Socialismo o Barbarie, periódico Nº 174, 15/04/10
 

 

 

 

 

 

Mientras gobierno y oposición siguen su disputa de espaldas a las necesidades
populares, comienza a abrirse paso la pelea por el salario

Es el momento de poner sobre la mesa
los reclamos obreros

En los últimos meses se ha vuelto algo tedioso tener que editorializar acerca de la coyuntura del país. La vida política ha estado monopolizada por la asfixiante pelea gobierno K-oposición patronal, una disputa donde los de abajo no tenemos nada que ganar.

Entre las varias consecuencias de este cerrado monopolio político está la cuestión –buscada conscientemente por los políticos del sistema– de que el mismo funcione como un mecanismo de “disciplinamiento social”: al absorber toda la atención de los hechos públicos busca no dejar “espacio” para el desarrollo de otro tipo de conflictos[1].

Es esta relativa institucionalización de los conflictos la que explica –junto con otros factores como el rol de la burocracia sindical– que todavía en el 2010 no se haya desatado ninguna lucha obrera que logre impacto nacional. Nos explicamos. No es que no haya habido luchas. Sí las ha habido, algunas de importancia como la de los docentes de San Luís o asimismo, los portuarios y estibadores de Rosario. Pero ninguna logró aún correr el eje de una coyuntura “absorbida” por la pelea entre los de arriba.

La novedad es que en estos últimos días han aparecido algunas señales de que esto podría estar comenzando a cambiar. Bajo la presión del impacto inflacionario está empezando –aunque todavía desigualmente– a calentarse el ambiente en determinados gremios: es el caso de la Carne, Alimentación, Metalúrgicos, el Neumático, así como en determinados lugares de trabajo “emblemáticos” como el Subterráneo de Buenos Aires.

El circo parlamentario de cada día

En el contexto que venimos señalando, 2 nuevos “round” en la pelea gobierno-oposición se vivió el martes 13 en el Congreso. Uno lo ganó la oposición y el mas importante lo ganó el gobierno. En el round del martes La Cámara de Diputados (con mayoría opositora) votó la derogación del DNU por el cual se autoriza el uso de las reservas para el pago de deuda externa. Sin embargo, con esta votación no alcanza para hacer valer la voluntad opositora: falta que el Senado vote también el rechazo y esto no está asegurado. Pero el round del miércoles el que se impuso fue el gobierno que logró imponer la aceptación del pliego de Marcó del Pont al frente del Banco Central.

Lo anterior no quita que la votación en Diputados haya introducido un elemento de incertidumbre política en la medida que el nuevo canje de la deuda que está en plena implementación tiene como “garantía” de pago el uso de las reservas del BCRA.

La circunstancia no sorprende: no deja de expresar una realidad de impasse e indefinición entre los de arriba, con una de cal y una de arena para cada bando. En definitiva nada ha cambiado en el debate entre oficialismo y oposición alrededor del tipo de ajuste a hacer (el inflacionario que ya está en marcha o uno más “ortodoxo”), qué “modelo” económico sostener (con dólar alto o con uno más bajo) y cuál será el personal político encargado de llevar adelante estas tareas (elecciones del 2011 mediante), aunque el conjunto de los acontecimientos de las últimas semanas muestran un relativo mejoramiento en la situación del gobierno K.

Este nuevo capítulo de pelea entre los de arriba se está procesando en momentos en que se venía “distendiendo” la crisis política. Frente al “abismo” de terminar forzando una salida anticipada de Cristina, la oposición dudó y dio un tiempo precioso al gobierno para recomponerse.

Más “estructuralmente” –por así decirlo– está el hecho que los mercados han visto –con el canje– un plan creíble para pagar deuda, cosa que la oposición no ha presentado. Y, también, es un hecho que el frente empresario está dividido respecto del gobierno kirchnerista, con sectores en contra pero otros todavía a favor de los esposos K. De ahí el estruendoso fracaso del documento de la Iglesia que pretendía reunir a todo el empresariado en un texto de corte opositor.

En definitiva, si bien se ha introducido un renovado elemento de incertidumbre con la votación en Diputados, lo más probable es que Cristina se salga finalmente con la suya de la mano del apoyo de los “mercados”: ¡para las elecciones del 2011 todavía falta mucho y hay que seguir haciendo negocios!

El salario como variable de ajuste

Mientras se pelean por el mecanismo para pagar deuda externa, respecto del tema del salario, gobierno y oposición tienen una férrea unidad: tirar la pelota para otro lado instalando debates alrededor de la “pobreza” y/o de la “asignación universal por hijo”… Pero nadie quiere realmente hablar de lo fundamental: las condiciones de superexplotación de la clase obrera argentina con trabajo. En definitiva, son todos políticos patronales que buscan de una u otra manera seguir garantizando las ganancias que los capitalistas han venido amasando a lo largo de los últimos años.

