Socialismo o Barbarie, periódico Nº 172, 18/03/10
 

 

 

 

 

 

Ajuste K vs. ajuste ortodoxo

Lo que está en disputa es el “modelo”

“Las retenciones como instrumento redistributivo es otro punto polémico. Es cierto que contribuyen a desconectar los precios internacionales de los internos, pero ésta no es toda la verdad. Los alimentos podrían ser aún más caros en dólares, pero también más baratos si el tipo de cambio no se mantuviera tan por encima de su nivel de equilibrio, aunque ello implicaría costos sociales indeseables en términos de empleo. Pero en un contexto inflacionario en que casi todos los precios suben, no sólo los de los productos alimentarios, los salarios se deprimen y los más pobres están peor. De esta manera queda en jaque el modelo de tipo de cambio alto y retenciones crecientes para otorgar subsidios más abultados y masivos (para pobres y ricos), mientras la permanente intervención del Estado en los mercados estropea el clima de inversiones para apuntalar el alto crecimiento económico” (Néstor Scibona, La Nación, 13-4-08).

Como se ve, lo que está en juego en la actual crisis es el tipo de “modelo” económico que pretenden impulsar capas crecientes de la patronal de ahora en más. Ése es el aspecto sustancial de la actual crisis política: una disputa alrededor de cómo mejor explotar a la clase trabajadora en el próximo período.

Todos los “modelos” capitalistas se basan en la explotación de los trabajadores

Con la emergencia del conflicto “campo” vs. gobierno K lo que apareció es una coalición de fuerzas sociales que planteó un cuestionamiento de fondo a la forma en que viene siendo organizada la economía desde el año 2003. Si en el 2001 el reclamo provino socialmente desde la “izquierda” a la convertibilidad de Menem y Cavallo (esquema continuado por De la Rúa), a partir de 2008 el cuestionamiento de la coalición campestre fue claramente de derecha: su exigencia central es el libre juego de la oferta y la demanda, el libre comercio.

Éste es el fondo de la crisis política crónica que se vive desde entonces, se están enfrentando dos formas capitalista de racionalizar y organizar la economía nacional: el “modelo K” de inflación creciente vs. el ajuste ortodoxo de la oposición. Dos formas que sólo buscan mecanismos diversos para garantizar a los trabajadores y que son ajenos a sus intereses.

Así las cosas, sobre el trasfondo de la crisis mundial, el país está frente a uno de esos momentos que se suceden cada tantos años, en que se plantea un cambio más o menos general en la forma de organizar la economía nacional.

En puridad, el “modelo” imperante en el país desde la dictadura militar (1976), y que la oposición viene a reafirmar con todo no ha sido realmente cuestionado siquiera por los K. Pero bajo el impacto de la crisis social del 2001, el gobierno K introdujo una serie de matices de importancia en el funcionamiento del llamado “modelo neoliberal”, como la protección económica introducida por la devaluación de la moneda y la intervención del Estado en materia de regulación de los mercados.

El estallido del “un peso = un dólar” significó una reorganización general de la forma en que en los 90 se vino extrayendo el trabajo no pagado a la clase obrera. Si en la década menemista el “ancla” de apoyo de la superexplotación fue el desempleo de masas, el estallido de esta situación social intolerable obligó a buscar otra forma de garantizar la superexplotación obrera. Ésta se organizó sobre la base de un mecanismo que recuperó el empleo, inhibiendo la escalada importadora y hasta cierto punto sustituyéndola mediante producción en el país, logrando recuperar las exportaciones sobre la base de una moneda más competitiva.

Así las cosas, “el ancla K” para mantener las condiciones de explotación fue reafirmar las heredadas condiciones de flexibilización del mercado de trabajo: el trabajo en negro se mantuvo prácticamente en niveles récord, así como se mantuvo toda la diversidad de situaciones de contratación laboral a nivel de los lugares de trabajo. Además, el desempleo nunca llegó a reabsorberse del todo. Conclusión: más empleo… pero superexplotado, lo que junto con la devaluación aumentó la competitividad de los exportadores y generó superganancias, mientras la inflación se viene comiendo los salarios reales en los últimos años.

Durante varios años, todos los sectores patronales gozaron de esta situación: tanto los de la industria como los del campo, e incluso los de los servicios privatizados (con tarifas más o menos congeladas pero subsidiados por el Estado) y las finanzas.

Hacia un nuevo consenso económico entre los de arriba

Sin embargo, hacia 2007-2008, las condiciones económicas comenzaron a cambiar. Este amplio consenso alrededor del “modelo K” se rompió. El intento gubernamental de aumentar los impuestos a las exportaciones agrarias desató el conflicto más dramático que se vieron obligados a enfrentar los Kirchner e hirió de muerte su gobierno.

Lo que ocurre es que, en el límite, el campo argentino tiene otras condiciones de inserción en el mercado mundial: es uno de los pocos sectores competitivos de la economía nacional a precios internacionales, al tiempo que depende en gran medida de la importación de sus insumos, razón por la cual un dólar en un nivel más bajo que el actual no afectaría sobremanera sus ganancias. Claro que esto sólo cierra si desaparecen las retenciones.

Lo anterior termina coincidiendo hoy con los cuestionamientos empresarios a la “falta de seguridad jurídica” en el país. Es decir, la supuesta “afectación” de los K a la propiedad privada en materia de estatización de las jubilaciones o Ley de medios.

Entre los capitalistas se ha ido generando un nuevo consenso económico, que se anuda alrededor de un modelo agroindustrial exportador, con un dólar más bajo (para combatir la inflación), ajuste económico ortodoxo y un mayor nivel de desempleo.

La crisis alrededor del pago de la deuda externa con reservas está mostrando una cierta maduración de un modelo económico capitalista alternativo sobre la base de otra coalición social de fuerzas patronales: los grandes, medianos y “pequeños” productores capitalistas del campo, las multinacionales en general, las empresas privatizadas de servicios públicos, las clases medias pudientes del campo y la ciudad. Una coalición social que vendría a reafirmar la vigencia del modelo neoliberal –en su versión “pura y dura” y no “aggiornada” de los K–, sin las molestas “intervenciones” de los Guillermo Moreno.

Desde la clase obrera, se trata de combatir las dos formas de hacernos pagar la crisis capitalista, la inflacionaria de los Kirchner y la del ajuste ortodoxo de la oposición, sentando las bases para una salida de clase a la crisis. Que pasa por hacérsela pagar a quienes la generaron: los capitalistas.