Socialismo o Barbarie, periódico Nº 161, 08/10/09
 

 

 

 

 

 

Entre la trampa de la “negociación”, el mantenimiento de la dictadura y la profundización de la resistencia

Honduras luego de la llegada de Mel Zelaya

Por Roberto Sáenz

Presentamos un artículo escrito desde Honduras el pasado domingo 27 de septiembre, que conserva en lo esencial completa actualidad. La novedad es que el régimen de facto se vio obligado a derogar el Estado de sitio, un hecho que vuelve a ratificar la dificultad que tienen los golpistas para transformar su dictadura del siglo XXI en una dictadura hecha y derecha. Al mismo tiempo, nuevamente están sonando las tramposas campanas de la “negociación”. Desde nuestra corriente SOB y los compañeros del PSTH, volvemos a reiterar que no se puede tener ninguna confianza en las mismas, unas negociaciones que solo buscan amnistiar a los golpistas, desmontar el movimiento de la resistencia y archivar sine die la Constituyente. En estas condiciones, la única salida que puede hacer realmente efectivas las reivindicaciones populares pasa por organizar y llevar a término una gran Huelga General que tire abajo todo el régimen gorila al tiempo que se llama al boicot a las fraudulentas elecciones que los golpistas pretenden imponer para el 29 de noviembre. Por esta misma razón, desde estas páginas apoyamos la posición que acaba de emitir la candidatura independiente de Carlos H. Reyes de retirarse del proceso electoral hasta tanto no caigan los golpistas.

“El golpe de estado en Honduras hizo pagar la cuota de movilización que el pueblo debía para empujar la historia y así lograr transformaciones sociales; el precio para lograr conciencia social, redes nacionales e internacionales de la resistencia. Contrario a una lógica mecánica, para el pueblo han sido muy útiles los ochenta días consecutivos de resistencia; el tiempo transcurrido sirvió para crear, aumentar sus fuerzas, articularlas y plantearse una transformación más radical [1].

Con el retorno de Mel Zelaya se ha abierto una nueva coyuntura en Honduras. Las jornadas pasadas desde la madrugada del lunes 21 de septiembre han estado plagadas de marchas y contramarchas, de estados de ánimo cambiantes, de idas y venidas repartidas entre tres escenarios posibles: el endurecimiento represivo del régimen golpista, la una y otra vez renovada negociación y la caída revolucionaria de los fascistas.

La insoportable convivencia de varios “poderes”

Los acontecimientos se han venido moviendo aceleradamente: euforia por el regreso de Zelaya (desaprovechada por la cerrada negativa del “melismo” de llamar a la huelga general para barrer de una buena vez a los gorilas), durísima represión con toque de queda permanente, trompetas creando renovadas expectativas en el “diálogo”. En el medio, se vio al régimen gorila apostando al reforzamiento del torniquete represivo mediante el establecimiento de un Estado de sitio liso y llano, medida que ahora acaba de ser “derogada” para “facilitar la mediación de la OEA”.

Para entender los cambiantes desarrollos del “calidoscopio” hondureño hace falta tomar en cuenta el contexto más de conjunto dentro del cual se inserta la vorágine de los acontecimientos. Sólo recordemos que hemos defendido desde estas páginas que la resistencia no estaba derrotada. También subrayamos el carácter de este de golpe de Estado del siglo XXI, golpe que viene conviviendo con una suerte de rebelión popular[2]: una contradicción que no puede permanecer eternamente.

Precisamente: muchas veces hace falta que se produzca algún hecho desencadenante como para que se terminen de revelar las verdaderas características de los acontecimientos en curso. Ese hecho fue el retorno sorpresivo[3] de Mel Zelaya que abrió una coyuntura nueva que por momentos pareció colocar el problema del poder[4]. Porfirio “Pepe” Lobo (candidato presidencial del Partido Nacional) graficó bien el tipo de crisis vivida por unos días en Honduras cuando señalaba que no se sabía cual es el presidente de Honduras…

Esta definición expresó bien la suerte de “vació de poder” que pareció vivirse en algunos momentos pero que en ningún caso podía implicar un camino fácil hacia la caída de los fascistas. Porque no es un hecho menor que las FFAA siguen unificadas detrás de los golpistas, detentando el monopolio de la fuerza; al tiempo que también el conjunto de las instituciones y de los sectores patronales siguen viendo en Micheletti su “piloto de tormentas”.

