“Grecia
atraviesa una de las fases más difíciles de su historia.
Las decisiones que hay que tomar ahora tendrán mucho peso,
incluso para las próximas generaciones” (Giorgios
Papandreu, presidente de Grecia, La Nación, 27 de abril del
2010).
Cuando
cerramos esta edición se está viviendo un nuevo evento de
la crisis económica mundial alrededor de la crisis griega.
El disparador de los últimos acontecimientos ha sido que la
empresa calificadora de riesgo Standard
and Poor’s acaba de degradar los bonos de la deuda de
ese país a “bonos basura”. Por decirlo llanamente: se
los considera papeles
incobrables…
Una crisis que no termina
No
es para menos: los índices de endeudamiento y déficit
fiscal de Grecia son realmente críticos: un
barril sin fondo dónde no parece haber dinero que alcance
para cubrir el quebranto.
La deuda soberana es de un 115% del PBI (268.000 millones de
dólares), el déficit fiscal alcanzó en 2009 el 13.6% del
PBI y este año los vencimientos se acumulan por algo en
torno a la friolera de 50.000 millones de dólares. ¡Grecia
está en bancarrota y no hay vuelta que darle al asunto!
El
salto en la crisis griega hizo que el martes 27/04 cayeran
todos los mercados a nivel mundial (dinámica que continuó
los días subsiguientes). Es un hecho que, formalmente, la
Unión Europea y el FMI han acordado un “rescate” por
60.200 millones de dólares (los vencimientos de deuda de
este año). Pero cuando el gobierno “socialista” de
Giorgios Papandreu –que venía diciendo que “no iba a
recurrir al rescate”…-finalmente pidió que la
asistencia se “efectivice” -luego de intentar
“salvar” la situación vía un brutal ajuste económico
ortodoxo que seguirá de todos modos llevándose adelante y
de manera redoblada-, las autoridades europeas le están dando largas al asunto.
La
responsabilidad de esta “diletancia”
la tiene el gobierno de Angela Merkel, muy presionada por
las elecciones “estaduales” que se realizarán en pocos
días más y por una parte de su coalición de gobierno que
se niega rotundamente a aceptar el rescate a Grecia.
Volveremos sobre esto.
En
definitiva, la asistencia se posterga amenazando a Grecia
con entrar lisa y llanamente en default: la fecha tope es el
próximo 19 de mayo donde vencen algo en torno a 8900
millones de euros en obligaciones externas. Bancarrota que
de concretarse marcaría un
salto dramático en la crisis económica europea y mundial,
poniendo el euro al borde del estallido.
En
todo caso, la moraleja es que la situación en Grecia (que
parece estar contagiándose -en tiempo real- a Portugal,
Irlanda y España, amenazando con desequilibrar toda la UE)
viene
a recordarnos que la crisis económica mundial no ha
terminado y que está llamada a sufrir nuevos y dramáticos
desarrollos.
El euro
puesto en cuestión
Si
se tratara de los problemas de Grecia “aisladamente”
–una economía mediana que no llega a más de 300.000
millones de dólares de PBI anual- la cuestión no pasaría
–obvio que dicho exageradamente- de una “anécdota”. Pero
el problema es que la crisis del país helénico habla –y
muy fuertemente- de los problemas europeos y mundiales.
El
origen de la cuestión es que con el ingreso de Grecia al
euro a comienzos de los años 2000, este
país se quedó sin moneda propia. En un principio las
cosas parecieron andar sobre ruedas: al estar en euros el país recibió jugoso financiamiento internacional,
lo que generó un efecto de riqueza ficticia.
Cuando la crisis mundial hizo su eclosión, y para tratar de
que no se corte el chorro de este financiamiento, el
gobierno griego decidió “retocar” las estadísticas,
dando cuenta de un déficit del Estado mucho menor que el
real…
Llegado
un punto, lo que pareció ser una extraordinaria
“ventaja” –el estar parado sobre una moneda fuerte- se
convirtió en lo contrario: frente a la crisis mundial, a la
retracción de todos los mercados, y a la pérdida de
competitividad económica por la devaluación de otras
monedas, Grecia no
puede devaluar su moneda ni tomar medidas de política económica
soberanas que le permitan maniobrar.
Como
dice Paúl Krugman respecto de España (pero enteramente
aplicable a Grecia): “El gobierno español no puede hacer
gran cosa para mejorar la situación. El problema económico
central de la nación es que los costos y los precios se han
desfasado respecto del resto de Europa. Si España aun
tuviera su antigua moneda, la peseta, podría remediar rápidamente
la situación mediante una devaluación,
digamos, reduciendo el valor de la peseta un 20% respecto de
otras monedas europeas. Pero España ya no tiene su propia
moneda, lo que significa que solo puede recuperar competitividad por medio de un
lento y desgastante proceso de deflación”.
