Afganistán
La “guerra de Obama” entra en
crisis más rápido
que las de Bush
Por Claudio Testa
La invasión y ocupación de Afganistán en el 2001 fue la
primera guerra iniciada por Bush. Sin embargo, paradójicamente,
hoy es conocida con el nombre de “la guerra de Obama”.
Ya en su campaña electoral, una de las banderas de la política
exterior del nuevo presidente fue que Bush habría cometido
un gran error con Afganistán. En vez de profundizar la
guerra allí, habría debilitado las fuerzas de EEUU
invadiendo Iraq en el 2003. Obama propuso enmendar este
“error”, volcando el esfuerzo militar del imperialismo
yanqui a Afganistán y, además, extendiendo la guerra a su
vecino, Pakistán. Así nació en EEUU el término de la
“guerra de Af-Pak”, o, también, “guerra de Obama”.
El hecho es que la “guerra de Obama” –con centro en
Afganistán y “desbordes” hacia Pakistán y otras
fronteras– ha entrado en crisis aun más rápido que
las aventuras bélicas de su predecesor.
Aunque en el centro del panorama mundial sigue instalada
la crisis económica y sus consecuencias sociales y políticas,
lo de Afganistán ha pasado a ser también un tema
internacional de importancia creciente. Uno de los motivos
es que el imperialismo yanqui ha logrado, a través de la
OTAN, involucrar a la mayoría de los países de Europa en
esta guerra colonial. Pero la opinión pública europea se
ha volcado por abrumadora mayoría en contra.
Pero lo curioso –y decisivo– es que ahora en EEUU
la mayoría de la gente también se está pronunciando por
irse de Afganistán. La explotación patriotera y
fraudulenta del 11 de septiembre ya no basta para sostener
la aventura colonialista. Esta opinión adversa en EEUU todavía
no ha pasado de las encuestas a las protestas: por eso
Obama puede redoblar la intervención enviando más tropas.
Pero marca una tendencia que ya ha puesto en crisis a su política
en la “guerra de Af-Pak”.
En primer lugar, las cosas están están yendo mal en el
terreno estrictamente militar. Recientemente, un analista se
preguntaba: ¿cómo es posible que EEUU –que derrotó al régimen
talibán con apenas unos centenares de soldados más
las tropas de algunos “señores de la guerra” que les
vendieron sus servicios– hoy, con casi 100.000 unidades,
no puede controlar totalmente un territorio más allá de
las afueras de Kabul y su aeropuerto?
Este enigma no es difícil de resolver: puede haber
diferencias entre distintos sectores étnicos y religiosos
–diferencias que el imperialismo trata de explotar como
hizo en Iraq–, pero hoy la mayoría odia la ocupación
imperialista y a sus títeres del “gobierno afgano”. O,
como le respondieron a un periodista español en Kabul:
“no hay talibanes, sólo pobreza que empuja a la gente a
luchar”. (El País, Madrid, 15/08/09)
Por su parte, la BBC –la agencia estatal británica–
pinta así la cosa: “El Talibán es gobierno de facto en
un gran número de pueblos... Los talibanes están en casi
todos los sitios y están para quedarse. Su influencia y su
presencia se está expandiendo; están ganando apoyo local y
constituyen el gobierno de facto en muchos distritos del país.
Es una situación muy grave.” (BBC World, 30/08/09)
Es en este contexto que el comandante de las tropas
colonialistas –el general McChrystal– viene proponiendo
un “cambio de estrategia” y sobre todo el envío de más
tropas.
La creciente impopularidad de la guerra genera
complicaciones políticas para un aumento substancial de
efectivos. En cuanto al “cambio de estrategia”, que
consiste en tratar de “ganar los corazones y las mentes”
de los afganos (y también de la opinión pública
occidental), ha sufrido un duro golpe con el circo de las
“elecciones presidenciales”.
El “boomerang” de las
elecciones “democráticas”
Una maniobra para legitimar la ocupación (tanto en el país
como en el exterior) fue la farsa de las “elecciones
presidenciales” del 20 de agosto pasado. Pero este remedio
“democrático” resultó ser peor que la enfermedad.
La abstención de repudio fue masiva. El corresponsal en
Kabul del diario El Periódico (21/08/09) de
Barcelona la describía así: “La mayoría de los colegios
estuvieron semivacíos... Aunque las cifras oficiales hablan
de un 50%, los observadores internacionales estiman menos
del 30% [de concurrencia]...”
Pero el fracaso de la bufonada electoral lo consumaría el
fraude organizado por su títere, Hamid Karzai, para
reelegirse “presidente”. El procedimiento fue sencillo,
hubo por lo menos unos 800 lugares de votación imaginarios
que se computaron como reales (New York Times,
07/09/09). Asimismo, los observadores oficiales de la Unión
Europea estimaron que el 25% de los votos eran fraudulentos
(El Periódico, 17/09/09). Esto le dio la “mayoría”
a Karzai.
El fracaso de la “operación legitimidad” tiene que
ver, en primer lugar, con el repudio masivo de la población,
que se abstuvo de participar en la farsa de una “elección
democrática”... bajo ocupación militar extranjera. Pero
también fue decisiva la conducta de las pandillas
colaboracionistas con los ocupantes.
Tariq Alí –escritor anglo-pakistaní– las describe de
esta manera: “Hamid Karzai gobierna un escuálido
narco-estado. Su hermano, Wali Karzai, es el hombre más
rico del país y saca beneficio de los tráficos de armas y
droga, y de la presencia de la OTAN que mantiene en el poder
a Hamid. Los dos candidatos rivales de Karzai, en su momento
formaron parte del gobierno. Ambos son dos payasos
anhelantes de que Washington abandone a Karzai y los ponga a
prueba a ellos. El propio Karzai está coaligado con
religiosos fundamentalistas ultra reaccionarios... (Tariq Alí,
“El caos afgano”, www.socialismo-o-barbarie.org,
20/09/09)
Otro periodista occidental describe así a los podridos
sectores sociales en que se apoya la ocupación:
“Afganistán proporciona el 90% de la heroína que se
consume en todo el mundo. Hay rastros de esa supuración en
el actual entorno del presidente Karzai. Empezando por su
propio hermano Wali, vinculado con el narcotráfico. Pero a
su aliado en el sur, Sher Muhamad Ajundzada, el que intenta
mantener vivo el voto pastún para Karzai, no le han hallado
rastros de amapola: le pillaron directamente con nueve
toneladas de opio. [...] «Si la gente cree que soy un
contrabandista, de acuerdo –declaró Ajundzada el pasado
junio– ¡pero al menos gasto el dinero en el gobierno y en
los soldados!»
“[...] Nada dice Washington del narcotráfico en el
Afganistán no talibán. Ese Afganistán que ha levantado,
en medio de una miseria atroz, toda una narcoarquitectura en
el barrio de Shirpoor, en Kabul: chocantes villas coloreadas
como templos de Nabucodonosor. Narcoarquitectura para un
"narcoestado", como se le escapó hace unos meses
a Hillary Clinton hablando de Afganistán ante el Senado de
EEUU...” (Plàcid García-Planas, corresponsal en Afganistán,
“Elecciones con rastro de heroína”, La
Vanguardia, Barcelona, 14/08/09)
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