El lanzamiento formal de las asignaciones de 180 pesos por
hijo para trabajadores en negro, desocupados, madres
solteras y personal doméstico es parte de un paquete global
que algunos llaman Néstor 2011. Más cauto sería
denominarlo Cristina 2010 e intentar llegar en condiciones
al 2011. Se trata de un conjunto de iniciativas para fortalecer la gobernabilidad y, si es posible, dejar al candidato
oficialista (Néstor o el que su sabio dedo elija) con
alguna chance. La ley de Presupuesto –con el trasfondo
del reacercamiento al FMI, Club de París y holdouts–, la
ley de reforma política, que se comenta aparte, e incluso
la ley de medios forman parte de este “relanzamiento”
del gobierno post derrota del 28 de junio. Si los
“triunfadores” de la oposición burguesa dejan pasar el
tren por dedicarse al canibalismo recíproco, es su
problema, se regodean los Kirchner.
A su vez, el decreto sobre las asignaciones no es el único instrumento de “combate a la
pobreza”, que va acompañado del anuncio de programas de cooperativas. Aunque faltan confirmar datos que hacen a la “letra
chica”, aparentemente el esquema sería el siguiente: los
planes para cooperativas serán manejados por las intendencias
(los famosos “barones peronistas del conurbano”), y la
asignación por hijo se tramitaría vía la ANSeS.
En suma, la distribución de la asignación
por hijo sería más “automática”, esto es, asistencialismo,
y los puestos en las cooperativas,
en cambio, se repartirán con un criterio de clientelismo puro.
De paso, el anuncio le saca a los figurones de la oposición,
todos ellos fieles representantes de los fabricantes de
pobres, la bandera del “combate a la pobreza”. Lo único
que les queda es quejarse del “clientelismo” (que en el
caso de la asignación por hijo es dudoso), del
aprovechamiento electoral que hará el gobierno (como si
ellos fueran a hacer algo distinto) o, lo más ridículo,
insistir en “universalizar” el ingreso, es decir, que
los millonarios también cobren por sus hijos.
Una objeción un poco más seria es la relativa al financiamiento.
El costo del plan es de unos 10.000 millones de pesos
anuales, que saldrían de las “utilidades” de las
inversiones de la ANSeS. ¡Se roban la plata de los
jubilados!, braman los que defendieron la estafa del siglo
de las AFJPs. En verdad, es plata del Estado, que a los
efectos prácticos es una
sola caja para todo. La cuestión es que ni el gobierno
ni la oposición burguesa quieren tocar el bolsillo de ningún
capitalista. Tampoco éstos ofrecieron su aporte
desinteresado. Hacer foros para criticar la alarmante
pobreza y derramar lágrimas de cocodrilo, como la hipócrita
de Carrió, no le cuesta nada a la oposición burguesa.
Todos fueron defensores de los ingresos de los sojeros
(ningunos pobrecitos, precisamente), y ahora, cuando hubo
apenas un amago de gravar la renta financiera de los parásitos
de la Bolsa, el grito en el cielo de banqueros y oposición
hizo archivar rápidamente el proyecto al gobierno, que
tampoco venía con mucho ímpetu que digamos.
Domesticar pobres para
explotar trabajadores
El gobierno, cautamente, admite que no se busca
“eliminar” la pobreza, sino reducirla
un poco y paliar las situaciones de indigencia
más angustiante. Un objetivo tan modesto igual hizo poner
los ojos en blanco a la progresía local y hasta a la
Iglesia. De hecho, la Curia adhirió en general al decreto,
ya que no era muy distinto del que ellos mismos proponían.
Veamos un poco más detenidamente el tema.
En el fondo, lo que se admite es que los pobres seguirán siendo pobres, porque este ingreso lo que hará
es reproducir un
aspecto central
de su situación estructural, la falta de ingreso laboral,
y dejar como están los otros (carencias de vivienda,
servicios, asfalto, comunicación, etc.). Es decir, a los
que están fuera del “mundo laboral” se los alienta a seguir
fuera del mercado de trabajo.