Por momentos, sin embargo, da la impresión que en Honduras conviven cómo tres poderes: el régimen de facto (que es el que tiene el poder real pero muy baja legitimidad), Zelaya (que no tiene poder “real”, pero si hoy mucha legitimidad) y, en cierta manera, la resistencia misma, que tiene muchísima legitimidad, cierto poder de movilización, pero carece –hoy por hoy- de sólidos atributos de poder real.

En síntesis: lo que se está viviendo en Honduras es una crisis que por momentos desborda incluso al régimen político y podría transformarse en una crisis de soberanía estatal: una crisis de Estado que coloca por delante la eventualidad de la caída de todo el régimen golpista.

Cuando los fascistas quedan en minoría

Lo primero que hay que señalar tiene que ver con el contexto del arribo de Zelaya a Honduras. Para esto es clave comprender el significado de los festejos del día de la independencia el pasado 15 de septiembre. Es un hecho que a los golpistas se los vio en franca situación minoritaria: “A 80 días de lucha desde el golpe se ha desarrollado una movilización jamás vista antes. La gente ha salido a la calle en todo el país, y en Tegucigalpa la participación ha sido impresionante, con mucha más gente que la del pasado 5 de julio. Calculamos varios centenares de miles de personas que coparon el Boulevard Morazán y el centro de la ciudad, hasta llegar al Parque Central, en una columna de varios kilómetros. Este pueblo ha despertado, y hoy más que nunca estamos seguros de que nadie va a poder detener el proceso que nos llevará a la Asamblea Constituyente. Este pueblo tiene fe que va a recuperar lo que le pertenece a través de una Constitución hecha para el pueblo y no para los ricos oligarcas del país”[5]

Esto no fue así al comienzo del proceso golpista. En oportunidad del golpe del 28 de junio, la primera reacción entre los sectores populares fue de “apatía”: parecía tratarse de algo que ocurría en las alturas de los “políticos”. Supuestamente, nada tenía que ver con las problemáticas cotidianas de los de abajo. Incluso al comienzo, las marchas blancas de los golpistas, causaron gran impacto y podía parecer que los gorilas tenían el apoyo de la mayoría social del país.

Sin embargo, con el correr de las semanas, esto fue dando una verdadera vuelta de campana. Si por arriba se ha venido manteniendo una férrea unidad, entre los sectores populares y las clases medias esa situación de “apatía” se fue transformando en su contrario. Hoy está claro que los gorilas ejercen el poder en una condición minoritaria.

Aquí hay un problema grave para los golpistas: se trata de una dictadura militar que convive con una suerte de rebelión popular que –más allá de su lógicos vaivenes- no ha hecho otra cosa que fortalecerse[6]. Una dictadura militar que hasta ahora no ha logrado ser todo lo represiva que necesita ser. Y que, además, políticamente, está en minoría, amen de aislada internacionalmente[7]

La resistencia se transforma en un hecho de masas

“El elemento más representativo, dinámico y sorprendente en esta crisis ha sido el surgimiento de una oposición beligerante y plural al golpe de Estado, aun bajo condiciones extremas de represión. Movilizaciones, tomas de carreteras, puentes, actos culturales y de solidaridad e incluso sacrificios trágicos han permitido, bajo diversas motivaciones y afiliaciones, que amplios sectores de la ciudadanía pasaran en muy poco tiempo de la humillación, ofensa e intimidación inicial que conlleva un golpe de esta magnitud, a una etapa de autoestima, beligerancia y organización para la resistencia”[8].

