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Obama,
el Roosevelt que no fue
En medio de estas
tormentas domésticas (más las que tiene en Afganistán y
otros puntos del planeta) navega la canoa del flamante
Premio Nóbel. Sigue un curso cada vez más comprometido: de
allí la soga que le echan desde Europa, para tratar –como
explica su amigo Jagland– de “darle una mano”.
Pero las
tribulaciones de Obama son también las del mismo
imperialismo yanqui. Uno de sus puntos críticos, es que el
régimen político de EEUU, a través de la exacerbación
del sistema de lobbies –que implica el gobierno directo
de las corporaciones–, está llevando a situaciones
(potencialmente) peligrosas.
Marx y Engels, en
el Manifiesto Comunista, señalaban que “el
gobierno del estado moderno no es sino un comité para
administrar los asuntos comunes del conjunto
de la burguesía”.
Estos asuntos o
intereses comunes del conjunto de la burguesía
no son exactamente iguales a los intereses particulares
de tal o cual empresa o sector. Y, en épocas de crisis,
esta contradicción entre los “intereses comunes” o
“generales” y los “particulares” puede dar lugar a
serias contradicciones, que se combinan además con la
contradicción global del enfrentamiento de los capitalistas
con los trabajadores.
Por eso, en épocas
de crisis, se ha recurrido a los gobiernos “fuertes”,
que no sólo mantienen a raya a los explotados (con
diversas combinaciones de palo y zanahoria), sino que también
hacen marcar el paso a los mismos capitalistas y a sus
intereses “particulares”. Es decir, gobiernos que
parecen elevarse “por encima de la sociedad” como árbitros
que defienden el “interés general” (que, por supuesto,
es 100 x 100 burgués).
En
EEUU, el
ejemplo histórico fue el de Roosevelt, que gobernó con
buena parte de la burguesía y las corporaciones en contra
suyo, porque lesionaba parcialmente intereses
particulares. Pero Roosevelt, guiado por los intereses
generales del capitalismo yanqui, llevó a EEUU al dominio
mundial.
Hasta ahora, el
camino que está siguiendo Obama es el opuesto: el de retroceder
ante cualquier sector corporativo que le ladre un poco
fuerte. Esto le viene bien a esos intereses particulares,
pero a la larga puede ser ruinoso para los intereses
generales del sistema.
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Frente a este episodio surrealista –el Premio Nóbel de la Paz a Obama–
fue difícil decidir si correspondía reírse, indignarse o
llorar... o las tres cosas juntas. Veamos esto un poco más
de cerca.
Una objeción que muchos hacen, es que Obama apenas
comienza su presidencia: habría que esperar los
resultados. Se supone que el Premio Nóbel de Medicina
no se le da a un médico recién graduado, porque tenga el
propósito de crear una vacuna para el HIV.
Sin embargo, esta prudente objeción no es válida en el
caso Obama. No hace falta esperar el fin de su mandato, para
comprobar que su gestión al frente de la Casa Blanca tiene
tanto que ver con la “paz”, como la de Bush y otros que
lo precedieron en el cargo de Emperador del Mundo. Basta
hacer una lista –incompleta– de lo que ha hecho Obama en
menos de un año:
•
Ha impulsado los gastos de guerra más altos
de la historia de EEUU, superando incluso a Bush (lo que ya es una hazaña). Y esto lo hace en
medio de la peor crisis desde la Gran Depresión, con un
desempleo abrumador y con millones que han perdido, además,
sus viviendas.
• Ha burlado su promesa de retirada de Iraq,
que fue un factor no menor en su elección. La retirada es sólo
parcial, y a los soldados que saca de allí los envía a
Afganistán.
• En Afganistán, en vez de irse, ha profundizado el
conflicto y lo ha extendido a su vecino Pakistán, pese a que hoy la mayoría de la opinión pública en
EEUU y casi todos los que lo votaron, están en contra de
seguir allí. El resultado es que en 2009 aumentó casi un
100% el número de civiles afganos asesinados por las tropas
de ocupación.
• En relación a América Latina, el “estreno” de Obama ha significado la puesta en
marcha de la IV Flota y el establecimiento de siete bases
militares en Colombia, que amenazan a todo nuestro
continente.
¡Menos mal que Obama es pacifista!
Ni reír ni llorar ni maldecir, sino comprender
Viene bien recordar la tan citada frase de Spinoza, aunque
en este caso no es fácil abstenerse de maldecir.
