La
televisión mundial está dando, como de costumbre, una
imagen falseada de la realidad. En el caso de Haití, es aún
más indignante dadas las circunstancias. Con un trasfondo
racista apenas disimulado, nos hacen la pintura de un pueblo
sufriente pero “ignorante” y “bárbaro”, incapaz por
sí mismo de “poner orden” después del terremoto, lo
que hace necesario redoblar la ocupación colonial, ahora
con la invasión yanqui.
Por supuesto, nadie relata el bicentenario castigo que el
capitalismo y el imperialismo impusieron al pueblo haitiano
por haber realizado la única revolución social triunfante
de esclavos en la historia. Tampoco se informan cosas más
recientes, como las importantes luchas obreras,
estudiantiles y campesinas, y de rechazo a la ocupación
colonial y al gobierno títere de Preval, que se
desarrollaron durante el 2009.
Una
nueva clase obrera superexplotada
La “globalización” del capitalismo, iniciada en los
80 y triunfante en los 90, significa, en primer lugar,
“piedra libre” para buscar mundialmente, sin
“trabas” nacionales, los lugares donde puede imponer la
explotación más salvaje a los trabajadores. China, con
salarios miserables y superexplotación brutal, es el mayor
ejemplo, pero no el único.
En Haití, en mucho menor escala, se ha dado algo
parecido. En la década pasada, el gobierno yanqui impuso a
Haití la creación de “zonas francas” donde se instalarían
luego fábricas de última generación, principalmente
textiles. Estas maquilas emplean hoy casi 30.000 obreros y,
contradictoriamente, a pesar de la crisis mundial, no
parecen estar en retroceso. El secreto es que pagan los
salarios más bajos del mundo (aún menores que los de
China o las maquilas latinoamericanas) e imponen los
ritmos de trabajo más infernales.
Pero el capitalismo, al hacer esto, ha creado algo que no
existía en la sociedad haitiana: una nueva clase obrera,
una clase trabajadora joven y “moderna”, en medio de un
atraso con elementos de barbarie y bajo un régimen político
de ocupación colonial.
Importantes
luchas obreras y estudiantiles
En el 2009, esto comenzó a expresarse en importantes
luchas obreras. Y, además, en este “cóctel explosivo”
se mezcló un elemento de suma importancia: un movimiento
estudiantil universitario radicalizado, que apoyó las
movilizaciones obreras y que además reclama el cese de la
ocupación colonial. Ya había sectores estudiantiles que
venían en conflictos desde abril.
En mayo de 2009, comenzó una batalla obrera que tendría
casi inmediatamente consecuencias políticas, derivando en
un enfrentamiento directo al gobierno y las tropas de la
MINUSTAH, que se fue prologando, con intermitencias, casi
hasta fin de año. En la represión de estas luchas, las
tropas de ocupación, comandadas por los militares del
progresista Lula, asesinaron o hirieron a decenas de obreros
y estudiantes.
La lucha se inició con la exigencia de un aumento del
salario mínimo de 75 gourdes (1,8 dólares) diarios a 200
gourdes. Al mismo tiempo que comenzaron paros totales y
parciales que duraron casi quince días, miles de
trabajadores hacían diariamente manifestaciones en las
calles de Puesto Príncipe junto con los estudiantes.
Estas presiones obligaron en julio al “Congreso” a
conceder el aumento del salario mínimo a 200 gourdes. Pero
el “gobierno” de Preval vetó ese aumento para la
industria textil, que es el sector más numeroso, rebajándolo
a 125 gourdes. El 17 de agosto, el “Congreso” aceptó
ese veto.
Lógicamente, todo esto terminó de politizar la lucha,
derivando en un enfrentamiento directo a la ocupación
colonial y su gobierno títere, que se prolongó hasta
agosto, donde se desencadenó una brutal represión de la
MINUSTAH, se prohibieron las manifestaciones y fueron
encarcelados numerosos luchadores obreros y estudiantiles.
También muchos activistas fueron despedidos.
Los despidos significaron una seria derrota para el nuevo
movimiento obrero. Pero no implicaron el cese de la lucha
política contra el infame gobierno títere y la ocupación
colonial.
El 18 de noviembre se conmemora la batalla de Vertières,
donde en 1803 los haitianos derrotaron definitivamente a las
tropas francesas. Ese día, los estudiantes volvieron a
salir a la calle, produciéndose nuevos choques con la policía
y la MINUSTAH.
En síntesis: la situación de Haití previa al terremoto no
era precisamente de “paz social”, ni de aceptación
resignada de la esclavitud colonial. Ahora, preventivamente,
el imperialismo yanqui quiere agregar un nuevo grillete a
las cadenas que soportan los trabajadores y el pueblo
haitiano.
¡No lo permitamos!