Socialismo o Barbarie, periódico Nº 158, 27/08/09
 

 

 

 

 

 

En el contexto de un nuevo lock out de la Mesa de Enlace

Las luchas obreras dicen presente

“Las últimas elecciones no han cerrado nada. Más bien han abierto un proceso donde estará en juego un intento de normalización conservadora del país que habrá que ver si es exitoso o no. Proceso, que a nuestro modo de ver, no dejará de ser convulsivo y nos permitimos incluso dudar que tenga el éxito asegurado”[1].

Después de las elecciones del 28 de junio se ha abierto una coyuntura política de transición. Esto es lo que se está viviendo en las alturas con las idas y venidas de oficialismo y oposición en el Congreso en materia de retenciones agrarias[2]. Según reconoce el oligárquico diario La Nación, la llamada “emergencia económica” votada por “error” unánimemente en el Parlamento y luego vetada por Cristina, representaba ni más ni menos que la friolera de un agujero fiscal de 3.000 millones de dólares. Lo anterior sólo para beneficiar a un puñado de ricachones del campo lo que sumarían presión al ajuste económico inconfesado[3] que la administración kirchnerista se ha visto obligada a poner en marcha. Ajuste económico que no sólo está significando un claro deterioro del salario real, sino que en provincias como Córdoba (¿será el caso también de Buenos Aires?) está planteada la eventualidad que Juan Schiaretti –amiguísimo de los campestres– pase a pagar los sueldos, como en el 2001, en “patacones”…

Entre la reacción y la rebelión

Este carácter de transición de la coyuntura nacional tiene que ver con varios procesos internacionales que están dando el contexto a los acontecimientos políticos del país.

Una crisis económica mundial dónde si bien parece haberse frenado –sólo por ahora– una eventual dinámica de depresión económica mundial por la vía de los sin precedentes rescates estatales, inevitablemente tendrá nuevos desdoblamientos (ver en esta edición Crisis mundial: ¿En qué momento estamos? Pág. 12 y ss)

En este sentido, alcanza con sólo señalar que un funcionario de la Reserva Federal de los EEUU (es el Banco Central de ese país) acaba de reconocer que el índice de desocupación ya alcanza el 16% de la población económicamente activa del país: ¡un índice que es una bomba de tiempo social nada más y nada menos en la principal economía del mundo!

Una situación política internacional marcada por la tendencia –por así decirlo– a la “bushización” de Barack Obama con las consecuencias de todo orden que podría tener este “desenlace” por ejemplo para el objetivo de relegitimación internacional de los EEUU.

Una situación latinoamericana reaccionaria marcada por el golpe de Estado en Honduras, pero que al mismo tiempo por el “ambiente” en que el mismo golpe ha tenido lugar, tiende a fomentar una fuerte y radicalizada resistencia popular –en primer lugar, en el propio país centroamericano– y a desarrollar elementos de fuerte polarización política.

Es dentro de este contexto que hay una pelea abierta por cuales serán las tendencias que finalmente prevalecerán: si serán las más reaccionarias; o si el ensayo de reacción pueda significar un “pasarse de rosca” de los sectores dominantes que de lugar a una respuesta contundente, obrera y popular, que ponga a la hora del día nuevas jornadas revolucionarias en la región. Es precisamente en este sentido que el destino del continente se sigue jugando en Honduras más allá de los vaivenes de su propia coyuntura.

Emerge una dura resistencia obrera al ajuste

Este nuevo round entre los de arriba con la declaración del séptimo lock out de la patronal agrario es otra muestra de que todavía no se puede anticipar exactamente hasta dónde avanzará la tendencia a la normalización conservadora del país: la propia pelea por el “modelo de país” todavía no está saldada[4].

Sin embargo, lo fundamental está en otro lado: a nivel de las peleas que logre dar la clase obrera. Porque en la dinámica política de un país nunca se puede tratar sólo ni esencialmente de las peleas entre los de arriba: la clave está siempre en la lucha entre los capitalistas como un todo y la clase trabajadora cómo tal.

Porque precisamente a nivel del movimiento obrero, la novedad de esta coyuntura pos-electoral con elementos reaccionarios[5] está marcada por una serie de duras luchas obreras[6]. El punto más representativo en los últimos días ha venido siendo la pelea de los petroleros privados en Santa Cruz y, sobre todo, la que sigue en curso en Kraft-Terrabussi luego del fiasco de la “conciliación obligatoria”, pero la lista es larga: diario Crónica con la planta de los gráficos cerrada sine die, la textil Alcoyana ocupada por sus trabajadores, Mahle, Paraná Metal, portuarios y un largo etcétera.