Para empezar a comprender, escuchemos a Thorbjørn Jagland, presidente del Comité que
otorga el Premio Nóbel de la Paz. Según The New York
Times, explicó lo siguiente a los estupefactos
periodistas:
“Es importante para el Comité reconocer a las personas
que son luchadoras e idealistas... Pero no podemos hacer eso
todos los años. De vez en cuando debemos internarnos en el
reino de la realpolitik. Es siempre una mezcla de
idealismo y realpolitik lo que puede cambiar al
mundo...”[1]
¿Pero cuáles son
las “razones de estado” y de realpolitik que han
decidido el premio a Obama?
“[...] Nadie puede negar –añadió Jagland– que el
clima internacional ha mejorado repentinamente, y Mr. Obama
ha sido la razón principal. En relación al futuro
de Obama hay un gran potencial. Pero eso depende de cómo
los otros líderes políticos respondan. Si ellos responden
negativamente, tendremos que decir que [Obama] ha fracasado.
Pero, mientras tanto, queremos apoyar el mensaje que él
representa.” [2] (subrayado nuestro)
Según los
trascendidos en la prensa, el Sr. Jagland tuvo que emplearse
a fondo en el Comité del Premio Nóbel, porque tres de
sus cinco miembros estaban inicialmente en contra, con
un argumento razonable: no se puede premiar por
adelantado.[3]
Pero Jagland
aclara todo: esto, más que un premio, es un apoyo político
a Obama para que tenga éxito. Si llega a fracasar, la
culpa será de los otros “líderes políticos” que le
“respondieron negativamente”.
Aclaramos que el
Sr. Thorbjørn Jagland no es un cualquiera: es uno de los
jefes de la socialdemocracia europea. Desde 1993 ha sido
diputado, presidente del Parlamento noruego (que maneja el
Comité del Premio Nóbel de la Paz) y ha ocupado varios
ministerios, principalmente el de Relaciones Exteriores.
Además, desde septiembre, Jagland es secretario general del
Consejo de Europa (entidad que reúne a 47 estados europeos
más Turquía). Asimismo, desde hace años mantiene lazos
estrechos con círculos del Partido Demócrata de EEUU,
relaciones que incluirían a Obama en persona.[4]
Jagland expresa a gran parte de los políticos europeos, y
al “centro-izquierda” y la socialdemocracia en
particular... Y también al Partido Demócrata yanqui... y a
su amigo Obama.
Por eso, lo del
Premio Nóbel, tiene el perfil de una “operación
conjunta”... pero no de la OTAN, sino del
social-liberalismo europeo y los liberals (“progres”)
del PD norteamericano, para apuntalar a Obama. ¡Amigos
son los amigos!
Obama: entre la
ofensiva de la derecha republicana y la desilusión de sus
votantes
Y Obama necesita
apoyo. Cada día que pasa se va erosionando por uno u
otro costado.
En primer lugar,
una profunda desilusión recorre los sectores
juveniles, populares, y de trabajadores y “minorías” (afroamericanos
y latinos) que lo votaron. Sus promesas electorales no eran
muy avanzadas y conformaban apenas un neoliberalismo “light”.
¡Pero ni siquiera eso ha cumplido!
Todo ha ido
quedando en el camino: las promesas de crear empleos, la
reforma del escandaloso sistema de salud, la regulación del
sector financiero, la pérdida de las viviendas por
ejecuciones hipotecarias, la ley para facilitar la
sindicalización, la legislación sobre cambio climático,
etc., etc.
Obama,
directamente, ha archivado algunas promesas (como la de
sindicalización). A otras, ha dejado que la derecha
republicana y los lobbies corporativos las vayan
demoliendo; tal es el caso, de la reforma de la salud.
Para enfrentar
esta situación, habría necesitado apoyarse en la
movilización social y política de sus votantes. Pero
Obama no quiere, de ninguna manera, revolver el avispero, ni
siquiera para hacer mínimas presiones sobre los
intereses corporativos. Y, por su parte, el movimiento
obrero y de masas de EEUU, después de unos primeros síntomas
alentadores el año pasado, no está hoy en pie de lucha.[5]
Obama no desea de
ninguna manera incentivar al movimiento de masas, aunque si
cambiase esta situación y se movilizara, trataría quizás
de montarse en él, para utilizarlo y sobre todo mantenerlo
bajo control.
Pero esto es “música
del futuro”: hoy, un determinante fundamental de la
situación política de EEUU es el hecho de que las masas
obreras y los sectores populares están mucho más atrás
que los de Europa y América Latina en materia de
movilizaciones y luchas. Los incumplimientos de Obama, a
quien votaron masivamente, hasta ahora no han generado
grandes acciones ni movilizaciones de reclamo, sino una
fría y enorme desilusión.
