|
Elecciones de Japón
La crisis quebró
un baluarte reaccionario
Corresponsal.- En
las elecciones parlamentarias del domingo 30 de agosto
pasado en Japón, el Partido Liberal Democrático, que venía
gobernando el país casi sin interrupciones desde 1955, fue
duramente derrotado por el Partido Demócrata de Japón,
perdiendo el gobierno del país.
Cuando el milagro es un infierno,
¿qué le sigue al milagro?
El PLD fue
el instrumento político de la gran patronal luego de la
Segunda Guerra Mundial para gobernar Japón y derrotar el
importantísimo ascenso obrero que la sucedió. Junto a la
alta burocracia estatal y a los cuadros gerenciales, los
burgueses y su partido se constituyeron en un armado único,
donde explícitamente un reducido número de familias
controlan al partido, a las grandes corporaciones y al
Estado. De más está decir todas estas familias dirigieron
la masacre fascista que Japón desató en Asia durante la década
del 30 y mitad del 40.
Apoyados en la
pequeña burguesía rural, y sostenidos por las tropas de
ocupación yanqui luego de la Segunda Guerra Mundial, la
alta burocracia y la gran burguesía pudieron lanzar un
feroz ataque, muchas veces apoyadas en las mismas tropas de
ocupación, al combativo movimiento obrero japonés, que
llegó a desplegar grados de combatividad y organización
desconocidos en América Latina (ver Ichiyo, Muto, “Lucha
de clases e innovación tecnológica en Japón”, editorial
Antídoto). La falta de una orientación política
socialista revolucionaria, que ubicase en su justa medida la
lucha sindical, y la fortaleza política y social de la
patronal japonesa (el contexto de la guerra fría, la base
de apoyo rural, la ocupación militar) condujeron a profundísimas
derrotas en los años 40, 50 y 60. Sobre este terreno se
impusieron métodos de explotación durísimos, que se
conocen como toyotismo. El propio obrero tiene que hacer de
supervisor y controlar la calidad, cumplir con múltiples
tareas, con un salario atado al “mérito” y laxas
relaciones contractuales. La precarización, la flexibilidad
y superexplotación constituyeron la base del “milagro
económico”, que llevó a la economía japonesa a ser la
segunda del mundo.
Pero desde fines de los 80s, Japón tiene la economía
casi sin crecer. Una crisis financiera e hipotecaría llevó
a una prolongadísima recesión de la cual el país no
termina cabalmente de salir. ¡Sumarle a ésta la crisis
financiera e hipotecaria yanqui para aproximarse al estado
de las cosas en el país!
En el marco de la crisis generalizada del capitalismo
mundial, el capitalismo japonés es un enfermo en situación
grave. Frente a esta situación, la patronal no tiene plan
alguno. Su respuesta es la única receta que conoce: ajuste,
despidos masivos y aumento de la superexplotación. Así, en
febrero de este año, el desempleo se equiparaba al que había
a la salida de la Segunda Guerra Mundial, la juventud
trabajadora no consigue más que trabajos de meses de duración
y de pésima paga. La indigencia crece a la vista de todos.
La deuda del Estado supera en dos veces el PBI. Los
jubilados se preocupan por el futuro de sus magros haberes.
Los problemas económicos y sociales se agravan a escalas y
ritmos asombrosos.
Se
agudizan las contradicciones
En este marco, Yukio Hatoyama será nombrado Primer
Ministro en las próximas semanas. Él fue parte del PLD
hasta hace algunos años, cuando armó el PDJ viendo la
inercia que arrastraba el PLD, lo que le retrasaba su
carrera. Su familia fundó la Bridgestone, y forma parte de
ese conjunto de familias que gobierna el país (de hecho, se
compara a los Hatoyama con los Kennedy). Su partido es un
amontonamiento de arribistas del PLD, dirigentes
ultra–nacionalistas imperialistas, dirigentes y
sindicalistas que provienen del extinto Partido Socialista
Japonés, ecologistas, feministas, jóvenes sin previa
experiencia política. Su
campaña ha estado centrada en la necesidad de un “cambio
de régimen”, un “cambio histórico”, propone
rever la relación con Estados Unidos, combatir a la
burocracia estatal. Un discurso de renovación y cambio. El
común de la gente no le termina de creer, y entre las filas
obreras y juveniles, más que declaraciones se esperan
acciones, y rápido. Su votación refleja el profundo rechazo al régimen imperante (perdieron su
banca incluso ministros en función, así como también ex
primeros ministros),
más que un apoyo al mismo Hatoyama y su proyecto.
El pueblo japonés ha logrado empezar a sacarse de encima al lastre del
PLD. La clase trabajadora, especialmente sus jóvenes y los
inmigrantes brasileños (más de 300.000), van acumulando
bronca y empiezan a enfrentar la ofensiva de la gran
patronal. No están solos. Alrededor del mundo, la clase
trabajadora se va poniendo de pie contra la ofensiva
patronal frente a la crisis. En julio, en China, donde los
obreros metalúrgicos estallaron y mataron a un gerente de
su fábrica (que cobraba 300.000
euros al año, cuando un jubilado de la fábrica gana
20). También en julio, en Corea del Sur, cientos de obreros
ocuparon una planta automotriz en defensa de sus puestos de
trabajo.
El triunfo de Hatoyama y la experiencia que los
trabajadores que ya están haciendo con él preanuncian
grandes luchas. La clase trabajadora japonesa tiene
una gran tradición de organización, lucha y solidaridad
para estas luchas. El internacionalismo y una perspectiva (y
organización) socialista revolucionaria son indispensables
para empezar ahora a escribir la historia de la emancipación
del yugo del capitalismo imperialista.
|
|