El dato más novedoso de la coyuntura es que a pesar de las burocracias de todos los colores, las luchas obreras están diciendo presente y esto, de manera creciente. No hay tarea más importante para la izquierda revolucionaria que jugarse a que las mismas se resuelvan exitosamente.

Despertar obrero en el SMATA y la UOM

Es en el contexto señalado que se debe insertar entonces el ciclo de duras luchas obreras que está recorriendo importantes sectores de trabajadores. Este escenario no deja de ser contradictorio. La burocracia sindical –tanto de la CGT como sus hermanos gemelos de la CTA– ha buscado fervorosamente el acuerdo casi sin chistar con el gobierno K y los empresarios: se trata de unas paritarias caracterizadas por tratar de hacerles el favor a los capitalistas en materia de caída del salario real.

Prácticamente sin excepción[7], los aumentos están por detrás del nivel de inflación real. Es decir, el uso del chantaje de “cambiar salarios por empleo” que ha venido siendo el punto central de la estrategia del gobierno de Cristina K en materia “laboral” (lo que no está excluyendo una cierta escalada de despidos y/o intentos de cierres de empresas como son los casos de Alcoyana o Mahle).

Esto ha ocurrido a nivel de grandes gremios industriales como la UOM, el SMATA (y lo mismo está ocurriendo en estos momentos en el neumático donde Pedro Wasiejko acaba de firmar la paritaria por un escaso 16.5%, acorralando a los compañeros de Fate para que estos no puedan salir a luchar so pena de una ola de despidos sobre su cabeza).

Pero lo más interesante es que esto no ha ocurrido sin que se desaten profundas objeciones entre la base obrera de estos gremios estratégicos. Es el caso de la UOM y el SMATA (los principales gremios industriales del país), donde las manifestaciones de descontento han sido las más importantes en años.

En la UOM, Caló se vio obligado a convocar a paros y movilizaciones, después de 14 años sin convocar ni una sola marcha. Medidas controladas en un gremio ampliamente precarizado y que viene de muy atrás, pero que no por ello han dejado de ser significativas. En la UOM Córdoba los trabajadores repudiaron el miserable acuerdo apaleando al secretario general de la seccional y se llegó a intentar incendiar la sede del sindicato…

En el caso del SMATA, el proceso ha sido categóricamente más profundo y ha tenido elementos de desborde tanto en Córdoba, como en Rosario y la zona Norte del Gran Buenos Aires.

Luego de la importante marcha de noviembre del año pasado, Manrique y Pigniarelli (los sucesores del “Gordo” Rodríguez), no convocaron a más medidas de fuerza de conjunto y terminaron acordando un porcentaje que causó amplio descontento entre las bases obreras. En General Motors de Rosario, la burocracia perdió la asamblea: el 70% rechazó el aumento por insuficiente. En el caso de Volkwaguen y Ford en Pacheco, sólo se logró imponer tal acuerdo con intimidación a las bases y apaleos a las corrientes de izquierda que como el nuevo MAS cometimos el “pecado” de señalar que el aumento era insuficiente.

Demás está decir la importancia del proceso de acumulación por abajo que se viene dando en el SMATA (con una histórica burocracia que aparece debilitada y en crisis y la emergencia de una nueva generación obrera) para el proceso en curso de recomposición de la vanguardia obrera.

Provocación en Kraft-Terrabussi

Pero detengámonos ahora en el caso de Kraft. Además de que se trata de una pelea que está abierta y donde al momento del cierre de esta edición los compañeros se están movilizando al Ministerio de Trabajo en repudio porque la patronal no está acatando la conciliación, su caso es ampliamente representativo a nivel del movimiento obrero de la coyuntura política que se está viviendo en el país. Se trata de una lisa y llana provocación patronal, de un ataque sin precedentes en esa importante planta, seguida de una no menos importante respuesta de los trabajadores que llegaron a ocupar las instalaciones por varios días.

No se puede calificar menos que de provocación al despido en masa y “con causa” de 150 trabajadores a la cabeza de los cuales está toda la Comisión Interna y el conjunto de los delegados, reconocidos o no.

Es decir, la provocación patronal apunta directamente a descabezar la dirección de la fábrica que está al frente de la misma desde hace más de una década, y con la cual tenemos grandes diferencias (se trata de una fábrica dirigida por la CCC[8]), está claro que tampoco puede ser asimilada mecánicamente a la dirección del gremio de la Alimentación (Rodolfo Daer, dirigente de la CGT bajo el menemismo).