Por supuesto,
contradictoriamente, la pérdida de confianza en Obama –y
en que él, desde arriba, arreglaría todo– es también
una premisa necesaria para que los sectores castigados por
la crisis comiencen finalmente a reclamar por cuenta
propia, en forma independiente. Pero estos
procesos nunca son inmediatos ni automáticos. Hacer la
“digestión” de fiascos como éste, lleva tiempos difíciles
de predecir.
Sin embargo,
mientras eso sucede a la “izquierda” de Obama, la
derecha republicana no ha perdido un minuto en pasar no sólo
a la oposición sistemática en el Congreso, sino
también a la movilización en las calles.
La derecha en
marcha
Desde el primer día,
Obama se ha desesperado por establecer una administración
bipartidista demócrata-republicana, y ha ido cediendo y
cediendo en pos del “consenso”. Pero, hasta ahora, lo único
que ha logrado es empantanar por arriba casi todas sus
iniciativas, e ir perdiendo por abajo el apoyo popular
que lo llevó a la presidencia, apoyo al que nunca apela
para imponer sus mini-reformas.[6]
Por su parte, la
derecha republicana, en sus expresiones más cavernícolas,
después de quedar apabullada en las elecciones, ha ido
progresivamente ganando la calle. Comenzó con
movilizaciones de grupúsculos de extrema derecha –muchos
directamente fascistas–, tolerados o auspiciados desde la
alturas del Partido Republicano, especialmente desde la
corriente neoconservadora que gobernó con Bush (hijo). El
Partido Republicano no es homogéneo. Así, Bush (padre) dio
recientemente una rotunda declaración de apoyo a Obama, que
contrasta con la feroz hostilidad de los “neocons” que
llevaron a su hijo a la presidencia (ésta es una pelea
familiar que viene de lejos). Pero, en los medios
republicanos, son los “neocons” quienes se movilizan, y
no la derecha “civilizada”.
Esto ha ido en
crecimiento: el 12 de septiembre desfiló en Washington una
movilización estimada, según diversas fuentes, entre
70.000 y 100.000 personas: una manifestación que –según
el corresponsal de The Guardian de Londres– “sorprendió
por su tamaño”.[7]
Pero no hubo
sorpresas en el contenido político delirante de la
marcha, con carteles donde Obama aparece como el Che Guevara
y denuncias que desde la Casa Blanca se auspicia el
“comunismo” y el “socialismo”, que reciben ahora el
nombre de “obamunismo”. La marcha, casi
totalmente de blancos, mostró también que el racismo
se ha exacerbado con la elección de un presidente “de
color”.
En la marcha de
Washington desembocaron una gran cantidad de movilizaciones
locales previas, convocadas por los Tea Party Patriots
y decenas de otras organizaciones derecha, como Americans
for Tax Reform, ResistNet, etc. Este nombre de “Tea
Party” de por sí tiene un aire insurreccional.
Es que el 16 de diciembre de 1773 tuvo lugar en Boston el
denominado Motín del Té (en inglés: “Boston Tea
Party”), que fue el prólogo de la guerra de la
independencia.
En estos Tea
Parties y otras movilizaciones de derecha y extrema derecha,
comienzan también a oírse exhortaciones poco
disimuladas al asesinato de Obama. Se lo hace citando
una frase de Thomas Jefferson, prócer de la Independencia:
“El árbol de la libertad debe ser regado cada tanto con
sangre de patriotas y tiranos. Es su abono natural.” Van a
la manifestaciones con carteles que dicen eso... y se
sobreentiende que el “tirano” de hoy es Obama (y, además,
¡un tirano “socialista”!).
Esto llegó al
colmo el 11 de agosto en New Hampshire.
Mientras Obama daba un discurso en el Town hall, apareció
una contramanifestación de derecha, con hombres que
llevaban armas ostensiblemente... y carteles con la cita de
Jefferson.
Fracturas políticas
e ideológicas, y crisis económico-social
La sociedad
estadounidense, desde mucho antes de Obama, ha ido
profundizando fracturas políticas e ideológicas,
luego de que se fue desvaneciendo la “unidad nacional”
lograda por Bush tras los nunca bien aclarados “atentados
terroristas” del 11 de septiembre.
Por supuesto,
estas fracturas y polarizaciones recorren de maneras muy
distintas las diferentes clases sociales, “minorías”
(afroamericanos, latinos, etc.), edades, y también las
regiones geográficas de ese inmenso país-continente.
Inicialmente, en
el marco de esas “polarizaciones”, Bush y los
neoconservadores tuvieron mayoría. Los sucesivos desastres
–que empezaron con las “guerras contra el terrorismo”
y acabaron en la mayor crisis desde la Gran Depresión–
volcaron la balanza en el otro sentido. Esto lo capitalizó
el candidato presidencial que no sólo habló de
“cambio”, sino que también –por ser de “de
color”– aparecía en sí mismo como un enorme cambio
en el país más racista del planeta.
