No hay “keynesianismo” ni cambios
en el “modo de regulación” neoliberal
El rol del movimiento
obrero y de masas
Por Claudio Testa
Efectivamente,
Johsua desemboca en un punto importante, pero no
lo explica: ¿por qué los capitalistas se aferran
ferozmente al mismo modelo neoliberal que acaba de fracasar?
Casi en los mismos términos, Michel Husson se formula un
interrogante similar.
Por los hechos que señalamos
antes, Husson concluye correctamente que “la hipótesis de
una recuperación significativa es poco probable, en razón
misma de los ajustes frente a la crisis”, por las
respectivas situaciones de EEUU, China y los principales países
de la Unión Europea.[1]
“No hay que dejarse impresionar
–prosigue Husson– por el sentimiento general de alivio
de «¡finalmente la cosa no era tan grave!». Por el
contrario, estamos ante varios años de crecimiento
deprimido y de medidas de austeridad destinadas a «pasar la
esponja» a los planes de relanzamiento. [...] Esto, después
de todo, es comprensible: los intereses sociales dominantes
no tienen más que un solo objetivo: reestablecer el
funcionamiento del capitalismo anterior al estallido de la
crisis. Esto es lógico pero al mismo tiempo, absurdo. Lógico,
porque no existe alternativa: de la última gran recesión
(la de 1974/75) el capitalismo pudo salir gracias al gran
giro neoliberal de comienzos de los ’80. Pero, en el
fondo, no hay más que dos maneras posibles de funcionar
para el capitalismo: «a la Keynes», como en los «treinta
años gloriosos» [1945/75], o «a la liberal».”
Coincidimos en que la crisis no ha
motivado ningún cambio serio, que implique cambiar el
“modelo” o “modo de regulación” o “manera posible
de funcionar para el capitalismo”. Toda la charlatanería
“neokeynesiana” que estalló junto con la crisis, ya se
la llevó el viento. Lo que resta como orientación general
(aunque haya obligadas excepciones) es un neoliberalismo
más feroz que nunca. Pero no hay nada “absurdo” en
este hecho.
Esas “dos maneras posibles de
funcionar” del capitalismo –“a la Keynes”, como en
la posguerra o «a la liberal»– no son equivalentes (como
cree gran parte del “progresismo” tanto en Francia como
en el resto del mundo). Los modos de funcionamiento del
capitalismo no se cambian como las camisas: dependen estrechamente de la relaciones entre las clases, de las
relaciones de fuerza, tanto a nivel mundial como nacional.
La manera más “lógica” y
menos “absurda” de funcionamiento del capitalismo, su
forma “pura” es el liberalismo salvaje, sin
ninguna “traba” que limite la inextinguible hambre y sed
de ganancias, la voracidad caníbal de los capitalistas.
Los “treinta gloriosos” y el
reformista “compromiso keynesiano” fueron una anormalidad
–aberrante para la gran burguesía mundial–, determinada
por una situación internacional cruzada por el temor de los
capitalistas a la clase obrera y a la revolución
socialista. Fue la demostración más cabal de que las
reformas son el subproducto de las luchas revolucionarias.
La imposición del neoliberalismo
desde los inicios de los `80 exigió infligir una
profunda derrota a la clase trabajadora mundial.
Ahora la crisis más grave desde
la Gran Depresión, está cambiando el escenario. En
uno y otro país, estallan luchas. La clase obrera y
trabajadora ha comenzado a reaccionar, desde China a
Sudáfrica, y desde Francia a Argentina.
Pero este proceso, aunque ascendente,
está aún en sus comienzos. Por distintos factores,
no sólo existen grandes desigualdades nacionales –la más
grave es la de EEUU, epicentro de la crisis, donde aún la
respuesta es muy débil–. Hay también una dispersión al
interior de los distintos países –en la que juegan un
papel principal las burocracias sindicales–, que se
combina con el problema de las alternativas políticas a los
gobiernos y partidos del sistema.
Esto ha dado al capitalismo un
margen para ratificar el neoliberalismo y descartar
globalmente giros “reformistas”, al estilo de la
posguerra. Esto, por supuesto, no invalida que en algunos países
no se desarrollen experiencias en ese sentido, como los
casos de Venezuela, Bolivia o Ecuador. Pero las limitaciones
de esos “reformismo del siglo XXI” (comparadas por
ejemplo, con la de un Perón), ratifican también lo que
decimos.
En últimas, la clave del
desenlace de este curso crítico de la economía mundial
–que no va a terminar el mes que viene, como pintan en los
medios los charlatanes a sueldo– dependerá de este factor
extraeconómico: el ritmo y las formas con que la clase
obrera y trabajadora vaya entrando en escena.
Nota:
1.- Michel Husson, “La crise
commence”, Regards, septiembre 2009.
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