Un
ataque reaccionario
Una
serie de señales ha venido emitiendo el gobierno en las últimas
semanas. Estas muestran la forma en que está
“asimilando” su derrota electoral del 28 de junio. Básicamente,
lo que está haciendo es intentar quitarle banderas –y
dividir también– a la oposición al tiempo que, de paso
cañazo, toma medidas que aseguren su supervivencia económica-política-sindical-electoral
demostrando que puede
mantener el control de la situación.
Un giro “pejotista”
Si
la ley de medios fue como un intento de mantener el
maquillaje “progresista” (y de paso horadar el control
político de la TV por parte de la oposición), la tendencia
de fondo que se observa, en todos los terrenos, es
un “volver a las fuentes”.
Se trata de una abierta “pejotización”
de los esposos K tanto en el terreno político-electoral, el
sindical, y/o en el de la gestión de la pobreza.
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Partidos de izquierda
contra la Reforma Política K
“Una reforma a la medida de
Kirchner-2011,
del viejo bipartidismo
y para proscribir a la izquierda”
Comunicado de prensa
Buenos Aires, 3 de
noviembre
Dirigentes de partidos de izquierda reunidos en el Hotel
Bauen señalaron: “Tras el doble discurso de la
‘transparencia” el gobierno, -que viene de hacer todo
tipo de trampas electorales: adelantamiento de fechas,
candidaturas testimoniales, listas espejo y colectoras,
entre otras.-, pretende imponer una reforma política para
apuntalar al PJ, facilitar las aspiraciones presidenciales
de Kirchner y reflotar el viejo bipartidismo que estalló
con la rebelión popular de 2001. Con esta reforma se van a
profundizar las lacras de la política capitalista,
corrupta, entreguista y clientelar. Es una reforma
reaccionaria más antidemocrática aún que la ley electoral
de la última dictadura militar.”
“Es un proyecto claramente proscriptivo en general y
maccartista en particular contra la izquierda. La exigencia
de llevar un 3% a votar en las internas es para que sólo
puedan tener candidatos los partidos que se basan en el
clientelismo y los punteros. Tras el argumento de ‘hay
muchos partidos’, intentan impedir en especial la
participación electoral de las fuerzas de izquierda, que
cuentan con un caudal electoral superior al millón de votos
y representan cotidianamente la defensa de los derechos de
miles y miles de trabajadores, jóvenes y sectores populares
en sindicatos, comisiones internas, federaciones y centros
estudiantiles, fábricas recuperadas y movimientos de
desocupados.“
“La reforma pretende además regimentar la vida interna
de los partidos, avasallando derechos. Por ejemplo habilita
a que, no ya sus afiliados, adherentes o simpatizantes sino
hasta genocidas o patrones, puedan tener decisión sobre quiénes
son candidatos de un partido de izquierda.
“Convocamos a todos los partidos, personalidades y
organizaciones políticas que defienden las libertades
democráticas a la más amplia unidad de acción para
enfrentar esta reforma reaccionaria y a movilizar para que
este atropello no pase.”
Firmantes: Izquierda Socialista, Movimiento al Socialismo,
Movimiento Socialista de los Trabajadores, Partido de los
Trabajadores Socialistas
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Una
importantísima expresión de este giro es la archireaccionaria
“reforma política” que acaba de anunciar Cristina. No
se trata sólo de ella: Tomada acaba de decir que “la
Argentina tiene un modelo sindical que funciona
‘optimamente’ desde hace 60 años y no hay razón para
cambiarlo”… Esta
negativa a otorgarle la personería gremial a la CTA (no la
hace a ésta menos burocrática y siniestra) y sobre todo al
nuevo sindicato de los trabajadores del Subte. Pero no deja
de ser un hecho que lo que está diciendo Tomada es que la
CGT sería mejor garantía
de “eficacia” para mantener bajo su control un
movimiento obrero “domesticado” a los designios de los
capitalistas. De paso, se
trata de una central abiertamente peronista… que pone sus
huevos en la canasta del PJ!
Como
contexto, digamos que esta iniciativa gubernamental se da en
una coyuntura que sigue marcada por rasgos reaccionarios,
divisiones en las alturas, pero también por la irrupción
de una serie de luchas en sectores de vanguardia del
movimiento obrero que cobran alcance nacional y tienen
una importancia estratégica para el proceso de recomposición
de la clase, léase los casos de Kraft, el subte, la oposición
docente, y el Sutna San fernando, etc.