Lo mismo pasa con Grecia: no puede devaluar su moneda para
recuperar su competitividad y combatir la recesión lo que
al generar mayores ingresos fiscales permitiría paliar los
déficits.
Por
esto mismo, el camino elegido y recomendado ha sido el opuesto:
un ajuste brutal –incluso con reducción explícita del
salario real- para “recuperar” la competitividad y el
excedente de recaudación por una vía deflacionaria
que –por las mismas razones de su mecánica contractiva-
solo
puede seguir alimentando una re-caída recesiva que incluso
tira para abajo las expectativas de lo que explícitamente
se busca: ¡aumentar la recaudación y los ingresos del
Estado!
Moneda
y potencialidad económica: ajuste, deflación y devaluación
Es
obvio: está claro que una devaluación –que significaría
inevitablemente salir del euro poniendo en pié una nueva
moneda nacional- inmediatamente iría de la mano del default
en el pago de la deuda externa porque esta se haría más impagable aun en euros configurando un golpe tremendo a los bancos
de Alemania y Francia que son los primeros acreedores del país.
Sin
embargo, mediante la declaración del default se restringiría
–al menos en lo inmediato- la carga del endeudamiento (eso
al dejar de pagar lisa y llanamente o generar quitas en la
deuda soberana), al tiempo que con la implementación de una
moneda más débil se
podría recuperar competitividad, producción y empleo.
Lo
que venimos señalando se conecta con un problema más de
fondo cual es la aberración de que una economía
“atrasada” como la griega esté
“racionalizada” (o “medida”) por una moneda tan
fuerte como el euro. Es que si el dinero no es más que
el representante general de la riqueza (y de la
“potencia” productiva de una determinada economía), si
esta economía es menos productiva, el valor de su moneda
debería ser mucho menor y viceversa: una economía altamente productiva se debe
reflejar en una cotización de la moneda mucho más alta.
Esto
último es lo que ocurría antes del euro con el marco alemán
respecto de –vg.- Alemania. Precisamente: de alguna manera
el euro, aproximativamente si se quiere, refleja la potencia
económica del país germano (más allá que hoy el euro
este en pleno derrape por la crisis griega).
Pero
debería estar claro que una moneda tan fuerte no puede –a
mediano y largo plazo- funcionar respecto de Grecia:
una
economía relativamente atrasada e improductiva no puede ser
medida con una moneda que refleja un grado de productividad
del trabajo y un desarrollo de las fuerzas productivas
varias veces mayor so pena que su producción resulte
invendible.
La
conclusión de este problema es obvia:
esa
moneda es insostenible para Grecia a menos que lleve a cabo
–como lo está haciendo- un ajuste económico
deflacionario brutal que reduzca drásticamente el valor de
la fuerza de trabajo y el resto de los costos en general no
por la vía de un real aumento de la productividad económica
sino por una mecánica depreciación de todos sus valores,
en primer lugar el salario obrero.
Crisis política en la Unión Europea
En
las condiciones anteriores, la eventualidad de una salida de
Grecia del euro sería un pésimo ejemplo que podría ser
continuado por el resto de las economías PIGS del sur
europeo (las siglas en inglés de Portugal, Irlanda, Grecia
y España que quiere decir “cerdos”), muy
debilitadas por la crisis mundial.
De
ocurrir esto, el euro habría muerto
a menos de dos décadas de su nacimiento. Una situación
dramática que pondría en riesgo la economía europea en su
conjunto: ni más ni menos que uno de los vectores de la
llamada “triada” del centro capitalista mundial
compartida con EEUU y Japón; paradójicamente se trata de
las economías más golpeadas por la crisis. El impacto de
la caída podría afectar incluso los países más fuertes
de la UE como Alemania y Francia, produciendo
una onda de choque en los equilibrios económicos y entre
Estados en el orden internacional. De ahí la urgencia
del FMI en exigirle a la UE que concrete el rescate, así
como las permanentes declaraciones de Papandreu de que “de
ninguna manera su gobierno tomará el paso de salir del
euro”... al tiempo que cacarea por asistencia.
