Socialismo o Barbarie, periódico Nº 159, 10/09/09
 

 

 

 

 

 

Elecciones de Japón

La crisis quebró un baluarte reaccionario

Corresponsal.- En las elecciones parlamentarias del domingo 30 de agosto pasado en Japón, el Partido Liberal Democrático, que venía gobernando el país casi sin interrupciones desde 1955, fue duramente derrotado por el Partido Demócrata de Japón, perdiendo el gobierno del país.

Cuando el milagro es un infierno, ¿qué le sigue al milagro?

El PLD fue el instrumento político de la gran patronal luego de la Segunda Guerra Mundial para gobernar Japón y derrotar el importantísimo ascenso obrero que la sucedió. Junto a la alta burocracia estatal y a los cuadros gerenciales, los burgueses y su partido se constituyeron en un armado único, donde explícitamente un reducido número de familias controlan al partido, a las grandes corporaciones y al Estado. De más está decir todas estas familias dirigieron la masacre fascista que Japón desató en Asia durante la década del 30 y mitad del 40.

Apoyados en la pequeña burguesía rural, y sostenidos por las tropas de ocupación yanqui luego de la Segunda Guerra Mundial, la alta burocracia y la gran burguesía pudieron lanzar un feroz ataque, muchas veces apoyadas en las mismas tropas de ocupación, al combativo movimiento obrero japonés, que llegó a desplegar grados de combatividad y organización desconocidos en América Latina (ver Ichiyo, Muto, “Lucha de clases e innovación tecnológica en Japón”, editorial Antídoto). La falta de una orientación política socialista revolucionaria, que ubicase en su justa medida la lucha sindical, y la fortaleza política y social de la patronal japonesa (el contexto de la guerra fría, la base de apoyo rural, la ocupación militar) condujeron a profundísimas derrotas en los años 40, 50 y 60. Sobre este terreno se impusieron métodos de explotación durísimos, que se conocen como toyotismo. El propio obrero tiene que hacer de supervisor y controlar la calidad, cumplir con múltiples tareas, con un salario atado al “mérito” y laxas relaciones contractuales. La precarización, la flexibilidad y superexplotación constituyeron la base del “milagro económico”, que llevó a la economía japonesa a ser la segunda del mundo.

Pero desde fines de los 80s, Japón tiene la economía casi sin crecer. Una crisis financiera e hipotecaría llevó a una prolongadísima recesión de la cual el país no termina cabalmente de salir. ¡Sumarle a ésta la crisis financiera e hipotecaria yanqui para aproximarse al estado de las cosas en el país!

En el marco de la crisis generalizada del capitalismo mundial, el capitalismo japonés es un enfermo en situación grave. Frente a esta situación, la patronal no tiene plan alguno. Su respuesta es la única receta que conoce: ajuste, despidos masivos y aumento de la superexplotación. Así, en febrero de este año, el desempleo se equiparaba al que había a la salida de la Segunda Guerra Mundial, la juventud trabajadora no consigue más que trabajos de meses de duración y de pésima paga. La indigencia crece a la vista de todos. La deuda del Estado supera en dos veces el PBI. Los jubilados se preocupan por el futuro de sus magros haberes. Los problemas económicos y sociales se agravan a escalas y ritmos asombrosos.

Se agudizan las contradicciones

En este marco, Yukio Hatoyama será nombrado Primer Ministro en las próximas semanas. Él fue parte del PLD hasta hace algunos años, cuando armó el PDJ viendo la inercia que arrastraba el PLD, lo que le retrasaba su carrera. Su familia fundó la Bridgestone, y forma parte de ese conjunto de familias que gobierna el país (de hecho, se compara a los Hatoyama con los Kennedy). Su partido es un amontonamiento de arribistas del PLD, dirigentes ultra–nacionalistas imperialistas, dirigentes y sindicalistas que provienen del extinto Partido Socialista Japonés, ecologistas, feministas, jóvenes sin previa experiencia política. Su campaña ha estado centrada en la necesidad de un “cambio de régimen”, un “cambio histórico”, propone rever la relación con Estados Unidos, combatir a la burocracia estatal. Un discurso de renovación y cambio. El común de la gente no le termina de creer, y entre las filas obreras y juveniles, más que declaraciones se esperan acciones, y rápido. Su votación refleja el profundo rechazo al régimen imperante (perdieron su banca incluso ministros en función, así como también ex primeros ministros), más que un apoyo al mismo Hatoyama y su proyecto.

El pueblo japonés ha logrado empezar a sacarse de encima al lastre del PLD. La clase trabajadora, especialmente sus jóvenes y los inmigrantes brasileños (más de 300.000), van acumulando bronca y empiezan a enfrentar la ofensiva de la gran patronal. No están solos. Alrededor del mundo, la clase trabajadora se va poniendo de pie contra la ofensiva patronal frente a la crisis. En julio, en China, donde los obreros metalúrgicos estallaron y mataron a un gerente de su fábrica (que cobraba 300.000  euros al año, cuando un jubilado de la fábrica gana 20). También en julio, en Corea del Sur, cientos de obreros ocuparon una planta automotriz en defensa de sus puestos de trabajo.

El triunfo de Hatoyama y la experiencia que los trabajadores que ya están haciendo con él preanuncian  grandes luchas. La clase trabajadora japonesa tiene una gran tradición de organización, lucha y solidaridad para estas luchas. El internacionalismo y una perspectiva (y organización) socialista revolucionaria son indispensables para empezar ahora a escribir la historia de la emancipación del yugo del capitalismo imperialista.