Sí
es evidente que este último es el proceso central
para las perspectivas de la lucha por un nuevo movimiento
obrero en la Argentina es obvio que de ahí también que la
reforma K tenga –como por elevación– un costado de gran
importancia en lo que hace a su intento de “invisibilizar” y “deslegitimar” –por la vía electoral–
a la izquierda partidaria cuyo peso en la vanguardia
obrera y estudiantil es de
gran
importancia.
Traje a medida de los sucios aparatos patronales
La
reforma establece una serie de criterios
reaccionarios para impedir y/o dificultar en grado
extremo la participación de los partidos minoritarios.
Entre ellos, claro está, los de la izquierda más o menos
independiente, la que tienen un
peso social-político muy importante a la hora de los
movimientos de lucha más allá de su carácter
minoritario en el terreno electoral.
Pero
veamos más de cerca los ejes centrales de la reforma. Lo más
significativo tiene que ver con la regimentación
de qué organización es “partido” y quienes tendrán
derecho a participar en las elecciones y quienes no. Hay
varios aspectos significativos pero la clave básica está
en dos puntos centrales:
Uno:
para ser partido político reconocido legalmente en el orden nacional
se establece la obligatoriedad
de una suma de afiliaciones del orden de las 30.000. Esto
con el piso mínimo de ser partido “legal” en cinco
distritos donde en cada uno de ellos la cantidad de
afiliados debe ser del cuatro por mil del padrón. Una cifra
nada despreciable. Más teniendo en cuenta las
crecientes trabas y astronómicos costos económicos que está
poniendo la justicia patronal por cada afiliación…[3]
Dos:
junto con lo anterior está el requisito –este ya
abiertamente excluyente–
de poner un piso del 3% de los votantes en el orden nacional
a la hora de la
interna abierta, simultánea y obligatoria para definir los
candidatos. Aquel partido o frente de partidos que no
llegara a esa cifra de participación en la interna… ¡no
podrían participar en las elecciones!
Veamos
entonces de qué estamos hablando cuando hablamos de este “módico”
3% (cómo lo caracterizó Eduardo Duhalde,
“sorprendente” paladín de la reforma K). El padrón
electoral del país ronda los 24 millones. Digamos
que por el “ausentismo” (y más si se trata de una
“mera” interna, pero que es obligatoria…) votan unos
18 millones de electores. Esto quiere decir que para llegar
al 3% de los votantes… ¡hay
que movilizar el día de la interna la friolera de 600.000
votantes!
Un
piso obviamente delirante.
Se trata de una medida abiertamente reaccionaria que no
es otra cosa que un traje a medida de los
grandes aparatos burgueses repodridos hasta los huesos y
clientelares. Aparatos que, como todo el mundo sabe,
literalmente llevan a la gente a votar “de las narices”
vía una serie de dádivas, prebendas, ponerles remises y
viandas a disposición, ganarse la simpatía con algún
puntero de la intendencia o cualquier otro “favor”. Una
movilización que, a más de todo lo anterior, cuesta
mucha plata: millones y millones de dólares se gastan
para “mover” a la gente el día de las elecciones. ¿Si
todo lo demás pudiera estar “garantizado”, de dónde
podría sacar la izquierda esa suma de dinero?
¡Un
escándalo antidemocrático inusitado al servicio del PJ, la
UCR, millonarios como De Nárvaez, Macri –si se
cuadran–y no muchos más!
Cuando el bipartidismo ataca de nuevo
La
reforma política del gobierno combina elementos de conjunto
hacia el “endurecimiento” del régimen político con
necesidades electorales perentorias del oficialismo. Toda la
lógica de los pasos políticos que estamos señalando se
resume a lo siguiente: dar una vuelta de rosca en la
normalización del régimen político de la democracia de
los ricos vía el
retorno sin disimulos a las fuentes:
al tradicional bipartidismo. De ahí que –como ya
hemos señalado– archienemigos de los K como Duhalde éste
festejando a todo trapo la medida y que los
radicales estén haciendo esfuerzos para disimular su enorme
entusiasmo con lo sustancial de la misma.
Un
poco la lógica K es la siguiente: pasó el tembladeral del
2001, pero el sistema de partidos es un rompecabezas
que sigue sin ofrecer garantías de normalidad. Porque desde
el punto de vista de la normalidad burguesa, está probado
mundialmente que es
mucho más “estable” un sistema básicamente de dos
partidos patronales fuertes que se alternan entre ellos los
roles de oficialismo y oposición y que no dejan que se
escape nada por fuera de ellos…
Además,
para las necesidades electorales tanto del kirchnerismo como
de la propia UCR, es mucho mejor “meter a todo el mundo
adentro”: que el peronismo disidente vuelva al PJ; que
Cobos termine de retornar a la UCR. Encones, se realizan las
internas, todo el mundo que quiere participa y “quien gana
conduce y el que pierde acompaña”… Esto es harto
evidente la conveniencia de los K (y los radicales) de un
sistema de este tipo para las presidenciales del 2011.