La
crisis griega y las dificultades de los principales países
de la UE en ponerse de acuerdo en las modalidades del
rescate a Grecia están denotando una evidente crisis política en el seno de la Unión. No por nada
Dominique Strauss Kahn, director gerente del FMI, acaba de
salir a exigir más “coordinación” entre los miembros
de la Unión señalando que la carencia de esta en
condiciones normales no es un gran “problema” pero
deviene imprescindible en las condiciones de la crisis económica
más grave desde los años ’30: “La
ausencia de una política económica coordinada es
soportable en periodo de calma pero no en periodo de
crisis’,
subrayó en una entrevista publicada hoy por el diario francés
La Tribune”.
El
problema es que es mucho más fácil declamar la necesidad
de la coordinación entre Estados que concretarla en el
marco del capitalismo. Lo que ocurre es que incluso a nivel
de la UE, si es un hecho que los intercambios económicos y
la historia común trascienden las fronteras, al mismo
tiempo el sistema capitalista se caracteriza por una formación
política de Estados nacionales con intereses propios que no
se puede hacer como si no existiera. Y cuando hablamos de
Estados nacionales hablamos
de formaciones económico-políticas que maniobran en
defensa de sus intereses particulares y específicos por lo
que nunca se logra alcanzar del todo el estadio de una
coordinación enteramente satisfactoria.
De
ahí deviene el comportamiento de Alemania, el cual no está
igualmente exento de elementos de “irracionalidad”.
Es que el gobierno de Ángela Merckel evidentemente tiene la
preocupación de que si Grecia es rescatada sin apretarle el
cinturón hasta los huesos los otros países PIGS puedan
seguir el mismo camino y los fondos germanos terminen
financiando el rescate de estos países.
Pero
al mismo tiempo, siendo la nación evidentemente más
beneficiada con la implementación del euro, el llevar las
cosas hasta el borde del estallido del mismo, parece
configurar una orientación con rasgos “aislacionistas”
–tipo el gobierno estadounidense de Hoover a comienzos de
los años ’30- que al afirmarse por una vía deflacionaria
(que multiplica, “cíclicamente”, la vía depresiva en
vez de tender a atenuarla con medidas de política “anti-cíclicas”
y / o “keynesianas”)
podría
terminar impactando como un boomerang sobre la situación
hegemónica de la propia Alemania en el seno de la UE
logrando así el resultado opuesto al que se declara buscar:
reafirmar esta hegemonía económica (y política) en el
concierto de las 16 naciones de la Unión.
¿Qué
perspectivas para la economía mundial?
Pero
elevemos un poco la mirada a la marcha más de conjunto de
la economía mundial. Al respecto, y de entre la montaña de
papeles que se producen diariamente acerca de la misma, es
de interés dar cuenta del reciente informe de las
perspectivas económicas internacionales del FMI.
El mismo tiene una contradicción que lo atraviesa de cabo a
rabo: luce demasiado
voluntarista.
Es
decir: se parte de anunciar una recuperación desigual de la
economía internacional señalando que el PBI mundial crecería
en 2010 y 2011 algo en torno al 4% anual. Sin embargo, a
renglón seguido –digamos que con “honestidad”- se señala
que: “Las perspectivas que rodean la actividad siguen
siendo inusitadamente
inciertas, y los riesgos a la baja vinculados con las
fragilidades fiscales han pasado a primer plano. La
principal inquietud es que el margen de maniobra de la política
económica en muchas economías avanzadas ya se encuentra en
gran medida agotado o sea mucho más limitado. Además,
los riesgos relacionados con la deuda soberana de las economías
avanzadas podrían socavar
los avances en la estabilidad financiera y ampliar la
crisis. El rápido aumento de la deuda pública y el
deterioro de los balances fiscales podrían retransmitirse a
los sistemas bancarios o entre países”.
En
otras palabras: el mismísimo FMI reconoce -con todas las
letras- que la “recuperación” económica que comenzó
en marzo-abril del 2009 y que –a los tumbos, crisis griega
mediante- continúa hasta hoy, contiene un dramático
problema: la economía
mundial fue salvada de una segunda gran depresión mediante
una intervención sin precedente de los Estados pero sin
embargo, en el mismísimo momento en que esa intervención
es cada vez menos viable –crisis fiscales y de deuda
soberana mediante-, el FMI insiste que la recuperación es
“inusitadamente incierta” y que frente a la eventualidad
de nuevos eventos de recaída de la economía mundial, el
“margen de maniobra de los gobiernos ha quedado
acotado”.
Es
que como lo hemos señalado en un trabajo anterior, una de
las principales consecuencias no queridas de los rescates ha
sido el salto cualitativo que se ha venido manifestando en
el deterioro fiscal de los Estados (de las bancarrotas
privadas se pasó a la eventualidad de la bancarrota pública)
y el peligro de que
uno o más de ellos entren en cesación de pagos.
