Al
cumplir un año en la Casa Blanca, Obama ha recibido un duro
golpe electoral, que refleja su creciente debilitamiento.
En la
elección realizada el pasado martes 19 en el estado de
Massachussets, los republicanos ganaron la banca del Senado
que había ocupado durante 47 años el difunto Ted Kennedy y
así le arrebataron la mayoría a los demócratas en esa cámara.
En
la última elección general –realizada junto con las
presidenciales del 2008 en que triunfó Obama– los diez
congresistas demócratas del estado habían ganado sin
oposición. Para el Senado, Ted Kennedy y el ex candidato
presidencial John Kerry ganaron por 10 puntos de diferencia.
La
derrota de la candidata demócrata a manos de casi
desconocido candidato republicano, fue un impresionante
“voto castigo” a la gestión de Obama, doblemente
significativo porque Massachussets es un estado que siempre
votaba tradicionalmente a los demócratas.
Para
entender qué refleja este hecho, publicamos parte de uno de
los capítulos de “Obama:
¿el Roosevelt que no fue?”, un artículo de
Roberto Ramírez, que aparecerá en la próxima edición de
la revista Socialismo
o Barbarie (Nº 23).
Polarización
desde la derecha: Obama en una situación política
progresivamente debilitada
El
mini-reformismo de Obama comienza siempre con magníficos
discursos: es un superstar, un actor-orador
excepcional que contrasta con su torpe y analfabeto
predecesor George W. Bush. Pero, después que Obama habla,
hay que preguntarse qué es lo que dijo y propuso realmente.
Al pasar de las frases bonitas a las medidas concretas,
su discurso se reduce a nada o casi nada: a propuestas
menores que, para colmo, muchas veces ni se llevan a cabo o
quedan aun más reducidas si finalmente se hacen realidad.
Las
ilusiones, esperanzas y promesas han ido quedando así en el
camino: la creación de empleos, la reforma del escandaloso
sistema de salud, la ley para facilitar la sindicalización,
la regulación del sector financiero, la pérdida de las
viviendas por ejecuciones hipotecarias, la legislación
sobre cambio climático, etc., etc.
La
política de Obama ha sido tratar de recomponer una perdida
“unidad nacional”, que ya había quedado atrás en la
primera presidencia de Bush. Para eso, ha intentado armar
una especie de administración bipartidista demócrata-republicana,
buscando “consensos” a toda costa, y cediendo a las
presiones tanto de los republicanos como de las
corporaciones. Pero el resultado de eso no ha sido un
“gobierno fuerte” de “unidad nacional”, sino ir
perdiendo por abajo el apoyo popular.
Esto
ha puesto a Obama en un curso de debilitamiento político.
Cada día que pasa se va erosionando por uno u otro
costado, a su derecha y a su izquierda. Y esto no es
compensado por haber evitado -paradójicamente, junto con
Bush- una debacle financiera. Lo que pierde a su
“izquierda” -las esperanzas de reformas
“progresistas”-, no lo recupera bajo la forma de apoyo
desde su derecha.
Desilusión
entre sus votantes, pero sin grandes movilizaciones que
presionen desde abajo
Por
un lado, viene perdiendo el apoyo de quienes fueron sus
partidarios, que no sólo lo votaron sino que conformaron un
esbozo de movimiento político que expresaba
un rechazo creciente y masivo en las nuevas generaciones al
neoconservadorismo republicano que había predominado con
Bush y, en general, a las ideologías reaccionarias en boga
desde los ‘80.
Hoy,
una profunda desilusión recorre los sectores
juveniles, populares, y de trabajadores y “minorías” (afroamericanos
y latinos) que lo votaron. Como señalamos, las promesas
electorales de Obama no eran muy avanzadas y conformaban
apenas un neoliberalismo “light”. ¡Pero ni
siquiera eso está cumpliendo! Obama, directamente, ha
archivado algunas promesas (como la de facilitar la
sindicalización). A otras, ha dejado que la derecha
republicana y los lobbies corporativos las vayan
reduciendo a su mínima expresión; tal es el caso, de la
reforma del sistema de salud.