Pero
mucho más sustancial es el tema de fondo del bipartidismo:
un orden “bipartito” es mucho más conservador que el
“caos” actual. Muestra la voluntad política de acabar
–del todo– con el peligroso “festival
democratista” que se expresó con el “Que se vayan
todos” del 2001. Y también con la extrema fragilidad de
los “armados” políticos burgueses donde solo pesan las
“figuras” pero no
existen verdaderos aparatos de encuadramiento de masas como
son los partidos tradicionales.
Esto
no quiere decir que no vaya a haber una “negociación”
de la reforma. Esto es inevitable porque está plagada
de contradicciones. Por ejemplo, los radicales no
quieren quedar abiertamente “pegados” a los K y ser
sometidos a la denuncia de que están montando un Pacto de Olivos II (como el de Menem y Alfonsín en la década
del ’90). Grupos políticos de derecha como el macrismo o
la Coalición Cívica de la Carrió, que son fuerzas más o
menos emergentes, algún lugar se les va a querer dar. Mismo
hay obvias contradicciones con las formaciones de la
centroizquierda como el Partido Socialista de Binner o la
centroizquierda de Solanas, Sabattella o Lozano.
Excluir a la izquierda
El
segundo elemento clave de la reforma tiene que ver con una
estrategia política de exclusión lisa y llana de la izquierda. La maniobra es evidente: deslegitimar
al núcleo “irreductible” de la misma. Es decir, a
los sectores que se muestran mínimamente independientes del
gobierno y el régimen. Se trata de las organizaciones que
no pudieron ser cooptadas vía dádivas del Estado, cargos
en los ministerios, adaptación a los aparatos sindicales
burocráticos, mecanismos de administración de la pobreza
de los desocupados, etcétera.
Para
colmo del gobierno y las patronales, en gran medida este
sector es la referencia para el proceso más dinámico de la actual realidad que
es la penetración de
sectores de izquierda en sectores importantísimos del
movimiento obrero.
Este
proceso, como ya señalamos, constituye un abierto desafío
al monopolio de la representación de los trabajadores por
parte de la burocracia sindical. Casos como el de la
alimentación, el neumático, el del subte (por nombrar sólo
a algunos de los más importantes) son emblemáticos y podrían
estar prefigurando un salto en calidad con pocos antecedentes históricos de ir a la
disputa de gremios enteros por parte del activismo y la
izquierda.
Pero
el hecho que en la izquierda haya una evidente desigualdad
entre su representatividad social-sindical –por así
decirlo– y la electoral, pretende ser usado para
deslegitimarla y excluirla. Un poco la apuesta pasa por
evitar que la cosa pase de “castaño oscuro”: no
vaya a ser cosa que la izquierda termine pegando un salto
también en el terreno político-electoral…
De
paso, el bipartidismo se alzaría con un botín de votos que
no deja de ser despreciable (en los últimos años la
izquierda “roja” ha rondado por el medio millón de
votos sino más).
Evidentemente
no se trata de algo “menor”: no
haría falta excluir… lo que no existe. De ahí que el
intento reforma –a este respecto– no deje de constituir
uno abiertamente reaccionario, un verdadero escándalo.
Aunque
parezca “lejano”, aquí se puede traer a colación
–salvando las obvias distancias históricas y políticas–
el ejemplo de Alemania a finales del siglo XIX dónde se
pretendió excluir la fuerza ascendente de la izquierda
socialdemócrata sólo para que esta se transformara en una
fuerza de masas… y “paradójicamente” pudiera ser
liquidada finalmente por la vía de los mecanismos de
adaptación al Estado una izquierda finalmente
“legalizada”.
Precisamente,
volviendo a nuestro análisis, en última instancia esta
medida reaccionaria y macartista es un claro índice de que
la izquierda “roja” no es tan “insignificante”:
expresa la preocupación que hay entre los de arriba
por
el rol de la misma a la hora de los movimientos de lucha.
Se
trata de un secreto a voces: las patronales de grandes
establecimientos están “histéricas” exigiéndole al gobierno K que “haga algo” a
este respecto. Es decir, que les “resuelva” de una buena
vez el problema de que no
pueden manejarse a su antojo dentro de las plantas con los
trabajadores como si fueran esclavos. Ese es el
verdadero contenido de la heroica lucha de Kraft, conflicto
que ahora podría ponerse nuevamente al “rojo vivo” con
el triunfo del sector más de izquierda de la vieja interna.
