Lamentablemente,
la mayoría de los delegados del Subterráneo de Buenos
Aires terminó aceptando la propuesta del gobierno que les
hace un sinnúmero de concesiones pero a priori frustra
–en lo inmediato– el principal reclamo de la lucha: el
reconocimiento de su nuevo sindicato.
Esta
decisión fue luego ratificada por asamblea de todas las líneas.
Desde ya que el nuevo MAS respeta sin atisbo de dudas la
decisión de los delegados y la base del Subte. Pero esto no
quiere decir que la compartamos.
En
lo que sigue, trataremos fraternalmente de fundamentar
nuestro planteo de que habría que haber insistido en lograr
–de manera inmediata– la inscripción del nuevo
sindicato y que haber aceptado postergar este reclamo ha
sido un grave error.
En
todo caso, creemos que este debate puede servir a la
acumulación de experiencias y aprendizajes de todos: tanto
de los delegados del Subterráneo, como su activismo, el
resto de las experiencias de la vanguardia, los demás
partidos de la izquierda y, obviamente, también el nuevo
MAS, que para nada se siente una secta con la verdad
revelada.
Cambiando de caballo en medio del río
Partamos de los hechos: la circunstancia es que los compañeros
venían realizando una serie de muy contundentes medidas de
fuerza y que mediante el último paro por 24 horas habían
logrado instalar en la palestra nacional el reclamo de su
derecho de organizarse como ellos quisieran. Fue muy
llamativo cómo durante el último paro los medios trataron
de arrancarles declaraciones a los usuarios contra los
trabajadores del Subte... y no lo lograban: ¡una mayoría
social apoyaba su reclamo de reconocimiento ya contra la
patota de la UTA!
Como si esto fuera poco, con su lucha lograron instalar el
tema de la “libertad sindical” como uno de los
principales problemas políticos nacionales: el modelo
sindical quedaba cuestionado. Tan es así que la CGT se
puso nerviosa amenazando con convocar a una movilización
contra la izquierda en el movimiento obrero... Tamaño
despropósito, de haberse consumado, hubiera catapultado
seguramente a las corrientes de la izquierda independiente
hacia un auditorio que difícilmente tengamos habitualmente.
A
tiempo, el gobierno K hizo retroceder este torpe accionar.
Sin embargo, el hecho no dejó de reflejar el estado de
desesperación en el que parecía estar cayendo parte de lo
más granado de la burocracia sindical argentina.
El
acto finalmente no se hizo. Pero la situación continuó al
rojo vivo: el reclamo por la simple inscripción del
sindicato del Subterráneo siguió presente a lo largo de
varias jornadas y todo el foco mediático se trasladó a las
negociaciones en el Ministerio de Trabajo.
Incluso más: durante el fin de semana posterior al último
paro, varios medios de comunicación pusieron como un hecho
cierto que “tres delegados del Subterráneo se reunieron
con Néstor Kirchner en Olivos”. No sabemos a ciencia
cierta si esto fue verdad. Pero en todo caso, lo que
reflejaba la versión, era una inmensa preocupación en el
gobierno alrededor de su política “gremial”: esta
cuestión llegó a abrirle –por unos días– una cierta
crisis política.
En el medio algo pasó: el pliego de reivindicaciones
fue cambiado. Es decir, de un pliego donde la inscripción
del sindicato era el punto fundamental y casi excluyente se
pasó, sin solución de continuidad, a otro donde esto
quedaba en el último escalón. Cambiar el programa de
la lucha en medio del “río” nos parece un grave error
que cometieron los compañeros del cuerpo de delegados (o de
la mayoría del mismo).
Lo obtenido
Lógicamente, el gobierno K algo (o mucho) debía ceder si
es que quería conformar a los compañeros para que
retiraran el hierro candente de la inscripción de su
nuevo sindicato.