Para
enfrentar esta situación, habría necesitado apoyarse en
la movilización social y política de sus votantes.
Pero Obama no quiere, de ninguna manera, revolver el
avispero, ni siquiera para hacer mínimas presiones
sobre los intereses corporativos. Y, por su parte, el
movimiento obrero y de masas de EEUU, después de unos
primeros síntomas alentadores el año pasado, no está
hoy en pie de lucha.
Obama
no desea de ninguna manera incentivar al movimiento de
masas, aunque si cambiase esta situación y se movilizara,
trataría quizás de montarse en él, para utilizarlo y
sobre todo mantenerlo bajo control y cooptar a sus
direcciones, como hizo Roosevelt.
Pero
esto es “música del futuro”: hoy, un determinante
fundamental de la situación política de EEUU
es este hecho de que las masas obreras y los sectores
populares están mucho más atrás que los de
Europa y América Latina en materia de movilizaciones y
luchas. Los incumplimientos de Obama, a quien votaron
masivamente, hasta ahora no han generado grandes acciones ni
movilizaciones de reclamo, sino una fría y enorme
desilusión.[1]
Por
supuesto, contradictoriamente, la pérdida de confianza en
Obama -y en que él, desde arriba, arreglaría todo- es
también una premisa necesaria para que los sectores
castigados por la crisis comiencen finalmente a reclamar por
cuenta propia, en forma independiente. Pero estos
procesos nunca son inmediatos ni automáticos. Hacer la
“digestión” de fiascos como éste, lleva tiempos difíciles
de predecir.
No
hay “unidad nacional” burguesa en torno a Obama y la
derecha retoma la iniciativa
Sin
embargo, mientras eso sucede a la “izquierda” de Obama,
la derecha -mayoritariamente encuadrada por los republicanos
pero con sectores más extremistas fuera de control- no ha
perdido un minuto en pasar a la oposición sistemática
en el Congreso y también a la movilización en las
calles.
Es
que la conducta de Obama no le atraído el apoyo de los
sectores a su derecha. Por el contrario, hoy es la
derecha quien ha pasado al ataque, tanto en las calles
como por arriba. La situación la resume bien una publicación
de izquierda: “La derecha está a la ofensiva; y
los demócratas la dejan seguir adelante...”[2]
Dicho
de otra manera: hoy el principal polo político
frente a Obama no se ha instalado a su izquierda -desde las
masas trabajadoras y populares que mayoritariamente lo
votaron-, sino a su derecha.
La
derecha, en sus distintas expresiones, ya sea del Partido
Republicano o de sectores aún más cavernícolas, después
de quedar apabullada en las elecciones, ha ido
progresivamente pasando a la acción y ganando la calle.
Comenzó con movilizaciones de grupúsculos de extrema
derecha -muchos directamente fascistas-, tolerados o
auspiciados desde la alturas del Partido Republicano,
especialmente desde la corriente neoconservadora que gobernó
con Bush (hijo).
Esto
ha ido en crecimiento: el 12 de septiembre desfiló en
Washington una movilización estimada, según diversas
fuentes, entre 70.000 y 100.000 personas: una manifestación
que -según el corresponsal de The Guardian de
Londres, simpatizante de Obama- “sorprendió por su
tamaño”.[3]
Pero
no hubo sorpresas en el contenido político delirante
de la marcha, presidida por la consigna “Stop Socialism”,
y con pancartas donde Obama aparece como el Che Guevara y
denuncias que desde la Casa Blanca se auspicia el
“comunismo” y el “socialismo”, que reciben ahora el
nombre de “obamunismo”. La marcha, casi
totalmente de blancos, mostró también que el racismo
se ha exacerbado con la elección de un presidente “de
color”.
La
marcha de Washington fue precedida por un vasto despliegue
de movilizaciones locales (town hall rallies). Entre
ellas se destacan las convocadas por los Tea Party
Patriots, donde confluyen otras organizaciones de
derecha y extrema derecha. Este nombre de “Tea Party” de
por sí tiene un aire "subversivo". Es que el 16
de diciembre de 1773 tuvo lugar en Boston el denominado Motín
del Té (que pasó a la historia como el “Boston Tea
Party”). Este incidente fue el prólogo de la guerra
de independencia.