Pero también están los ya señalados casos de Fate (lo
otra gran planta en la zona norte del gran Buenos Aires con
una dirección independiente), del Subterráneo de Buenos
Aires, etcétera.
La
maniobra es, entonces, invisibilizar
electoralmente a la izquierda y por esa vía
ilegitimarla volcando eso contra las luchas cuando éstas
están “conducidas por grupúsculos que no representan a
nadie”…
Pero
incluso electoralmente este argumento tiene problemas. Por
un lado, en muchos casos la izquierda saca bastante más que
el 0, en las elecciones. Por ejemplo, en el caso de la
provincia de Buenos Aires en la última elección, el Frente de Izquierda fue quinta fuerza con un 1.5% de los votos!
Siempre
la burguesía ha pretendido pintar a los trabajadores como
una suerte de “huérfanos” que “no saben lo que
hacen”. Es la mirada interesada de una sucia clase
dominante que defiende sus privilegios para desmoralizar a
los obreros.
Pero
las cosas no son tan simples: los
trabajadores no son idiotas que se dejan arrastrar por
“grupúsculos”. Lo que hay es un profundísimo proceso
de emergencia de una nueva generación obrera que odia a la
burocracia por ser capataces
de su explotación. Un profundo proceso antiburocrático
donde los compañeros saben que los luchadores
independientes y de la izquierda son mayormente honestos, se
manejan por asamblea y son los mejores para luchar: los
que “no te van a entregar”.
El
intento de excluir a la izquierda es una apuesta política
profunda, que no se debe tomar a la “chacota”. Esto sin menoscabo que la izquierda “roja” es una
fuerza político-social real del país que no se la podrá
liquidar por medio de una simple maniobra político-administrativa.
Por la más amplia unidad de acción
En
las condiciones anteriores, de lo que se trata es de
derrotar esta reforma reaccionaria. Esto se debe hacer con
la perspectiva de que lo que hay que discutir es el reordenamiento político-económico de arriba abajo del país. Esto
quedó pendiente en el 2001, y aunque las circunstancias políticas
hoy son otras.
Pero
en lo que hace al rechazo de la reforma K lo que se impone
es la más amplia unidad de acción contra la misma. Ahora
mismo se están expresando en contra de ellas figuras de la
centroizquierda como Solanas, Sabattella, Lozano, etc. Se
trata de una fuerza electoral más o menos ascendente
–aunque sea un proyecto sin destino histórico–
eventualmente aliado de los K, pero que están en contra de
criterios demasiados restrictivos que también los dejan
afuera a ellos.
Así
las cosas, se les debe plantear pasar de las palabras a los
hechos: poner en marcha –de manera unitaria– una amplia
campaña nacional contra la reforma reaccionaria
aprovechando incluso todas las contradicciones que puedan
surgir por las alturas. Esto al tiempo que el
eje de la izquierda sigue siendo el apoyo a las luchas
obreras como la que se puede reabrir en Kraft, entre otras.
En
fin: llamamos a todas las fuerzas que se consideran democráticas
a dar una pelea unitaria por barrer esta ofensiva
reaccionaria y defender el derecho elemental –incluso en
el distorsionado terreno de las manipuladas elecciones
burgueses– a que cualquier trabajador, estudiante o vecino
pueda votar a quien más quiera.
[1]
Este último es uno de los cuestionamientos más sistemáticos
que se le vienen haciendo desde la oposición y la
patronal a propósito de la situación en Kraft, el
Subte o con el corte de diversos movimientos de
desocupados de la Avenida 9 de Julio esta última
semana. Está claro que estos sectores, al mismo tiempo
que habilitan los medios para mostrar el
“descontrol” del gobierno, le exigen a este, perentoriamente, una respuesta más dura y contundente
a la “conflictividad social”.
[2]
No hay que olvidar aquí el
retorno al FMI que se viene cocinando a fuego lento.
[3]
Cada vez más, la exigencia es certificar adhesiones
(paso previo administrativo a poder afiliar) o mismo
afiliaciones con un escribano… Hay
sólo que imaginarse lo que cuesta tener un escribano al
pie “del cañón” de una mesa de afiliación… para
certificar cada una de las mismas!
[4]
Esto más allá que los grandes aparatos electorales y
partidarios de la burguesía, mundialmente, cada vez son
menos partidos en el sentido de una adhesión más o
menos espontánea a una serie de principios ideológicos.