Es el momento de
poner sobre la mesa
los reclamos obreros
En
los últimos meses se ha vuelto algo tedioso tener que
editorializar acerca de la coyuntura del país. La vida política
ha estado monopolizada
por la asfixiante pelea gobierno K-oposición patronal, una
disputa donde los de abajo no tenemos nada que ganar.
Entre
las varias consecuencias de este cerrado monopolio político
está la cuestión –buscada conscientemente por los políticos
del sistema– de que el mismo funcione como un mecanismo de
“disciplinamiento
social”: al absorber toda la atención de los hechos públicos
busca no dejar “espacio” para el desarrollo de otro tipo
de conflictos.
Es
esta relativa institucionalización de los conflictos la que
explica –junto con otros factores como el rol de la
burocracia sindical– que todavía en el 2010 no
se haya desatado ninguna lucha obrera que logre impacto
nacional. Nos explicamos. No es que no haya habido
luchas. Sí las ha habido, algunas de importancia como la de
los docentes de San Luís o asimismo, los portuarios y
estibadores de Rosario. Pero ninguna logró aún correr el eje de una coyuntura “absorbida”
por la pelea entre los de arriba.
La
novedad es que en estos últimos días han aparecido algunas
señales de que esto
podría estar comenzando a cambiar. Bajo la presión del
impacto inflacionario está empezando –aunque todavía
desigualmente– a
calentarse el ambiente en determinados gremios: es
el caso de la Carne, Alimentación, Metalúrgicos, el Neumático,
así como en determinados lugares de trabajo “emblemáticos”
como el Subterráneo de Buenos Aires.
El circo parlamentario de cada día
En
el contexto que venimos señalando, 2 nuevos “round” en
la pelea gobierno-oposición se vivió el martes 13 en el
Congreso. Uno lo ganó la oposición y el mas importante lo
ganó el gobierno. En el round del martes La Cámara de
Diputados (con mayoría opositora) votó la derogación del
DNU por el cual se autoriza el uso de las reservas para el
pago de deuda externa. Sin embargo, con esta votación no
alcanza para hacer valer la voluntad opositora: falta que el
Senado vote también el rechazo y esto no está asegurado.
Pero el round del miércoles el que se impuso fue el
gobierno que logró imponer la aceptación del pliego de
Marcó del Pont al frente del Banco Central.
Lo
anterior no quita que la votación en Diputados haya
introducido un elemento de incertidumbre política
en la medida que el nuevo canje de la deuda que está en
plena implementación tiene como “garantía” de pago el
uso de las reservas del BCRA.
La
circunstancia no sorprende: no deja de expresar una realidad
de impasse e
indefinición entre los de arriba, con una de cal y una
de arena para cada bando. En definitiva nada ha cambiado en
el debate entre oficialismo y oposición alrededor del tipo
de ajuste a hacer (el inflacionario que ya está en marcha o
uno más “ortodoxo”), qué “modelo” económico
sostener (con dólar alto o con uno más bajo) y cuál será
el personal político encargado de llevar adelante estas
tareas (elecciones del 2011 mediante), aunque el conjunto de
los acontecimientos de las últimas semanas muestran un
relativo mejoramiento en la situación del gobierno K.
Este
nuevo capítulo de pelea entre los de arriba se está
procesando en momentos en que se venía “distendiendo”
la crisis política. Frente al “abismo” de terminar
forzando una salida anticipada de Cristina, la oposición
dudó y dio un tiempo precioso al gobierno para
recomponerse.
Más
“estructuralmente” –por así decirlo– está el hecho
que los mercados han visto –con el canje– un plan creíble
para pagar deuda, cosa que la oposición no ha presentado.
Y, también, es un hecho que el frente empresario está
dividido respecto del gobierno kirchnerista, con sectores en
contra pero otros todavía a favor de los esposos K. De ahí
el estruendoso fracaso del documento de la Iglesia que
pretendía reunir a todo el empresariado en un texto de
corte opositor.
En
definitiva, si bien se ha introducido un renovado elemento
de incertidumbre con la votación en Diputados, lo más
probable es que Cristina se salga finalmente con la suya de
la mano del apoyo de los “mercados”: ¡para
las elecciones del 2011 todavía falta mucho y hay que
seguir haciendo negocios!
El
salario como variable de ajuste
Mientras
se pelean por el mecanismo para pagar deuda externa,
respecto del tema del salario, gobierno y oposición tienen
una férrea unidad: tirar la pelota para otro lado
instalando debates alrededor de la “pobreza” y/o de la
“asignación universal por hijo”… Pero nadie quiere
realmente hablar de lo fundamental: las condiciones de superexplotación de la clase obrera argentina con
trabajo. En definitiva, son
todos políticos patronales que buscan de una u otra manera
seguir garantizando las ganancias que los capitalistas han
venido amasando a lo largo de los últimos años.