En los últimos meses ha habido un hecho de extrema importancia: la manera en que se ha extendido entre amplísimos sectores de masas –si bien de una manera “inorgánica” la resistencia al golpe de Estado[9]. Está claro que desde el mismísimo 28 de junio que el golpe viene siendo desafiado: no hay más que recordar las tempranas movilizaciones de masas del domingo 5 de julio en aeropuerto en Tegucigalpa. Sin embargo, también es verdad que en aquellos tempranos acontecimientos, los elementos de espontaneidad de masas eran todavía los dominantes; y que los golpistas parecían exhibir todavía un “alto poder de fuego” en materia de sectores sociales que los apoyaban.

Hoy día la situación está “basculando”: la resistencia antigolpista es de masas y al frente de la misma está una organización de lucha llamada “Frente Nacional de Resistencia Popular” con pocos antecedentes en el ciclo de rebeliones populares latinoamericano de la última década. Se trata de un organismo de masas con elementos de frente único de organizaciones sindicales, populares, campesinas y políticas que es la que aglutina nacionalmente la resistencia.

Una organización que si políticamente está, efectivamente, dirigida por una corriente política burguesa (el melismo[10]), sin embargo, en tanto que frente único de lucha, tiene rasgos de organización de masas: se trata en lo esencial de un frente único de organizaciones representativas de los explotados y oprimidos aunque con el importante déficit de no tener verdaderas instancias de representación democráticas de las bases en lucha.

En este sentido, y en el contexto de las luchas agudizadas de los últimos días a propósito de la llegada de Zelaya, estuvo la novedad (sin embargo todavía demasiada embrionaria) de las tendencias a la resistencia y la organización en los barrios populares aunque no todavía en los lugares de estudio y, menos que menos, de trabajo, lo que sería estratégico. El elemento señalado (aun a pesar de lo embrionario que es) no es menor. Es que en la experiencia histórica los organismos de lucha y poder que se han ido constituyendo al calor de los enfrentamientos, cuando estos son suficientemente profundos adquieren muchas veces una realidad “territorial”. Es decir: adquieren rasgos de cuestionamiento a las instituciones en los barrios, localidades y municipios que podrían estar prefigurando una instancia de poder nacional.

Cualquier observador atento de la realidad hondureña de las últimas semanas se habrá dado cuanta como “peligrosamente” la resistencia popular hondureña ha ido constituyendo instancias que podrían adquirir estos rasgos. Esta es la novedad que trajo -en las últimas semanas- la lucha antigolpista y es tarea de los socialistas revolucionarios buscar todas las vías para intentar extender esta experiencia de tipo revolucionaria[11]

Los estrechos márgenes de una tramposa negociación

Desde la llegada de Zelaya a Honduras, la OEA, la ONU, Lula y Hillary Clinton han comenzado a moverse con una velocidad inusitada. ¿A qué se debe esto? Es simple: la situación hondureña amenaza con desbordarse a cada paso yendo incluso más allá del llamado “Acuerdo de San José”. Ocurre que la crisis política está basculando entre tres escenarios posibles. El escenario número uno: mantenimiento del régimen de facto mediante, los gorilas siguen buscando la tabla de salvación legitimadora de las elecciones del 28 de noviembre: “Elvin Santos aseguró que el proceso electoral de noviembre es el mecanismos para salir de la crisis y mantener el respeto a la ley e institucionalidad de Honduras. ‘Es la última y única esperanza para salir de la crisis. Es una situación desesperante y ya nadie quiere vivir con este temor y este miedo’ señaló… Santos fue enfático y dijo que ‘vamos a defender con todo lo que este a nuestro alcance esas elecciones. Hay que devolverle la paz a Honduras y enfrentar con valentía la crisis”[12].

A no confundirse: este escenario está todavía presente incluso por la vía de al tramposa negociación que se está poniendo nuevamente en marcha. Esta opción es la que está defendiendo Micheletti de la mano de las FFAA y el cerrado apoyo de la flor y nata de la burguesía hondureña: mantenerse en el poder sosteniendo el calendario electoral hacia las elecciones del 29/11.

