Bajo
las banderas de la independencia de clase
En
los últimos días la crisis política aminoró su ritmo,
aunque sin resolverse. Un conjunto de factores se combinaron
para esta resultante. Uno es el vértigo
que comenzó a sufrir la oposición ante la eventualidad
de una salida anticipada del gobierno K. Fundamentalmente,
lo que está detrás de este impasse es que ninguno
de los dos bandos patronales parece gozar de las suficientes
condiciones para inclinar la cancha a su favor. Si por un
lado, desde la crisis con el “campo”, el gobierno de
Cristina K quedó irremediablemente en minoría, la oposición todavía es un rompecabezas. La fragmentación cunde
en sus filas sin que ninguno de sus candidatos
presidenciales haya logrado ponerse por encima de los demás,
aunque la UCR es la que lleva la delantera en este terreno.
En fin, esta recurrente crisis política esconde una disputa
acerca de cómo
generar y repartirse entre los de arriba el trabajo no
pagado de la clase obrera argentina. Es la no resolución
de este conflicto la que ha venido generando una creciente
crisis política que por momentos se agrava y en otros se
mediatiza.
Este
circo parlamentario ha llevado últimamente a que por abajo se estén
expresando manifestaciones de rechazo no sólo a Cristina
sino a la oposición. Aunque no se vive todavía un salto en
los conflictos, como producto del doble
cerrojo que la CGT-CTA están poniendo a los reclamos
obreros, ese repudio es un factor progresivo que podría ayudar a crear mejores condiciones para
plantear la necesidad
de una salida independiente a la crisis nacional desde la
clase trabajadora.
El
impasse de los de arriba
Ninguno
de los problemas planteados por la crisis política de los
últimos meses está resuelto: el uso de las reservas, la
amenaza de la oposición de modificar la coparticipación
del impuesto al cheque, el rechazo al pliego de Marcó del
Pont al frente del BCRA… Simplemente, ocurre que ante la
dinámica que fue tomando la crisis política en las últimas
semanas, la UCR (el partido que se ve como recambio en 2011)
le facilitó cierto “aire” (tiempo) al gobierno, y éste
supo aprovecharlo para dar vuelta algunos votos en el
Senado. El senador del PJ por La Pampa, Carlos Verna,
independiente de los K, finalmente acordó con el
kirchnerismo no votar a favor del rechazo al DNU de la deuda
externa en esa Cámara y, a cambio, impulsaría una ley de
su autoría que recoge punto por punto las necesidades del
oficialismo en esta materia. Al mismo tiempo, la senadora
Latorre (que en el pasado respondía a Reutemann) denunció
que en el Senado se respiraban “aires destituyentes” y
se posicionó en contra de bajarle el pulgar a Marcó del
Pont. Estas circunstancias aflojaron la soga al cuello del
oficialismo, pero las acechanzas continúan y la
crisis política ya podríamos decir que se ha vuelto crónica.
Esto
refleja una realidad más de fondo: cierta indefinición
política que se vive entre los de arriba porque ninguno
de los dos contendientes (gobierno y oposición) parece
tener suficientes fuerzas para inclinar la cancha a su
favor. El oficialismo ya desde 2008 (conflicto con el
“campo”) quedó en minoría
y perdió la hegemonía de que supo gozar. Lo más granado
de la patronal del campo (y, crecientemente, de la
industria, aunque en su interior subsistan contradicciones)
pasó a la oposición, lo mismo que las clases medias
pudientes del interior del país y las grandes urbes.
Incluso entre los trabajadores el desprestigio del gobierno
se fue haciendo creciente, y hoy por hoy se multiplica al
calor de la escalada de los precios.
Pero
la oposición no las tiene todas consigo. No le es
conveniente adelantar –al menos no tanto– la salida del
gobierno. Aún no saldó sus cuentas acerca de las
candidaturas del 2011, y menos todavía pudo armar un
recambio gubernamental de emergencia del que Julio Cobos
huye como la peste.
Además,
si su fragmentación es básicamente política, no dejan de
expresarse también matices respecto de la
sustancia de los asuntos. Es decir, respecto del tipo
de ajuste y modelo económico de recambio de los K:
“La oposición se unificó por el vandalismo procesal del
gobierno. Pero cuando se discute la sustancia del problema,
es decir, si las reservas deben destinarse a gastos
corrientes, aquel muro puede resquebrajarse.
La coordinación opositora parece no poder pasar el umbral
de los procedimientos. Esta debilidad explica en qué
consiste el favor de Carlos Verna, al ofrecer una ley en
sustitución de un DNU: ahora
las veinte familias que enfrentan al gobierno deberán
coincidir en una cuestión de contenido” (La
Nación, 11-3).