Lo que se consiguió es lo siguiente: según el acta que
ha sido hecha pública, lo obtenido en el plano digamos
estrictamente “gremial” es:
a)
El reconocimiento de hecho del cuerpo de delegados
del Subte por un año. Es decir, a los más de 80 delegados
de la “Asociación” se les reconoció la tutela
sindical.
b)
También se le reconoció la potestad de negociar
paritarias.
c)
A cambio de lo anterior, los compañeros se
comprometieron a una “paz social” por un año en materia
de reclamos “sindicales”. Es decir, no pueden hacer
medidas de fuerza por un año para insistir en la inscripción.
Luego están las reivindicaciones estrictamente “económicas”.
No tenemos claro si se acordaron de “palabra”, o si serán
próximamente firmadas. Lo cierto es que hay tres enormes
reivindicaciones económicas que al parecer están por ser
concedidas al Subte:
a)
En primer lugar, los compañeros volverían a tener
–como en el pasado– dos días de franco consecuentes por
semana y no uno solo
como es el caso hoy.
b)
En segundo lugar, obtendrían la jubilación a los 55
años con el 70% de los ingresos en actividad.
c)
Y, en tercer lugar, se les habilitaría una bolsa de
trabajo para que los familiares de los compañeros puedan
trabajar en el Subte.
Desde ya que todo esto no es poco. Lógicamente,
estos reclamos seguramente actuaron como un
“dulce” a la hora de la aprobación del acuerdo en las
asambleas de base. Pero en todo caso, de lo que se trata, es
de hacer una evaluación descarnada
del tema con criterios que no sean puramente
“reivindicativos” sino políticos. Esto es lo que
corresponde en un caso cuando de lo que se trata es de una
pelea que excedió el mero terreno “sindical”.
Pan para hoy y hambre para mañana
El
hecho cierto es que, desde el punto de vista estrictamente
“gremial”, los compañeros obtuvieron su funcionamiento
de hecho como sindicato pero sólo por un año.
Es decir, lo que se ve –al menos por ahora, y salvo que
la “jugada” estrictamente judicial les salga bien, lo
que no hay que descartar, pero depende de un sinnúmero de
factores independientes de la lucha misma– es un
reconocimiento de hecho de su nuevo sindicato (de ahí
la tutela sindical y la capacidad de negociar y firmar
paritarias) pero solamente por el transcurso de un año.
¿Cuál es el problema de esto? Simple: en un año pueden
cambiar todas las condiciones políticas que rodearon este
momento de la lucha y en vez de extenderles el Ministerio
por un nuevo período la tutela... podría acompañar una
eventual ofensiva de la UTA por la cual ésta vuelva a la
carga con su “potestad” sobre los trabajadores del
Subterráneo.
Es decir: el reconocimiento de hecho del sindicato está
marcado por una absoluta precariedad que puede ser pan
para hoy y hambre para mañana. Esto hasta por el hecho
de que las circunstancias que rodean una lucha no
necesariamente se pueden volver a repetir. Como decía el
gran revolucionario ruso León Trotsky, ¡el tiempo en política
es mucho más importante que en gramática!
Pero además, está la maniobra de cambiar
reivindicaciones políticas por económicas: esto es lo que
acaba de ocurrir con las reivindicaciones a las que acabamos
de hacer referencia.
Claro, quién podría no valorar los dos días de franco,
una jubilación digna anticipada o la posibilidad de hacer
entrar a sus hijos en un lugar de trabajo como el Subterráneo.
Sería un marciano o un “izquierdista” de leso
propagandismo.
Pero lo que se les ha escapado a los compañeros es que
este ha sido el mecanismo tradicional para cortarle
las aspiraciones políticas y de independencia al movimiento
obrero.
Haciendo un poco de historia digamos que la segunda
posguerra estuvo plagada de este tipo de mecanismos. Y si lo
propio no ocurre hoy de manera general en las condiciones de
un capitalismo salvaje y neoliberal que no hace concesión
alguna, esto no quiere decir que en casos particulares y
circunstancias excepcionales, la patronal y el gobierno no
puedan optar por conceder esto a cambio de algo más grave
para ellos: la quiebra del modelo de unicato sindical que
le ata las manos al movimiento obrero argentino.