Si la oposición pretende asegurar esto mediante un retorno liso y llano a las condiciones de los años 90 (donde la variable de ajuste fue un desempleo de masas), el “modelo K” ha venido funcionando sobre la base de una recuperación de empleo superexplotado: de ahí que prácticamente no haya habido recuperación del salario real en la gestión kirchnerista.

En 2002, la fuerte devaluación de la moneda tuvo como efecto una brutal transferencia de ingresos en detrimento de los trabajadores: el salario real se redujo en un tercio ante el aumento de los precios. En los años posteriores se mantuvo más o menos estancado y recién a finales de 2006 parecía comenzar a revertirse en algo la abrupta caída del poder adquisitivo que había implicado la devaluación.

Pero las buenas noticias duraron poco: a partir del año 2007 comenzó una etapa de estancamiento en el nivel de empleo al tiempo que despuntaba la inflación. Este contexto tuvo consecuencias negativas sobre los salarios reales que comenzaron nuevamente su habitual marcha descendente.

En el 2009 la situación se agravó: el impacto de la crisis internacional implicó un freno en la economía local y una pérdida de puestos de trabaj,: las negociaciones paritarias fueron ya claramente a la baja. Ahora, en el 2010, el recrudecimiento de la inflación pone de manifiesto los límites del “modelo K” para garantizar salarios reales superiores a la década del 90. Este patrón económico, si bien posibilitó crecimiento de la actividad, creación de puestos de trabajo y, sobre todo, extraordinarias ganancias empresarias, tiene como uno de sus sustentos fundamentales la persistencia de reducidos salarios reales.

Esto mismo es lo que se pretende expresar en las paritarias: imponer negociaciones a la baja que hagan del salario obrero la variable de ajuste para permitir que no se deteriore la susodicha “competitividad” empresaria aun a pesar del “retraso” en la cotización del dólar que se estaría verificando.

Mientras tanto, los empresarios, a partir de su “poder de mercado” y de diversas acciones y “omisiones” gubernamentales, han podido mantener sus niveles de ganancias mediante la fijación “preventiva” de precios que se ha venido verificando en estos últimos meses: aumentos siderales en la alimentación, naftas y un largo etcétera mediante. Esto les ha permitido ya cubrirse para las negociaciones paritarias que están en marcha generando un “colchón de precios” para garantizar sus ganancias bajo la vista gorda de los K.

Las paritarias como “corsé” a los reclamos obreros

La realidad del salto inflacionario a la que estamos aludiendo conjuntamente con el “aflojamiento” de la crisis política no deja de tener un costado interesante: podría eventualmente abrir “espacio” (o dar “aire”) para la emergencia de otro tipo de conflictos, otras coordenadas en la coyuntura política que rompa la asfixia política en la que están sumidos los explotados y oprimidos.

Más precisamente, lo que nos interesa acá, es la posible evolución de la lucha salarial, la que podría estar comenzándose a abrir paso de manera más categórica.

Pero acá entra el otro gran obstáculo para este desencadenamiento: el mecanismo concreto de unas paritarias invariablemente monopolizadas por las burocracias de la CGT y la CTA. El problema es que mediante ellas lo que se busca es la institucionalización del reclamo. El hecho que las negociaciones queden en manos de las direcciones sindicales burocráticas están haciendo de este mecanismo uno donde queda “atada” a sus designios la lucha por el salario y las condiciones de trabajo sin que –a priori– la base obrera tenga arte ni parte en el asunto.

Veamos de qué se trata esta cuestión. Para empezar, no hay una paritaria nacional única sino una suma de paritarias fragmentadas por gremio o rama de actividad. Esto ya arranca debilitando el poder de negociación de los trabajadores frente al gobierno y los empresarios. Nadie se acuerda siquiera de los paros generales domingueros que en otra época solía convocar la CGT (o la misma CTA). A Moyano y Yasky hoy día ni siquiera se les ocurre esto, lo que es funcional no sólo a la “paz social” perpetua que vienen garantizando hace años sino, a la vez, a que no haya un piso común y de conjunto para las negociaciones. Menos que menos, que haya cobertura alguna para el universo de prácticamente el 40% de compañeros trabajadores en negro a los cuales la negociación en paritarias no atañe…

Pero los problemas para el desencadenamiento de luchas de importancia no terminan aquí. Las negociaciones a nivel de los gremios nacionales están monopolizadas por la burocracia de cada gremio y sirven como instrumento disciplinador y/o de aislamiento para las seccionales o lugares de trabajo que quieran ir más lejos que lo pactado por arriba[2].