En
estos Tea Parties y otras movilizaciones de derecha,
comienzan también a oírse exhortaciones poco
disimuladas al asesinato de Obama. Se lo hace citando
una frase de Thomas Jefferson, prócer de la Independencia:
“El árbol de la libertad debe ser regado cada tanto con
sangre de patriotas y tiranos. Es su abono natural.” Van,
entonces, a las manifestaciones con carteles que dicen eso.
No se menciona directamente al presidente, pero se
sobreentiende que el “tirano” de hoy es Obama (y, además,
¡un tirano negro y “socialista”!).
Esto
llegó al colmo el 11 de agosto en New Hampshire. Mientras
Obama daba un discurso en el town hall (ayuntamiento,
municipio), apareció una contramanifestación de derecha,
con hombres que llevaban armas ostensiblemente... y carteles
con la cita de Jefferson. Increíblemente, la policía local
no los detuvo. Sólo cuidó que no se acercaran a Obama.[4]
Hoy
gran parte de estos sectores -que son esencialmente de
“clase media” blanca y de mediana edad-, están siendo
golpeados por la crisis, pero además vienen en declive
desde hace mucho tiempo. “Detrás de todo ese
descontento -señala un observador-, hay problemas reales.
La crisis no comenzó con la caída del sector financiero
del 2008. Durante años, la economía de EEUU estuvo en
constante transformación. La pérdida de la base
manufacturera no sólo resultó en la pérdida de empleos,
sino también en una dramática dislocación social de
muchas comunidades antes prósperas y estables... Durante
los ’90, a pesar de las ganancias de Wall Street, muchos
estadounidenses de clase media fueron exprimidos... El
trauma del 11 de septiembre, quitó la sensación de
seguridad... A eso se añadieron las tendencias racistas,
estimuladas por el gran número de inmigrantes del sur, el
temor a nuevos extranjeros (desde el 11/09, los musulmanes)
y la persistencia del sentimiento antinegro, y ya están los
ingredientes de un caldo letal que ahora está comenzando a
hervir.”[5]
La
agitación racista se mezcla, en el caso de Obama, con la
difusión masiva de “teorías conspirativas” -algo
típico aunque no exclusivo de EEUU-; teorías que calan en
los sectores políticamente y culturalmente más atrasados.
EEUU
constituye un fenómeno complejo y único entre los países
“desarrollados”. Su dominio mundial contrasta con el
provincianismo extremo de una parte considerable de su
población (especialmente la del centro y sur del país).
Esto se refleja en el mapa político y electoral, donde
suele haber contrastes entre la regiones “ilustradas” y
cosmopolitas (las costas Este y Oeste y los estados al norte
en los Grandes Lagos) y el atraso del llamado Bible Belt
(Cinturón Bíblico) del centro y sur del país. El
extraordinario desarrollo científico-técnico de EEUU
desentona con ese fenomenal atraso cultural e ideológico de
millones, con la cabeza llena de creencias “bíblicas” y
otros disparates que dejan estupefactos a latinoamericanos y
europeos. Así, hay mucha gente a la que se le puede
hacer creer literalmente cualquier cosa, desde el púlpito
o la pantalla de TV (que en EEUU a veces son lo mismo).
Por
supuesto, este atraso cavernícola ha sido cuidadosamente
cultivado por el establishment, especialmente desde
la “Revolución Conservadora” de Reagan, que se ocupó
no sólo de poner en marcha el neoliberalismo y aplastar al
movimiento obrero, sino también de combatir la radicalización
ideológica de los ’70. Para eso, llueven dólares sobre
los ejércitos de evangelistas, charlatanes racistas de la
TV (como los de la cadena Fox), jefes de sectas de derecha
y, en general, esa numerosa fauna que en EEUU vive de
idiotizar a los sectores cultural y políticamente más
atrasados de la población, y hacerles creer desde la cercanía
del segundo advenimiento de Cristo, hasta que Obama es
socialista.
