Socialismo o Barbarie, periódico Nº 161, 08/10/09
 

 

 

 

 

 

Un tema relevante del panorama mundial

La situación del movimiento obrero estadounidense

Por Claudio Testa

En Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 156, del 30 de julio pasado, hacíamos un balance de los primeros seis meses de Obama. Allí señalábamos el fiasco de la ausencia de “reformas”, aunque EEUU está en medio de una crisis social atroz, la más grave para las masas norteamericanas desde los años 30. Obama suele compararse con el presidente norteamericano de esas épocas –Franklin D. Roosevelt–, pero hasta ahora su “reformismo” es insignificante en relación al de su predecesor.

Un factor importante en este cuadro es que han logrado, hasta ahora, mantener desmovilizados al movimiento obrero y, en, general, a las masas populares estadounidenses. O sea, no hay –hasta ahora– “presión” desde abajo (como sucedía en cambio en los primeros años de Roosevelt).

La necesaria reconstrucción del movimiento obrero

La crisis ha implicado también en EEUU un ataque de los capitalistas al empleo, al salario y las condiciones de trabajo. Especialmente el crecimiento del desempleo viene siendo devastador. Aquí no hay “brotes verdes” como en Wall Street: las cifras del pasado mes de septiembre indican que la destrucción de empleo se aceleró, con 263.000 contratos rescindidos, 62.000 más que en agosto. Las cifras oficiales cifran el desempleo en un 9,8% de la población activa. Pero en EEUU (como en el resto del mundo) estas cifras son un maquillaje de la verdadera situación. Si a ellas se le suman los desempleados que ya no buscan trabajo “de forma activa” o los que trabajan “a tiempo parcial”, el índice real de desempleo por lo menos se duplica, y en mucho estados se habla de cifras del 25%.

El hecho es que EEUU es el país “desarrollado” donde la pérdida de empleos ha sido más notable. Al mismo tiempo, el capitalismo estadounidense también supera al resto en un salto fenomenal en la explotación: las estadísticas oficiales hablan de un crecimiento de más del 6% de la “productividad del trabajo” en relación al 2008.

Contradictoriamente, los trabajadores no han podido responder. La misma crisis está poniendo a la clase trabajadora ante una situación límite: o comienza a dar respuestas (que exigen una recomposición del movimiento obrero y sindical) o el rodillo de las necesidades del capitalismo en crisis la va a triturar. Es que las pérdidas importantes pero “graduales” de los últimos 30 años en materia de salario, empleo, condiciones de vida y de trabajo, retiro, etc., amenazan ser ahora, a saltos, porque el capitalismo norteamericano viene evitando que la crisis se transforme en una Gran Depresión, gracias a una hipoteca fenomenal de deuda pública, que ya está haciendo pagar a los trabajadores y los pobres.

Las graves derrotas de la era neoliberal

Efectivamente, las derrotas de la era neoliberal, a partir de los años 80, alcanzaron en EEUU un profundidad como posiblemente no tuvieron en otras latitudes. Esto comenzó con el aplastamiento en 1981 de la huelga del sindicato PATCO (Professional Air Traffic Controllers Organization) por el nuevo presidente Ronald Reagan, que abría de esta manera el camino a lo que se conocería como el “neoliberalismo”.

Pero Reagan no sólo derrota a esa huelga, sino que logra dejar en la calle a todos los trabajadores y hasta destruye al mismo sindicato. Esto inaugura una política –común tanto a “conservadores” republicanos como a “progresistas” (liberals) demócratas– de volcar todo el aparato del estado para reventar los conflictos obreros, desde el uso de tropas contra huelguistas y cárcel a dirigentes y activistas, hasta la liquidación de sindicatos. A partir de allí se suceden tres décadas donde casi todas las luchas importantes son tratadas (y aplastadas) de esa forma.

Esta respuesta de la burguesía estadounidense era la necesaria mediación para pasar a una nueva configuración nacional y mundial del capitalismo: la neoliberal. Por eso, fue un proceso de profundas derrotas obreras no sólo en EEUU sino a escala mundial, que sería inmediatamente complementado con la restauración del capitalismo en los mal llamados “países socialistas”. Pero, aunque este proceso fue mundial, el epicentro de las derrotas estuvo en EEUU.

Es necesario recordar esto, para comprender las dificultades mayúsculas que tiene la clase obrera norteamericana para comenzar a salir del pozo. Asimismo, parte de estas dificultades tienen que ver con que la contrarreforma neoliberal en EEUU (y también, aunque en forma más “matizada”, en el resto del mundo), fue acompañada de una contrarrevolución ideológica. En EEUU esto fue quizás más profundo que en otros países y regiones del planeta.

