Al
escribir este artículo la Cumbre Climática de Copenhague
estaba en terapia intensiva y con pronóstico
reservado. El diario Le
Monde del lunes 14, informaba que las delegaciones se
tomarían “una semana para remontar las divergencias”. Y
se esperaba la llegada de “más de 110 jefes de estado
para proseguir las negociaciones hasta el viernes”. (Le
Monde, cit.)
¿Por
qué se pelean y no pueden ponerse acuerdo los “salvadores
del planeta” reunidos en Dinamarca?
“A
pesar de la distribución el 11 de diciembre, a las
delegaciones presentes, de un texto de síntesis de
siete páginas, el desacuerdo persiste entre los países
industrializados y los países ‘en desarrollo’. Este
‘compromiso’ tiene la finalidad de limitar el alza de la
temperatura del planeta entre 1,5 Cº y 2 Cº (la cifra
definitiva está a definir) y para eso, como medio
principal, plantea la reducción de las emisiones de CO2
[anhídrido carbónico] que producen el ‘efecto
invernadero’. Pero subsiste un escollo: ¿cómo se
repartirán los esfuerzos?” (Le Monde, cit.) ¿O
sea, quién se hará cargo de los costos de este desastre?
Hay
que aclarar que este “texto de síntesis”, con el que se
esperaba lograr un consenso, está a años luz de enfrentar
en serio y de conjunto al complejo proceso de degradación
del medio ambiente que amenaza a mediano plazo la
supervivencia de la humanidad: un proceso que no se reduce sólo
al “efecto invernadero” por obra del exceso de CO2
y otros gases contaminantes.
Como
su predecesor, el “Protocolo de Kyoto” de 1997, el
proyecto en danza en Copenhague se limita a tratar de
reducir un cierto porcentaje de esas emisiones, lo que es
casi como recetar una aspirina para enfrentar un cáncer.
Además, está el precedente de que el tratado de Kyoto no
fue cumplido por varios de los mayores envenenadores
mundiales. En primer lugar, EEUU –el mayor contaminador
mundial per cápita– se negó a ratificar ese pacto. Y una
buena cantidad de países que lo ratificaron, como Canadá
por ejemplo, no lo cumplieron.
¿Quién
va a garantizar que no pase lo mismo, si de Copenhague sale
finalmente un nuevo acuerdo? Por lo pronto, la delegación
de EEUU se opone decididamente a que cualquier cosa que se
firme sea “vinculante”: o sea que haya alguna obligación
de cumplirla.
Pelea
EEUU versus China disimula la responsabilidad de fondo del
capitalismo
“La
posiciones divergentes en la Cumbre Climática han
cristalizado en un conflicto que opone a China y EEUU, que
son respectivamente el primero y el segundo contaminador del
planeta.”(Le Monde, cit.)
Aclaremos
que este ranking se invierte según cómo se mida. En
términos absolutos, China, efectivamente, es el país que más
contamina. Pero si consideramos las cifras por habitante,
EEUU gana de lejos el siniestro campeonato. En efecto, EEUU
emite anualmente 20 toneladas de CO2 por cabeza,
mientras que China, sólo 5,8 toneladas.
Con
distintas divergencias (algunas importantes), el resto de
los gobiernos parece haberse alineado en uno u otro bando:
China encabeza a los “países en desarrollo” y EEUU a
los “industrializados”. ¡Los máximos envenenadores
tienen así la batuta! Y el “reparto de los esfuerzos”
lleva a desacuerdos que hasta ahora no se han podido saldar.
En
verdad, las peleas a grito pelado en Copenhague entre las
delegaciones yanqui y china esconden sus respectivas
responsabilidades y, además, de que se trata de una riña
entre socios. Efectivamente, es la sociedad entre
las corporaciones occidentales y los burócratas del PC
chino (hoy convertidos en billonarios) la que ha promovido
las formas más contaminantes de producción en aras del
“menor costo”.
Dicho
de otra forma: es la producción capitalista –el modo de
producción que tiene como objetivo no la satisfacción de
las necesidades humanas sino la ganancia– la que tiene la
responsabilidad última.
Por
supuesto, en las delegaciones que están en Copenhague nadie
habla de esto. Por eso, sólo se discuten las dosis de
aspirina para el cáncer y sobre todo quién va a pagar la
cuenta de la farmacia.