El
12 de enero, falleció en Francia Daniel Bensaïd. Fue uno
de los intelectuales marxistas más importantes de la
segunda mitad del siglo XX, pero también un militante y
dirigente político de primera magnitud, tanto en su país
natal como a nivel internacional.
Durante
casi toda su vida política, Daniel Bensaïd perteneció a
la corriente del trotskismo encabezada por Ernest Mandel
(1923-1995). En la década del 60, Bensaïd, por aquel
entonces estudiante universitario, se adhirió a la JCR
(Juventud Comunista Revolucionaria).
En
1968, el Mayo Francés marcó un hito en un proceso de
radicalización que tendría dimensiones internacionales,
tanto para Europa como para América Latina, EEUU y otros países
y regiones.
En
el Mayo Francés, la JCR y sus cuadros, entre ellos Daniel
Bensaïd, tuvieron un rol muy destacado. Ese hecho, junto
con la radicalización generalizada que se vivía en Francia
e internacionalmente, motivó una ola de adhesiones al
trotskismo en sectores de la vanguardia. Posteriormente esto
llevaría en Francia a la constitución de la LCR (Liga
Comunista Revolucionaria), de la cual Bensaïd fue desde el
principio uno de sus principales líderes.
Asimismo,
Bensaïd también jugó un papel dirigente en la corriente
internacional orientada por Ernest Mandel, también conocida
como el SU (Secretariado Unificado) de la IV Internacional.
Esta fue y sigue siendo la corriente trotskista más fuerte
en Europa continental, pero también, en ciertos momentos,
tuvo influencia en algunos países de América Latina.
Bensaïd,
en la IV Internacional del SU, fue durante un cierto tiempo
responsable del trabajo en América Latina. Desde esa posición,
fue uno de los protagonistas en la dura lucha política
desatada en el trotskismo latinoamericano y mundial acerca
de la guerrilla guevarista.
La
corriente de Ernest Mandel apoyó la estrategia y la táctica
guerrillerista, al punto que en Argentina reconoció como
sección oficial de la IV Internacional (SU) al PRT-ERP de
Santucho, el que terminó rompiendo con el trotskismo y
defendiendo una “V Internacional” integrada por
representantes estalinistas “no oficiales” como Cuba y
Vietnam, entre otros.
Esta
línea de apoyo al guerrillerismo guevarista –que traería
desastrosas consecuencias políticas y humanas- fue
enfrentada por la tendencia de Nahuel Moreno, que se
convertiría en la principal corriente trotskista
latinoamericana.
Pero
esa “anécdota” fue sólo una de las tantas adaptaciones
de la corriente “mandelista” a fenómenos
“impactantes” y sobre todo a direcciones burocráticas
que eran consideradas progresivas y capaces de evolucionar
hacia posiciones socialistas revolucionarias.
Así
desde Tito y Mao hasta Gorbachov y Yeltsin, pasando por
Fidel Castro, el eurocomunismo, los jefes militares del MFA
en la Revolución Portuguesa, y los sandinistas de
Nicaragua, todos en algún momento
focalizaron sus esperanzas…
La
caída del Muro de Berlín en 1989, el fin de la URSS en
1991 y la restauración capitalista en todos los (supuestos)
“estados obreros”, abrieron una nueva época. Desde la década
pasada, Daniel Bensaïd se distinguió tratando de dar una
respuesta teórica, desde el terreno del marxismo, a la
caracterización del nuevo período histórico abierto y sus
tendencias contradictorias.
Es
su mérito no haber seguido el camino de las
“abjuraciones” o del pasaje al idiotismo posmoderno y/o
autonomista, que afectaron masivamente a la intelectualidad
“de izquierda” europea y latinoamericana. Para dar un
ejemplo, su actitud contrasta, con la de renegados del Mayo
Francés, hoy totalmente al servicio de la burguesía, como
Daniel Cohn-Bendit.
Su
obra está llena de agudos conceptos, como el de “la
discordancia de los tiempos”: “El
colapso de las dictaduras burocráticas (...) era necesario
para limpiar el panorama de las ruinas acumuladas y hacer
posible un nuevo comienzo. En la medida en que se inscribió
en el contexto de la contrarreforma liberal, significó
también, en el corto plazo, un deterioro del equilibrio de
fuerzas en detrimento del movimiento obrero (...) Este hecho
presentó así consecuencias contradictorias: en el corto
plazo, abrió camino a una ofensiva imperialista; en el
mediano plazo, preparó el terreno para una reorganización
de una izquierda libre de la carga del stalinismo.” (Bensaïd,
“Carta a Alex Callinicos”)
Sin
embargo, Bensaïd no desarrolló ningún tipo de balance crítico
del trotskismo de posguerra, ni una explicación de cómo
era posible que de la noche a la mañana los “estados
obreros” se tornaran capitalistas (lo que hubiera
implicado poner en tela de juicio a su maestro Ernest
Mandel, fallecido en 1995).
La
apreciación equilibrada y dialéctica –que acabamos de
citar- del ciclo histórico post Muro de Berlín, se pierde
en la desmesura de un pesimismo que no ve en la realidad
mayores puntos de apoyo para una acción política
revolucionaria independiente y de clase.
Esto,
en el terreno político, se expresa en orientaciones de un
oportunismo que ya carece de los límites y referencias de
clase que, en última instancia, conservaba Ernest Mandel.
Para
ilustrar esto con un ejemplo, fue un “salto cualitativo”
pasar de la adaptación a Mao, Fidel o el Che Guevara a la
adaptación a Lula y al PT.
Durante
los años previos a la subida de Lula en el 2003, la “IV
Internacional del SU” tenía en Brasil una fuerte sección,
que era una corriente interna del PT. El SU desarrolló las
más delirantes teorías sobre el carácter transicional y
de “doble poder” del “presupuesto participativo”,
que aplicaba el PT de Porto Alegre (conducido en parte por
la sección del SU, Democracia Socialista).
El
triste final fue que en el 2003 los “trotskistas” de
Democracia Socialista terminaron como ministros, diputados y
funcionarios del gobierno burgués social-liberal de Lula.
El SU perdió así su mayor organización después de la LCR
francesa.
El
fallecimiento del compañero Bensaïd se produce en medio de
un principio de crisis, en Francia, de otro producto de esta
lamentable deriva oportunista: la orientación impresa al
NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) que reemplazó a la LCR.
Esto se corresponde con la concepción también teorizada
por Bensaïd de “partidos amplios anticapitalistas” que
no tienen programa socialista ni fronteras de clase. No
vamos a extendernos sobre este hecho que venimos analizando
desde hace tiempo, tanto en el periódico, como en la
revista Socialismo o Barbarie.[1] La orientación
absolutamente electoralista, de búsqueda a toda costa de
acuerdos electoreros a su derecha sin principios ni límites
de clase, de no intervención con una política
independiente en las luchas del movimiento obrero y
estudiantil, de no denunciar ni combatir a la podrida
burocracia de la CGT, FO, CFDT & Cía., ha generado una
crisis política que ha dejado en minoría al equipo de
dirección del que formaba parte Bensaïd.
Por
supuesto, no corresponde aquí hacer pronósticos. Pero
anotemos que lo sucedido en Brasil con el PT (y luego con la
primera experiencia de “partido amplio”, el PSoL, que
fue degenerando vertiginosamente) hace temer que lo del NPA
no tenga precisamente un curso feliz.
1.-
Ver de Ramate Keita, “Mi experiencia con el Nuevo
Partido Anticapitalista”, SoB revista Nº 22.