Somoza, realizaron una reforma agraria y nacionalizaron parte de la industria, no avanzaron en la expropiación de la tierra y dejaron intacta la propiedad privada en amplias áreas de la economía.

La guerra civil contra Somoza había dejado devastada la débil economía capitalista nicaragüense. No obstante, la insurrección popular había dejado a las masas movilizadas y armadas para seguir avanzando en el proceso revolucionario y profundizar las medidas políticas y económicas. Los sandinistas desde el inicio se preocuparon por que las masas pudieran ser controladas y las medidas fueron insuficientes, lo que comenzó a crear cierta decepción entre los trabajadores y los sectores populares.

Desde el punto de vista internacional, si bien en un primer momento la mayoría de los gobiernos latinoamericanos habían apoyado el surgimiento del nuevo régimen, luego fueron retaceando su apoyo, en la medida en que Centroamérica se iba convulsionando políticamente, sobretodo en El Salvador. Fidel Castro puso su granito de arena en este proceso. Desde su autoridad política declaró que Nicaragua no iba a ser otra Cuba. Haciendo clara alusión de que no era tiempo de expropiaciones y socialismo.

Con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos en 1980, hay un giro en la política imperialista hacia Nicaragua.  Impedido de invadir Nicaragua por la reciente derrota en Vietnam, los yanquis van a combinar la zanahoria y el garrote. Buscarán la negociación vía gobiernos “amigos” de la región mientras se preparan sanciones económicas, como el bloqueo de préstamos y se organiza el apoyo a los grupos contrarrevolucionarios armados. Estos grupos serán conocidos como “los contras”.

A fines de 1981, los “contras”, asentados en Honduras, reciben capacitación militar a cargo de oficiales enviados por la dictadura argentina y se envían desde Washington más de 3.000 millones de dólares para su equipamiento. Por su parte el FSLN saca un decreto el 3 de octubre de 1980 prohibiendo el derecho de huelga. Ante el aumento de la actividad militar de los “contras”, el gobierno nicaragüense, del cual ya habían salido Robelo y Chamorro por diferencias con los sandinistas, desviarán fondos, inicialmente destinados a la asistencia económica y social, hacia el área militar. Las milicias sandinistas pasaron a formar parte de un ejército regular y se instauró el servicio militar obligatorio. Se decretó el estado de excepción, se fueron prohibiendo las libertades civiles y se restringió la libertad de prensa.

De las armas a las urnas

En 1983 se formó el grupo Contadora, integrado por representantes de los gobiernos de México, Colombia, Venezuela y Panamá que comenzó a trabajar para crear las condiciones para desarmar a la guerrilla salvadoreña que había avanzado cualitativamente en el control de territorio salvadoreño. En 1984, el sandinismo llamó a elecciones y un sector de la oposición burguesa las boicoteó argumentando que eran fraudulentas. Las elecciones dieron vencedor a Daniel Ortega. Pero esta instancia política no determinó cambios sustanciales en el gobierno sandinista y dio fuerzas a la reacción burguesa. Internamente el régimen sandinista había creado una capa de funcionarios y burócratas nombrados “verticalmente” que rápidamente hicieron de la corrupción un medio de vida. Sectores obreros se oponían a las medidas que iban contra sus intereses mientras los “contras” recibían el apoyo imperialista y de la burguesía. Los trabajadores resistieron en los últimos años del régimen sandinista a la capitulación a la que el sandinismo se encaminaba. En 1987 se registraron huelgas en importantes sectores de la producción como la construcción. En ese año estalló una huelga salvaje en el puerto de Corinto que fue desarmada por los “carneros” de la Juventud Sandinista. En la Cervecería La Toña, los trabajadores votaron desafiliarse de la Central Sandinista de Trabajadores (CST) y en el mes de noviembre de 1988, el ministro de Desarrollo Agropecuario, Comandante Jaime Wheelok, reflejó con claridad la política sandinista hacia los trabajadores del campo: "Al que levante aquí la bandera de la huelga le vamos a cortar las manos”. (2)

Los “contras” seguían operando militarmente y ocho años después de la caída de la dictadura de Somoza, aquellos grupos somocistas se habían convertido en una fuerza de 10 mil integrantes. Será en ese año de 1987, en el que César Arias, presidente de Costa Rica, el mismo que hoy busca negociar con los golpistas de Honduras, promueve una reunión de presidentes para encontrar una salida a la situación creada en Nicaragua y El Salvador. En agosto de ese año se firma el acuerdo de Esquipulas II y unos meses después los acuerdos de Sapoá que determinan el reconocimiento como “fuerza beligerante” en el terreno político y militar a los “contras”  por parte de los sandinistas y una salida hacia la democracia burguesa. Será  un paso cualitativo hacia la derrota del proceso iniciado en  1979.

Oscar Arias, presidente de Costa Rica había dicho que al FSLN “había que pasarlo por las armas o por las urnas”. Finalmente en 1990, en momentos en que Nicaragua ya se había convertido en la nación más pobre de Centroamérica con una inflación del 2.000 al 3.600 %, se realizan elecciones nacionales. La Unión Nacional Opositora logra el 51% de los votos contra 41 % del FSLN y lleva a Violeta Chamorro a la Presidencia de la Nación.

La derrota de la revolución nicaragüense fue producto del cerco reaccionario imperialista  y los explotadores nicaragüenses y la política de la ex Unión Soviética que acordaba con los yanquis, Fidel Castro y los propios sandinistas.

El FSLN a pesar de su heroica lucha contra Somoza no dejó de ser una dirección pequeño burguesa guerrillera que trató de levantar un régimen donde convivieran los intereses obreros y populares que fueron bandera de la revolución y las ganancias y apetencias capitalistas imperialistas. Por esto fue incapaz de desarrollar el proceso revolucionario centroamericano ubicando la lucha victoriosa contra la dictadura de Somoza en la perspectiva obrera y socialista.


Notas:

(1) Apoyo económico de EEUU a la dictadura de Somoza, Yuri Zabulénov y V. Zhivilov

(2) Barricada, periódico del FSLN del 13/11/88