La trama ideológica que Bush representó en su momento, aunque hoy es minoritaria y tiende a decrecer en los jóvenes, sigue siendo muy poderosa y además ahora está a la ofensiva frente a los pusilánimes de Obama y sus liberals, y la ausencia de grandes movimientos obreros y sociales en lucha.

Aquí no se trata sólo de posiciones políticas de derecha o extrema derecha, sino de ideologías cavernícolas que expresan un atraso difícil de encontrar en otras regiones.[1] Esta contrarrevolución ideológica nace apuntando contra la radicalización de los 60 y 70 y sus ideas, entre ellas las que tenían que ver con el movimiento obrero: una mínima conciencia de clase y la búsqueda de alternativas políticas independientes. Pega sobre una clase trabajadora que, a pesar de sus luchas, arrastraba la contradicción histórica que se hizo patente en los años 30: una gran combatividad sindical pero sin independencia política, ni siquiera a nivel de partidos “obreros” reformistas al estilo europeo.

La contrarreforma neoliberal aplastó a palos la tradicional combatividad sindical y, al mismo tiempo, trató de dejar ciegos, sordos y mudos, a nivel político e ideológico, a los trabajadores de EEUU.

El papel de los burócratas sindicales

Por su parte, las burocracias “obreras” de EEUU vienen cumpliendo un papel tanto o más siniestro que sus “hermanos” del resto del mundo. La reconstrucción del movimiento obrero en EEUU, pasa necesariamente por desbordar a estos dirigentes, que hacen todo lo posible para que nada se mueva.

Desde los años 30, la burocracia sindical está adscripta al Partido Demócrata. Roosevelt, hábilmente, coopta a los burócratas sindicales, para impedir que la extraordinaria combatividad de esos años –con huelgas revolucionarias que llegaron a organizar milicias obreras– se tradujese en una ruptura de independencia política, con la formación de un partido de trabajadores. Un partido que, dado el contexto de la época, podía llevar adelante posiciones revolucionarias.

Claro a que Roosevelt (y a la burguesía yanqui) esto no le salió gratis. La cooptación de los burócratas y la adscripción del movimiento obrero al Partido Demócrata costó concesiones importantes, en primer lugar la sindicalización masiva, promovida por una de las primeras leyes de Roosevelt, la Ley Wagner.

Aunque, en su momento, la mayoría del gran capital (el llamado Big Bussines) puso el grito en el cielo y hasta algunos acusaban a Roosevelt de “comunista”, esto fue finalmente un negocio redondo para el imperialismo yanqui, ya que, entre otros dividendos, le permitió contar con la clase obrera norteamericana para conquistar el planeta en la Segunda Guerra Mundial de 1939-45.

Así se abrió la edad dorada de los burócratas sindicales yanquis, cuando “en los 50 y 60, los dirigentes del Big Labor (los grandes sindicatos) y del Big Bussines (el  gran capital) negociaban contratos colectivos de millones de trabajadores, y el Big Government (el gran gobierno) actuaba de árbitro... Pero, ya en los 70, la «América Corporativa» decidió declarar la guerra a los sindicatos, lo que continúa hasta hoy...”[2]

El ideal de la patronal estadounidense es el “open shop”: es decir, que no exista sindicalización alguna, aunque sea controlada por las burocracias más podridas y entreguistas.

Pero esta guerra unilateral que lleva más de 30 años, nunca fue respondida en serio por una burocracia cuya principal preocupación es impedir –muchas veces con métodos mafiosos– que surjan protestas o movimientos desde las bases. Como si estuviese en los tiempos de Roosevelt, la burocracia sólo sabe refugiarse en la cueva del Partido Demócrata... aunque hoy existe una “pequeña” diferencia: Obama no les tira ni un hueso.

Roosevelt, mediante la Wagner Act, concedió la sindicalización masiva. Obama prometió algo parecido. Apenas fuese electo, iba a hacer aprobar la EFCA (Employee Free Choice Act), que podía abrir los cauces legales a un movimiento de resindicalización masivo. Pero burló su promesa. Esto no fue impedimento para que los burócratas de la AFL-CIO recibiesen a Obama como un héroe en su última convención nacional, el mes pasado.

Un golpe terrible: la traición de la UAW

A pesar de estos graves problemas del movimiento obrero estadounidense, sus tempranas respuestas ante la crisis fueron alentadoras. La ocupación de Republic Windows and Doors –fábrica de Chicago– tuvo resonancia mundial. Pero después de esta respuesta positiva, el curso fue negativo.