Un sector de la
burguesía y del personal político de EEUU –al
“fabricar” a Obama, casi como una “puesta en escena”
del show-business– logró evitar a tiempo el
desastre que hubiera sido una nueva administración
neoconservadora. Pero eso no implicó la “unidad
nacional” (ni del conjunto de la burguesía) detrás
del flamante presidente del “cambio”.
Las fracturas
continuaron y en cierto sentido se profundizaron al
calor de la crisis... y también de los intentos de
“mini-reformas” de Obama. Aunque son miserables y se
plantean completamente en los marcos del capitalismo y del
neoliberalismo, los sectores burgueses afectados en algo, reaccionaron
con increíble dureza. Un ejemplo es la reforma
sanitaria: ni las corporaciones farmacéuticas ni las de
seguro médico toleran cambiar una coma de un sistema escandaloso,
que no existe en ningún país capitalista desarrollado,
como Canadá, Gran Bretaña o Francia.
Obama ni siquiera
proponía adoptar el sistema de “pagador-prestador único”
(single-payer) que impera en el resto del “primer
mundo”, y que garantiza buenos servicios de salud
con la mitad de lo que proporcionalmente se gasta en
EEUU (y que va a parar al bolsillo de las farmacéuticas y
aseguradoras). Obama sólo propone algunas tímidas
cataplasmas para un sistema gangrenado e insostenible.
La declaración de
guerra de las farmacéuticas y aseguradoras dinamiza, a su
vez, las movilizaciones de derecha que comentamos. Sus
millones de dólares no sólo llenan –vía los lobbies–
los bolsillos de los senadores y representantes para que
“voten bien”. También son un maná del cielo para los
ejércitos de pastores evangelistas, charlatanes de TV (como
los de la cadena Fox), jefes de sectas de derecha y, en
general, esa fauna que en EEUU vive de engatusar a los
sectores cultural y políticamente más atrasados de la
población, y hacerles creer desde la cercanía del segundo
advenimiento de Cristo, hasta que Obama es socialista. Por
esos motivos, junto con el repudio al “obamunismo”,
las manifestaciones de derecha agitan consignas contra la
reforma de salud, como: “¡no toquen mi seguro médico!”
EEUU constituye un
fenómeno complejo y único entre los países
“desarrollados”. Su dominio mundial contrasta con el
provincianismo extremo de una parte de su población
(especialmente la del centro del país). Su desarrollo científico-técnico
desentona con el fenomenal atraso cultural e ideológico de
millones, con creencias “bíblicas” que dejan
estupefactos a europeos y latinoamericanos. Así, hay mucha
gente a la que se le puede hacer creer cualquier cosa, desde
el púlpito o la pantalla de TV (que en EEUU frecuentemente
son lo mismo). Por ejemplo que, imitando el sistema
“socialista” que impera en Canadá, Europa y Japón,
Obama va a imponer una reforma sanitaria por la que se
establecerán “death panels” (“comités de la
muerte”). En ellos, los funcionarios del Estado (por
supuesto, “comunistas”-“obamunistas”), dispondrán
quién será curado y quién morirá.
Sin embargo, en
los últimos años, la mentalidad de las masas
estadounidenses viene cambiando en sentido progresivo,
especialmente la juventud. La elección de Obama fue un
reflejo distorsionado de eso. Pero ahora, al decepcionar y
mantener desmovilizados a los trabajadores y los sectores
populares más avanzados que lo votaron, ha permitido que
tome la iniciativa la derecha cavernícola.
Notas:
1. Walter Gibbs, “From
205 Names, Panel Chose the Most Visible”, NYT, October
9, 2009.
2.
Cit.
3. “Tres de los cinco miembros
del jurado que dio el Nóbel a Obama pusieron objeciones”,
Agencia EFE, Oslo, 15/10/09.
4.
Thierry Meyssan, "Le dessous
du prix Nóbel de la paix 2009", Réseau Voltaire,
13/10/09.
5. Ver “La situación del
movimiento obrero estadounidense”, Socialismo o
Barbarie, periódico Nº 161, 08/10/09.
6.
En ese sentido, Obama ha resultado lo opuesto de
quien se decía que iba a ser su modelo –Franklin
Roosevelt–. Éste, en sus primeras semanas, pasó una
aplanadora de medidas, sin perder tiempo en buscar
acuerdos con la oposición.
7.-
Ed. Pilkington, “Barack
Obama denounced by rightwing marchers in Washington”,
The Guardian, 13/09/09.