En los hechos, se ha fijado un techo salarial que ronda el 20-25% en cuotas a lo largo de este año, lo que en el salario de bolsillo termina siendo menos que la inflación real estimada, que podría alcanzar entre el 25 y el 30%. Además, no sólo no hay cláusulas de indexación periódicas, sino que las negociaciones se hacen a puertas cerradas sin paritarios ni veedores electos por la base. Cuando la base se ha expresado, como en los casos de la UOM –en determinados Congresos de delegados seccionales–, en el caso de Kraft en la Alimentación o de FATE en el Neumático, el reclamo parte del 35% para arriba, es decir, bien por encima de lo que pretenden gobierno, empresarios y dirigentes.

Finalmente, cuando en determinados lugares de trabajo la base obrera se termina cansando de este “minué” y decide salir a la pelea, la Santa Alianza de las patronales, el gobierno y la burocracia actúan mancomunadamente para “tirarles los perros” encima.

Por el 35% al básico, en una sola vez y ajustable por inflación

Sin embargo, y aun a pesar de lo que venimos señalando, hay sectores que están comenzando a salir a pelear. Es que la bronca por abajo parece ser creciente: todo el mundo ve como su salario está siendo liquidado cotidianamente en las góndolas de los supermercados.

Más allá de la continuidad de las luchas en el gremio docente de determinadas provincias (San Luis acaba de levantar sin nada concreto en las manos… pero continúa la pelea en Tierra del Fuego, y están saliendo también Río Negro y Neuquén) están en lucha o amenazando con salir a la pelea gremios de importancia como Alimentación, Carne, Metalúrgicos y el Neumático. En todos los casos se “cuecen habas”, por así decirlo. Es que, en realidad, la burocracia pretende que en ninguna parte “salte la perdiz”. En el caso de la UOM, Caló anunció un paro de 24 horas para el pasado viernes 9 de abril… sólo para terminar acatando inmediatamente la conciliación obligatoria decretada por el Ministerio. En la Alimentación, Daer está bajo la presión de la interna independiente de Kraft y llevando adelante jornadas de una o dos horas de paros por turno. En el caso de la Carne, se viene de dos sendas marchas de miles de obreros por la Capital Federal, las marchas obreras más importantes del año hasta el momento. Y en el caso del Neumático, los compañeros de FATE acaban de votar en asamblea el adelantamiento de la paritaria salarial, el reclamo del 35% y la exigencia al gremio de medidas de lucha.

Como se ve, en los casos de la Alimentación y el Neumático, lo que mete presión, son las internas y/o seccionales independientes de los respectivos gremios. Pero incluso en la UOM la burocracia perdió los Congresos de delegados seccionales de Morón y Quilmes donde se votaron reclamos mucho más altos que los pedidos por el gremio.

Es esta la tendencia que hay que alentar. La bronca por abajo es mucha, pero la burocracia actúa como un “corsé” muy difícil de superar. Sin embargo, de cambiar en algo las coordenadas generales de la coyuntura política, y de seguir creciendo la bronca por abajo, no se puede descartar que en alguno de estos gremios se desencadene alguna lucha de importancia. El clima ha mejorado en algo para los reclamos obreros y la izquierda independiente debe jugarse con todo para que determinados sectores de los trabajadores logren poner sobre la palestra nacional sus reclamos.


[1] Claro que esto podría transformarse en lo contrario si las luchas en las alturas se pasan de “rosca” desencadenando un vacío político que podría ser llenado por la intervención de las masas trabajadoras. El temor a un escenario de este tipo es el que detuvo la ofensiva opositora luego de la inauguración de las sesiones parlamentarias el 1° de marzo pasado.

[2] En este sentido no deja de ser aleccionador lo ocurrido en el gremio docente de la CTERA a comienzos del año para desalentar cualquier perspectiva de lucha nacional. La trampa fue simple: se acordó con el gobierno nacional un supuesto aumento del 25%, pero sólo para el salario inicial: es decir, lo que cobran los docentes que recién ingresan a la actividad. Como si fuera poco, firmó el compromiso de 180 días de clase a nivel nacional: una paz social. Y dejó todo el resto de las cuestiones para que sean resueltas en las negociaciones por distrito (las provincias). De paso, evidentemente, se sacó de encima –de un plumazo– la discusión siquiera de convocar a alguna medida de lucha nacional docente, cosa que era una tradición –ya perdida– en el gremio. Conclusión: las duras luchas como la de más de un mes de los docentes de San Luis, o la que se llevó adelante en Jujuy o la que continúa en Tierra del Fuego o las que se están reabriendo en Río Negro o Neuquén, quedan como luchas aisladas, que no le hacen mella al gobierno nacional: luchas de distritos que se busca que “languidezcan” en los mismos.