Si
la oposición pretende asegurar esto mediante un retorno
liso y llano a las condiciones de los años 90 (donde la
variable de ajuste fue un desempleo de masas), el “modelo
K” ha venido funcionando sobre la base de una recuperación
de empleo superexplotado:
de
ahí que prácticamente no haya habido recuperación del
salario real en la gestión kirchnerista.
En
2002, la fuerte devaluación de la moneda tuvo como efecto
una brutal transferencia de ingresos en detrimento de los
trabajadores: el
salario real se redujo en un tercio ante el aumento de los
precios. En los años posteriores se mantuvo más o
menos estancado y recién a finales de 2006 parecía
comenzar a revertirse en algo la abrupta caída del poder
adquisitivo que había implicado la devaluación.
Pero
las buenas noticias duraron poco: a partir del año 2007
comenzó una etapa de estancamiento en el nivel de empleo al
tiempo que despuntaba la inflación. Este contexto tuvo
consecuencias negativas
sobre los salarios reales que comenzaron nuevamente su
habitual marcha descendente.
En
el 2009 la situación se agravó: el impacto de la crisis
internacional implicó un freno en la economía local y una
pérdida de puestos de trabaj,: las
negociaciones paritarias fueron ya claramente a la baja. Ahora,
en el 2010, el recrudecimiento de la inflación pone de
manifiesto los límites del “modelo K” para garantizar
salarios reales superiores a la década del 90. Este patrón
económico, si bien posibilitó crecimiento de la actividad,
creación de puestos de trabajo y, sobre todo,
extraordinarias ganancias empresarias,
tiene
como uno de sus sustentos fundamentales la persistencia de
reducidos salarios reales.
Esto
mismo es lo que se pretende expresar en las paritarias: imponer
negociaciones a la baja que hagan del salario obrero la
variable de ajuste para permitir que no se deteriore la
susodicha “competitividad” empresaria aun a pesar del
“retraso” en la cotización del dólar que se estaría
verificando.
Mientras
tanto, los empresarios, a partir de su “poder de
mercado” y de diversas acciones y “omisiones”
gubernamentales, han podido mantener sus niveles de
ganancias mediante la fijación “preventiva” de precios
que se ha venido verificando en estos últimos meses:
aumentos siderales en la alimentación, naftas y un largo
etcétera mediante. Esto les ha permitido ya cubrirse para
las negociaciones paritarias que están en marcha
generando un “colchón de precios” para garantizar sus
ganancias bajo la vista gorda de los K.
Las
paritarias como “corsé” a los reclamos obreros
La
realidad del salto inflacionario a la que estamos aludiendo
conjuntamente con el “aflojamiento” de la crisis política
no deja de tener un costado interesante: podría
eventualmente abrir
“espacio” (o dar “aire”) para la emergencia de otro
tipo de conflictos, otras coordenadas en la coyuntura política
que rompa la asfixia política en la que están sumidos los
explotados y oprimidos.
Más
precisamente, lo que nos interesa acá, es la posible
evolución de la lucha salarial, la que podría
estar comenzándose a abrir paso de manera más categórica.
Pero
acá entra el otro gran obstáculo para este
desencadenamiento: el mecanismo concreto de unas paritarias
invariablemente monopolizadas por las burocracias de la CGT
y la CTA. El problema es que mediante ellas lo que se busca
es la institucionalización del reclamo. El hecho que las negociaciones
queden en manos de las direcciones sindicales burocráticas
están haciendo de este mecanismo uno donde queda
“atada” a sus designios la lucha por el salario y las
condiciones de trabajo sin que –a priori– la base
obrera tenga arte ni parte en el asunto.
Veamos
de qué se trata esta cuestión. Para empezar, no hay una
paritaria nacional única sino una
suma de paritarias fragmentadas por gremio o rama de
actividad. Esto ya arranca debilitando el poder de negociación de los trabajadores frente al
gobierno y los empresarios. Nadie se acuerda siquiera de los
paros generales domingueros que en otra época solía
convocar la CGT (o la misma CTA). A Moyano y Yasky hoy día
ni siquiera se les ocurre esto, lo que es funcional no sólo
a la “paz social” perpetua que vienen garantizando hace
años sino, a la vez, a que no
haya un piso común y de conjunto para las negociaciones.
Menos que menos, que haya cobertura alguna para el universo
de prácticamente el 40% de compañeros trabajadores en
negro a los cuales la negociación en paritarias no atañe…
Pero
los problemas para el desencadenamiento de luchas de
importancia no terminan aquí. Las negociaciones a nivel de
los gremios nacionales están monopolizadas por la
burocracia de cada gremio y sirven como instrumento disciplinador
y/o de aislamiento para las seccionales o lugares de trabajo
que quieran ir más lejos que lo pactado por arriba.
