París.- El domingo pasado 14 de marzo se realizaron las
elecciones regionales. El Partido Socialista salió
victorioso con el 29% de los votos. El gobierno derechista
de Sarkozy fue el gran derrotado, su partido la UMP bajó al
26%. Además la suma de votos de los diversos grupos de
izquierda y verdes es claramente mayor al de la derecha y
extrema derecha juntas.
Estamos de acuerdo con las apreciaciones de Yvan
Zimmermann –un candidato obrero del NPA (Nuevo Partido
Anticapitalista) en Lorena–: “La política de Sarkozy es
rechazada a tal grado que el gobierno se ha convertido en
una minoría en el país y hoy representa sólo a una pequeña
fracción de la población.”
El otro dato significativo es que hubo un enorme
porcentaje de abstención, 57,63%, cifra récord para este
tipo de elección. En las regionales de 1998 la abstención
había sido del 42% y en el 2004 del 39,16%.
Sarkozy, que iba a ser el “presidente de la ruptura”,
el que exigió “trabajar más para ganar más”, que fue
calificado como el “nuevo De Gaulle o incluso el “nuevo
Napoleón”, está de capa caída. Hasta muchos electores
de derecha se sienten traicionados por el que prometía un
“gran cambio”: el incansable y nervioso Sarkozy.
Viendo venir el desastre electoral, decidió lanzarse él
mismo a la campaña. Convirtió entonces a las elecciones
regionales en un plebiscito sobre su propia gestión. Es,
por lo tanto, no sólo una derrota política de primera
magnitud sino también su derrota personal.
Para ganarse los votos de la extrema derecha. Sarko había
inventado el engendro xenófobo del “Ministerio de la
Identidad Nacional”, las campañas contra los musulmanes y
los negros, la persecución de los trabajadores ilegales,
las declaraciones públicas racistas de varios de sus
ministros. Pero esos electores decidieron votar por el
original, el fascista Le Pen, y no por la copia sarkoziana.
Así, la extrema derecha sacó más del 10 % de los votos, y
hasta el 15% en una región, progresando con respecto a las
pasadas elecciones.
El PS obtuvo un éxito, pero muy relativo. La tasa históricamente
alta de abstención limita su victoria. El éxito del PS no
representa un decidido apoyo de los votantes a su política,
sino que es el efecto mecánico del rechazo hacia
Sarkozy. Es resultado de un “voto castigo” al
gobierno, más que de algún entusiasmo por el PS, que es
simplemente la versión socialdemócrata de la política
neoliberal que exigen el capital financiero y la gran
patronal francesa.
El “voto útil” al PS para “castigar” a Sarko
también afectó a listas a su “izquierda” (como Europa
Ecología, que bajó del 16% al 12%) y al Front de Gauche (PCF
+ PdG), que logró menos del 6%.
La fenomenal abstención es el otro dato de capital
importancia. Por su misma naturaleza, el sentido político
de la abstención siempre se presta a discusiones. La gente
puede no ir a votar por muy diversos motivos. La franja
“abstencionista” suele ser entonces muy heterogénea.
Pero nuestra opinión es que ahora su notable aumento
–del 39,16% a casi el 54%– refleja el rechazo popular de
los barrios, las fábricas y los jóvenes hacia Sarko pero
también al PS y su política de sostener la derecha y el
MEDEF (central patronal), y asimismo que no ven alternativas
en las corrientes que se presentan “a la izquierda” de
los social-liberales del PS. ¡Esto se palpa en muchos
activistas obreros, en los liceístas, en los barrios!
Esos trabajadores y jóvenes no son indiferentes ni están
enojados con la “política” en general, como afirma
tendenciosamente Le
Monde (16/03/10). Si están enojados es con la
“izquierda” tradicional, en la que no ven mayores
diferencias con la derecha. Este desencanto con las
elecciones no implica una “despolitización” de
indiferentes a los que nada les importa. La gran mayoría de
las mismas personas que participan activamente en muchas
luchas actuales contra los despidos, por los salarios y por
la defensa de las jubilaciones, no fueron a votar. Ellos
piensan que luchando en sus fábricas, oficinas, hospitales
y barrios tienen más probabilidades de lograr algo, que ir
a votar por candidatos que les son ajenos.
Esto también castiga electoralmente a lo que en Francia
se llama la “extrema izquierda”, que principalmente se
compone de corrientes de origen trotskista. En las regiones
donde se presentó solo, el NPA obtuvo más o menos la misma
cantidad de votos que hace 6 años. En 2004 hubo una lista
común de la LCR (actual NPA) y Lutte Ouvrière que logró más
del 4%. Ahora el NPA obtuvo el 3,3 % y LO un poco más del
1%.
Por un lado, esto refleja un hecho objetivo: hay
descontento, hay luchas, pero no todavía un gran ascenso
que genere una radicalización de las masas. Pero, por otro
lado, refleja el desastre de la política de esas
corrientes, en primer lugar del NPA. Dedicado al
electoralismo más desenfrenado y sin principios, tratando
de hacer alianzas con cuanto personaje estuviese a su
derecha, volviendo la espalda a las luchas, haciendo un
“pacto de no agresión” con los más podridos burócratas
sindicales como Thibault (secretario general de la CGT), ¿por
qué entonces la vanguardia obrera y los sectores juveniles
que están en lucha, habrían de votar al NPA?