Uno
de los tantos ejemplos de combinación de campaña racista
con teorías conspirativas lo da Mark Williams, dirigente
del movimiento Tea Party y de la movilización de
Washington. Sostiene públicamente uno de los mitos racistas
que se agitan cada vez más contra Obama: el presidente no
es ciudadano norteamericano, sino de nacionalidad indonesia,
y además, secretamente, de religión islámica.[6] Otra
variante de las “birther theories” (teorías del
nacimiento) de Obama, es que nació en África y no en
Hawai. Así, un afiche difundido por la derecha dice, sobre
el fondo de un mapa de África: “Hawaii is in Africa!”
Obama sería la cabeza de una vasta conspiración para
apoderarse de Estados Unidos, y entregarlo a los inmigrantes
y a las Naciones Unidas. Sacarlo de en medio sería un deber
patriótico.
El
repertorio de teorías conspirativas se ha ampliado con las
protestas de la derecha contra la reforma sanitaria -una
“lucha” financiada obviamente por las farmacéuticas,
las aseguradoras y las clínicas privadas-. En este caso se
afirma que, imitando al sistema “socialista” imperante
en Canadá y Europa, la reforma del sistema de salud va a
establecer “death panels” (“comisiones de la
muerte”). En ellas, los funcionarios del estado (por
supuesto, “comunistas-obamunistas”), dispondrán quiénes
serán curados y quiénes morirán. Y ha sido nada menos que
Sarah Palin, ex candidata republicana a la vicepresidencia,
uno de los personajes que ha lanzado a rodar esta patraña,
que es creída a pie juntillas por millones de
norteamericanos.
“Hasta
hace poco -advierte un analista de izquierda-, las teorías
conspirativas eran el medio de vida de grupos de extrema
derecha, que clamaban que se estaban preparando para
defender la soberanía de EEUU contra los intentos de
apoderarse del país de los inmigrantes o la ONU.... Pero es
la primera vez que son avaladas por los líderes del otro
gran partido capitalista, como Sarah Palin o senadores
republicanos como Chuck Grassley. [...] Nunca antes turbas
de linchadores han sido movilizadas por uno de los dos
grandes partidos burgueses contra los representantes electos
del otro, asociándose además con amenazas de violencia
armada contra las instituciones democrático-burguesas.”[7]
En
todo esto, un elemento políticamente muy significativo es la
actitud de Obama ante semejantes ataques de la derecha
racista.
Recientemente
el ex presidente demócrata Jimmy Carter (1977-81) salió al
cruce de ellos, subrayando el descarado racismo que
transpiran. En una entrevista por la NBC, Carter denunció
“que una aplastante mayoría de esa gran animosidad contra
el presidente Barack Obama se basa en el hecho de que es un
hombre negro, un afroamericano”.[8]
Pero
Obama, en vez de respaldar a Carter que había salido en su
defensa, lo desautorizó públicamente, haciendo
bromas de mal gusto a costa de él, en un programa de TV.[9]
Por supuesto, nadie esperaba que Obama fuese un Malcolm X.
¡Pero ha resultado un completo Tío Tom!
Los
ataques desde la derecha a Obama también incluyen temas de
política exterior. Sin embargo aquí la situación es más
contradictoria: la escasa popularidad de las guerras en
Medio Oriente lleva a la paradoja de que incluso sectores
conservadores (aunque minoritarios) estén a favor de irse.
Al
mismo tiempo, es un tema importante de ataque desde la
derecha su política en América Latina, bajo la acusación
de ceder ante el peligro del “comunismo” castro-chavista,
lo que encuentra cierto eco en sectores de origen cubano y
cipayos de otras comunidades hispanas residentes en EEUU. La
campaña, que arreció con el golpe de Honduras, es que
Obama es “kerenskista”: es decir, actúa con debilidad
frente al peligro rojo en Latinoamérica, igual que Kerensky
en la Revolución Rusa frente a Lenin y Trotsky.[10]
¿Giro a la derecha?
Un
reflejo de la desilusión con Obama y de la polarización
instalada desde la derecha se manifestó en las elecciones
del martes 3 de noviembre, a un año de ser electo. Aunque
de alcances locales -elecciones a gobernador en New Jersey y
Virginia, que dieron el triunfo a los republicanos- se
transformaron en un plebiscito de la gestión de Obama.
