Aunque desde hace seis años las tropas de la ONU
ocupaban el país, EEUU ha decidido efectuar una segunda
invasión por cuenta propia y sin siquiera hacer la
farsa de “consultar” a los anteriores ocupantes.
En el año 2004, se produjo una intervención militar
conjunta de EEUU, Canadá y Francia que, con el pretexto de
“poner orden”, derrocó al presidente Jean-Bertrand
Aristide, líder del movimiento nacional-populista Fanmi
Lavalas. Luego, como de costumbre, entró en escena la
bendita ONU, para legalizar el atropello imperialista. Se
votó, en el Consejo de Seguridad, la creación de la MINUSTAH
(del francés, MIssion des Nations Unies
pour la STAbilisation en Haïti).
En esa ocasión, tanto para evitar un mayor rechazo
continental y mundial, como para dejar a EEUU más tropas
disponibles para Irak y Afganistán, la ONU votó que la
tarea sucia la hicieran principalmente tropas
latinoamericanas. El “progresista” Lula se puso al
frente, secundado por su amigo el “nacional y popular” Néstor
Kirchner.
Así la MINUSTAH, comandada por Brasil, con la participación
de tropas de Argentina y de otros gobiernos
“progresistas” latinoamericanos como los de Uruguay,
Paraguay, Bolivia y Ecuador, venía garantizando la ocupación
colonial de Haití. En la MINUSTAH también había tropas de
Francia y en menor número de EEUU. Desde entonces, bajo su
protección, se han sucedido los gobiernos títeres, que
reportan en línea directa a la Embajada de EEUU en Port-Au-Prince.
Pero ahora el imperialismo yanqui parece haber decidido
dejar de lado a sus subalternos de la MINUSTAH, sin siquiera
molestarse en avisarles. Primero, envió tropas que se
apoderaron del aeropuerto a punta de pistola. Luego, tanto
por aire como por vía marítima, inició una invasión en
regla con los “marines”. Para que no hubiese dudas de lo
que vienen a hacer a Haití, la Casa Blanca anunció que sus
tropas no tienen como misión realizar “tareas
humanitarias”, sino “garantizar la seguridad”.
La cosa ha sido tan brutal que Francia (que sigue viendo
en Haití a una de sus colonias), Brasil (que comanda la
MINUSTAH) y la Unión Europea pusieron el grito en el cielo.
EEUU, después de apoderarse del aeropuerto, lo cerró a los
vuelos que no fuesen norteamericanos. Desde entonces, ningún
avión, incluidos los de Brasil, Francia y otros países de
la MINUSTAH, puede operar sin permiso de los militares
yanquis. Francia se quejó de que el aeropuerto de Puerto Príncipe se haya
convertido en un “anexo de Estados Unidos”. Asimismo,
Brasil, que con 1.700 soldados dirige el contingente de la
ONU, anunció que no va a ceder su mandato a ningún otro país.
Pero donde
manda capitán, no manda marinero... Finalmente Lula y
Sarkozy metieron el rabo entre las piernas. La respuesta de
Washington, detrás de las frases diplomáticas, fue
tajante: seguirá haciendo lo que se le dé la gana.
De este modo, después del golpe en Honduras y la
instalación de las siete bases en Colombia, la ocupación
militar directa de EEUU en Haití pone más al
rojo vivo la intromisión del imperialismo yanqui en América
Latina.
¿“Seguridad” de qué?
La intervención militar directa de EEUU para
“garantizar el orden” tiene varias causas.
El primer lugar, está la razón geopolítica de que el
imperialismo yanqui considera al Caribe como una especie de lago
o mar interior de EEUU, con derechos sobre todo lo
que contiene. Ésta es, por ejemplo, una de las razones no
menores por las que hasta ahora ningún gobierno de EEUU ha
accedido a llegar a un “modus vivendi” con Cuba, dado su
intolerable grado de independencia.
Dentro del Caribe, Haití ha sido siempre considerado y
tratado por EEUU como un protectorado colonial de su
propiedad, por más que Francia proteste y exhiba
blasones esclavistas más antiguos que los de la Casa
Blanca. En ese marco, Haití fue invadido repetidas veces
por EEUU. Víctima de una larga ocupación militar yanqui
desde 1915 a 1934, la mayoría de sus gobiernos posteriores
han sido dictaduras sanguinarias auspiciadas por Washington,
como las de “Papá Doc” Duvalier y su hijo “Baby Doc”,
que duraron desde 1957 a 1986.
No es de extrañar, entonces, que el reflejo inmediato de
la Casa Blanca haya sido enviar los “marines”.
Pero este reflejo básico se ha visto especialmente
reforzado por la situación político-social de antes
y después del terremoto.
El hecho es que el “gobierno” de René Preval –ex
colaborador de Aristide y ex dirigente del Fanmi Lavalas,
hoy totalmente entregado al imperialismo yanqui– prácticamente
desapareció con el sismo. No sólo se derrumbó el
palacio presidencial, sino también el gobierno mismo. Un
corresponsal europeo pinta bien esta situación: “El
gobierno, que mantuvo en los primeros días una reunión al
aire libre, está prácticamente desaparecido y el vacío
de poder creado en el país es más que evidente. Por
eso, muchos consideran que, con el desembarco masivo de sus
tropas, será EEUU quien tome las riendas del país.”[1]
Pero este “vacío de poder”, generado por el sismo y
la incapacidad absoluta demostrada por Preval para hacer
frente a la situación, se da peligrosamente después de un crecimiento
importante, en todo el 2009, de las luchas obreras,
estudiantiles y campesinas, y de rechazo a la ocupación
colonial y su gobierno títere.
Efectivamente, uno de los motivos de la invasión de Haití
es “garantizar la seguridad” de que ese “vacío de
poder” no deje asomar finalmente una alternativa obrera
estudiantil y campesina, independiente del imperialismo.
Notas:
1.- “El Gobierno haitiano es el
gran ausente en la crisis”, El Periódico, Barcelona,
21/01/10.