Pero hay un segundo escenario que configura un gran peligro: que se reflote –con bombos y platillos- un “acuerdo” del tipo San José: un San José II pero ahora negociado en Honduras mismo. ¿Cuál es la dificultad que enfrenta esta “salida” auspiciada por toda la “comunidad internacional”? Una realidad donde las aspiraciones populares han ido madurando y no será tan sencillo entregar reivindicaciones muy sentidas como la Constituyente. Si meses atrás era más plausible entregarlas, ahora esta opción será mucho más costosa para el prestigio de Zelaya, amen de que a este sólo le importa su restitución...

En todo caso, en cualquiera de los escenarios señalados existe una intensa contradicción: al haber ido las cosas tan lejos, los “actores” no pueden dejar de moverse dentro de márgenes estrechos.

Los golpistas siquiera están de acuerdo –lo siguen repitiendo de manera insistente- con la reivindicación de mínima de la contraparte: la restitución de Mel Zelaya. Menos que menos parecen aceptar una Constituyente, aun si esta fuese “pactada”. Micheletti y el régimen golpista no parecen dispuestos a otra cosa que a la legitimación de todo lo actuado vía las elecciones del 29 de noviembre.

Por su parte, Zelaya, no se puede conformar con nada menos que con su reinstalación. Esto, repetimos, amén del problema de entregar la reivindicación de la Constituyente, que es la más sentida entre las masas populares. Para reinstalar a Zelaya el gorila Micheletti tendría que salir del poder... Además, casi inevitablemente habría que postergar el calendario electoral, lo que abriría las compuertas a todo tipo de incertidumbres.

Como se ve, el escenario “negociador” es ahora, categóricamente, la trampa principal para la resistencia. Sin embargo, eso no quiere decir que deje de estar plagada por intensas contradicciones y que su pronóstico sea todavía reservado...

Lo que está en juego es la caída revolucionaria del régimen

Porque el escenario de la crisis política sigue estando marcado por una contradicción: está en juego la continuidad del régimen gorila. Al mismo tiempo, Zelaya, amén de su reinstalación, necesitaría que el régimen tenga algunas reformas.

Hay una situación crítica porque no se trata que los gorilas hayan puesto en pié sus propias instituciones. Simplemente, todas las instituciones del régimen anterior (una suerte de democracia “oligárquica” establecida en el año 1982), se transformaron en las bases fundamentales del régimen golpista: desde las iglesias Católica y Evangélica, pasando por las FFAA, todos los partidos patronales, el Congreso, el poder judicial, la mayoría de los medios de comunicación, hasta llegar al encargado nacional de los “derechos humanos”: todos están en el golpe. ¡Es este andamiaje de conjunto el que amenaza con venirse abajo si no se lo rescata con una salida negociada (o un nuevo eventual salto represivo)!

“El sistema político bipartidista manipulado desde los despachos empresariales, no admite fisuras por pequeñas que sean, en un Estado de características corporativas, patrimonialistas, clientelares, centralizadas y autoritarias. En ese contexto, Zelaya es una figura clave en tanto encarna al presidente-víctima y lo seguirá siendo mientras la acción de los usurpadores persista; pero la tendencia es que las consecuencias de lo ocurrido superen o rebasen su protagonismo”[13]

Además, como ya hemos señalado, la circunstancia es que frente al golpe gorila está emergiendo como otra “institucionalidad”: el movimiento popular de la Resistencia que se podría decir que –por momentos- ha amenazado con configurar la red de otra “institucionalidad”.

En puridad, como ya hemos señalado, todavía no llega a tal madurez el desarrollo organizativo y político de la resistencia, entre otras cosas porque el “melismo” está en la antípoda de una orientación que vaya en ese sentido.

Pero el hecho mismo de que por un lado esté el régimen golpista (y todas sus instituciones) y por el otro la resistencia, por momentos pareció hacer emerger –insistimos que esto potencialmente- la eventualidad de otro poder: el poder de las organizaciones de la resistencia popular.