El peligro del “corporativismo”
Lo anterior está ligado a otro gravísimo problema:
obteniendo los compañeros del Subterráneo reivindicaciones
para ellos solos, pero desentendiéndose del resto del
movimiento obrero, los compañeros amenazan con que el
gobierno K tienda una fosa entre ellos y el resto de la
clase obrera...
Esto
en varios planos. Por un lado, el reconocimiento de
“hecho” pero no de “derecho” deja todo el reclamo de
libertad sindical “extra muros” del Subte como está.
Por ejemplo: los compañeros de la UTA que estaban esperando
el resultado de la pelea del Subte por su nuevo sindicato
para pasarse con ellos al mismo, una conclusión que pueden
a sacar ahora es que “el nuevo sindicato no salió” y
que entonces no hay adónde pasarse...
Además, aquí hay otra cuestión: el gobierno, la CGT y
la propia UTA (a su manera) están ahora respirando más
tranquilos porque, formalmente, el nuevo sindicato no ha
sido reconocido. Lo que hay –al menos hasta ahora y en
el caso que la vía judicial no prospere– es un
reconocimiento de hecho que entonces no puede sentar
precedente para el resto del movimiento obrero.
Por último, está el mecanismo –estrechamente
“reivindicativo”– de cambiar reivindicaciones políticas
por económicas. Aquí lo que se pierde de vista es que,
como decía Rosa Luxemburgo, las reivindicaciones más
importantes de los trabajadores con conciencia de clase, son
siempre las que le permiten avanzar en su organización
independiente y conciencia, no las estrictamente económicas.
Por el contrario, muchas veces las concesiones económicas
se utilizan, precisamente, para suprimir la independencia
del movimiento de trabajadores del que se trata.
En
este contexto, insistimos: haber cambiado el pliego
reivindicativo en medio de la lucha ha sido un grave error
que puede tener la consecuencia no sólo de postergar “sine
die” el reconocimiento del nuevo sindicato sino, peor
aún, abrir una brecha por donde la burguesía y el
gobierno se metan para intentar separar a los compañeros
del Subte del resto de los trabajadores.
Sindicalismo a secas o sindicalismo revolucionario
Profundicemos en esto que venimos señalando un poco más.
La realidad es que en un contexto donde los compañeros del
Subte instalaron su reclamo como uno de los principales
problemas políticos de la agenda nacional, el cuerpo de
delegados terminó quedando por detrás de la
realidad que ellos mismos habían generado: se movieron
con un criterio de mero “sindicalismo” en vez de
responder a las exigencias planteadas.
Es decir, estaban dadas todas las condiciones políticas
para obtener la inscripción del nuevo sindicato ya. Y
obtenerlo como subproducto directo de la lucha. Además,
aprovechando el franco apoyo de la enorme mayoría de los
trabajadores del país, los compañeros hubieran sentado
un precedente que hubiera ayudado al resto de los
trabajadores que tanto los han venido apoyando en su lucha a
lo largo de estos años.
Pero los compañeros cometieron el error de quedar de “espaldas”
a este sentimiento: su reconocimiento de hecho no alcanza
para ayudar a desatarle las manos al resto de los
trabajadores argentinos que también pueden querer recorrer
el camino de la libertad sindical.
Esto nos conecta con otra cuestión: la idea de que las
reivindicaciones se obtienen “paso a paso”, “una
cosita hoy y otra más adelante”... Lamentablemente, en un
sector de los delegados del Subte, se ha ido imponiendo una
lógica “reformista”
donde lo que se pierde de vista es el objetivo de ir hacia
un nuevo movimiento obrero.
La novedad y
especificidad de este mecanismo tiene que ver con que hace décadas
que entre los trabajadores ni siquiera se obtienen reformas. Es
decir, lo que ha hecho la burocracia sindical , es
administrar un retroceso histórico en las conquistas de la
clase obrera. O, en todo caso, llevar adelante –como en
los últimos años– disputas por porcentajes salariales, o
peleas de “bolsillo” por encuadramiento sindical como
Moyano, y que no lo hace a éste un “ejemplo” (como
lamentablemente, llegó
a decir uno de los principales delegados del
Subte).