Algo parecido pasa con los que trabajan en negro, que rondan el 40% de la fuerza laboral. Hasta
aquí llegó la cháchara de la lucha contra el trabajo
informal, la prédica moralizante del Ministerio de Trabajo
y las amenazas inocuas de la AFIP sobre los beneficios del
trabajo en blanco. Los obreros de la fábrica de “Don
Carlos”, el personaje de los spots oficiales, si tienen más
de dos hijos, le van
a pedir por favor que los vuelva a poner en negro. Al
menos, así lograrán un “aumento de salario” (en
realidad, de ingresos) que con las paritarias congeladas de
hoy, ciertamente, no pueden ni soñar. La asignación por
hijo es el entierro definitivo de toda campaña, real o
formal, por el trabajo en blanco.
Y no es de extrañar. Porque un combate real contra la
pobreza –en primer
lugar la pobreza asalariada,
dado que el resto roza la indigencia–
implicaría mejorar los ingresos y las condiciones de
trabajo, y luego dar trabajo a los que no lo tienen con un plan
de obras públicas, por supuesto con todos los derechos.
El gobierno no pretende tal cosa, porque apuntar al pleno
empleo y al trabajo formal fortalecería la situación general de los trabajadores frente a la
patronal. Y el objetivo económico
de todo este paquete es exactamente el
opuesto: sostener y garantizar las condiciones actuales de
explotación laboral.
En efecto, perpetuar el trabajo en negro, fomentar la
precariedad y consolidar una franja estructural de la
población como desocupada (parte del “ejército
industrial de reserva” al que se refería Marx) es el
mejor apoyo posible a los empresarios contra los
trabajadores. La permanencia del ejército de
desocupados funciona como arma de disciplinamiento laboral
(la amenaza de caer al abismo social). El trabajo en negro
limita no sólo los ingresos sino la defensa de las
condiciones laborales, el derecho de agremiación, etc.,
todo lo cual facilita
a la patronal redoblar
la explotación.
Estrangular a los
movimientos sociales
Uno de los blancos evidentes de los anuncios del gobierno
son los movimientos
sociales independientes que hoy gestionan y distribuyen
planes sociales de diversa índole. Los Kirchner buscan
reventarlos con un movimiento de pinzas: por un lado, la asignación por hijo (a cargo
del Estado nacional); por el otro, las cooperativas de
trabajo, con ingresos más interesantes (unos 1.300 pesos)
pero concentrados en las manos de hierro de los intendentes
peronistas. De esta manera, los movimientos sociales que no
fueron cooptados por el gobierno y el Estado se quedarán sin el elemento central que hoy les permite agrupar compañeros: la distribución
de planes de trabajo o puestos en cooperativas. Sin eso,
sencillamente, los movimientos pierden
sustento y razón de existir.
Como explicó uno de los caciques del GBA: “Nunca
nos pareció bien que los planes los manejen ellos [los
movimientos independientes]. Si tenían planes, era porque los
Kirchner se los daban. Esta vez, tanto el otorgamiento
de los empleos como su control están en
nuestras manos, porque así lo dicta el decreto de la
Presidenta, no porque nosotros lo decidimos” (Crítica,
4-11).
Justamente porque está en juego su propia existencia es
que varios de esos movimientos (MUL, FUL, CTD Aníbal Verón,
FPDS y otros) hicieron un acampe en la 9 de Julio desde el
lunes 2 durante 30 horas.
El horror de los medios gorilas por ver la ciudad
bloqueada por pobres es anecdótico. No lo es tanto que como
parte de los conatos de represión
del gobierno nacional (Macri
no tenía ningún prurito: quería
matarlos a todos) haya habido balazos.
Sí, de plomo: nueve balazos, aparentemente al asfalto, mientras la policía molía
a palos a Antonio Vega, un militante de la CTD con HIV. Un
patrullero vino expresamente a llevarse los casquillos, pero
los militantes ya habían juntado las balas deformadas para
llevarlas a la Justicia (Crítica, 4-11).
En parte porque la cosa ya estaba pasando de castaño a
oscuro y sobrevolaba
el fantasma de una represión estilo Kraft en pleno centro,
los Kirchner revieron su postura inicial de “que se queden
a vivir en la 9 de Julio”. Así, se llegó a un acuerdo
con las organizaciones que les permite acceder al programa
de cooperativas sin pasar por las intendencias. Pero no hace
falta aclarar que esto continuará.
