En las últimas semanas, la primera plana de las noticias
internacionales fue ocupada por el match Obama vs.
Netanyahu: las disputas entre la Casa Blanca y el gobierno
de Israel.
Un primer round fue el frustrado viaje del vicepresidente
de EEUU Joe Biden, anulado por Obama ante la provocación
del gobierno de Israel, que dispuso en vísperas de su
partida una nueva expansión de los asentamientos judíos en
Jerusalén (con la consiguiente expulsión de palestinos).
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El
Muro del Apartheid que rodea los guetos palestinos. El plan
de Obama es montar con ellos la farsa de un “Estado
Palestino”. El gobierno de Israel ni siquiera acepta eso.
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El segundo round fue el viaje de Netanyahu (primer
ministro de Israel) a Washington, donde habría sido
“humillado” por Obama, que en medio de la reunión lo
dejó con la palabra en la boca levantándose y diciéndole:
“Me voy a cenar con Michelle y las chicas... Hazme saber
si tienes algo nuevo que decir...”. (EFE, 25/03/10)
¿Qué está pasando?
Esto es novedoso en las relaciones EEUU-Israel. Hay una crisis
que provoca chisporroteos en un matrimonio con casi 50 años
de duración.
En 1947/48 el imperialismo yanqui y la burocracia de Moscú
se pusieron de acuerdo para votar en la ONU la creación de
ese enclave colonial llamado lsrael. Lo hicieron a
costa del territorio y el pueblo de Palestina. Luego de esa
votación, Washington y (sobre todo) Moscú suministraron
armas a los colonizadores para masacrar a los palestinos y
realizar una de las mayores “limpiezas étnicas” del
siglo XX.
Sin embargo, fue recién en los años 60 que EEUU e Israel
llegaron a establecer una asociación tan estrecha que ha
llevado a caracterizar a ese enclave colonial como el “estado
Nº 51 de EEUU”. Desde entonces, no ha habido crimen
ni barbaridad cometida por Israel contra los palestinos y
otros pueblos de la región, que no haya contado con el
aplauso y/o el silencio cómplice de Washington. ¿Por qué
ahora es distinto? ¿Hasta dónde llegan realmente
las diferencias?
Por supuesto, hay que descartar que después de dar apoyo
incondicional durante décadas a ese estado racista, la Casa
Blanca se haya conmovido por el genocidio en cámara lenta
que sufren los palestinos.
Aquí estamos ante algo que se ha dado otras veces en la
historia: las rencillas por diferencias de intereses y
políticas entre el gobierno de un imperialismo y sus
colonos. En el siglo pasado, un ejemplo fue la pelea
entre los “pieds noir” de Argelia y el gobierno
francés.
Para ver esto en el caso actual de EEUU-Israel, oigamos a
uno de los principales jefes del Pentágono, el Gral. David
Petraeus: “la ‘impresión’ [textual!!] que EEUU
favorece a Israel en Oriente Próximo, está dañando
nuestros intereses en la región, socavando a nuestros
aliados árabes y ayudando a que Al Qaeda e Irán ganen
influencia...”.[1]
El imperialismo yanqui no sólo está sumergido en la más
grave crisis económica desde la Gran Depresión. También
su dominación mundial viene en declive, aunque no hay todavía
un derrumbe.
El centro de gravedad geopolítico de EEUU como principal
potencia mundial es precisamente esa vasta región que el
colonialismo occidental bautizó como “Oriente Próximo”
o, mejor, “Medio Oriente”, y que va desde Líbano,
Palestina y Egipto hasta Afganistán y Pakistán. Esto
explica la trascendental importancia de Israel para EEUU y
su constitución de facto como “estado Nº 51”.
Y esa también es la base de la pelea Obama-Netanyahu.
Empantanado en guerras y ocupaciones coloniales que no
marchan bien, y con sus gobiernos vasallos cuestionados en
muchos países, EEUU necesita urgentemente dar a los
pueblos árabes e islámicos una “impresión” opuesta a
la que dice el Gral. Petraeus.
