Lo
que está en disputa es el “modelo”
“Las
retenciones como instrumento redistributivo es otro punto
polémico. Es cierto que contribuyen a desconectar los
precios internacionales de los internos, pero ésta no es
toda la verdad. Los alimentos podrían ser aún más caros
en dólares, pero también más baratos si el tipo de cambio
no se mantuviera tan por encima de su nivel de equilibrio, aunque
ello implicaría costos sociales indeseables en términos de
empleo. Pero en un contexto inflacionario en que casi
todos los precios suben, no sólo los de los productos
alimentarios, los salarios se deprimen y los más pobres están
peor. De esta manera queda en jaque el modelo de tipo de
cambio alto y retenciones crecientes para otorgar subsidios
más abultados y masivos (para pobres y ricos), mientras la
permanente intervención del Estado en los mercados estropea
el clima de inversiones para apuntalar el alto crecimiento
económico” (Néstor
Scibona, La Nación,
13-4-08).
Como
se ve, lo que está en juego en la actual crisis es el tipo
de “modelo” económico que pretenden impulsar capas
crecientes de la patronal de ahora en más. Ése es el
aspecto sustancial de la actual crisis política:
una
disputa alrededor de cómo mejor explotar a la clase
trabajadora en el próximo período.
Todos
los “modelos” capitalistas se basan en la explotación
de los trabajadores
Con
la emergencia del conflicto “campo” vs. gobierno K lo
que apareció es una
coalición de fuerzas sociales que planteó un
cuestionamiento de fondo a la forma en que viene siendo
organizada la economía desde el año 2003. Si en el 2001 el
reclamo provino socialmente desde la “izquierda” a la
convertibilidad de Menem y Cavallo (esquema continuado por
De la Rúa), a partir de 2008 el cuestionamiento de la
coalición campestre fue claramente de derecha: su
exigencia central es el libre juego de la oferta y la
demanda, el libre comercio.
Éste
es el fondo de la crisis política crónica que se vive
desde entonces, se están enfrentando dos formas capitalista de racionalizar y organizar
la economía nacional: el “modelo K” de inflación
creciente vs. el ajuste ortodoxo de la oposición. Dos
formas que sólo buscan mecanismos diversos para garantizar
a los trabajadores y que son ajenos a sus intereses.
Así
las cosas, sobre el trasfondo de la crisis mundial, el país
está frente a uno de esos momentos que se suceden cada
tantos años, en que se plantea
un cambio más o menos general en la forma de organizar la
economía nacional.
En
puridad, el “modelo” imperante en el país desde la
dictadura militar (1976), y que la oposición viene a reafirmar
con todo no ha sido realmente cuestionado siquiera por
los K. Pero bajo el impacto de la crisis social del 2001, el
gobierno K introdujo una serie de matices de importancia en
el funcionamiento del llamado “modelo neoliberal”, como la protección económica introducida por la devaluación de la moneda y
la intervención del Estado en materia de regulación de los
mercados.
El
estallido del “un peso = un dólar” significó una
reorganización general de la forma en que en los 90 se vino
extrayendo el trabajo no pagado a la clase obrera. Si en la
década menemista el “ancla” de apoyo de la
superexplotación fue el desempleo de masas, el estallido de esta situación social
intolerable obligó a
buscar otra forma de garantizar la superexplotación obrera.
Ésta se organizó sobre la base de un mecanismo que
recuperó el empleo, inhibiendo la escalada importadora y
hasta cierto punto sustituyéndola mediante producción en
el país, logrando recuperar las exportaciones sobre la base
de una moneda más competitiva.
Así
las cosas, “el ancla K” para mantener las condiciones de
explotación fue reafirmar las heredadas condiciones de flexibilización
del mercado de trabajo: el trabajo en negro se mantuvo
prácticamente en niveles récord, así como se mantuvo toda
la diversidad de situaciones de contratación laboral a
nivel de los lugares de trabajo. Además, el desempleo nunca
llegó a reabsorberse del todo. Conclusión:
más
empleo… pero superexplotado, lo que junto con la devaluación
aumentó la competitividad de los exportadores y generó
superganancias, mientras la inflación se viene comiendo los
salarios reales en los últimos años.
Durante
varios años, todos los sectores patronales gozaron de esta
situación: tanto los de la industria como los del campo, e
incluso los de los servicios privatizados (con tarifas más
o menos congeladas pero subsidiados por el Estado) y las
finanzas.
Hacia
un nuevo consenso económico entre los de arriba
Sin
embargo, hacia 2007-2008, las condiciones económicas
comenzaron a cambiar. Este amplio consenso alrededor del
“modelo K” se
rompió. El intento gubernamental de aumentar los
impuestos a las exportaciones agrarias desató el conflicto
más dramático que se vieron obligados a enfrentar los
Kirchner e
hirió de
muerte su gobierno.
Lo
que ocurre es que, en el límite, el campo argentino tiene otras
condiciones de inserción en el mercado mundial: es uno
de los pocos sectores
competitivos de la economía nacional a precios
internacionales, al tiempo que depende en gran medida de
la importación de sus insumos, razón por la cual un dólar
en un nivel más bajo que el actual no afectaría
sobremanera sus ganancias. Claro que esto sólo
cierra si desaparecen las retenciones.
Lo
anterior termina coincidiendo hoy con los cuestionamientos
empresarios a la “falta de seguridad jurídica” en el país.
Es decir, la supuesta “afectación” de los K a la
propiedad privada en materia de estatización de las
jubilaciones o Ley de medios.
Entre
los capitalistas se ha ido generando un
nuevo consenso económico, que se anuda alrededor de un
modelo agroindustrial exportador, con un dólar más bajo
(para combatir la inflación), ajuste económico ortodoxo y
un mayor nivel de desempleo.
La
crisis alrededor del pago de la deuda externa con reservas
está mostrando una cierta maduración de un modelo económico
capitalista alternativo sobre la base de otra coalición social de fuerzas patronales: los grandes, medianos y “pequeños” productores capitalistas del
campo, las multinacionales en general, las empresas
privatizadas de servicios públicos, las clases medias
pudientes del campo y la ciudad. Una coalición social
que vendría a reafirmar la vigencia del modelo neoliberal
–en su versión “pura y dura” y no “aggiornada” de
los K–, sin las molestas “intervenciones” de los
Guillermo Moreno.
Desde
la clase obrera, se trata de combatir las dos formas de
hacernos pagar la crisis capitalista, la inflacionaria de
los Kirchner y la del ajuste ortodoxo de la oposición,
sentando las bases para una salida de clase a la crisis. Que
pasa por hacérsela pagar a quienes la generaron: los
capitalistas.