De
ahí entonces la señal de alerta “universal” –con
impacto en primerísimo lugar en los EEUU que es la primera
nación insolvente del mundo- que configura la situación
Griega: de no
producirse una recuperación económica sostenible y
duradera y de tener que ir por la vía de un “ajuste económico
“excesivo” para afrontar las obligaciones creadas por la
asistencia estatal, lo único que se terminaría haciendo es
multiplicar las tendencias recesivas creando las condiciones
para una eventual re-caída en la crisis que ahora sí podría
configurar un dramático escenario de depresión mundial.
La
crisis griega como espejo
Y
son estas mismas condiciones económicas de conjunto las que
parecen preanunciar un escenario que incluso si no es –al
menos en lo inmediato- de re-caída lisa y llana en la
crisis, al menos parece ser inevitable que se configure en
los países del centro capitalista como de estancamiento
duradero. Circunstancia que –entre otras consecuencias
críticas-
dificulta la creación de las condiciones económicas
–crecimiento económico- de manera tal de generar los
recursos para devolver lo adeudado: “Para evaluar las
eventuales consecuencias de los rescates, la clave es hasta
qué punto podrá avanzar la recuperación económica y en
qué medida la misma se sostendrá en materia de producción,
inversión, empleo y consumo. Asimismo, qué combinación
tendrá esta creación de nueva riqueza con un ajuste económico
para reducir el déficit, el endeudamiento estatal y
aumentar la cuota de plusvalía a costa del deterioro de los
salarios, condiciones de trabajo y gastos generales de
reproducción del capital. No se trata de un problema menor.
Lo que está en juego
son fenómenos económicos-sociales de magnitud, como la
histórica tasa de desempleo actual en los EEUU”. Y se agrega: “En
todo caso, esta tendencia al estancamiento duradero [de la
economía mundial] es otro factor que eventualmente
contribuirá al relanzamiento de la crisis, en
la medida en que la debilidad del crecimiento hará que
todas las relaciones (desempleo masivo, déficit fiscal,
endeudamiento) se hagan más críticas con el paso del
tiempo”.
En
definitiva: lo anterior es lo que explica el estallido de
los eslabones débiles como Grecia:
con el paso del tiempo, la ausencia de una recuperación
económica suficiente, pone al rojo vivo todas las
relaciones críticas. En todo caso, la preocupación es que
el país helénico no sea más que un espejo en el que se
deba mirar de conjunto la economía mundial…
[1]
Tan grave es la situación que, en comparación, la
Argentina del 2001 luce numéricamente como una situación
mucho más “atenuada” con un déficit fiscal de solo
el 3% y una deuda pública del 53% del PBI.
[2]
Al respecto, los organismos de la UE convocaron una
reunión de emergencia para el 10 de mayo que sería la
que aprobaría la asistencia.
[3]
En medio de esa “burbuja” recordar que Grecia
organizó los juegos olímpicos del 2004.
[5]
La situación tiene obvios paralelos con la Argentina
del 2001 cuando la salida de la convertibilidad 1 a 1
del peso con el dólar.
[6]
La Nación digital, 28-04-10.
[7]
Se trata del documento “Perspectivas de la economía
mundial y reporte sobre la estabilidad financiera
global”.
[8]
“Idem “Perspectivas”.
[9]
Está clarísimo que la dinámica de la crisis ha tenido
como “dos velocidades”: a diferencia de lo
acostumbrado, el impacto pleno de la crisis ha ocurrido
en los países del centro capitalista y no así en las
economías “emergentes” o “periféricas”. Desde
China e India, pasando por Latinoamérica e incluso la
mayor parte de África, la crisis se manifestó –hasta
ahora- de una manera mucho más atenuada. Esto ocurrió
en gran medida debido a que si en el pico de la crisis
el precio de las commodities –petróleo, metales y
alimentos- llego a parecer “derrumbarse”, rápidamente
los mismos se recuperaron arrastrados por la vitalidad
económica básicamente de China –cuyo paquete de
asistencia estatal fue de los más inmensos en el orden
mundial-. Esta claro sin embargo que esta mecánica de
“doble velocidad” sería finalmente “arrasada”
de producirse finalmente una nueva recaída de la economía
mundial de conjunto: ¡en ese escenario no habría “desacople” que valga porque
finalmente, y más que nunca antes, la economía mundial
es una totalidad!
[10]
“El estado de la crisis económica mundial. Cuando se
prepara una nueva recaída”. José Luís Rojo, revista
Socialismo o Barbarie n°23-24.
[11]
Ídem José Luís Rojo.