¡Le vendría muy bien a Washington que Obama apareciese
ante esos pueblos como el que “hace justicia” a los
palestinos...! Y para eso lo primero es frenar los
“asentamientos”.
Dos políticas
Esto enfrenta no sólo a Obama con Netanyahu, sino que
divide asimismo al establishment del imperialismo
yanqui, sus dirigentes corporativos y políticos, entre los
cuales comienzan a abundar las críticas a Israel.
Una encuesta de fines de 2009 entre 642 miembros del Council
for Foreing Relations –de gran influencia en el
Departamento de Estado– dio por resultado que dos tercios
son muy críticos a Israel y estiman que EEUU ya ha hecho
demasiado a su favor. Lo del Gral. Petraeus refleja algo más
que una opinión personal...
A su vez, también dentro del mismo campo sionista hay
divergencias. El AIPAC (American Israel Public Affairs
Committee), el tradicional lobby israelí que
constituye uno de los principales factores de poder dentro
de EEUU, sigue apoyando incondicionalmente a Netanyahu. Pero
le ha salido un competidor: se ha conformado otro lobby
sionista, llamado JStreet, que sostiene la línea de Obama.
A grosso modo, hay dos políticas. La del actual gobierno
de Israel es seguir hasta el fin la lógica de la
colonización: es decir, el exterminio y/o traslado de
la población palestina. No es una broma la propuesta de
Avigdor Lieberman –ministro de Relaciones Exteriores–
para la solución final de la “cuestión palestina”:
arrojar una bomba atómica en Gaza y expulsar a la población
de Cisjordania a los países vecinos.[2] Esta propuesta es
simplemente consumar el mecanismo de “limpieza étnica”
que es la base sobre la que se fundó Israel como estado
colonial-racista.
En cambio, la otra política, la que expresa Obama, es no
extender más los asentamientos de colonos sionistas y montar
la farsa de un “estado palestino”. Los palestinos ya
han sido expulsados de la mayor parte de su territorio y
encerrados en tres o cuatro guetos rodeados de un muro de 8
metros de altura y aislados entre sí. A esas “prisiones a
cielo abierto” se les pondría un cartel de “Estado
Palestino”, y sería administrado por los mercenarios
traidores de la “Autoridad Nacional Palestina”,
encabezados por Mahmoud Abbas.
Es el esquema del “bantustán”, con que los racistas
blancos de Sudáfrica sometieron a la población de color.
También hubo allí traidores nativos que se conchabaron
como “gobernantes” de los bantustanes y además formaron
parte de los cuerpos armados con que se reprimía a la
población africana.
Simultáneamente a la ruidosa disputa Obama-Netanyahu,
trascendió una noticia poco difundida pero que define bien los
límites de esas divergencias:
“Estados Unidos e Israel firman acuerdo armamentista
de 250 millones de dólares. Mientras la atención se ha
centrado en la reciente tensión entre el gobierno de Obama
y el israelí por la construcción de asentamientos, el Pentágono
y las Fuerzas Armadas israelíes concluyeron otro acuerdo
armamentista de gran magnitud. El periódico israelí Haaretz
informa que EEUU le dará a Israel tres nuevos aviones de
transporte Hércules-J, producidos por Lockheed Martin, a un
costo de 250 millones de dólares. Israel también está
negociando un posible acuerdo de tres mil millones de dólares
para comprar aviones de combate Lockheed F-35...”[3]
En medio del match Obama-Netanyahu, Israel sigue siendo su
“estado Nº 51”.
Notas:
1.- Ricardo Mir de Francia,
corresponsal en Jerusalén, “El gobierno israelí se
resiste a ceder a las presiones de EEUU”, El Periódico,
27/03/10.
2.-
“Lieberman: Treat Hamas like Japan in WWII”, AFP,
13/01/09.
3.-
“US-Israel Agree to $250M Arms Deal”, Democracy Now!,
26/03/10