El
doble cerrojo de la CGT y la CTA
Entre
los trabajadores, la novedad es que la crisis política
comenzó a “bajar”. Comienza a impactar el “chiquero
parlamentario” de las alturas desprestigiando también a
la oposición. Lo que no deja de ser un elemento progresivo
en la medida que crearía
mejores condiciones para plantear
una salida independiente ante el eventual agravamiento de la
crisis.
En
ese marco, por ahora está funcionando el doble cerrojo CGT-CTA
al desencadenamiento de importantes luchas. Si bien hubo una
serie de luchas de trabajadores del Estado, Educación y
Salud en algunas provincias del interior (Santiago del
Estero, Santa Fe, Neuquén, etcétera), así como una serie
de conflictos obreros más o menos aislados, de conjunto
todavía no hay grandes desbordes.
En
este sentido, es imprescindible denunciar el rol de Moyano y
Yasky. Si el primero está tratando de arreglárselas para
que en la discusión de los convenios no se expresen cifras
que vayan más allá de lo aceptable por las patronales (un
“dibujo” que invariablemente queda por detrás de la
inflación), el segundo no le va a la zaga: es una verdadera
vergüenza que la CTERA y el SUTEBA hayan firmado una paz
social por un año cuando siquiera se sabe si la misma
Cristina llegará al 2011. ¡La
burocracia sindical se dedica a atarle las manos a la clase
obrera para que no pueda intervenir en la crisis nacional
con sus propias reivindicaciones –el salario en primer
lugar– mientras que por arriba se están matando a la hora
de cómo repartirse el trabajo generado por los
trabajadores!
Pero
a pesar de estas limitaciones en la superficie de la lucha
entre las clases, la procesión de la reorganización obrera
va por dentro: un
verdadero asedio a la burocracia sindical está madurando en
algunos gremios estratégicos. En el Subterráneo de
Buenos Aires, en respuesta a la provocación de la UTA de
hace dos semanas, el cuerpo de delegados acaba de realizar
una importante movilización al Ministerio de Trabajo. En el
sindicato capital de la Alimentación, la experiencia de
Kraft parece estar impactando sobre otras fábricas del
sector. En el Neumático, Pedro Wasiejko está haciendo lo
imposible para debilitar a la Marrón. Sin embargo, el
cuestionamiento a la Violeta se sigue desarrollando en el
conjunto del gremio.[1]
Se
trata de una circunstancia sin antecedentes en muchísimos años,
crece el
cuestionamiento al monopolio de la burocracia sindical de la
representación obrera. La UTA, Alimentación y el Neumático
son los casos más emblemáticos en estos momentos, aunque
la situación se repite más molecularmente en un sinnúmero de lugares de trabajo.
La
clase obrera debe dar una salida a la crisis nacional
El
problema de la reorganización obrera se combina con otro más
estratégico. En las condiciones de una aguda división en
las alturas, se plantea el problema de ofrecer una salida
desde los trabajadores. Claro que atada a la burocracia y
los partidos del sistema (en primer lugar, el PJ), a
la clase obrera no se le hace fácil poner sus
reivindicaciones y salida política sobre la palestra
nacional.
Tampoco
colabora la vergonzosa ubicación de ciertas corrientes (los
“sojeros” del PCR, MST y otros grupos menores) que desde
2008 vienen dividiendo a la izquierda independiente de los
K. Esta desastrosa ubicación sólo
lleva agua al molino de la fracción más reaccionaria de la
patronal.[2]
Es en
estas condiciones que se realizará el próximo acto del 24
de marzo. Contra la provocación K y la oposición patronal
del ajuste ortodoxo, se trata de poner en pie una gran
columna obrera independiente de ambos bandos patronales. De
ahí el llamado de nuestro partido al PO y al PTS y también
a las nuevas experiencias independientes como las de Fate,
Kraft y el Subte para una intervención común el 24.
[1]
La CTA se viene dando una política para dividir
las expresiones independientes de la recomposición
obrera detrás de un discurso posibilista
y anti-partidos que cala en algunos de los activistas de
estas experiencias. Problema que se ve agravado
cuando desde ciertos sectores de la izquierda se la
presenta como “cualitativamente distinta” a la CGT –no sería una burocracia sino solamente una central
“reformista”– y eventual “vía regia” para
aumentar su influencia sindical…
[2]
Electoralmente, este papel lo cumple la centroizquierda
sojera de Solanas, Lozano y De Gennaro, fracción
campestre de este espacio político, así como en
Sabbatella se tiene la expresión pro-K de la
centroizquierda.