La provocación apunta contra el proceso de recomposición en la fábrica que se ha venido dando en los últimos años pasando incluso por encima de la misma interna: la repetida reinstalación de despedidos[9], la práctica de saltar el cerco desacatando medidas arbitrarias de la patronal, la elección de nuevos delegados no reconocidos por la empresa, etc.

Es decir, este brutal ataque apunta contra las “anormalidades” en la planta que Kraft no logró acallar desde que desembarcó en la planta a comienzos del siglo XXI y que coincidió justamente con el proceso del Argentinazo y la recomposición en curso de la vanguardia obrera.

Porque todos sabemos que en los ’90 Terrabussi fue la paz de los cementerios. Los compañeros entraban y salían en lapsos de semanas, no había efectividad para nadie, el salario horario no llegaba a un peso a lo largo de casi toda una década. Esa es la cruda verdad de la super explotación en una de las plantas alimenticias más importantes del país; eso es lo que la patronal quiere reestablecer. Se trata del proceso de normalización conservadora que venimos denunciando en estas páginas a nivel de las relaciones directas entre los capitalistas y los obreros.

Jugarse en las luchas para que triunfen

Las luchas en curso son la vía para que la clase obrera intervenga en la coyuntura nacional. Lo que se vive está marcado por una durísima pelea por recursos y política en las alturas. La Mesa de Enlace del “campo” y la oposición política buscan forzar un giro completo de la situación hacia la derecha. No les es tan fácil. Por ejemplo, Macri acaba de tener que retroceder con el nombramiento de Fino Palacios al frente de la policía de la Capital Federal. Esto también es una muestra de que hay un conjunto de tendencias contradictorias y una pelea que está abierta.

Para que la clase obrera diga presente en esta coyuntura e “inclinar la cancha” hacia su lado debe poner sobre la mesa sus propios intereses. Esto pasa por impulsar aumentos de salario acorde con la canasta familiar; por salir a duras luchas contra los despidos llegando a la ocupación de fábrica (cómo fue meses atrás el caso de Pilkington); por la estatización bajo control obrero de toda empresa que suspenda o despida (el caso de Massuh o mismo la reciente expropiación de Zanon); por enfrentar la tendencia de las patronales, el gobierno y la propia burocracia a barrer con las direcciones combativas (caso del Suteba de La Plata); por defender el derecho de los trabajadores a organizarse como ellos quieran (el caso del Subterráneo de Buenos Aires). Esto, la más de las veces, pasando por arriba de las burocracias sindicales de todos los colores apuntando a la tendencia al desborde y la organización desde abajo.

En esta tarea estamos comprometidos desde el Nuevo MAS. Y por esto llamamos a todos los compañeros obreros y estudiantes que así lo deseen a organizarse en nuestras filas. En las filas de una organización socialista revolucionaria que se viene fortaleciendo para aportar en la lucha estratégica por la recomposición y el poder de la clase obrera.


[1] SoB periódico de balance de las últimas elecciones.

[2] Se trata de los impuestos a las exportaciones de granos, principalmente soja.

[3] Parte de este ajuste económico estilo K que se está poniendo en marcha es el intento de “normalizar” la situación de la deuda externa volviendo a tender puentes con el FMI y “haciendo honor” a las obligaciones de los que quedaron fuera del canje organizado por Néstor K.

[4] Debe estar claro que entre ellos –K y campestres- sólo se trata de una pugna por distintos modelos capitalistas, nada que tenga que ver con los intereses directos de los explotados y oprimidos del país. En este sentido volvemos a remitir al texto “La rebelión de las 4 por 4” de reciente edición por Antídoto-Gallo Rojo.

[5] El asesinato a quemarropa por un prefecto a una joven integrante de la Villa 31 de Retiro va en este sentido… lo mismo que la dura respuesta de los “villeros” por la misma desencadenada inmediatamente después. Y en este mismo sentido va la reciente renuncia de Fino Palacios, candidato de Macri a dirigir la nueva policía capitalina y que venía con proyectos de regimentar las luchas populares en la ciudad.  

[6] Incluso ha habido triunfos como la expropiación definitiva de Zanon más allá de los límites que la misma cooperativización pero no estatización tiene.

[7] No tenemos claro el detalle del acuerdo de los petroleros de Santa Cruz.

[8] ¡Ahora sería el momento que esta corriente haga valer su “política de alianza” haciendo llegar el apoyo de Bussi, Biolcatti, De Angelis y demás “espadas” de la Mesa de Enlace de las patronales agrarias a las que tan gustosamente como vergonzosamente vienen apoyando desde el año pasado!

[9] Hay compañeros que ya habían sido despedidos tres o cuatro veces y hasta 5 veces y todavía estaban trabajando gracias a  las exitosas peleas por su reincorporación.