En este escenario, la negociación –aun siendo la hipótesis principal hoy- no será sencilla. Una entregada muy escandalosa de parte de Mel de las reivindicaciones de la lucha amenazaría con abrirle un flanco izquierdo de enorme importancia. Flanco izquierdo que podría vertebrarse alrededor de la figura de los “Carlos” (Carlos H. Reyes y Carlos Amaya, dirigente del PST H) a partir del indeclinable retiro de la farsa electoral en tanto y cuanto siga el régimen gorila.

¿Por qué no un gobierno provisorio del FNRP?

“Para ‘apoderarse’ de instituciones y bancos, ‘convocar a elecciones’, encomendar la ‘administración provisional de los asuntos’, ‘proclamar el derrocamiento de la monarquía’, para todo eso es absolutamente necesario formar y proclamar, primero, un gobierno revolucionario provisional que unifique y dirija hacia un mismo fin toda la actividad del pueblo revolucionario" [14].

Como venimos señalando entre medio de la crisis se ha ido abriendo paso la resistencia popular y las “instituciones” de la resistencia, las que, potencialmente, podrían “reemplazar” -en determinadas circunstancias- a las instituciones del podrido régimen gorila. Un hecho no menor ya señalado, es el hecho de que a estas horas el país tiene como “dos presidentes”… Esto podría abrir una brecha en el aparato del Estado, conformándose eventualmente cómo dos entidades estatales.

Sin embargo, algo está claro desde el punto de vista de los socialistas revolucionarios: se trata es de empujar estratégicamente en la perspectiva de que sea el Frente Nacional de Resistencia Popular el que provisoriamente asuma el poder para garantizar la realización de la que es, hoy por hoy, la principal bandera del movimiento de masas en Honduras: la Asamblea Nacional Constituyente Libre y Soberana.

La perspectiva anterior se concreta en una serie de tareas inmediatas que arrancan de llamar a la desconfianza en la negociación que se está poniendo en marcha. En primer lugar, barrer a los golpistas organizando la resistencia desde los barrios populares: se trata de poner en pie formas de autodefensa de masas, de coordinación de los barrios y localidades que ya están en manos de la resistencia, y de llevar esta orientación a los lugares de trabajo y estudio[15]. Esto como manera de construir una verdadera Huelga General hasta la caída de los gorilas, medida que ha estado ausente en la orientación del Frente por una serie de obvios problemas que vienen del carácter conciliador de la dirección melista.

La segunda tarea pasa por terminar de herir de muerte las fraudulentas elecciones que pretende llevar a cabo el régimen gorila. Estas elecciones (de mantenerse los gorilas) están muertas y por esto misma razón la candidatura de Carlos H. Reyes ha sido retirada[16]. Esto al tiempo que se propone mantener la iniciativa de la “Independiente” por la vía de la construcción de un Instrumento Político de los Trabajadores de la ciudad y el campo que levante entre sus banderas el rechazo activo a las elecciones del 29.

En tercer lugar, está el empujar en el sentido de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que no deje piedra sobre piedra de las instituciones golpistas y discuta una reorganización de arriba abajo del país en una clave que vaya más allá del capitalismo.

Todas estas tareas deben tener quien las garantice: eso pasa por ir en el sentido de la puesta en pie del gobierno provisional del Frente Nacional de Resistencia Popular.

Por el camino de Mayo de 1954

“A partir de la bancarrota del sistema capitalista hondureño, el golpe va dirigido contra el pueblo hondureño y en particular contra el movimiento popular organizado. Un movimiento popular que retoma el camino de mayo, es decir el de la huelga de 1954, avanzando en su independencia de clase después de décadas de sometimiento al orden burgués y en particular de seguidismo al Partido Liberal y sus caudillos”  [17]

Honduras está viviendo el segundo ensayo revolucionario de su historia contemporánea. El primero fue la heroica huelga general de los obreros del banano de la Tela Railroud Company (nombre de la United Fruit Company en Honduras). Esa lucha del enorme proletariado rural del país de aquella época hizo historia y dejó jalones que hoy, la lucha antigolpista está de alguna manera volviendo a retomar.

