El 11 de marzo se cumplió en Grecia la tercera
huelga general de este año. Esto sigue poniendo a ese país
en el epicentro de la crisis económica, social y política
del continente. Es que no hay una “crisis griega” sino
europea. Grecia sólo es uno de los eslabones débiles de la
cadena de la UE y la “eurozona”.
“La huelga general de 24 horas –informa el
corresponsal de la BBC en Atenas–, convocada por los
sindicatos que representan a millones de trabajadores del país,
dejaron vuelos en tierra, barcos atracados, cerraron
colegios y hospitales y paralizaron el transporte público
en el segundo paro nacional en dos semanas, en protesta
contra los planes de austeridad... Además, no hubo noticias
en televisión y radio porque los periodistas participaron
del paro, mientras que empleados de bancos, bomberos,
recaudadores de impuestos e incluso algunos policías
estaban entre los manifestantes.”
Un panorama similar pintaba un corresponsal de la agencia
EFE: “Aeropuertos cerrados, colegios y hospitales
paralizados, monumentos, como la Acrópolis, sin servicio
para turistas, rotativas apagadas. Grecia se paraliza, por
tercera vez en lo que va de año, en protesta contra las
medidas del Gobierno para afrontar la crisis. Los sindicatos
de los sectores público y privado se han unido para
convocar una jornada de paro en todo el país, bajo la
consigna ‘que la crisis la pague la plutocracia’.”
Como en las otras ocasiones, tan importante como la
magnitud del “parón” (el superlativo con
describe la nueva huelga general ese periodista español) ha
sido el hecho de que no fue una jornada pasiva. Como
ya empieza ser costumbre, las calles de Atenas y otras
ciudades fueron recorridas por “grandes manifestaciones
de decenas de miles de trabajadores encolerizados...”
Entre el Partido Comunista Griego (EEK) y los burócratas
de la central obrera GSEE se las arreglaron en Atenas para
dividir las movilizaciones obreras en dos columnas
diferentes que marcharon en horarios distintos. Pese a ello,
todos los testimonios dan cuenta de marchas impresionantes,
no sólo en número sino también en combatividad y
radicalización de las consignas, como “la guerra a los
capitalistas es la respuesta de los obreros”.
La Unión
Europea dividida
Entre las medidas adoptadas por Grecia para reducir el déficit
está el aumento del IVA, la rebaja de salarios y la
congelación de las pensiones. El paquete de ajuste
promovido por el “socialista” Papandréu recibió el
respaldo de la Unión Europea, pero, como dice diplomáticamente
la prensa europea, “hay voces disonantes que se niegan a
ayudar al país heleno”: “Alemania dejó bien claro la
semana pasada que no piensa dar ‘ni un euro a
Grecia’”. Papandréu estuvo reunido con la canciller
Angela Merkel, quien le transmitió su apoyo al recorte pero
no le ofreció ningún tipo de ayuda. Dos diputados alemanes
llegaron a sugerir al primer ministro que vendiera sus
islas para paliar la crisis... “Este tipo de
declaraciones fueron criticadas por el presidente francés
Nicolas Sarkozy, que recordó a los socios europeos que si
ahora no se ayuda a Grecia, entonces la unión monetaria
no tiene sentido. Papandréu reaccionó diciendo que si
la UE no ayuda, entonces recurrirá al FMI.” (Agencia EFE,
13/03/10)
Por supuesto, ir de la UE al FMI –como “amenaza”
Papandréu– sería como salir de la sartén para caer en
el fuego. El “plan de ajuste” que el imperialismo alemán
–principal acreedor de Grecia– exige que se cumpla, es
simplemente una traducción al griego de los que impone el
FMI en América Latina, África y otras regiones del
“tercer mundo”. ¡La gran novedad es que ahora esos
planes se han mudado al “primer mundo”, a Europa y EEUU!
Alemania y Francia son los patrones de la “zona euro”,
que abarca a los países de la UE que adoptaron esa moneda
común. Por supuesto, el gobierno del imperialismo francés
no es más misericordioso que sus colegas de Berlín. Además
de que sus capitalistas están menos entrampados en Grecia
que los alemanes, Sarkozy refleja el justificado temor a dos
posibles estallidos: 1) el de la “unión monetaria”
que creó el euro; 2) y el estallido social y político
de Grecia si se mantiene firme la movilización obrera y
popular.
El euro, en sí mismo, es portador de una grave
contradicción: no es emitido por un solo Estado (como el dólar,
el peso, el yen o el guaraní), sino que es la moneda común
de una multitud de estados con diferencias abismales
de productividad, desarrollo capitalista y situación
económico-financiera. Es una bomba de tiempo que en
esta época puede llegar a estallar, porque no permite
entonces a los gobiernos de los estados más débiles
“maniobrar” monetariamente frente a la crisis.
Por otro lado, el posible estallido social de Grecia se
produciría en medio de una Europa en que el descontento
creciente está cargando la atmósfera de electricidad.