Al cierre de esta edición, el CNBA continúa tomado por
sus estudiantes, hace ya una semana entera. El 16/9 la
rectora González Gass decidió impedir a los alumnos del
turno vespertino que se retiraran para asistir a la histórica
marcha por la Noche de los Lápices (aun cuando poseían
autorización de los padres para hacerlo). Esta decisión
autoritaria fue desconocida por los estudiantes, que
levantaron el turno y asistieron masivamente a la movilización.
La respuesta de la rectora “progresista” fue sancionar a
12 compañeros, diciendo que era necesario “poner un límite”.
Si el mensaje hacia la participación estudiantil no era lo
suficientemente claro, lo fue cuando agregó que hacía
falta “recortar las libertades del centro de
estudiantes”, y que “la militancia tiene que costar”.
Esta instrucción fue acatada sin cuestionamiento por sus
consejeros de Convivencia, que sostuvieron que “el Consejo
no podía revocar las decisiones de la rectora”. Ante este
desconocimiento de los propios organismos de cogobierno del
colegio por parte de las autoridades, una asamblea
estudiantil masiva del turno vespertino votó la toma del
establecimiento, la noche del miércoles 30/9. Esto fue
ratificado al día siguiente por una asamblea todavía más
grande (a claustro central lleno), de los turnos mañana y
tarde, reflejando el apoyo de la enorme mayoría de los
estudiantes del colegio. Desde ese momento, la medida de
fuerza es ratificada diariamente por asambleas de cientos de
compañeros, que bancan la toma poniéndole el cuerpo y
participando de las actividades (a diferencia de las
mentiras que difunden los medios de comunicación
patronales, que se juegan a reventar el conflicto).
Durante toda la semana de la toma, la postura de las
autoridades fue intransigente, negándose una y otra vez a
conformar una mesa de diálogo garantizada por organismos de
Derechos Humanos. No solo eso, sino que ordenaron a sus
consejeros resolutivos no dar quórum en ninguna sesión del
Consejo mientras no se reanuden las clases normales. Solo
aceptan sesionar si los estudiantes están encerrados en sus
propias aulas, bajo la vigilancia de los preceptores y de
los docentes reaccionarios. O sea, mientras los estudiantes
no tengan ninguna posibilidad de observar qué se decide, ni
de ser parte de ello. A nadie le puede quedar ninguna duda
de que en una sesión así, estando además los estudiantes
en minoría, la rectora va a desconocer cualquier reclamo
estudiantil y jugarse a ponerle fin.
Desde el primer día de la toma, se perfilan claramente
tres políticas diferentes en el movimiento estudiantil. La
agrupación a la que pertenece el presidente del Centro
(“Desde Bolivar”), actuó en todo momento como correa de
transmisión de González Gass. Día tras día operó para
reventar la toma, con todo tipo de maniobras (jugándose a
desmoralizar, desconociendo sistemáticamente el mandato de
las asambleas, aparateando las listas de oradores, etc.). La
política del presidente del Centro (vinculado al PCR) es
salvar su “quintita” tratando de obtener alguna concesión
secundaria por parte de la rectora, para poder mostrar un
supuesto “triunfo” sobre la base de dejar correr las
sanciones. Una política absolutamente reaccionaria y que
cada día es repudiada por más activistas.
Una segunda política es la de la agrupación “El
Resto” (orientada por Lobo Suelto-la Mella), y algunos
sectores de otras agrupaciones. Esta podría definirse como
el “zig-zag permanente”, o la ausencia total de una línea
clara. Dependiendo del día y del humor de sus militantes,
apoyan la toma, la quieren levantar, pasar a cuarto
intermedio, pedir garantías o ir a una mesa de diálogo…
¡aun si la rectora no participa de ella!. Por momentos actúa
en frente único con Desde Bolivar, y por momentos se
delimita por izquierda, siempre para volver al mismo punto
muerto. La completa desorientación de esta agrupación
muestra una vez más la inutilidad del posmodernismo a la
hora de encabezar luchas reales, límite que tienen que
enfrentar cada vez más sectores del movimiento estudiantil.
Por último, se encuentra la política de los que apoyan
la toma firmemente. Este sector viene siendo hasta el
momento el que consigue imponerse, poniéndose sobre el
hombro la tarea de mantener viva la ocupación. La gran
novedad de la toma es la enorme cantidad de activistas que
forman parte de este grupo, cuya principal agrupación es
Tinta Roja. Esta agrupación, encabezada por compañeros del
Ya Basta junto a independientes, se referencia cada vez de
forma más clara como el agrupamiento del activismo
combativo del colegio, como se pudo comprobar en los
plenarios que viene realizando día a día. Por estos
plenarios pasaron ya decenas de activistas que buscan un
espacio para organizar la lucha. A estos plenarios se le
suman también los que se realizan antes de las asambleas
con todas las agrupaciones y activistas pro-toma, que llegan
a rebalsar aulas enteras. Esto demuestra que quedan muchas
reservas combativas en el activismo, y que la política
entreguista de Desde Bolivar no tiene otro asidero que su
propio deseo de auto-conservación frente a los sectores más
atrasados del colegio.
Pese a la combatividad de este último sector, la lucha se
encuentra en un momento muy complicado. La mayoría de los
docentes está completamente subordinada a la rectora y se
une a su cruzada anti-estudiantil. Lo mismo ocurre con un
sector de los padres, con la reaccionaria asociación de Ex
Alumnos y con una minoría de estudiantes que actúa como
vocero de todos los anteriores. Los medios de comunicación
patronales e inclusive el mismo gobierno K (a través de
declaraciones del ministro de educación) se juegan a
reventar el conflicto, tal como intentan hacer con Terrabusi
y con toda manifestación de los intereses de los sectores
obreros y populares. A estos factores se suma la permanente
política de boicot a la toma por parte de Desde Bolivar y
la ineptitud de El Resto, que desgastan al activismo en
discusiones larguísimas que dificultan mucho la realización
de actividades. Todos estos factores hacen presión sobre
los estudiantes, que además empiezan el viernes sus viajes
de egresados y de estudios.
Por estas razones se plantea más que nunca la necesidad
de sacar el conflicto a las calles, para meterle presión a
la rectora y al Consejo Superior. En este sentido sería muy
positivo poder confluir con los sectores en lucha como los
trabajadores de Terrabusi y los estudiantes universitarios.
Esta política de “salir de la burbuja” es la que muy
correctamente viene impulsando la agrupación Tinta Roja.
Desde la agrupación Ya Basta! y el Nuevo MAS, saludamos la
heroica lucha de los estudiantes del Buenos Aires, que es un
ejemplo para todo el movimiento estudiantil. Le brindamos
nuestro pleno apoyo a los compañeros de la agrupación
Tinta Roja y a todo el activismo combativo que banca la
toma. Compañeros, nunca debemos olvidar que la única lucha
que realmente se pierde es la que se abandona.