Al mismo tiempo, la lucha antigolpista, por las dimensiones y radicalidad que está adquiriendo, está tomando la forma de un ensayo general revolucionario. Decimos esto sin pretender exagerar las cosas. Entre otras carencias respecto de las experiencias “clásicas” está el hecho que las organizaciones socialistas revolucionarias son extremadamente pequeñas. Al mismo tiempo, los rasgos generales de la lucha hondureña no han escapado de los límites del conjunto del ciclo latinoamericano marcado por rasgos de rebelión popular pero no de revolución social.

Sin embargo, la rebelión popular ha venido expresando elementos que están yendo más lejos que las experiencias latinoamericanas recientes y que podrían acumularse en el sentido de constituir a la resistencia en una suerte de poder alternativo en caso de profundizarse la crisis.

En todo caso, la política de los socialistas revolucionarios pasa por empujar para el lado de la caída revolucionaria del régimen gorila, por derrotar en las calles y con los métodos de la huelga general a los gorilas repudiando toda eventual salida negociada, llamando al rechazo activo a las elecciones del 29 de noviembre e impulsando una Asamblea Constituyente que liquide todas las instituciones golpistas. Todo esto garantizado por el Frente Nacional de Resistencia como eventual institución alternativa de poder.


[1] Opinión Necia, 15 de septiembre de 2009.

[2] Hubo algunos pequeños grupos -por ejemplo en Costa Rica- que se “rieron” de esta definición…

[3] Más allá de todas las especulaciones que se han tejido en estos días, da toda la impresión que Zelaya volvió en gran medida por las “suyas”, alertado de la condición minoritaria en que habían quedado los golpistas y cansado de esperar que la “comunidad internacional” lo restituyera en su cargo.

[4] Distorsionado porque las FFAA siguen ahí, por ahora unidas y gozando del monopolio absoluto de la fuerza.

[5] Giorgio Trucchi, Rel-UITA.

[6] En los medios se puede observar en estos días más y más sectores que se pronuncian por una posición “independiente” tanto de Zelaya como de Micheletti… ¡cuando las ratas comienzan a abandonar el barco es señal inequívoca de peligro de hundimiento!

[7] La incapacidad de ver matices a la hora de la ubicación del imperialismo fue un ángulo de polémica entre las corrientes de izquierda que pretendieron pontificar sobre los acontecimientos hondureños desde miles de kilómetros de distancia…

[8] Envió, ídem.

[9] Es decir, la resistencia no tiene un organismo nacional que exprese una instancia de democracia de las bases mandatada. Volveremos sobre esto.

[10] Esta corriente combina elementos provenientes del Partido Liberal (como el mismo Mel) con dirigentes provenientes del movimiento popular hondureño.

[11] En este sentido hay que enfrentar al “melismo” que está completamente en contra del desarrollo de instancias que cuestionen la autoridad de Zelaya y que parece pretender –a mediano plazo- transformar la resistencia en partido político frente populista...

[12] El Heraldo, 3 de septiembre de 2009. Se trata de uno de los principales diarios golpistas de Honduras.

[13] Revista Envió, Nº 22, Agosto 2009.

[14] V.I.Lenin, Obras Completas, Tomo IX, Cartago, Buenos Aires 1971, pp. 148.

[15] De manera incipiente están comenzando en El Progreso la revolucionaria experiencia de llevar la agitación de la resistencia a las puertas de las maquilas: esa podría ser la vía para construir una verdadera huelga general.

[16] Ver a este respecto el Comunicado n° 2 de la candidatura independiente.

[17] Carlos Amaya, El Trabajador, N°73. Se trata del periódico de nuestros compañeros del PST H. En el mismo sentido: “Nunca en la historia moderna del país los sectores progresistas y de izquierda habían logrado construir tan amplia alianza y mantenerse movilizados en las calles por tanto tiempo a pesar de la represión y las condiciones políticas adversas. Las propuestas de izquierda podrían nutrirse para ampliar su base social y tratar de convertirse en una fuerza política influyente por primera vez en la historia hondureña”. Reportaje al analista político Gustavo Irías, El Heraldo, 1° de septiembre del 2009.