En esto, la burocracia sindical ha tenido una responsabilidad Nº 1. En primer lugar, los burócratas, a pesar del incumplimiento de todas sus promesas, siguen empeñados en desarmar cualquier lucha:

“Bajo el gobierno republicano, los dirigentes sindicales decían que todos los recursos había que volcarlos a hacer elegir a los demócratas, y no a hacer movilizaciones o protestas. Pero ahora, bajo los demócratas, dicen que debemos trabajar con nuestros aliados, lo que significa que tampoco hay que hacer movilizaciones o protestas.”[3]

Pero la función de la burocracia no ha sido sólo la de servir de freno: al mismo tiempo han cometido una de los peores traiciones de la historia del movimiento obrero norteamericano. Esta ha significado una derrota que ha golpeado sobre el conjunto de la clase trabajadora.

Se trata del acuerdo del sindicato del automóvil UAW (United Auto Workers) con el gobierno y la patronal, en relación a la quiebra de General Motors. Con esto, señala un comentarista, “la UAW ha seguido su larga política de asociación con la patronal, que ha terminado convirtiendo al sindicato –a través de la inversión de sus fondos de obras sociales– en el mayor accionista de la General Motors junto con el gobierno de EEUU”.[4] A cambio de esto, los burócratas recibieron un puesto en el directorio de GM. Luego, ya en el doble papel de patrones y “sindicalistas”, firmaron un “acuerdo” aceptando no sólo miles de despidos sino también resignar todas las conquistas históricas de la UAW en materia de salarios, normas de trabajo, pago de horas extras, etc. Además dispusieron la prohibición por seis años de huelgas y conflictos. Esto implicó que los trabajadores de GM descendieran bruscamente al nivel de las nuevas plantas de automóviles no sindicalizadas.

Pero, desde los años 30, los convenios colectivos de la UAW servían como referencia “máxima” para el conjunto de la industria. ¡Ahora, esta traición empuja a todos hacia abajo!

El desastre de la UAW, combinado con escandalosas peleas de perros entre sectores de la burocracia sindical para “robarse” seccionales y afiliados [5], y con su pasividad total frente a Obama, disipó los ánimos que había generado la ocupación de la Republic. Así, pudieron pasar sin resistencia los despidos masivos de empleados públicos iniciados por Schwarzenegger en California, seguidos por los demás gobernadores, tanto republicanos como demócratas.

Las perspectivas

Estas graves dificultades que enfrenta el movimiento obrero estadounidense, no implican sin embargo que sus caminos estén cerrados. La tragedia de la UAW es parte de la realidad, pero también lo fue la experiencia de la Republic Windows and Doors.

En ella hubo, entre otros, dos componentes significativos. En primer lugar, la dirección sindical que actuó allí es la UE (United Electrical, Radio and Machine Workers of America), un sindicato relativamente pequeño (35.000 miembros), pero de tradición combativa, y mucho más independiente y democrático que los mastodontes burocráticos de la AFL-CIO y Change to Win.

Pero también, la base obrera de Republic reflejó más la nueva configuración de la clase trabajadora estadounidense, que GM y los viejos sectores del automóvil. La mayoría de los obreros de Republic eran de origen latino y afroamericanos.

Es que la clase trabajadora ha ido experimentando lo que Kim Moody –un reconocido luchador y también estudioso del movimiento obrero de EEUU– llama su “tercera gran transformación demográfica”: el impacto y preeminencia del trabajo inmigrante. Esta renovación ha traído también nuevas ideas, que se han expresado, por ejemplo, en que ha comenzado a recuperarse la tradición del 1º de Mayo, que la burguesía había conseguido borrar de la cabeza de los trabajadores.

Una nueva clase obrera más joven, de industrias más modernas, establecida en gran medida fuera de los antiguos centros industriales del Norte, con gran aporte de inmigración y también de afroamericanos antes excluidos de esos empleos, se ha ido conformando en los últimos años. En su gran mayoría no está sindicalizada; pero, por eso mismo, tampoco tiene sobre ella el control de los aparatos. Si se pone en movimiento, podría ser explosivo, lo que también es parte de las tradiciones de la lucha de clases en EEUU.


Notas:

1.- En Europa, por ejemplo, hay importantes movimientos de derecha e, incluso, de extrema derecha. Pero estos no sostienen, por ejemplo, el “creacionismo” o, como algunas corrientes evangélicas en EEUU, el “geocentrismo”. Es decir, que, como dice la Biblia, la Tierra es el centro del Universo y la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas giran a su alrededor.

2.- Lee Sustar, “Can Trumka deliver?”, Socialist Worker, September 22, 2009.

3.- Cit.

4.- Lee Sustar, “US labor in the crisis – Resistance or retreat?”, International Socialist Rewiev, Nº 66, July-August, 2009.

5.- El movimiento sindical está escindido en dos centrales, la antigua AFL-CIO y la Change to Win Federation, grupo de sindicatos escindidos desde el 2005. Es difícil decir quién es peor que el otro.