En
los hechos, se ha fijado un techo salarial que ronda el
20-25% en cuotas a lo largo de este año, lo que en el
salario de bolsillo termina siendo menos que la inflación
real estimada, que podría alcanzar entre el 25 y el 30%.
Además, no sólo no hay cláusulas de indexación periódicas,
sino que las negociaciones se hacen a puertas
cerradas sin paritarios ni veedores electos por la base.
Cuando la base se ha expresado, como en los casos de la UOM
–en determinados Congresos de delegados seccionales–, en
el caso de Kraft en la Alimentación o de FATE en el Neumático,
el reclamo parte del 35% para arriba, es decir, bien por encima de lo
que pretenden gobierno, empresarios y dirigentes.
Finalmente,
cuando en determinados lugares de trabajo la base obrera se
termina cansando de este “minué” y decide salir a la
pelea,
la Santa
Alianza de las patronales, el gobierno y la burocracia actúan
mancomunadamente para “tirarles los perros” encima.
Por el
35% al básico, en una sola vez y ajustable por inflación
Sin
embargo, y aun a pesar de lo que venimos señalando, hay
sectores que están comenzando a salir a pelear. Es que la
bronca por abajo parece ser creciente: todo el mundo ve como su salario está siendo liquidado cotidianamente
en las góndolas de los supermercados.
Más
allá de la continuidad de las luchas en el gremio docente
de determinadas provincias (San Luis acaba de levantar sin
nada concreto en las manos… pero continúa la pelea en
Tierra del Fuego, y están saliendo también Río Negro y
Neuquén) están en lucha o amenazando con salir a la pelea
gremios de importancia como Alimentación, Carne, Metalúrgicos
y el Neumático. En todos los casos se “cuecen habas”,
por así decirlo. Es que, en realidad, la burocracia
pretende que en ninguna parte “salte la perdiz”. En el
caso de la UOM, Caló anunció un paro de 24 horas para el
pasado viernes 9 de abril… sólo para terminar acatando
inmediatamente la conciliación obligatoria decretada por el
Ministerio. En la Alimentación, Daer está bajo la presión
de la interna independiente de Kraft y llevando adelante
jornadas de una o dos horas de paros por turno. En el caso
de la Carne, se viene de dos sendas marchas de miles de
obreros por la Capital Federal, las marchas obreras más
importantes del año hasta el momento. Y en el caso del Neumático,
los compañeros de FATE acaban de votar en asamblea el
adelantamiento de la paritaria salarial, el reclamo del 35%
y la exigencia al gremio de medidas de lucha.
Como
se ve, en los casos de la Alimentación y el Neumático, lo
que mete presión, son las internas y/o seccionales independientes de los respectivos
gremios. Pero incluso en la UOM la
burocracia perdió los Congresos de delegados seccionales de
Morón y Quilmes donde se votaron reclamos mucho más altos
que los pedidos por el gremio.
Es
esta la tendencia que hay que alentar. La bronca por abajo
es mucha, pero la burocracia actúa como un “corsé” muy
difícil de superar. Sin embargo, de cambiar en algo las
coordenadas generales de la coyuntura política, y de seguir
creciendo la bronca por abajo, no
se puede descartar que en alguno de estos gremios se
desencadene alguna lucha de importancia. El clima ha
mejorado en algo para los reclamos obreros y la izquierda independiente debe jugarse con todo para que determinados
sectores de los trabajadores logren poner sobre la palestra
nacional sus reclamos.
[1]
Claro que esto podría transformarse en lo contrario si
las luchas en las alturas se pasan de “rosca”
desencadenando un vacío político que podría ser
llenado por la intervención de las masas trabajadoras.
El temor a un escenario de este tipo es el que detuvo la
ofensiva opositora luego de la inauguración de las
sesiones parlamentarias el 1° de marzo pasado.
En este sentido no deja de ser aleccionador lo ocurrido
en el gremio docente de la CTERA a comienzos del año
para desalentar cualquier perspectiva de lucha nacional.
La trampa fue simple: se acordó con el gobierno
nacional un supuesto aumento del 25%, pero sólo para el
salario inicial: es decir, lo que cobran los docentes
que recién ingresan a la actividad. Como si fuera poco,
firmó el compromiso de 180 días de clase a nivel
nacional: una paz social. Y dejó todo el resto de las
cuestiones para que sean resueltas en las negociaciones
por distrito (las provincias). De paso, evidentemente,
se sacó de encima –de un plumazo– la discusión
siquiera de convocar a alguna medida de lucha nacional
docente, cosa que era una tradición –ya perdida– en
el gremio. Conclusión: las duras luchas como la de más
de un mes de los docentes de San Luis, o la que se llevó
adelante en Jujuy o la que continúa en Tierra del Fuego
o las que se están reabriendo en Río Negro o Neuquén,
quedan como luchas aisladas, que no le hacen mella al gobierno nacional:
luchas de distritos que se busca que “languidezcan”
en los mismos.