¿Tanto
este test electoral como las movilizaciones reaccionarias
que mencionamos, implican que hay un giro global a la
derecha de la situación política de EEUU? En
verdad, la situación de conjunto aparece como más
compleja y matizada. Sería equivocado sacar
conclusiones unilaterales.
Los
cambios de humor de las masas que apoyaron o aún apoyan a
Obama, no se están desarrollando en el sentido de una
vuelta al neoconservadorismo republicano o a expresiones de
extrema derecha. Quienes han ganado la calle con esas
banderas, son esencialmente sectores que rechazaron a Obama
por derecha desde el primer momento.
Obama
logra en gran medida la presidencia montándose en un
giro ideológico progresivo en la mentalidad de las masas
estadounidenses, especialmente en las nuevas generaciones.
La elección de Obama fue un reflejo distorsionado de eso.
Pero ahora, al decepcionar y lograr mantener desmovilizados
a los trabajadores, la juventud y los sectores populares más
avanzados que lo votaron, ha permitido que tome la
iniciativa la derecha cavernícola, aunque los sectores que
ésta moviliza sean minoritarios.
Los
estudios de opinión vienen revelando que hoy los
norteamericanos son menos conservadores en cuestiones
sociales y religiosas que hace años. En abril, una encuesta
reciente de un instituto de encuesta serio y, además, de
derecha -Rasmussen Reports- dio un resultado sorprendente: una
de cada tres personas menores de 30 años dijo que preferiría
el “socialismo” al “capitalismo”, algo inconcebible
años atrás.
Sin
embargo, al ser la derecha la que está movilizada, la
balanza se inclina hacia ese lado, y más aun en la esfera
electoral. A esto ayuda también el sistema electoral de
EEUU, especialmente diseñado no sólo para imponer por
arriba la jaula fraudulenta del bipartidismo, sino también
para excluir por abajo el voto de los trabajadores y los
sectores populares.
Por
supuesto, el gran interrogante es cómo y cuándo estos
cambios en la conciencia, por un lado, y la catástrofe
social producida por la crisis del capitalismo yanqui,
por el otro, van a traducirse en el terreno de la acción;
es decir, de la lucha de clases. Aquí entran a tallar dos
cuestiones fundamentales, distintas pero estrechamente
relacionadas: la primera es la de ir conquistando la
independencia política e ideológica frente al Partido
Demócrata. La segunda, los problemas de la recomposición
del otrora combativo movimiento obrero y de masas de
EEUU.
Notas:
1.-
“La administración de Obama no tiene todavía un año,
pero ya ha perdido mucho de su lustre. Ha decepcionado a
muchos de sus partidarios progresistas e incluso ha llevado
a algunos a sugerir que estamos en el tercer período del
gobierno Bush. A principios de agosto, el redactor
progresista Frank Rich, en las páginas de opinión del New
York Times, se planteaba la pregunta ‘¿Obama nos
está cogiendo?’. Rich citaba a uno de sus votantes en
Virginia que había declarado días antes al Washington
Post: ‘nada ha cambiado para el individuo común. Siento como que he sido cogido’.” (Phill
Gasper, “What ever happened to ‘change we can believe
in’?”, ISR Nº 68, November-December 2009).
2.- Elizabeth Schulte, “Why won’t they call it
racism?, ISR Nº 68 November-December 2009.
3.- Ed Pilkington, “Barack Obama denounced by
rightwing marchers in Washington”.
4.- Joan Walsh, “Who was that gun-toting anti-Obama
protester?”, Salom.com, August 12, 2009.
5.- James Zogby, “Danger on the Right”, The
Huffington Post, August 7, 2009.
6.- Elizabeth Schulte, ISR,
cit.
7.- Gerry Foley, “The Ultra-Right Pot Boils Over”,
International Viewpoint Nº 416, September 2009.
8.- The Guardian, 16/09/09.
9.- “Obama jokes about racism on Letterman show”,
Daily Mail, 22/09/09.
10.-
Armando Valladares, “Obama's Kerenskyism, Honduras and the
Chavist Abyss”, Diario Las Américas, Miami, July 24 2009.