Por trabajo genuino en un
plan de obras públicas
Por supuesto que los movimientos sociales tienen el
derecho de defender su tarea y su existencia. Por supuesto
que es más democrático y transparente que la gestión de
la ayuda social la hagan organizaciones independientes en
vez del gobierno o la mafia peronista del Gran Buenos Aires.
Pero la cuestión de fondo es qué
horizonte y qué programa se propone a los cientos de
miles de compañeros que no quieren caer en las garras del
clientelismo peronista y tampoco se conforman con la
asignación estatal.
Tanto el asistencialismo como, en mayor medida aún, el
clientelismo, tratan a los “pobres” (trabajadores o no)
como meros objetos
pasivos, que sólo saben recibir ayuda y a los que sólo
les queda agradecer, votar y seguir calladitos la boca. En
esto coinciden
tanto los Kirchner como la oposición burguesa y hasta, para
su vergüenza, la CTA: ni se sueña con que los
“excluidos” y “pobres” puedan salir del cerco
clientelar/asistencial, paternalista y manipulador, para
transformarse en sujetos plenos capaces de iniciativa, reclamo y control.
Ya lo hemos dicho en su momento con todas las letras, y
cabe reiterarlo: aunque tácticamente
resulte justo defender la cuota de planes, cooperativas,
etc., a un plazo más corto que largo, ésa es una vía
muerta. La
estrategia debe ser otra: pelear
por la inclusión de los compañeros, no como meros objetos
de asistencia pública, sino como sujetos
que quieren ser parte
de la clase trabajadora, de sus organizaciones y sus luchas.
En concreto, eso significa exigir, como medida real de
combate a la pobreza, un plan nacional de obras públicas con control de las organizaciones sindicales y sociales involucradas.
Esas obras, a la vez que dotarán de la infraestructura
necesaria a infinidad de poblaciones, darán puestos de
trabajo efectivos a los compañeros.
Que no nos vengan con cuentos de que los recursos del
ANSeS no dan para todo: ¡la
plata está en las ganancias de los capitalistas industriales,
de los banqueros, de los sojeros, del sistema financiero, de
los acreedores externos! ¡No hay más que leer los balances
públicos de las compañías y de la banca para saber que siguen
ganando fortunas, por más que lloren! ¡Si tanto les
angustian los pobres, que dejen los llantos y las misas y
pongan parte de sus millones!
No pueden pensarse por
separado, como hace la CTA (ni hablar de la CGT), la
defensa de los derechos de los trabajadores y la lucha
contra la pobreza. Para los políticos patronales está muy
claro que se trata de segmentos distintos de una
sola clase, y que lo que se haga en un terreno repercute
en el otro. Los
Kirchner y la oposición ya tienen su
plan común,
aunque discrepen en el detalle de quién
lucrará políticamente con él: algunos
indigentes menos, pobreza eterna, más explotación. Ya es hora de que, de una buena vez, las organizaciones
independientes de los trabajadores con y sin trabajo
formulen un plan propio que realmente beneficie
al conjunto de la clase obrera y que realmente afecte
los intereses de los capitalistas.
Digamos que este “giro ortodoxo” respecto de las
organizaciones sociales va en absoluta sintonía con la política
general del kirchnerismo post 28 de junio de
“hacer los deberes” frente a la patronal y “volver
a las fuentes” conservadoras. Se le niega la
personería a la CTA con el argumento de que “el
modelo de central obrera única funcionó por más de 60
años y va a seguir funcionando” (textual del ministro
de Trabajo Tomada). Con mucho mayor motivo se le niega
el reconocimiento al sindicato del subte, aunque tenga
el apoyo de la abrumadora mayoría de los trabajadores
del gremio. En el terreno electoral, la reforma política
liquida toda veleidad “transversal” del oficialismo
para apoyarse en el rancio y reaccionario aparato del
PJ.
Todos entendieron que lo del lunes 2 y martes 3 se trató
sólo del primer round. Un funcionario del Ministerio de
Desarrollo Social, la cartera de Alicia Kirchner, se
descargó así: “A este
programa no lo manejan ni los intendentes ni las
organizaciones. Ellos se van a poder inscribir, como
todo el mundo, y después
se verá, según las obras que se necesiten. Éste
no es un programa adaptable a la voluntad de cada uno”
(Página 12,
4-11). Más claro, agua: hoy
cedemos porque las circunstancias nos obligan, “después se verá”.