Pero justamente cuando la actual pelea (y discusión)
sobre el modelo sindical se ha puesto sobre la palestra, no
se puede tratar entonces de “encapsular” todo en los
estrechos límites de la obtención de reivindicaciones
parciales para un solo sector: se trata de elevarse a la
perspectiva de una unión mucho más estrecha entre las
reivindicaciones económicas, las sindicales y las políticas,
poner en práctica elementos de un sindicalismo clasista y
revolucionario.
Porque lo meramente “reivindicativo” es precisamente
la tradición que marcó a la clase obrera argentina a
comienzos del siglo XX y luego se perdió: primero de la
mano de las traiciones del PC en la década del 30 y luego
del sindicalismo peronista.
Es un hecho que la clase obrera argentina es muy
combativa. Pero todavía está marcada por un enorme “reivindicacionismo”.
Por esto, es un hecho completamente verdadero que la más de
las veces sostener reclamos “políticos” es muy difícil.
Pero si alguien podría haberlo logrado era el cuerpo de
delegados del Subte. Opinamos fraternalmente que su cambio
de programa en el medio del río tuvo una influencia
fundamental en que la base votara como votara a favor del
acuerdo.
Transformar los errores en lecciones estratégicas
En fin: este error de los compañeros no quiere decir que
todo esté perdido ni mucho menos. La pelea por la recomposición de la vanguardia y parte de la clase obrera
argentina está pegando un salto y seguramente tendrá
nuevos capítulos.
En un sentido profundo, va mucho más allá del Subte.
Incluso no hay que descartar que por un “golpe de
suerte” la inscripción del nuevo sindicato sea lograda
judicialmente, lo que sería –de todo modos– un
triunfo si bien algo “mediatizado”, pero triunfo al fin.
En todo caso, en el recorrido de esta experiencia de la
recomposición, se trata de ir aprendiendo de los errores
cometidos para transformarlos en lecciones estratégicas.
Porque de esta manera seguramente se comenzará a comprender
mejor qué significa un sindicalismo clasista y
revolucionario para el que se vienen acumulando cada vez más
condiciones.
Es “increíble” como con cartelones rojos y otras
formas los medios salieron instantáneamente a informar
que el Subte había levantado la lucha sin obtener el
nuevo sindicato.
Señalemos de paso que la apelación judicial de este
reclamo ya había tenido el fallo favorable en dos
instancias donde se conminaba al Ministerio de Trabajo a
que resuelva acerca del punto. En todo caso la vía
judicial sigue abierta y el acta lo señala
expresamente. Pero habrá que ver ahora si la
“justicia” es tan “independiente” como
habitualmente se dice.
El compañero Néstor Segovia hizo llegar a nuestra
redacción un comentario respetuoso pero muy crítico
por la posición de nuestro partido acerca del acuerdo.
Por otra parte, otros delegados nos hicieron llegar
“informalmente” su opinión de que nuestra posición
era una emitida “desde afuera” de las circunstancias
y presiones que tienen los compañeros del Subte.
Humildemente respetamos todas estas posiciones, más
viniendo de compañeros importantes dirigentes de la
nueva generación obrera del país, pero no las
compartimos. Y nuestra obligación como corriente
revolucionaria es sentar posición con total honestidad.
No es por nada que el Ministerio de Trabajo, entre
“gallos y medianoche” le acaba de reconocer a la UTA
un nuevo Estatuto donde taxativamente se señala que el
Subterráneo de Buenos Aires está “bajo su jurisdicción”
(cosa que en el viejo no figuraba con tal claridad...).
Este es uno de los argumentos fundamentales de su clásico
texto “¿Reforma o revolución?”. Es decir,
Luxemburgo afirma aquí la justeza de la pelea por
reformas (lo contrario sería puro sectarismo) pero
siempre en la perspectiva e indisolublemente ligado a la
pelea por la transformación revolucionaria de la
sociedad.
Decimos “reformista” con todo el cuidado de que
consideramos que –hasta el momento– el conjunto del
cuerpo de delegados del Subterráneo está compuesto por
compañeros independientes de todo aparato más
allá de las equivocadas “ideologías” populistas
que se están armando en la cabeza de algunos de
ellos...